domingo, 23 de febrero de 1997

"Mi cine es un triunfo contra la desesperanza"

Entrevista exclusiva a Pino Solanas

Sin dejar la política, Fernando Pino Solanas vuelve a filmar y dialogar con La Nacion sobre "La Nube", basada en "Rojos globos rojos", Pavlosky

La política, como un cocodrilo, me ha comido el tiempo.La frase, una catapulta con poesía, pertenece a Fernando -Pino- Solanas, el cineasta que se pasó a la acción política, después de haber sido un político dentro de la actividad artística.

Solanas, así a secas, es el creador del venerado estilo del "film en acto" con "La hora de los hornos" y "Los hijos de Fierro" y el plástico de la imagen visual, con "La mirada de los otros" y, especialmente, "Tangos. El exilio de Gardel", "Sur" y "El viaje", su última realización, antes de la candidatura política que lo condujo hasta la banca de diputado nacional.

Promete volver al cine. Lo hará con "La nube", un guión propio, pero con el estímulo de "Rojos globos rojos", la pieza de Eduardo -Tato- Pavlovsky, quien, además, protagoniza la película.

En la actividad política se vive en la impotencia. Primero, porque soy un opositor sin fuerza, segundo porque es tal la demanda de problemas y de cosas para hacer que uno vive esa impotencia. Leyes, proyectos y cosas que pasan sin que nadie pueda analizarlos fehacientemente. Recibís el presupuesto nacional: un estudio serio del mismo ocuparía a un equipo entero. Por ejemplo, un día descubrimos en el presupuesto que el Instituto de Cine cedía 28 millones al tesoro. Se aprobó así, a pesar de todo lo que se dijo. Será la gracia del Presidente la que impida que se deriven... En la política, realizada con seriedad, no sólo atendés la actividad del Parlamento y de las leyes: están los que te golpean la puerta planteando sus carencias, conflictos y falta de trabajo.

-"La nube" es la primera película desde tu ingreso formal en la política.

-Hasta ahora hice cine sin participar en la vida política, aunque políticamente comprometido. Estoy entre quienes siempre tuvieron opinión pública extracinematográfica, sobre asuntos de interés político, sin haber estado en cargos políticos.

-¿Pasó el cine al desván?

-Sólo abandoné el cine por unos años, porque no podía hacer todo: la actividad palamentaria y la política me insumieron casi todo el tiempo. Pero, como les pasa al cirujano, al escritor o al pintor, no dejé de pensar en aquello que por más de 30 años tenía incorporado: mi manera de ver el mundo a través del lenguaje cinematográfico. Secretamente fui escribiendo mis guiones, como quien se aleja de la madre o de la mujer o del amor querido y cuando está lejos, se da cuenta de la dimensión que tienen. Viene el extrañamiento... Escribí y reescribí ideas. Con el centenario del cine, en el 95, empezaron a reclamarme una película. Asistí a retrospectivas de mis obras en Europa. Recibí estímulos en un medio que, en vez de estimularte, tiende a olvidarte. "Pino, qué macana, ¿por qué no filma?", me dicen por la calle. Mis películas están en el corazón de la gente.

-Y llegó la oportunidad.

-Quise filmar este verano, pero no pude. Hace un año y medio que vengo trabajando con amigos europeos, los distribuidores alemanes, franceses e italianos. Armé una coproducción entre la Argentina y tres países europeos con cabecera en Francia.

-Los compañeros de la política, ¿no ven el cine como una frivolidad?

-En la política están los golpes bajos y allí se tiran todas las especies, pero dura un suspiro: todos se separan y en seguida se juntan. No tengo la aspiración de hacer la carrera política. Nunca fue mi objetivo: mi incursión en la política fue llegar a diputado desde la cultura, el cine y mis compromisos públicos.

-No fue un camino fácil.

-En 1989, en el 90 y 91, fui de los primeros en denunciar públicamente el nivel de corrupción en que estaba inmerso este gobierno. Unas declaraciones mías en la revista Noticias impulsaron al Presidente a realizar contra mí su primer proceso por delitos e injurias. Cuando estaba terminando la filmación de "El viaje", reconfirmé mi denuncia ante el juez Irurzún y, al día siguiente, me balearon. Venía siendo amenazado y lo declaraba, pero esas denuncias, después comprobadas, nunca se tomaron seriamente. Como no les hice el juego de volver a irme del país, recibí seis balas en mis piernas, con tres fracturas.

-¿Se sintió el miedo?

