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sábado, 29 de mayo de 2010

La diva más glamorosa del under

Foto: LA NACION / Facundo Basavilbaso

La actriz rosarina Noralih Gago interpreta a la estrella Concha del Río, inspirada en Rocío Jurado. Aquí cuenta cómo nació su personaje, un éxito con espectáculo propio

Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION

"Me quedo en el país...", dice la diva Concha del Río al comienzo de su show y la platea estalla en aplausos. El personaje creado por la actriz rosarina Noralih Gago nació como uno más de un unipersonal humorístico y luego fue la presentadora de los varietés El 3340, con humos de cabaret y Anfitrión Cabaret . Gracias al boca en boca y al carisma de la intérprete, creció hasta convertirse en un fenómeno del under . Este mes se mudó de espacio: pasó de una pequeña sala de Boedo al teatro El Cubo, en el Abasto, y ahora su nombre le da título al espectáculo, Concha del Río Cabaret .

Glamorosa y decadente, Concha del Río usa un vestido blanco largo hasta al suelo, un turbante con brillos y una pluma, collar de perlas, pestañas, uñas larguísimas y una infaltable boquilla. Habla con un acento impostado difícil de identificar y no puede evitar seducir a los hombres. En el show , antes de cantar una versión personalísima de "Fumando espero", muerde una rosa roja y lanza los pétalos al público con la boca. Una escena similar, pero de la vida real, inspiró a Gago para crear a su estrella. "Vi por televisión una gala española en homenaje a Lola Flores, donde aparecía Rocío Jurado con una flor en la boca. Me impactó esa pose de diva. Por momentos, esa escena me conmovía, y otras veces, me causaba gracia. Me dieron ganas de representar eso en un escenario, pero pensé que si lo hacía en serio, iba a parecer una ridícula -cuenta Gago a adn cultura-. En esos días vi en el programa de Mirtha Legrand a una actriz argentina olvidada, que prefiero no nombrar, que estaba arreglada muy pobremente, con las raíces sin teñir. Cuando Mirtha le preguntó qué había estado haciendo, ella dijo que venía de hacer un gran éxito en Madrid. Se me ocurrió, entonces, combinar estas dos cosas: lo mentiroso y lo glamoroso que tienen algunas figuras. Concha es de las que se autoproclaman divas y se lo hacen creer a la gente, pero muestran la hilacha."

El personaje apareció por primera vez en el unipersonal Solita para todo , que Gago presentó en el teatro Anfitrión en 2001 y 2002, con dirección de Juan Parodi. Era una participación de apenas cinco minutos, en la que interpretaba una canción y un breve monólogo. En noviembre de 2004, a Gago se le ocurrió aprovechar el espacio que le cedía Berta Goldenberg (su maestra de teatro y productora asociada en el grupo Anfitrión) y armar un cabaret con números de humor para estrenar en la temporada de verano. "No teníamos plata, sólo creatividad y una sala de teatro. Convocamos a un grupo de actores del circuito independiente con los que queríamos trabajar (Damián Dreizik, Eugenia Gherty, Jorgelina Aruzzi, Mónica Cabrera) y pensamos que Concha del Río podía ser la maestra de ceremonias. La pusimos para salvar baches entre las escenas, pero fue creciendo con el correr de las funciones." En ese espectáculo comenzaron a presentar a un equipo rotativo de humoristas, que continúa en la actualidad bajo el nombre de elenco "inestable". La idea es que el público vea siempre algo nuevo. Algunas noches también hay invitados especiales.

-¿Por qué cree que el personaje cautivó tanto al público?

-La aceptación que tiene me sorprende en cada función. Cuando entra a la sala, los espectadores la aplauden como si fuera Madonna. Creo que la gente no toma distancia; trata a la diva como si fuera real. Me han llegado a decir: "Quiero ser como vos". Y Concha les contesta: "Claro, si mi vida es maravillosa". Pero mientras tanto pienso: ser como esta ridícula, qué poco vuelo. Así como yo me pongo a jugar a ser esa diva, creo que la gente juega a que está al lado de una estrella. Algunos le piden autógrafos, se sacan fotos con ella y después las suben a Facebook.

Gago abrió una página en esa red social a nombre de su personaje. En poco tiempo, llegó al máximo de cinco mil amigos. Por eso, tuvo que crear otra, en la sección de celebridades, que no tiene límites para la cantidad de contactos. "La gente se enganchó y le seguía la historia de su gira por el mundo. Le inventé un romance con Javier Bardem y puse fotos de ellos en la playa. Concha aparece en topless , con el turbante y las plumas."

La noche del estreno en el teatro El Cubo (donde tiene funciones los miércoles y jueves a las 21), Concha del Río llegó en una limusina blanca, acompañada por el conductor Marley, con quien viajó por el mundo como invitada en un programa de televisión. Los espectadores, entre los que estaban Cecilia Roth, Daniel Fanego y Arturo Bonín, se ubicaron al costado de la alfombra roja por donde caminó la diva.

-¿Cuál es su historia oficial?

-Tiene muchísimos años, pero ella dice que no tiene edad. Fue amante de Pedro Infante, amiga de María Félix, trabajó con Libertad Leblanc y con las hermanas Rojo. Cuando va a México, sale de ronda con Chavela Vargas; en Nueva York se encuentra con Liza Minnelli todas las noches. Ella dice que es ciudadana del mundo. Pero es una trucha argentina. Se autoinventó, se la creyó. La forma de hablar es mezcla de santiagueño, mexicano, peruano, colombiano: debía tener un acento que sonara extraño porque las divas no hablan naturalmente.

-¿Usted siempre quiso dedicarse al humor?

-Pasé por todo. Empecé a estudiar teatro en Rosario, a los 16 años, después de ver un show de Nacha Guevara. Al tiempo, Edda Díaz convocó a una audición y me presenté. En Buenos Aires hice obras de Shakespeare, Brecht, Beckett, Miller. Pero me tira más el humor. Es lo primero que me surge cuando quiero crear algo nuevo. Seguramente fue una elección, pero no me di cuenta. Los chistes que más me gustan son los que no hacen reír. Sería hipócrita si dijera que no busco las carcajadas, pero estoy convencida de que la risa viene cuando el personaje está vivo y le sucede algo en ese instante. Tiene más que ver con la situación que con el chiste.

Fuente: La Nación

María Félix: Muñeca Brava

Rescates: María Félix (1914-2002)

Por Aurora Venturini

María de los Angeles Félix Guereña nació en el rancho Quiriego, en Alamos, México. Sus padres, Bernardo Félix, militar de origen indio yanqui, y Josefa Guereña, tuvieron diecisiete hijos, de los cuales murieron once. María sufrió las defunciones de sus hermanos dolorosamente. Esta criatura mantenía fuertes encontronazos con su papá porque él no estaba de acuerdo con su extraña conducta descontrolada, de treparse a los árboles, trompearse con los varones y correr carreras por dinero montando su caballo ruano. María casi no hablaba con sus padres y criticaba la sumisión de doña Josefa hacia su marido. Para zafar, se casó con un vendedor de productos de cosmética, Enrique Alvarez, y de ese enlace nació Quique, su hijito adorado. La pareja comenzó a desintegrarse y se divorció. Enrique, vengándose porque culpó a María del desenlace, raptó a Quique. Por ese entonces, el director de cine Miguel Zacarías se deslumbra por la “apasionada frialdad” de la actriz en el papel principal de la película El peñón de las ánimas (1942), donde actuó junto a Jorge Negrete, actor con el cual, años después, se casará la diva.

María estudió arte dramático con el realizador Fernando Palacios y consiguió el éxito rotundo con la película La mujer sin alma, en 1943, el mismo año de la consagratoria Doña Bárbara, inspirada en la novela de Rómulo Gallegos. Desde ese momento, María Félix será La Doña y así la verán todos como diva vamp, devoradora de hombres y despótica. En su juventud, según sus biógrafos, fue algo prejuiciosa afincándose en este juicio, cuando le atribuían amoríos con Raúl Prado, un simpático mariachi del trío Los Calaveras. Ella admiró desde adolescente al poeta y músico Agustín Lara. En cierta ocasión, le dijo a una de sus hermanas: “Un día me voy a casar con este señor que canta tan bonito”. Y el destino permitió que ese augurio se cumpliera. Hay quienes dijeron que ese cantor tan feo no la merecía, ella refutó: “Yo lo veo guapo. La guapeza no es sólo un físico atractivo, un hombre guapo es un macho con palabras de amor”. Este guapísimo señor logró recuperar a Quique; y ella, exultante, años después mandó a a su hijo a estudiar a Estados Unidos. La vida junto a esta bella esposa inspiró en Agustín Lara las más preciosas canciones, entre ellas, “Granada”, “Humo en tus ojos”, “María Bonita” y “Vereda Tropical”. Cuentan que cada vez que la dama entraba al Maxim’s de París, la orquesta del famoso cabaret le dedicaba “María Bonita”.

