sábado, 8 de julio de 2000

Hambres de luna en la Gotera

Federico García Lorca con Mariana Pineda y Roberto Arlt con "La fiesta del hierro", fueron los autores que impulsaron Luciano Gulielmino y Juan Pablo Pereira a inscribirse en la Escuela de Teatro local.

Ahora, ambos rondan el cuarto de siglo de una vida que ellos eligieron, a pesar de todo, para que, apoyados por sus familiares, se dedicaran a ser actores.

Juan Pablo Pereira ingresó a la Escuela de Teatro en el año '89 cuando tenía 13 años. "Yo ya venía 'insistiendo' de antes, cuando tenía 10 u 11 años, con hacer teatro; cuando vi en el Coliseo Podestá 'El diluvio que viene', me marcó para siempre. Más tarde hice obras infantiles y ahora estoy en 'La gran murga'".

También en "Hambres de luna", la obra que monta la gente de La gotera está Luciano Guglielmino quien afirma, a propósito de sus inicios teatrales, que: "anduve disfrazado hasta los 13 años. Cuando ingrese a la Escuela no fue por una cuestión de vagancia. Viví allí... estaba todo el día. Mi padre es pianista de jazz y yo soy de una familia de músicos. Soy músico, percusionista y estudié en el Conservatorio.

Los mismos deseos los llevaron a pergeñar junto a Claudio Cogo, esta obra que todos los sábados se puede ver en escena a las 21.30, en el local de 13 y 71.

Al elenco de "Hambres de luna" se sumó Cynthia Aguirre, los textos pertenecen a Pablo Pereira y Claudio Cogo -que también la dirige-, la música es de Luciano Guglielmino y la escenografía y vestuario de Julieta Sargentoni.

La obra narra el deseo de dos disminuidos físicos -uno ciego, el otro sin brazos- en corporizar algo que a ellos les falta y que no ha sido por un accidente, sino que fueron mutilados por la misma sociedad.

Fuente: El Día

"Siete cabritos": Los hermanos sean unidos...

"Siete cabritos", de José Pollo Canevaro, por Eduardo Spínola y Ratón Losada. Asesoramiento escenográfico y dramatúrgico: Laura Valencia. Música original y sonido: Diego Madoery. Asistente de Dirección: Laura Valencia. Producción: Laura Valencia, Edu Spinola y La Fabriquera. Dirección: José Pollo Canevaro. La Fabriquera, calle 2 entre 41 y 42.

Dos hermanos: Raúl y Paúl. El primero vive en la casa paterna, en un pueblo de provincia. El segundo hace años se fue (o más bien, "lo fueron") a la gran ciudad. Raúl le comunica por teléfono a su hermano menor que el padre de ambos acaba de morir. La madre había muerto antes. Necesita verlo: tienen cosas en común, asuntos pendientes, temas por resolver. La vida los había separado, y ahora la muerte los reúne nuevamente.

Durante el breve encuentro, ambos adoptan una actitud fría y distante. Son como dos extraños a la defensiva. Peor aún, como dos enemigos ancestrales; Caín y Abel, Raúl es todo menos hospitalario con su hermano: lo invita a dormir en el garaje, justamente donde están enterrados sus padres. Le reprocha haber tenido que hacerse cargo de ellos, mientras Paúl hacía su vida en la ciudad.
Paúl no se queda atrás. El también tiene sus buenos entripados con Raúl. Le enrostra haberse quedado con el dinero que le enviaba su padre a la pensión. Con ese dinero robado, Raúl le compró el auto al padre, sacándolo así de la sucesión. Y precisamente en ese auto, lo invita a pasar la noche al recién llegado, vaya a saber con qué maléfica intención.

Los recuerdos de infancia tampoco son gratos. Todo indica que Raúl era el preferido de papá. Acostados sobre las baldosas del patio, rememoran viejos tiempos, mientras contemplan el cielo estrellado. En una de esas estrellas está papá, en otra mamá, pero hay una estrella que Raúl no ve. Esa donde está el abuelito, muerto en un extraño accidente doméstico en enero del '45. Esa tarde de verano, un pequeñín travieso destrabó la silla de ruedas del anciano, y dejó que ésta se deslizara sin prisa y sin pausa hacia la piscina, con el resultado previsible. Paúl se lo recuerda al amnésico Raúl, que parece estar "ciego del abuelo", y no ve su estrella.