-Cambió mi vida. No quiero hacerme el héroe, cuando el miedo es un elemento de autodefensa, cuando lo podés regular. Gracias a Dios he tenido miedo en mi vida. Fue un llamado de atención muy fuerte, porque nunca imaginé que, estando enfrentado con el Presidente, se me pudiera agredir de esa manera.

-¿De dónde vino la agresión?

-De grupos ligados al poder. "Que acabe, denle un escarmiento", habrán dicho. Lecturas que se interpretan de esa manera: pudo ser una golpiza o unos tiros.

-La figura presidencial del Rana, en "El viaje".

-El Presidente estaba muy disgustado, en los días previos a mi declaración ante el juez, porque publiqué artículos muy fuertes en Página 12. Ese campanazo cambió mi vida. Era un momento de gran crisis y desunión en la oposición y empezaron a visitarme en casa amigos, jóvenes, estudiantes y un núcleo de oposición que se fue formando.

Me pusieron de cara al conflicto: ¿deben el científico, el artista, el creador dar un paso hacia la política? A lo largo de mi vida, sostuve lo contrario: que nadie debía estar al margen por temor a ensuciarse. Mucho menos los referentes sociales o culturales, que tienen la obligación de una conciencia y un compromiso y una gratitud para la sociedad que los reconoce. Hacer una devolución a la sociedad.

-Ahí se produjo el paso a la política.

-Mi paso hacia la política fue para estimular una nueva oposición. Fui fundador del Frente Grande, haciendo el mayor desprendimiento, abandonando la Capital Federal después de haber obtenido tres veces más de votos que los obtenidos meses antes por Chacho Alvarez y su grupo. Salí a recorrer el país y fundé el Frente Grande en más de cien distritos de la provincia de Buenos Aires y en una decena de provincias argentinas.

-¿Con el cine en el olvido?

-Muy subyacente. Hacer una película es una actividad absorbente. El realizador-autor debe hacerse cargo de toda o buena parte de la producción. Lejos de haber arruinado mi vida, estos cuatro -casi cinco años- me permitieron abrir una serie de puertas de renovación y de conocimiento. Viajé y redescubrí mi país como no lo había hecho: una cosa es ir de turismo y otra ir a escuchar los problemas de la gente. Reactualicé vivencialmente todos mis archivos humanos sobre la Argentina.

-El hombre político se suma ahora al director.

-Antes expresaba a través del cine todas mis inquietudes políticas, ahora como soy político, no tengo necesidad de utilizar el cine para expresar lo político. Mi proyecto, "La nube", es la continuidad de mi cine, mi dramática, mis personajes, temas e historias.

Recorridos

-Tus películas han sido un viaje, ya en busca de la identidad, ya en pos de la memoria. ¿Sigue esa línea "La nube"?

-No. "La nube" se sitúa en estos años. Es una película ambiciosa en lo creativo, como siempre, pero más modesta en la producción. Mi última obra, "El viaje", fue como hacer tres películas: viajé por cinco países y me cansé mucho. Esta es más normal: se filmará casi totalmente en Buenos Aires y la mayor parte en interiores. Es controlable.

-¿Nos reconoceremos en el film?

-"La nube" es una historia de personajes nuestros, medios, de este tiempo. Son seres que padecen este tiempo de desprotección y desamparo, por la impunidad y el abandono.

-¿Se ocuparon otros en el cine argentino de estos temas?

-No tengo ni idea. Si me decís que hay una película casi igual me daría lo mismo, porque éstos son mis temas de siempre y los personajes que tengo adentro. Soy autor de las historias que filmo y ellos son seres que se sienten solitarios, padecen el abandono y el rigor de estas épocas donde es difícil encontrar empleo y donde a cada uno se le ha deteriorado la vida cotidiana, o se le ha complicado. La característica general es que no están derrotados y luchan contra la resignación, el olvido y el maltrato y la impunidad. Quieren justicia por el pequeño problema cotidiano. Reclaman.

-¿Quiénes son?

-Un joven con aspiraciones artísticas que busca trabajo y no lo consigue; una chica que, por trabajar, tiene que dejar de estudiar; un poeta y autor, profesor secundario jubilado, que quiere que le paguen lo que le corresponde de la jubilación; un director de teatro que está en un terreno público que se va a vender en estos tiempos de ajuste y que no quiere que desaparezca, y una pareja joven de abogados que atiende estos casos. Todos están ligados al teatro.

Antes, en el teatro

-La nube se basa en una obra de Eduardo Tato Pavlovsky.