Tiempo después, ella aceptó una oferta para filmar en Europa. El motivo que adujo la Doña para alejarse de Lara fue que éste le disparó un tiro en medio de una escena de celos. Tras el divorcio, se casó con Jorge Negrete y el film europeo que realizó fue La bella Otero. De Negrete también se apartó luego de una riña, durante la que ella le arrojó una mesa de vidrio y lo lastimó. Sin embargo, meses después se enteró de que Negrete estaba hospitalizado en Los Angeles y viajó para verlo. Llegó cuando él murió, el 6 de diciembre de 1953, y decidió trasladar sus restos a México, vestida de pantalones. La criticaron ferozmente y ella respondió: “Palos porque bogas, palos porque no bogas”. Echa todo al garete y enamora a un empresario francés, Alex Berger, formalizando el vínculo el 20 de diciembre de 1956. Su nuevo marido la idolatraba, le construyó una casa en el centro mexicano, le regaló 87 caballos, el animal que esta amazona dominaba desde su infancia. Uno de ellos era un pura sangre, Caracolero, que ganó el premio Gran Derby francés. La pareja dividía el año en dos y pasaba seis meses en México y los otros seis en París, en un departamento vecino al Arco de Triunfo. Alex falleció un 31 de diciembre luego de un matrimonio que duró dieciocho años. Por primera vez, la viuda lloró torrencialmente. Dedicó su tiempo a cuidar la valiosa cuadra de caballos pero repentinamente decidió venderla. Como actriz, se la admiró en más de cien filmes y radioteatros. Recibió los premios más codiciados que otorga la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México, pero es recordada especialmente por su papel espléndido en Doña Bárbara.

Durante una entrevista, el periodista le preguntó si era lesbiana y ella respondió: “Si todos los hombres fueran tan feos como tú, seguro lo sería”.

Fuente: Página 12

viernes, 21 de mayo de 2010

"El cine tiene otros tiempos pero el camino de actuar es el mismo"

CARLA PETERSON

Tras su primer protagónico en la gran pantalla, la actriz aseguró ser "muy autocrítica" con su trabajo

Tras una exitosa carrera en la TV y el teatro, Carla Peterson desembarca en cine como una de las protagonistas de "El mural", una película de Héctor Olivera que se estrenará hoy en salas locales, donde interpreta a una bella poeta y militante política uruguaya, una experiencia a la que, según indicó, llegó a partir de su necesidad de "enfrentar nuevos desafíos".

Reconocida por su labor en televisiva en las tiras "La Lola" (América) y "Los exitosos Pells" (Telefé), la blonda actriz llega al cine para encarnar a Blanca Luz Brum, la seductora esposa del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros (Bruno Bichir), quien aquí se erige en el disparador de un mar de aventuras y dramas desatados durante la estadía del matrimonio en la mansión del empresario periodístico Natalio Botana (Luis Machín).

"La película tiene mucho de ficción y también mucho de realidad. Cuenta la historia de personas que vivían intensamente cada minuto, habla de amores y pasiones entre hombres y mujeres, pero también hacia el arte, la política, los ideales, la verdad y la vida", sintetizó Peterson en recientes declaraciones a la prensa.

En la película, Peterson se luce desde su talento y su cautivante belleza, con escenas fuertes que comparte con Machín, Bichir y Boris. Es que la poeta que le tocó en suerte era conocida por su transgresora vida amorosa. Blanca Luz no sólo se transforma en amante de Botana sino que acepta el cortejo de Neruda, entonces vicecónsul chileno en Buenos Aires y amigo de Siqueiros.

"Me vi muy bien, aunque siempre soy muy autocrítica con mi trabajo, fue como disfrazarme. Seguramente Blanca Luz fue distinta a la que yo hice en la película -expresó-. Actúo por eso, porque se me abren mundos, me gusta tener la gran posibilidad de vivir esas cosas diferentes por un rato".

SU PERSONAJE

En relación a la composición de su personaje, Carla contó que no la conocía, por eso investigó acerca de su vida y buscó fotos suyas: "Hay pocas certezas sobre ella, hay un gran misterio alrededor de su vida, y en las fotos ni ella se parecía a ella".

Comparando con los programas diarios que asumió en TV, lo que rescata Peterson de su experiencia en el cine, es que "se pueden contar historias de manera más breve pero más profunda, donde uno tiene que buscar una síntesis expresiva y visual".

"El cine tiene otros tiempos, pero el camino de actuar lo puedo realizar de la misma manera en todos lados", acotó la actriz, quien confesó sus ganas de hacer muchas películas.

PRESENTE LABORAL

En relación a su presente artístico, la actriz que viene de hacer en teatro el musical "Corazón idiota", contó que se siente contenta por haber logrado convertir en realidad lo que en principio era un deseo. "Ahora es una realidad, vivo de esto, tuve las mejores oportunidades, siento que eso no a todo el mundo le sucede", indicó.

"Pero también sé que es largo el camino porque hay cosas por delante. Siento un vértigo interesante que me hace pensar. Ahora es un tiempo de no dar tanto, de esperar y de buscar", sostuvo la actriz, quien si bien no ahondó en detalles dijo entrever un próspero futuro laboral cercano.

"Mi búsqueda está dirigida hacia cosas en donde yo puedo funcionar con lo que tengo o enfrentar un nuevo desafío, estudiando, juntándome con gente que me da cosas y creciendo", concluyó.

Fuente: El Día

lunes, 17 de mayo de 2010

María Onetto o el arte de encantar en el Cine, el Teatro y la Televisión

Siempre estuviste tan adorable

Un dios salvaje se puede ver miércoles, jueves y domingos a las 20.30 o viernes y sábados a las 20 y 22, en el Paseo La Plaza. Entrada: desde $80

Del teatro off al cine, de la televisión al San Martín, con Ricardo Bartís, Javier Daulte, Lucrecia Martel o Telefe, María Onetto viene desplegando una sensibilidad y una ductilidad asombrosas para componer personajes tan disímiles como el espectro completo de la vida. Por estos días se la puede ver en cine (Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff) y en teatro (Un dios salvaje la obra de Yasmina Reza), en dos de esos papeles. Radar charló con ella para desandar el largo camino que la llevó de la carrera de psicología a ser una de las mejores actrices argentinas de la actualidad.

Por Mercedes Halfon
Imagen: Nora Lezano

La primera noticia que se tuvo de María Onetto fue una fotografía. Colgada en el Teatro San Martín y otras dependencias del gigante teatral del Estado, era difícil no verla, no reparar en esa imagen graciosa y perturbadora: vertical, su cuerpo esbelto todo a lo largo, ella con el pelo cortísimo y una sonrisa desencajada, una de las piernas flexionada en pose de dama ingenua, un vestido de los años ’50, y en la mano, un cuchillo eléctrico en funcionamiento. Era el afiche de La escala humana, la primera obra en la que por fuera del mundillo off del teatro se la vio actuar a María Onetto, y tal vez la obra que la consolidó en ese registro actoral enloquecido aunque naïf, cómico en la tragedia, maternal aunque demasiado joven. Por supuesto que su carrera no había empezado con esa obra de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian, pero fue entonces que su imagen se recortó, muy luminosa, en la entrada del Teatro San Martín, y en un imaginario sobre ella que seguiría creciendo, adquiriendo nuevos matices teatrales y cinematográficos y televisivos.

María Onetto está ahora en el teatro y en el cine, en dos personajes que podían pensarse como contrapuestos. En Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff que la tiene como protagonista, es María del Carmen, un ama de casa sumisa, muy de usar batones con flores, un poco frustrada pero con ganas de dar un pasito, y que encuentra esa añorada posibilidad de libertad de pensamiento en armar rompecabezas. Tanto se fanatiza con los puzzles que descubre que tiene un don: los arma más rápido que nadie y sin técnica. En Un dios salvaje, en cambio, la obra de Yasmina Reza que dirige Javier Daulte en el Paseo La Plaza, es una mujer con todos los lugares comunes de la corrección política: un poco escritora, a su hijito le rompen los dientes en el colegio pero no importa, ella invita a los padres del niño amenazador a su casa, les da strudel de manzana, intenta arreglar las cosas con el ánimo tan conciliador como negador de la burguesía bienpensante pero, apenas un rato más tarde, cuando todos los buenos modos se vayan al tacho, ella, especialmente, se desbordará de violencia.

