Trudi es la única que sabe que su marido Rudi está gravemente enfermo de cáncer. Siguiendo el consejo de su médico, deciden hacer un último viaje juntos. Trudi convence a su marido y van a visitar a sus hijos y nietos en Berlín. Sin embargo, éstos están demasiados inmersos en sus propias vidas para ocuparse de ellos. Tras ir al teatro a ver un espectáculo de danza Butoh, Trudi y Rudi deciden marcharse y pasar unos días en un hotel en la costa del mar Báltico. Pero, de repente, Trudi muere, dejando a Rudi totalmente perdido. Sin saber qué hacer con su vida, Trudi, convertido en un desconsolado y melancólico viudo, decide viajar hasta Japón para visitar a su hijo menor, Karl.
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