-Me motivó mucho su pieza teatral Rojos globos rojos. Yo venía trabajando en un tema que tenía que ver con actores. La pieza me estimuló tanto que terminó convertida en una historia entera y en un guión original que no es la obra de Pavlovsky. Introduzco cuatro escenas de Rojos globos rojos.

-Pavlovsky, ¿interpreta un papel?

-Hay un actor y director teatral que hace Tato. Su papel es el más importante, aunque los protagonistas son varios. Sigue siendo un film de fuerte presencia musical, dividido en actos, con canciones, en la tradición de la tanguedia de El exilio de Gardel. La invención de una obra artística pasa por la invención de las convenciones. El arte es convención y el artista no puede eludir encontrar sus convenciones. O las elige entre las existentes o inventa las propias, si tiene fortuna.

-¿Y el espectador?

-Las películas las construye definitivamente el espectador en la cabeza. Si les pedís a diez espectadores que describan la escena que acaban de ver, no coincidirían. El espectador debe llevarse la película y no cerrarla al salir del cine. Es horrible que termine con la última imagen.

-¿Qué actores habrá en La nube?

-Tato Pavlovsky, Angela Correa, actriz brasileña y una de las protagonistas...

-Tu mujer...

-Sí. Encarna a una actriz y bailarina brasileña que vino aquí y se quedó, con la ilusión de hacer carrera. También estarán Carlos Carella, Osvaldo Bonet en el rol de un poeta; Carlos Páez, un joven formado en mi taller de actores.

-¿Docente, también?

-Nunca dejé de dar clases de puesta cinematográfica y de actuación. Es una materia que doy bastante bien- En 1996 dicté seminarios en la Universidad y en la cinemateca de Bolonia y en la Universidad de Los Angeles (UCLA). Mi exilio en Francia lo sobreviví dando clases.

-Antes hablaste de obra abierta.

-La obra fílmica está abierta siempre, no acaba nunca. El novelista no retoca su novela porque ya está en la imprenta, si no lo haría.

-¿El rodaje es abierto?

-Sí, pero después de muchos ensayos. Muchos llegan al rodaje sin haber ensayado ni buscado la puesta. El día del rodaje equivale a levantar el telón en el teatro. Yo ensayo con mis actores desde tiempo antes, salgo con ellos, descubro si necesitan seguridad o si prefieren no gastar la emoción. No ensayo el guión, sino la vida de los personajes, buscando lo que se sabe de ellos y lo que no se sabe. Si cambio algo al rodar, lo cambio con los actores.

-¿Comenzaron ya esos ensayos?

-No. Primero necesito el crédito y luego firmar los contratos. Cuando se me retiró unos de los productores de Sur me dio un infarto y casi perdí un riñón. No busco actores genéricos, porque no hay. Hay cada actor, cada persona, cada personaje.

-¿Es intuición?

-No se puede dirigir sin intuición: es la linterna, cuando estás de noche. La nube, mi película, es la aventura maravillosa de un viaje con actores en homenaje al teatro.

-¿Dónde se filma?

-A mí me gustan los espacios con gran profundidad de campo.

-Las Tiendas San Miguel en El exilio, el Abasto y las Galerías Pacífico, en Sur, la cárcel de Ushuaia, en El viaje.

Construyo un teatro dentro de lo que fue el mercado de pescado, en Barracas, a una cuadra y media de la estación. Un sitio abandonado, maravilloso. Allí se levanta la carpa del teatro Espejo y se me permite utilizar tanto el interior como el afuera de la carpa, con lo que queda del mercado, como un espacio global.

-¿Habrá actores extranjeros?

-Dos o tres. Giovanna Mezzogiorno representa la parte italiana de la coproducción. Tengo que buscar al francés que reemplace a Pierre Arditi.

-¿Cuál es el papel de Pavlovsky?

-El del viejo monologuista que, a veces, habla a cámara; una especie de Pepe Arias, que dice cosas sobre la muerte, el amor, la vida y su oficio, con amarga ironía.

El director de fotografía de La nube será Juan Diego Solanas, el hijo de Pino. Se formó con Félix Monti, en Sur y en La peste (Luis Puenzo), y lleva una larga carrera en Francia como foto fija y como fotógrafo de documentales, films para televisión y publicitarios. Victoria Solanas, también hija de Pino, será parte del equipo de escenografía que comandará el vietnamita At Hoang, que hizo otro tanto en films tales como El amante y Siete años en el Tíbet, ambas de Jean-Jacques Annaud.

La nube quedará lista a comienzos de 1998, para ser presentada en Cannes (Si la termino antes y la dejo cuatro meses en el ropero, el costo financiero es un desastre, supone Solanas) y simultáneamente en la Argentina.