Ninguna de estas dos mujeres se parece a Onetto. Como si se tratara de los dos extremos inhabitables de un país, uno demasiado cálido y otro helado, equidistantes uno y otro de una ciudad perfectamente templada que alberga de un modo pacífico esos climas. Ese lugar es María Onetto.

Psicologia de un personaje

No hay ningún indicio para sospecharlo, pero María Onetto es psicóloga. Estudió en la UBA no bien terminó el colegio, siguiendo los pasos de su hermana, referente femenino en una casa que era, justamente, de mujeres solas. Ella cuenta: “Tengo una mamá bastante grande que enviudó muy joven, y como les pasa a las personas más grandes, ha vivido desde Internet hasta el lechero que le traía las botellas a su casa. Yo fui criada con ideas que fueron modificándose mucho en el tiempo. Entonces todo lo que aportaba mi hermana, en relación con lo masculino, a hacer lo que uno quiere, a que se podía tomar Coca-Cola en un almuerzo y no esperar a un cumpleaños, a la idea de un disfrutar en sí, a mí me resultaba muy estimulante comparado con la vida que llevábamos, que tenía que ver con el esfuerzo, estar tranquilo, no joder mucho. Por eso en aquel momento para mí ser psicóloga era la felicidad. Después me di cuenta de que psicoanalizarse era lo que yo veía como algo liberador, algo muy atrapante y vinculado con el deseo”. Así fue como se anotó en la carrera y en tiempo record la terminó. A los 21 años ya era una flamante psicóloga repleta de ideas lacanianas, pero ocurrieron dos cosas que la desviaron de aquel rumbo original: la realidad y el amor.

Sucedió que cuando tuvo que empezar a hacer la residencia con prácticas en un hospital, Onetto no pudo. Sintió que todo ese romanticismo que había tenido para ella el psicoanálisis en la teoría, se desvanecía ante la práctica. Por otro lado, pero en el mismo momento, sufrió la inesperada ruptura con un novio con quien había compartido la carrera. Ella dice: “Se interrumpió ese modelo de te ponés de novia, te vas a vivir, te casás, y empezó una situación donde estaba más perdida, circulando, donde nada estaba muy establecido”.

Afortunadamente, mientras ella estudiaba su “carrera en serio”, había empezado a tomar clases de teatro. Tres años con Hugo Midón, que ella se tomaba como si “fuera a clases de inglés”. Poco a poco, el teatro empezó a ganar terreno en su vida, de Midón pasó a Luis Agustoni y de ahí al Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, cuando todavía funcionaba en la calle Velasco. Tal vez no lo sabía entonces, pero aquélla fue una época mítica de ese estudio. De ahí salieron directores y actores como Alejandro Catalán, Rafael Spregelburd, Analía Couceyro, Luis Machín, entre muchos otros. Onetto cuenta: “Bartís fue muy determinante para mí porque yo ahí encontré nuevamente algo que anhelaba, que era esa rigurosidad con la que yo había estudiado toda mi vida. Antes me parecía que en todo lo artístico no había algo riguroso, no había un ‘dos más dos es cuatro’, o un criterio para cuando algo era bueno o malo, era todo muy subjetivo. Todos los profesores que había tenido me habían estimulado mucho, pero yo nunca estuve en condiciones de tener un registro propio sobre si era interesante lo que hacía como actriz. En lo de Bartís empecé a entender un poco más el proceso teatral”. Según explica, Bartís pedía a sus alumnos una entrega, un apasionamiento que era lo que ella, sin tener conciencia, estaba buscando. “El movimiento que había en el Sportivo, cómo se integraban a las personas ahí, me empezó a apasionar, me sentía parte de algo. Para mí fue muy importante la mirada de Bartís. Aunque era muy duro conmigo, él fue el que me permitió darme cuenta de que si yo no era psicóloga, podía vivir de otra cosa, que era el teatro.”

Actriz femenina varonera

María Onetto tiene una piel transparente. Cuando habla y recuerda sus pasos en la actuación, su relación con su madre y su hermana, por momentos, parece a punto de llorar. No lo hace y probablemente tampoco esté a punto de hacerlo, pero esas emociones se encarnan cuando las nombra: aparecen en su rostro. Como un volcán en erupción suave, como si todos sus sentimientos tuvieran una intensidad tal que no pudieran pasar inadvertidos. No hay duda de que se está frente a una actriz de verdad, alguien para quien las emociones están a flor de su piel trasparente. Sin embargo, ella cuenta que durante mucho tiempo, incluso cuando ya daba clases de teatro en el Sportivo, no se sentía en condiciones de dedicarse a la actuación. “Era muy crítica de mi trabajo y no me asumía como alguien que iba a ser actriz.” En esa época la eligieron para protagonizar una película –no revela el nombre– y dos días después de empezada la filmación le dijeron que no podía seguir. “Estaba muy trabada, cero canchera y llena de inseguridades. Realmente pensaba que no tenía el perfil para ser actriz. En principio porque no hacía las cosas que hacía la gente que quería actuar, es decir, circular, hacerse las fotos para los castings, etc. Yo no tenía esas características, digamos femeninas, de la fotogenia, etc. Tenía muchas inhibiciones. Entonces eso se traducía en una especie de comportamiento muy raro.”

Criada en una casa de mujeres, la tendencia de María Onetto en su vida adulta fue la de compensar esa sobredosis femenina con un fanatismo por el sexo opuesto. Amigos varones, novios, un gusto por los intereses masculinos que la llevaron hasta ser una asidua espectadora de fútbol. Esta cualidad “varonera” está íntimamente relacionada con su no sentirse actriz, o esa clase de actriz que ella imaginaba al principio: “No tengo ni nunca tuve esa modalidad más histérica, de la mujer que se recorta, muy ligada a lo coqueto, o situaciones donde la mujer se vuelve más inalcanzable, que funciona como un mecanismo de atracción, alguien lejano que convoca por eso. Yo siempre me vinculé de modo más simétrico”. Fue precisamente esa desatención a la coquetería, esa actitud sincera, auténtica hasta el desgarramiento, la que se vio en cada uno de sus papeles teatrales: en La escala humana, donde si bien era una mujer atractiva que cautivaba a un policía aun siendo una ama de casa asesina, lo que generaba era una profunda inquietud; en Donde más duele, de Ricardo Bartís, donde era la mayor y más sufrida de las hermanas enamoradas del Don Juan; o en la moderna versión de La Casa de Bernarda Alba que hizo Vivi Tellas en el teatro San Martín, donde lo femenino se cuestionaba, se volvía violento aun en sus mares de ingenuidad y lágrimas.

El gran paso

Podría decirse que Onetto es la “actriz fetiche” de Javier Daulte, desde sus primeras obras, desde mucho antes de que este director fuera internacionalmente conocido y la figurita especial del Off y el On de Buenos Aires. De sus trágicas actuaciones con Ricardo Bartís, Onetto pasó a ser la elegida por Daulte para distintos papeles en Faros de Color, en La escala... y, finalmente, en Nunca estuviste tan adorable. Fue a partir de esa obra gigantesca que narraba las peripecias de la familia Daulte desde los años ’50, y donde ella era la protagonista adorable, imposible e insoportable, que Onetto empezó a recibir un acalorado reconocimiento del público ajeno a la escena teatral. Allí la vio la encargada de casting de Telefé y la convocó para ser la loca Leticia de Montecristo, papel que además le valió un Martín Fierro a actriz revelación, algo inusual para una actriz que hizo sus armas en el off.

