sábado, 23 de noviembre de 1996

Yirair Mossian: Un maestro de actores

Una escena de "La comedia de las equivocaciones" que dirige Yirair Mossian

Por Ana M. Totoro
Especial para "Hoy"

Mossian dirige, en este momento, las dos puestas de la Escuela de Teatro de La Plata: "La comedia de las equivocaciones", de W. Shakespeare y "La fiesta del hierro" de R. Arlt, realizadas por los alumnos de tercer año de Formación Actoral, tercero de Maquillaje y cuarto de Escenografía
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- ¿Cuál es su trayectoria teatral?

- Estoy en la Escuela de Teatro desde hace varios años. Este lugar es una especie de refugio al cabo de un trabajo profesional largo. Becado por el Fondo Nacional de las Artes, estudié en Milán. Dirigí la Comedia Nacional, la Comedia Cordobesa, la Comedia Tucumana. Gané el premio al mejor director en el sesenta y pico con "Nuestro fin de semana" y con una obra de Lizarraga: "Tres jueces para un largo silencio". Hice más de cincuenta puestas (no llevo la cuenta) y ahora estoy acá haciendo un Shakespeare aparentemente menor, juvenil y alternándolo con un Arlt (cosa que es bastante brava). Arlt es un autor del que admiro su talento y su violencia pero por el que no tengo devoción.

- ¿Por dónde pasa su devoción?

- En este momento de mi vida, pasa por un teatro más mágico, que me genere otras cosas. Por eso leo y leo y no encuentro texto. Como no encuentro lo que podría disfrutar haciendo, recurro a Arlt y a otros que son realmente importantes. Mi devoción también pasa por Shakespeare, ésa es una línea que me interesa mucho. Strindberg, Lorca son autores con los cuales conviviría y que estarían en mi mesa de luz. Arlt nunca lo estaría. Pero estoy hablando con el respeto que merece el autor. De pronto uno no tiene por qué comulgar con todos los autores. Como dramaturgo, Arlt era incipiente y toda su escritura es muy tumultuosa, como una especie de invitación a que metas mano en él y recrees. Desde ese lado, fue muy atractivo el trabajo.

-¿Qué diferencia encuentra entre los actores de ahora y los de hace diez años?

-Hay muchas. Hay una mayor demanda de participación y uno se cuestiona muchas cosas que tienen que ver con el manejo del actor. Antes había un director que tenía una mayor maniobrabilidad. Hoy, la exigencia del actor, el derecho del actor, se han abierto espacios que no tenían. Si uno sabe abrirse, aprende muchas cosas. Esto lo noto en el Conservatorio, donde doy clases de dirección. De algún modo, el actor es también un director del proyecto del grupo. Ahora tenés que empezar a conocer al grupo y entonces buscar un proyecto común. También se plantea la dificultad de encontrar el material.

-¿En que consiste esa dificultad?

-Te encontrás con bibliotecas enteras de textos que han envejecido. La realidad es tan potente que el teatro no puede competir con ella. Y textos que eran muy revolucionarios hace diez años, hoy no sirven. De ahí la recurrencia a los clásicos con la posibilidad de recrearlos.

-¿Usted trabaja siempre con obras teatrales?

- Sí. No tomo novelas ni cuentos. Prefiero una reescritura del texto dramático. Soy como un autor fracasado y entonces siempre recreo. Es inevitable, además.

-¿Fue actor?

-Sí, también fui actor. Pero ésa es una historia muy vieja. Era muy malo.

-¿Cree que existe alguna tendencia en el teatro contemporáneo?

-Hacer futurología del teatro es muy bravo. Estamos en una especie de síntesis, de transición. El teatro busca encontrar su propia escritura. Grotowski se despertó buscando la especificidad del teatro. El teatro no es TV, no es radio ni es cine. El teatro es el actor. No importa ninguna cosa salvo la potencia del actor encima del escenario. Ese fue el punto máximo de rebelión, pero esa vena se agotó. Quizás el futuro del teatro sea un teatro más poético, menos condicionado por el mensaje, por la ideología, y que proyecte lo desconocido del hombre. Un teatro más fantástico, no en cuanto a evasión, sino en cuanto a lo fantástico del ser humano. Al menos es lo que a mí me gustaría hacer. Hay un teatro underground muy interesante en Buenos Aires, un teatro soterrado donde la palabra se integra con un montón de cosas. Hay muchas vertientes y hay muchos públicos. Hay para todos los gustos. Lo ingenioso sería pretender hacer algo que le guste a todo el mundo. Sería ambicioso y petulante. yo trato de ser fiel a mí mismo y no enamorarme de lo que hago. Estar alerta, de algún modo.

-¿Hay algún elemento teatral que usted mantenga siempre?

-Sí, la búsqueda de cierta resonancia poética, de ciertas verdades, de cosas que uno cree que perdió; también el encuentro de ciertas nostalgias. Es algo muy personal. Siempre busco textos, material, que me recreen por dentro.

Fuente: Hoy (23/11/96)