Pino Solanas aprovechará las vacaciones de invierno para filmar y pedirá alguna licencia en el cargo público, aunque su mandato concluye a fines de 1997.

En estos tiempos nublados, de resignación y desesperanza -Pino Solanas quiere tener la última palabra-, mis personajes tienen un común denominador: cada uno a su manera resiste con enorme dignidad. «La nube» es un film sobre la dignidad; todas mis películas son un triunfo contra la desesperanza y la desesperación.

Claudio España

"Pido igualdad de tratamiento

"Es una historia mezquina, triste. Hace un año y medio que vengo trabajando en la idea, tengo las coproducciones, fuertes distribuidoras, en Italia (Film Vin), Alemania (film Belt) y Francia (Canal Plus) y el subsidio europeo Eurimage. Tengo también el apoyo del Fondo Sur del gobierno francés. La parte argentina me dio un crédito, como a los proyectos más ambiciosos. Pero la mecánica y el procedimiento para hacer efectivos los créditos, aun los de interés especial -siendo yo autor productor con películas de mucho público-, conlleva un mecanismo (avales, contravales y contracautelas del global del crédito) que pasa por el Banco de la Nación. Su exigencia y lentitud son tales que hasta el día de la fecha no se hizo efectivo el crédito, por lo que perdí la opción de empezar a trabajar en enero o en febrero y la de trabajar con el actor francés Pierre Arditi. Tampoco puedo estrenar este año en la Argentina."

-¿No tenés algún diputado amigo?

-(Risas) No quiero nada de lo que no le dan a otro. Pido igualdad de trato para todos, pero el Instituto del Cine pudo haberme dado un aval. Si el Instituto se avala a sí mismo y se otorga cinco millones de pesos de crédito para financiar un festival, pasando por sobre todas las auditorías administrativas del Instituto, qué lamentable que los directores-autores a quienes se les propone filmar desde afuera, pierdan el año.

-¿Habrá alguna política que quiere impedirlo?

-Vamos a ser buenos: creo que no. Lo que me pasa a mí les pasa a todos. Si el Instituto no puede superar la burocracia para que los directores representativos filmen, qué queda para los que quieren empezar.

-¿Cuál es la inversión?

-En la Argentina, unos dos millones de pesos. Otro millón y pico viene del exterior, donde pagarán la terminación de la película y a algunos de los actores y técnicos contratados. No quiero entrar en acusaciones: no funciona el sistema actual del Instituto para la efectivización de los créditos.

-¿Pasa por muchos filtros?

-Luego de pasar por una comisión de evaluación, hay que hacer todo lo posible para que ese realizador filme pronto. Así ocurre en todos los países del mundo, el film terminado es el aval. En España, Francia y Alemania los dineros del crédito se devuelven con la recuperación industrial, y no con la venta o hipoteca de los inmuebles de los realizadores.

-Es un modo de segregar al realizador.

-Así es el sistema. La ley dice que el Instituto de Cine debe avalar, pero la reglamentación posterior niega la ley. Como mi proyecto es de interés especial, el Instituto me avala el 70 por ciento del crédito. Yo tengo que avalar el 30 por ciento restante. Es suficiente, pero me piden que avale el doble y, como si fuera poco, me solicitan una contracautela sobre el total del crédito. ¿Qué aval me da el Instituto? Es una farsa.

-¿Tenés que hacer antesalas para llegar al Instituto?

-No. Me atienden con deferencia. Mi última visita a Julio Mahárbiz fue en diciembre y fui con mi abogado, para ver si encontrábamos una solución. El Instituto no toma el toro por las astas. Uno tiene que hacer planes, porque los actores internacionales no siempre están libres. Así perdí el concurso del francés Pierre Arditi. Es cierto que he sido crítico de la gestión de Mahárbiz y muy crítico del Festival de Mar del Plata, y que todos los años presenté ante la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados un pedido de informe sobre la gestión del Instituto...

-No dio resultado.

-No es chicana ni examen, pero sería muy bueno para la salud del cine que su principal funcionario hiciera un balance público de transparencia de las finanzas. Debemos cuidar el espíritu de la ley, si no el Instituto seguirá siendo, como siempre, para los amigos de los funcionarios de la Presidencia, que cuentan con el ciento por ciento de aval en los créditos y que reciben más montos que los de abajo o los de la vereda de enfrente.

-Es la historia de Instituto.

-Igual estoy dispuesto a filmar.

Fuente. La Nación