Y también ahí, en Nunca estuviste tan adorable, la vio Lucrecia Martel y la llamó para interpretar, tal vez, su personaje cumbre, la amnésica platinada salteña de La mujer sin cabeza. Lo que hace María Onetto en esa película es tan sutil, tan distante a las ideas preconcebidas sobre lo que una actriz de teatro es, que resulta completamente cautivante. Onetto es Verónica, una mujer que atropella a un chico con el auto y huye, y luego niega profundamente todo lo sucedido. Ella cuenta: “En la película de Lucrecia más que un personaje lo mío es un estado. No se ve cómo es ella, salvo en la primera escena, sino una forma que está suspendida de lo que sería la trama social. No se muestra como personaje. Lo que trabajé fue un estado pero que no tenía que ser monótono expresivamente. Tenía que lograr momentos de luminosidad por estar en esa suerte de limbo, y otros momentos más oscuros y otros más descolgados, otros de humor, pero siempre en ese clima alucinatorio. Hacia el final recién uno diría, asume lo que pasó y ahí se empieza a ver qué queda de esa mujer”. Onetto dice que fue un trabajo muy difícil, exigente. Que muchas veces incluso le resultaba incomprensible –como si se tratara de una relación amorosa– qué era lo que Lucrecia quería de ella, o por qué tal cosa le había gustado y tal no. “Me acuerdo cuando fui a hacer el doblaje. Ahí vi escenas armadas y comprendí lo que es ser un artista del cine. Me sorprendió muchísimo: esos planos, esa colocación de la cámara, esos colores, tenían que ver con algo. Hay una escena que el personaje mira un video de su casamiento y no reconoce que es su casamiento pero está como iluminada y emitiendo algo especial. Y me veía así. Así como puedo ser muy crítica también reconozco ese momento rarísimo: ella está más hermosa que nunca.”

De Rompecabezas puede decirse que su actuación está en el mismo nivel de sutileza que en la película de Martel. Su personaje levanta una ceja y todos comprendemos que no aprueba que su hijo se haga vegetariano, o frunce la boca y entendemos que su marido la está haciendo sufrir con su indiferencia. Ella dice que lo que más la preocupaba era actuar “la clase social”, no ser superficial en su tratamiento de esta ama de casa de Turdera. No lo es para nada. Como tampoco lo es con esa otra ama de casa –pero en este caso no porque trabaje en las cosas de la casa, sino porque no trabaja de nada– de Un dios salvaje. Del alcoholizado desborde de la obra teatral a la contención absoluta de la película. El mágico y misterioso María Onetto tour.

Fuente: Página 12

sábado, 15 de mayo de 2010

Maricel Alvarez: Blanda como la arcilla

ENTREVISTA

Aunque Maricel Alvarez sea una actriz de carácter, maleable como la arcilla se entregó al director Alejandro Iñárritu en su primer papel cinematográfico como protagonista, junto a Javier Bardem. Esa confianza que depositó en quien la eligió para su película Biutiful, que se estrena la próxima semana en el Festival de Cannes, le permitió atravesar un personaje complejo y doliente y también le da la tranquilidad necesaria para enfrentar la alfombra roja sin alarma.

Por Federico Sierra
Imagen: Constanza Niscovolos

Ante la mirada inmóvil de un enorme ciervo disecado en el medio de la sala, Maricel Alvarez se prepara para viajar al Festival de Cannes, donde se estrenará Biutiful, el último film de Alejandro Iñárritu, que coprotagoniza junto a Javier Bardem. Su tono es afable, sin alarmas. Pero tanta calma ya genera suspicacias en su entorno. Incluso su madre llamó para preguntarle “con qué se iba a medicar” cuando deba afrontar a la prensa internacional en la alfombra roja de Cannes. Maricel se ríe de la ocurrencia: claro que no tomará nada. “Me preparé como creo que corresponde hacerlo: con mucha tranquilidad y un hermoso vestido diseñado por Martín Churba.”

Tal como la dupla que formaron durante muchos años la artista performática yugoslava Marina Abramovic con su pareja Ulay, Maricel ha recorrido un largo camino experimentando distintos lenguajes teatrales junto a su pareja, Emilio García Wehbi. Antes de su reciente experiencia en manos del magistral Alejandro González Iñárritu, su nombre ya era bien conocido en la escena independiente local, por sus experimentos intensos con el teatro. Allí indagó en las grietas del lenguaje teatral y los espacios que lo separan de otras artes visuales. Junto a Wehbi, funcionan como pareja artístico-amorosa que comparte, según palabras de Maricel, “además de un proyecto de vida, una búsqueda ética y estética”, que marcó fuertes apuestas en la experimentación de las artes escénicas de la última década.

¿Cómo pudiste combinar toda esa experiencia previa con una película de la gran industria como es Biutiful?

–Son universos distintos, hay que encontrar aquellos lugares que tienen en común. Creo que pude acercar esa experiencia a la película. Y esto lo digo humildemente, yo me acerqué como soy: con mi historia, mi recorrido artístico, mi cultura y mi idiosincrasia. Quise presentarme ante ellos tal como soy, no traté de adaptarme a priori ni transformarme para encajar dentro de una maquinaria. Lo que yo traje previo al rodaje podía servir siempre que esté al servicio de lo que el director quisiera usar para contar su historia.

¿Cómo fue el vínculo con Iñárritu?

–Al llegar le explicité: “Soy arcilla en tus manos y estoy a tu absoluta disposición”. El no hizo abuso de esto, todo lo contrario, lo tomó y lo supo aprovechar para guiarme y ayudarme a llevar esto adelante. Sé que en todos los ámbitos hay maestros y directores que pueden hacer abuso de esa relación, hay gente que no comprende la calidad de ese rol, y abusa del poder que ese rol otorga. Es importante y bello guiar a una persona, los que entienden esto trabajan con grandes dosis de humanidad y generosidad. Es de esos vínculos que salen los mejores trabajos.

¿Cómo crees que te veían ellos?

–Ellos estaban contentos y muy sorprendidos conmigo. No esperaban encontrar en la Argentina, en una actriz totalmente desconocida para el publico masivo, que había limitado su experiencia al campo del teatro experimental o independiente, a la intérprete para ese papel.

Y de parte tuya la sorpresa también habrá sido fuerte.

–Yo también estaba asombrada y sorprendida y deseaba fervientemente que ellos no se hubieran equivocado (se ríe). Ese era mi mayor temor: estar a la altura de las circunstancias, no porque no pueda estarlo, sino que hubiese fricción entre nuestras diferentes formaciones, realidades y maneras de ver el mundo. Encontramos un punto en común para sacar afuera lo mejor del otro. Fue una experiencia gratificante y de mucho aprendizaje, sobre todo en términos técnicos. Eran jornadas largas, agotadoras: cada una de ellas era explotada al máximo.

Tenés poca experiencia en cine y muchísima en teatro, dos lenguajes muy diferentes.

–Son lenguajes y espacios muy diferentes. Las herramientas a las que apelar son distintas. Pero Iñárritu decidió filmar esta película en términos cronológicos. Había un armado cronológico del plan de rodaje, y fue un viaje similar al que uno hace cuando prepara un espectáculo teatral: empieza por las primeras escenas y va avanzando hasta llegar al final. Además, prácticamente no filmó en estudio, sino que en su mayoría fueron en sets reales. Esto ayudó mucho, el actor así no debe enfrentarse al cartón pintado y hay algo del objeto real que remite a una emoción y un estado más contundente y concreto. Por último, Alejandro filma infinita cantidad de tomas, no tiene ningún reparo en pedirte lo mismo una y otra vez, y yo no puedo más que agradecer eso. Para mí cada toma era un ensayo. A la toma quince uno ya tenía un ensayo hecho. Así, entrábamos en un estado profundo, que nos dejaba totalmente expuestos y entregados a cada escena. Estos tres puntos fueron decisiones del propio director con las que yo estaba feliz. Del cansancio de hacer muchas tomas uno se recupera, de lo que no te recuperás nunca es de una mala toma.

¿Cómo decidiste abordar el gran dolor que atraviesa a esta mujer de Biutiful?

–El personaje es complejo, pasa por toda una serie de estados diferentes. Y esa gimnasia, el poder entrar y salir de esos estados, es lo que llevó más trabajo. Pero una vez encontrado el tono y el gesto, hay algo muy íntimo de ella. Eso surge cuando el actor entiende y a partir de ahí hay que ir profundizando. El vínculo entre director y actor es complejo: hay que confiar y entregarse al otro, no defenderse, ni ser autorreferido ni vanidoso. Alejandro te dice: “Vamos por este camino, que puede ser difícil, oscuro, pero yo te acompaño”. Y eso no lo dice superficialmente. Iñárritu es un hombre que no te larga la mano, él se compromete contigo, te acompaña, te orienta conceptualmente. Agota las dudas, contiene tus temores, en ese sentido vale decir que “se ensucia”: porque el trabajo del actor es también es un trabajo muy sucio.

Y vos contabas con una vasta trayectoria en personajes atravesados por el dolor.