Esta misteriosa historia habla de pecados inconfesables, de extrañas alianzas, de intenciones perversas, de rencores y venganzas, de mentiras y falsedades, de odios y rencores, de cosas no dichas y secretos a voces. Nada se resuelve. Todo termina donde empieza, y hasta podría recomenzar, como un eterno drama circular.

Los recursos utilizados son originales e ingeniosos. A pesar de estar cara a cara, en varios momentos los personajes se comunican por teléfono, superponiendo pasado y presente, aportando de esta manera información reveladora y esclarecedora del vínculo.

Los personajes están bien contrastados: Raúl (Losada) es un estereotipo histriónico, mientras que Paúl (Spinola) adopta una deliberada inexpresividad. El efecto de luz de luna en la ventana y el canto de los grillos ambientan con acierto la noche campestre.

Como reparo, debemos decir que la obra es demasiado breve: dura escasos 40 minutos, y uno siente que la historia daba para más. Está bien resuelta formalmente, pero le falta algo de carnadura a la trama, que promete mucho más de lo que ofrece.

Es posible también que ésa haya sido la intención del autor: abrir interrogantes y dejarlos sin respuesta. Provocar al espectador, inquietarlo, para luego dejarlo encerrado en esa casona, junto al furioso y frustrado Raúl, mientras Paúl -¿la presa?- se le escapa, riéndose a carcajadas.

IRENE BIANCHI

Fuente: Diario El Día

sábado, 1 de julio de 2000

Castaña, publicado en diario El Día


Castaña cumple un año

Este fin de semana cumplirán un año en cartel en distintas salas de nuestra ciudad. La obra infantil "Castaña", una adaptación de Liliana Benítez del cuento de Anton Chejov "Kashantaka", ya fue vista por cerca de tres mil chicos de entre 3 y 10 años y ahora continúa su temporada los domingos a las 17 en la Sala 420, 6 Nº 420 hasta fines de julio.
"Castaña es la historia de una perrita y su amo Luca que es carpintero y que todas las primaveras va a vender sus productos a un pueblo. El dinero que saca lo usa para comer y para ir al circo. El pueblo es para ella un mundo desconocido ya que no tiene las condiciones del bosque que habita junto a su amo. Un día van al pueblo y se desencuentran y Castaña es adoptada por una adiestradora de circo que la lleva a su casa y allí deberá aprender a convivir con otros animales adiestrados, un gato, un ganso y una chancha. La adiestradora la adapta para su número y llega el día de la función. Aparece un presentador, payasos y luego el acto de Castaña y el gato. Pero ese día Luca había ido al circo y allí se encuentro. La adiestradora intenta convencerlos de que se queden a vivir en el circo pero ellos prefieren el bosque", así sintetiza la obra la directora del infantil, Erica Poncio.

Para Poncio el cuento habla de "la posibilidad que tiene cada ser humano de elegir a partir de condicionantes como el origen, la libertad y los afectos. El cuento de Chejov es muchísimo más crudo y mas cruel también porque la problemática que vivían los niños en Rusia era muy distinta en esa época: había guerra y también enfrentar el tema de la pérdida, es decir el bueno también tenía su cuota de crueldad".
En la adaptación que presenta este grupo denominado EOS, "hay que elegir la línea argumental y luego qué es lo que se quiere contar y cómo. Aquí es donde se pone en juego la estética. En la obra los animales son actores y si bien no hablan tienen todo un trabajo corporal y gestual muy importante. También tomamos diferentes cuentos de los dibujos animados y el vestuario y la escenografía tienen algo del color del pop".
Si bien no es una obra musical, tiene una banda original de Daniel Gismondi, y el elenco está integrado por Sonia Costa, en el papel de Castaña, Ernesto Meza, como Luca, Mariana Rolla como el gato y la niña, Melisa Di Paolo, como vecina, chancha y clown, Ana Mesina como vecina, ganso y clown y Ana Conti como la adiestradora.