–Bueno, hay en los personajes de Iñárritu esta capacidad de sentir el dolor en carne viva y expresarlo maravillosamente. está en sus películas: evidenciar el dolor y narrarlo. Eso está muy presente en Biutiful también. Sin dudas, tener a Javier Bardem de compañero fue de lujo. Ya nomás con lo bien que él hacía su trabajo no sabés todo lo que me ayudó a mí. Si además es buena gente y se preocupa por sus compañeros, eso es un plus enorme que facilitó mucho las cosas.

¿El viaje que realiza la protagonista de Dolor exquisito (obra de Sophie Calle, protagonizada por M. A. y con dirección de Emilio García Wehbi) anticipó de alguna manera el viaje que luego debiste hacer para filmar Biutiful?

–Esa es una analogía muy linda (sonríe). Sophie Calle estaría encantada con eso, ella entiende e insiste en que la vida y el arte están siempre relacionados, en un juego continuo.

Te imagino escribiendo largas cartas y mails a Emilio.

–Sí, por un lado incrementó muchísimo nuestra relación epistolar: nos escribimos muchísimo, como nunca antes en los once años que estamos juntos. También nos reíamos y veíamos las analogías entre nuestra situación y aquella que ficcionalizábamos en Dolor exquisito, que a su vez también es una historia verídica que vivió Sophie Calle (se ríe). Creo que lo único que tenía prohibido Emilio era dejarme. Era lo único que no íbamos a permitir para que el proyecto no quede como un maleficio sino como una bendición en nuestras vidas.

¿Cannes era un lugar en tu mente donde soñabas estrenar la película?

–No, ni remotamente. Me alegra mucho que Alejandro haya decidido estrenarla en un marco como éste, un festival muy prestigioso. Es una película dura, difícil, una obra cruda y arriesgada. Cannes es un marco fantástico para esto, un lugar muy adecuado.

¿Esta vez viajás acompañada de Emilio?

–Sí (suspira). Claro que sí, necesito que me ayude, que me acompañe y me baje a tierra. Nadie es infalible de caer en el temor y la inseguridad. Todo lo que allí sucede aparentemente es muy conmovedor y es hermoso ir con alguien como él. Necesito que mi compañero esté allí conmigo. (Piensa) Tengo la fantasía de que allí todo está al servicio de “lo otro”, de aquello que está más allá y más lejos de uno: la fachada, las formalidades, el protocolo. ¡Es como ir a una cumbre de presidentes! (se ríe). Sólo que allí somos todos artistas, entonces me tiento y por momentos puede darme mucha risa.

Fuente: Página 12

La mujer prócer de la escena infantil

Actriz, directora y dramaturga, Perla Szuchmacher fue prócer del teatro para niños en México

Perla Szuchmacher comenzó con Ariel Bufano y Hugo Midón, además de trabajar en TV en el recordado Este es mi mundo

Por Juan Garff

La obra teatral de Perla Szuchmacher, la actriz y directora argentina fallecida esta semana en México, supo dirigirse al público infantil -y a los padres que lo suelen acompañar- con una feliz combinación de humor, sutileza y franqueza en el tratamiento de temáticas que muchos suponían vedadas para su representación frente a los niños.

Perla Szuchmacher tuvo buena cuna para las artes escénicas dedicadas a los chicos: después de una infancia de juegos teatrales, compartida con su hermano Rubén, en la que ofrecían abundante vestuario para la fantasía -los retazos de tela del taller de confección de sus padres-, estudió expresión corporal con Patricia Stokoe en la época dorada del Collegium Musicum, cuando se contaban entre sus pedagogos artistas de la talla de Violeta Gainza, Marga Grajer y María Teresa Corral. Y se formó como actriz en el Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, dirigido -hasta La Noche de los Bastones Largos- por Oscar Fessler, de donde salió para formar parte del elenco de Los caprichos del invierno , en 1967, dirigida por Ariel Bufano.

Uno de sus compañeros de elenco en esa obra, también egresado del Instituto de Teatro de la UBA, fue Hugo Midón, quien la incluyó como actriz en su primer estreno, la mítica La vuelta manzana , en 1970. Pasó también por la televisión en la mejor compañía, como una de las animadoras, junto con la debutante Julieta Magaña, de Este es mi mundo , dirigida y producida por María Inés Andrés, entre 1974 y 1976.

El golpe militar significó el despido en el canal y poco después la salida del país, a México, con una valiosa experiencia a cuestas, pero sin la posibilidad inmediata de insertarla en una plaza que entonces tenía un escaso desarrollo en el teatro para chicos. Su primer abordaje fue la enseñanza de expresión corporal, recién en 1990 volvió plenamente al teatro, al formar con Larry Silberman, otro argentino radicado en México, el Grupo 55, al que se integró más tarde el escenógrafo Jorge Ferro.

Después de una etapa inicial de "importación" de textos teatrales de autores argentinos, como Manuel González Gil y Héctor Presa, comenzó a escribir sus propias obras, que tomaron desde el vamos un perfil de franqueza despojada de prejuicios para poner en escena los conflictos que viven los niños, tanto los propios de su edad como los que los afectan desde su entorno. El desempleo de los padres, los silencios incómodos que rodean algunas situaciones, las discriminaciones de género fueron algunas de las temáticas desplegadas por Perla Szuchmacher en una dramaturgia que alcanzó notable reconocimiento público en su patria adoptiva.

Recién en los últimos años, le llegó ese reconocimiento de su país de origen. En 2000, participó con Inútil presentarse sin cumplir los requisitos en el Festival del Mercosur en Córdoba y retornó a la Argentina en 2003 con una puesta en escena de Malas palabras para el primer Festival de Atina en Buenos Aires.

Esta visita sirvió ante todo para generar el encuentro con quienes habían seguido desarrollos similares en la Argentina y también en otras latitudes. A la par de la globalización del gran espectáculo, que sale en giras mundiales con shows multitudinarios y multimillonarios, se produjo una de directores y dramaturgos independientes que comenzaron a tejer una red internacional cada vez más consistente. Perla Szuchmacher fue parte de este movimiento, que tiene por otros interlocutores a la prestigiosa dramaturga Suzanne Lebeau, en Canadá; al director argentino Marcelo Díaz, primero en Alemania y en Suiza, y ahora en España; así como a la autora María Inés Falconi, en la Argentina, entre otros. Un ejemplo de esta interacción fructífera fue el taller sobre temas tabú en el teatro para niños dado por Szuchmacher en 2008 junto con el sueco Robert Sjöblom en Caracas para artistas teatrales de toda Iberoamérica, organizado desde Buenos Aires y financiado desde Escandinavia.

La premiada Malas palabras vivió así este año un reestreno de excelencia en Buenos Aires, dirigida por Héctor Presa. La obra toma una anécdota, la imposibilidad de sostener el secreto familiar en torno a la adopción de la hija a medida que ésta va creciendo, como marco para lanzar una hipótesis más general: las peores palabras son las que no se dicen, las silenciadas a partir del miedo. Perla Szuchmacher fue consecuente con esta concepción liberadora de la palabra.

Fuente: La Nación

miércoles, 12 de mayo de 2010

Murió Perla Szuchmacher

La dramaturga y actriz fue uno de los grandes nombres del teatro infantil

Anteayer falleció, en la Ciudad de México, la dramaturga argentina (nacionalizada mexicana) Perla Szuchmacher, una de las precursoras del teatro infantil en América latina, a causa de una enfermedad que la golpeó fuerte desde el año pasado.

Nació el 9 de abril de 1946 y se incorporó a la escena mexicana con el Grupo 55, una compañía que codirigió entre 1993 y 2004 y en la que se desempeñó como dramaturga, directora, coreógrafa y docente, especialmente en el campo del teatro para niños y jóvenes. A su vez, fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, formó parte del Consejo Académico del Programa Nacional de Teatro Escolar.

Su obra Malas palabras , actualmente en cartel en Buenos Aires (con una crítica excelente), recibió el premio principal que otorga la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, mientras que Lágrimas de agua dulce ganó el primer lugar de la Muestra Estatal de Teatro en Michoacán 2008. Entre otros trabajos, fue artífice de Príncipe y príncipe (actualmente en escena en México), ¡Vieja el último!, Historias con ruidito, Inútil presentarse sin cumplir los requisitos, Adiós, querido cuco y Arrullos para niños despiertos .

Como actriz trabajó en Pajaritos en la cabeza, La vuelta manzana, El lagartito travieso y Mefis anda suelto , entre muchas otras.

Fuente: La Nación

miércoles, 5 de mayo de 2010

Gabriela Acher: La risa que piensa

Foto: Martin Bonetto

Empezó la cuarta temporada de su unipersonal de humor. Y cuenta que Mario Benedetti le dedicó un poema.

Por: Camilo Sánchez

Esta temporada teatral decidí alentar a la gente a que me cuente sus historias, via Facebook. Ya incorporé un par y el público las aplaudió muchísimo. "Una madre le dice a su hija: Tu primo Jaime llama a su madre todos los días por teléfono. Entonces la hija le replica: ¡Mamá, yo también te llamo todos los días por teléfono! Y la madre le contesta: ¡Sí, pero no de Israel! Y ésta otra: "Un mensaje de una madre judía en el contestador: Andá preocupándote. Después te explico."

Es a Mercedes Morán, la mejor actriz del planeta, y adorada amiga, a la que le debo el haberme dedicado al unipersonal. Ella me ayudó a armar mi primer espectáculo. Y además me convenció de que eso era lo que yo tenía que hacer, a pesar del pánico que me daba la idea de estar sola en un escenario.

Nunca me canso de repetir un texto. Al ser nuevo para el público, se convierte en nuevo para mí. Esa es la magia del teatro.

Mi primera escuela de humor fue Telecataplum, porque yo entré siendo muy jovencita y sin experiencia ninguna. Durante el primer año del programa, yo era una fan, que los iba a ver al canal, y cuando Eduardo Dángelo me dijo que estaba buscando a una joven que actuara, cantara y bailara, yo le dije:¡esa soy yo! Entonces me presentó a los libretistas y productores, Jorge y Daniel Scheck, a los que yo conocía perfectamente a través de los artículos que escribían en una revista de humor maravillosa que se llamaba Lunes y que yo consumía fervorosamente, porque siempre me gustó divertirme. Ni bien entré a su oficina, prácticamente les recité toda su obra de memoria.

Hoy puedo decir que el humor es el idioma que yo elegí para decir lo que seriamente pienso.

Con el tiempo he descubierto que las mujeres tenemos más ventajas que los hombres con el humor. Porque si no nos sale algo gracioso, siempre podemos fingirlo.

Tato Bores me enseñó los secretos del monólogo. ¿Qué mejor escuela?

Escribo desde siempre. Cuando empecé, nada que ver con el humor. Escribía unos poemas desgarrados, que le llevaba a Mario Benedetti -a quien admiraba mucho- para que me asesorara y me hiciera la crítica. El fue muy generoso y me orientó bastante, e incluso escribió un poema dedicado a mi sonrisa que está en el Inventario y se llama Arco iris.

Aprendí mucho de teatro viendo a otros: Les Luthiers, Enrique Pinti, Cecilia Rosetto, Carlitos Perciavalle.

Me doy cuenta en los primeros minutos, cuando el público va a ser fácil y cuando me van a hacer transpirar la camiseta. Fueron muy pocas las oportunidades en que me tocó un público "pintado". En general, la gente que me viene a ver, ya leyó mis libros, y ya sabe lo que se va a encontrar. La verdad: muchas veces se ríen antes de que yo entre.

Tengo un enorme respeto por Antonio Gasalla, con el que tuve el privilegio de trabajar en dos temporadas. Maravillosas. De él no sólo aprendí viéndolo actuar, sino que me enseñó de manera personal mucho sobre la teoría de la actuación, acerca de qué es lo importante que tiene que tener un actor cuando se sube a un escenario.

¿Lo mejor de mi trabajo? Todos riéndonos al unísono, en el reconocimiento de nuestra mutua humanidad: es casi una experiencia religiosa. Lo peor: cuando te toca un público de cartón, porque ahí arriba sola, y sin risas, lo único que te queda es el Hara Kiri.

Me gustan muchas definiciones del humor. "El humor es tragedia más tiempo" de Woody Allen. Una de Groucho Marx: "El humor es la forma amable de la desesperación". Otra, de Neil Simon: "El humor es un secreto que se comparte". Y, finalmente, la de Charles Chaplin: "Un día sin risa, es un día perdido".

Fuente: Clarín

domingo, 2 de mayo de 2010

Camila Sosa Villada: Actriz nacional

Camila tiene una nutrida agenda artística para este año.

Camila Sosa Villada filma en Buenos Aires su primera película. La protagonista de “Carnes Tolendas” habla de su despegue artístico.

Beatriz Molinari

El arte teatral es una caja de resonancias. Camila Sosa Villada lo sabe porque lo vive desde que protagonizó Carnes Tolendas. En la obra encontró la síntesis entre la actriz, la poesía de García Lorca, su condición de travesti y los textos de su blog lanoviadesandro. Carnes Tolendas cerró la temporada 2009 con 75 funciones y 6.369 espectadores durante casi ocho meses de funciones ininterrumpidas en varias salas. El viernes 27 de noviembre cerró el ciclo en La Cochera, donde la obra nació asistida por Paco Giménez y bajo la dirección de María Palacios.

Después fue seleccionada para la Fiesta Nacional del Teatro 2010, en La Plata. Allí Camila hizo doble función porque se quedaba público afuera y volvió a sentir el calor de la aceptación general.

“Nos fue muy bien. Hice dos funciones y volví para acá porque filmamos temprano”, dice Camila desde Buenos Aires, donde se instaló mientras filma su primera película.

“Mi nombre llegó de boca en boca al director Javier van de Couter, que estaba haciendo el casting para su ópera prima”, dice Camila del actor y guionista de cine y televisión, autor del guión de Tumberos. Camila había sido seleccionada en el casting para un papel secundario, pero cuando el director vino a Córdoba a verla en Carnes Tolendas, le ofreció el rol principal.

“Se dieron cuenta de que era mucho más joven. Tenían ya elegida la actriz, pero les gustó mi trabajo. Parece que le serruché el piso”, bromea. Y entonces se mudó en marzo a Buenos Aires.

“El director es muy joven y talentoso. La historia es muy linda. Habla de una aldea gay que existió en Buenos Aires, detrás de la ciudad universitaria donde vivían travestis y homosexuales. La tiraron abajo en 1998”, comenta a propósito del guión de Mía, la película en la que Camila es Ale, una travesti cartonera. Ale se hace amiga de una niña de buena familia que está muy desamparada. Su mamá se suicidó. Su padre, Rodrigo de la Serna, está perdido en la vida. Es alcohólico porque no puede sobrellevar la situación.

“Filmar es una experiencia nueva para mí. El cine tiene tiempos distintos y otro tipo de satisfacción. El teatro es una satisfacción inmediata en todos los sentidos: orgánica y con el público. En el cine estás al servicio de una imagen”, dice Camila.

Cuando la actriz se instaló en Buenos Aires, se relacionó con el Centro Cultural Rojas, que tiene un área que se ocupa del tema de género. Así salió la posibilidad de hacer funciones de Carnes Tolendas, la segunda quincena de mayo.

“Termino de filmar el 15 de mayo. Después se hacen doblajes otros 15 días. Por eso aprovecho para hacer funciones. Además, quedamos seleccionadas por el Bicentenario, para el Encuentro de Estudiantes de Teatro, en junio. El festival reúne a estudiantes de teatro de todo el país”.

La cartonera de Camila es un personaje muy especial. Vive en constante melancolía porque sueña con una familia, con ser más linda, tener un trabajo mejor que el de cartonera. A veces tiene que hacer la calle, se dedica a coser y vive en una casa que es como un palacio derruido al que lleva cosas que recoge en la calle.

Para armar el personaje, Camila buscó el perfil intuitivamente. “Empezamos a enviarnos e-mails con el director. Busqué intuitivamente y propuse que Ale tuviera una mirada melancólica. Sugerí que ella vive en una constante decepción, y empezamos a ponerlo en el cuerpo. Lo bueno fue que ensayamos durante un mes y cada área (vestuario, maquillaje) trabajó para construirlo”, señala.

Buenos Aires, ¿te mata?

La actriz encontró la puerta de Buenos Aires abierta. Desde este presente laboral reflexiona. “Cuando estaba en Córdoba decía que ahí no hay oportunidades, que no hay una política cultural que nos permita vivir del arte, trabajando. Siempre hay mucho de bohemia. Me quejaba de eso. Cuando empezó a suceder Carnes Tolendas, realmente hubo un espacio para mí, entonces me quedé trunca con esa idea. Cuando me llaman para venir a Buenos Aires me enfrento con una ciudad enorme. Lo que le falta a Córdoba le sobra a Buenos Aires y viceversa. En Córdoba la gente es muy fraternal. Hay una costumbre de mantener la amistad y enriquecerla. En Buenos Aires es muy difícil porque las distancias son enormes y la gente está comprometida con otras cosas. Además, es una ciudad preparada para el turismo, entonces todo es más caro y glamoroso. A la vez, tiene algo artificial, que es fascinante. Para la gente que le gusta el teatro es fascinante ver una obra con Norma Aleandro o la de Mike Amigorena. Pero, a la vez, en Córdoba hay algo íntimo que acá no se puede dar. Hay una soledad omnipresente”.

Merello y Baigorria

Camila Sosa Villada sigue ensayando la obra sobre Tita Merello que estrenará hacia fin de año en La Cochera, en la que pone en contacto a la actriz con Billie Holiday. También participará en el Proyecto 6 x 6. En ese cruce de dramaturgos y directores, Camila protagonizará en julio El errante, los sueños del centauro, de Jorge Villegas, que es la historia de Manuel Baigorria. La actriz hará ese personaje. “Es apasionante la historia del desertor de Rosas, que se fue a vivir con los indios y se convirtió en cacique, famoso por su cicatriz en la cara”, anticipa.

Para la actriz, 2010 es consecuencia del despegue en 2009. “Mi vida cambió mucho después de Carnes Tolendas. Sucedió en La Cochera una noche de marzo. No tenía idea de que estaba asistiendo al cambio de mi vida. Leí una frase de Carlyle que dice: ‘La historia universal es el texto que estamos obligados a leer y escribir incesantemente, y en el cual también nos escriben’. Y es cierto. Todo cambió cuando María me convocó para su proyecto”, concluye.

Fuente. La Voz

jueves, 29 de abril de 2010

Dos Mujeres terribles de la literatura

Noemí Frenkel y Marta Bianchi les dan vida a las escritoras Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo, respectivamente Foto: LA NACION

Alejandra Pizarnik - Silvina Ocampo

Noemí Frenkel y Marta Bianchi se meten en la piel de estas escritoras, con la dirección de Lía Jelín

A fines de 2009, la obra Un mismo árbol verde las encontraba de gira por el Sur cuando surgió la posibilidad de hacer Mujeres terribles para encarnar a Silvina Ocampo y a Alejandra Pizarnik, con la dirección de Lía Jelín.

A punto de estrenarse (hoy, a las 20) en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, Marta Bianchi y Noemí Frenkel anticipan algunas facetas reveladoras de esta obra cuya acción se desarrolla entre 1967 y 1972, período en que ambas escritoras se frecuentaron, luego de ser presentadas en la casa de la fotógrafa Sara Facio, a pocos días de haber aparecido una elogiosa crítica de un libro de Silvina, firmada por Pizarnik en la revista Sur .

"El gran encuentro fue la literatura, la necesidad de expresarse a través de las palabras. Ellas se tenían mutua admiración, se tenían respeto. Y tuvieron una relación que fue un poco más allá, de la que se habló muy poco y fue negada muchas veces, pero que se entrevé a partir de la obra", desliza Bianchi, feliz frente al estreno de esta pieza con dramaturgia de Marisé Monteiro y Virginia Uriarte, donde los personajes hablan a partir de sus propios textos, extraídos de la bibliografía de ambas escritoras, como sus cuentos, poemas, diálogos, cartas, entrevistas y diarios íntimos.

-¿Qué fue lo que más las sedujo de esos personajes?

Marta Bianchi : -Silvina Ocampo tuvo una vida muy intensa, extrema, extraordinaria por su educación y su pertenencia a una familia de una clase social minoritaria. Fue una mujer con un talento enorme, con una imaginación muy grande, absolutamente libre y transgresora que, a la vez, también tenía muchas contradicciones e inseguridades. Su vulnerabilidad era enorme a raíz de su sensibilidad; ella no se sentía linda aunque era un ser muy atractivo.

Noemí Frenkel : -A mí Alejandra me sedujo como totalidad, algo que tiene que ver con su espíritu, con su alma. Era un ser muy complejo, que transitó intensamente el arte, el amor, la locura y la muerte, los cuatro pilares de su existencia. Reconozco y me abruma esa intensidad; la manera que ella tuvo de transitar por esos aspectos de la existencia.

-La soledad, la infancia, las palabras, la muerte... ¿De qué manera se complementa ese universo poético entre ellas?

N.F. : -A través de sus textos. Ambas van mucho más allá de lo aparente, se conectan con lo que traspasa lo establecido, lo convencional. Son muy originales, pero lo viven de manera distinta. Y en la obra eso se retrata en la obra que escribieron y pensaron Marisé y Virginia.

M.B.: -Silvina decía todo el tiempo que buscaba lo mágico, lo muy superior a lo humano; ella se conectaba con otra dimensión. Tenía premoniciones, videncias inclusive. Y entonces a sus recuerdos, a sus traumas infantiles, les reinventaba cosas mágicas. Ella misma decía que la imaginación la carcomía.

N.F.: -A pesar de que pertenecían a clases sociales y generaciones distintas, cada una era muy potente en sí misma y se reconocía como alguien muy especial. En ese sentido, había como una paridad. Pero había desigualdad en cuanto a la pasión, un juego donde Alejandra amaba más, indudablemente. A lo largo de su vida, ella se ubicaba sistemáticamente en ese lugar del amor no correspondido, de sometimiento a los caprichos o las ganas del otro.

¿Y la relación con la muerte?

N.F. : -Estos meses me dediqué a leer los diarios de Alejandra, sus cartas, y comprobé que ella coqueteó siempre con la muerte. La mencionaba permanentemente, la invocaba todo el tiempo. Ella quería morir. Y por otro lado, tomaba anfetaminas. Comenzó a los 16 años, porque se sentía gorda, y esa relación con las drogas hizo que la pulsión de muerte le terminara ganando. Era una sufridora.

M.B. : -A Silvina las cosas le impresionaban mucho, y la muerte siempre andaba rondando por alrededor suyo, pero al contrario de Alejandra, trataba de escaparse de eso, prevalecía la vida.

Mujeres terribles está inscripta en el ciclo Mujeres en la Literatura, que además de teatro, comprende una muestra fotográfica curada por Sara Facio sobre los principales nombres de la narrativa y la poesía argentina del siglo XX, y un conversatorio coordinado por la periodista Susana Reinoso que se llevará a cabo al final de cada función, donde las escritoras Solange Camahuer y Elsa Osorio reflexionarán sobre la mirada y la voz de la mujer en la literatura contemporánea y la singularidad de los mundos literarios de Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik.

PARA AGENDAR

Mujeres terribles, con Marta Bianchi y Noemí Frenkel.

Sala Enrique Muiño del C. C. San Martín, Sarmiento 1551 4° piso. Miércoles, a las 20. $ 30..

Alejandro Rapetti
Fuente: La Nación

miércoles, 28 de abril de 2010

Gabriela Toscano: “No es sólo la historia de tres hermanas”

Televisión: La actriz de "Para vestir" santos habla de la ficción

Gabriela Toscano, una de las protagonistas de Para vestir santos, consideró que esa ficción "tiene mucha comedia y drama para ofrecer, además de una buena historia".

En el nuevo unitario de Canal 13, Toscano comparte el protagonismo con Celeste Cid y Griselda Siciliani. La ficción, dirigida por Daniel Barone , está escrita por el prestigioso autor teatral Javier Daulte y se emite todos los miércoles al término de Malparida.

La historia de Para vestir santos comienza cuando Gloria muere de forma súbita y deja solas a sus tres hijas solteras: Susi, Virgi y Male. Las chicas tienen una cuarta hermana, María Eugenia, que detesta a sus hermanas y que a la muerte de su madre, reclama la mitad de la casa, generando así un nuevo conflicto. Además para saber detalles de la herencia, las chicas irán a ver a un brujo, personificado por Héctor Díaz, que les ira revelando oscuros secretos de su madre que generarán más atracción en la trama.

Susana, el personaje de Toscano, es la mayor de las hermanas, la que vivía con su madre y la que mayores problemas tiene con los hombres.

"Susana se separó hace 15 años de su novio, papel que hace Luis Machín, y sigue prendida de él, pero a la vez se enamora del personaje de Fernán Miras, al que ve en su trabajo", explicó la actriz.
Susana trabaja en un peaje cobrando el ticket y el personaje de Mirás es el de un conductor que pasa todos los días y con el que solo intercambia un saludo.

"La madre las maltrató con una sinceridad brutal, por eso les cuesta vincularse con el resto del mundo y llevar adelante sus proyectos", sintetizó Toscano sobre el perfil de las hermanas.

–¿Se trata de un programa con un neto toque femenino?

–No, no es solamente la historia de tres hermanas que buscan a alguien con quien vivir, sino la historia de los hombres del programa que también están solos.

Sobre el ciclo, Toscano afirmó que "tiene mucho drama y comedia, hay un muy buen elenco, muy buen equipo y los libros de Daulte son estupendos".

La actriz llevaba cuatro años sin trabajar en televisión (desde el final de Amas de casa desesperadas). “La extrañé, nací en la tele y me crié ahí. Obvio que a medida que pasa el tiempo trato de elegir bien lo que me ofrecen, pero se extrañaba", reconoció al respecto.

–¿Cómo ve la ficción actual en la televisión argentina?

–Está pasando un muy buen momento. El año pasado lo demostró con Valientes, Tratame bien, Los Pells, Ciega a Citas y Todos contra Juan. Por suerte hay buen trabajo para todos.

Fuente: Diagonales

martes, 27 de abril de 2010

Eloísa Tarruella

Foto: David Fernandez

En cine y teatro. A los 27 tiene hechos un documental sobre Juan Carlos Gené y una obra en escena, que ella misma escribió, en la que dirige y actúa. Y empezó a escribir su primer
largometraje.

Por: Eduardo Slusarczuk

Eloísa Tarruella rastrea sus primeros pasos en la actuación en los inicios del Grupo de Teatro Comunitario Catalinas Sur. Lo dice, y anticipa el resultado del cálculo que intenta el cronista. "Sí -agrega mientras se ríe-, la realidad es que empecé a los tres años, haciendo de diablita en el Fausto." La aclaración explica que a los 27 exhiba una frondosa tarjeta de presentación, que incluye premios a cortos cinematográficos, una actividad docente con varios años de antigüedad, la realización de un documental y el estreno de una obra de teatro que escribió, actúa y dirige.

"Mi mamá era una de las primeras integrantes del grupo, y para mí era como ir a jugar", cuenta Tarruella en un bar frente al Parque Lezama, a pocas cuadras de donde transcurre su vida desde que sus padres, la escritora Mercedes Pérez Sabbi y el periodista y escritor Alejandro Tarruella.

Sin embargo, la chica reconoce que un par de años después ya se tomaba las cosas más en serio. Y que de ahí a sentirse una integrante más del emprendimiento comunitario ya no había distancia por recorrer. La consecuencia caía de madura: a los ocho ingresó en el Instituto Vocacional de Arte Labardén. Las noches de cuentos antes de dormirse, las lecturas compartidas en familia y tanta literatura en el aire marcaban el rumbo cada vez con más fuerza.

Tanto fue así que a los 13, Tarruella dejó el Catalinas para tomar clases con Berta Goldemberg. "Necesitaba estudiar", explica. Y la necesidad perduró, aunque con un golpe de timón que sorprendió a todos, menos a ella. "Sobre el final del secundario escribimos un guión para un corto, Contradicciones, con un compañero del colegio, Julián Rimondino. Lo rodamos, sin tener idea de cómo se hacía, y lo mandamos a un festival que organizaba la Unesco", cuenta.

El corto ganó una mención, y al año siguiente su autora recibía el premio en la ENERC, el mismo lugar donde en unos días comenzaría a cursar la carrera de Dirección de Cine. "Fue muy loco, porque apenas terminé la escuela, fui y les dije a mis padres que quería ser directora de cine."

¿Cómo reaccionaron?

Bien. Creo que les hubiese llamado la atención si les hubiera dicho que quería estudiar Ingeniería.

Con una rutina diaria de varias horas dedicadas a la cinematografía, la actuación quedó cincunscripta a algún trabajo práctico, y a protagonizar un Shakespeare dirigido por un amigo. Y la docencia empezaba a despertarle una curiosidad que tardaría poco en satisfacer.

El relato de Tarruella marca el ritmo de sus movimientos, tan intuitivos como seguros: "Apenas terminé en la ENERC, un profesor me pidió que lo ayudara en su cátedra, y acepté. De modo que la cuestión económica estaba, en parte, resuelta. Pero lo que más inquietud me generaba era ver qué camino tomar. Ya no tenía más el marco protector de la Escuela, y tampoco recursos. Lo único que tenía era una idea. Así que escribí un cortometraje, que podía rodar en una casa y con siete personajes, para los que convoqué a conocidos de la ENERC y de las clases de Teatro."

Casi en simultáneo, Tarruella envió el corto a cuanto festival pudo, y un proyecto de documental al Fondo Nacional de las Artes, en busca de financiamiento. Y casi en simultáneo recibió noticias de ambas gestiones. "Desde Madrid me avisaron que mi corto, Otoño, competiría en el festival Unifest '08, y cuando estaba por viajar me enteré de que el Fondo había aprobado mi proyecto de documental sobre Juan Carlos Gené, Gené, en escena".

A partir de entonces, la chica de Barracas distribuyó su tiempo entre la realización del documental y la escritura de una obra de teatro, más allá de sus actividades docentes. "Tenía ganas de contar algo. Una historia de amor que arrancara por el final, y que volviera en el tiempo al pulso de la memoria de los dos personajes", resume, antes de justificar su decisión de asumir el triple rol de autora, directora y protagonista. "Además de contar, tenía ganas de volver a actuar. Y como tenía muy claro lo que quería para la puesta, se me hacía difícil dejarla en otras manos", razona. Aunque enseguida señala que a partir de la mitad del período de ensayos, convocó a una entrenadora actoral. "Necesitaba una mirada externa de mi propio trabajo", justifica con conocimiento de causa, a partir de su trabajo como coach actoral en el filme Lo siniestro, la opera prima de Sergio Mazurek

Con el estreno de Gené, en escena, en el centro Cultural de la Cooperación, a prinicpios de este mes, y de Amorar, la obra que comparte con Julio Bombill, un par de semanas atrás, Tarruella admite haber sintetizado buena parte de los conocimientos que fue adquiriendo durante sus años de relación con la actuación, que es como decir los de casi toda su vida. Sin embargo, lejos de conformarse, va por más. "Mientras termino de acomodarme con los horarios de las funciones, empecé a escribir mi primer largo", dice, antes de despedirse. Y vuelve a cruzar hacia el Parque, con rumbo bien conocido.«

Para ver sus trabajos

"Amorar" va los sábados, a las 21, en El Bardo - Teatro Estudio, Cochabamba 743, $ 40. "Gené, en escena" se proyecta el jueves, en el CCC, Av. Corrientes 1543. $15.

Fuente: Clarín

“Pizarnik fue una adelantada”

LOOK. Noemí Frenkel construyó el personaje de Pizarnik también desde el parecido físico.

Noemi frenkel

Este miércoles, la actriz estrena Mujeres terribles, donde personifica a la poeta suicida. Habla de sus orígenes, del dolor y de la reivindicación que en los 80 le dedicó la gente del Parakultural.

Por Ana Seoane

El año pasado jugó a ser la tercera de la discordia entre Julio Chávez y Cecilia Roth en Tratame bien, pero las actuaciones de Noemí Frenkel van desde su último éxito teatral (Los padres terribles) hasta sus protagónicos en el cine. Hoy cuesta reconocerla, por su nuevo corte de pelo muy diferente a sus habituales. Ella interpretará a Alejandra Pizarnik, en Mujeres terribles, junto a Martha Bianchi, quien encarnará a Silvina Ocampo. Desde el próximo miércoles este espectáculo integrará el ciclo “Mujeres en la literatura”, con el que se festejarán los 40 años del Centro Cultural San Martín. El equipo se completa con los nombres de las dramaturgas Marisé Monteiro, Virginia Uriarte y Lía Jelín, en la dirección.

—¿Por qué se cortó el pelo?, ¿fue una sugerencia de la directora o idea suya?

—No hubo necesidad de que me lo sugiriera Lía Jelín, lo pensé en cuanto me convocaron.

Fue una iniciativa mía, porque sentí que no podía usar peluca, porque necesitaba espontaneidad en mis movimientos. Hace más de un mes que lo tengo así, me quería sentir Alejandra, mirándome al espejo. En el teatro siempre necesito imaginarme la forma física de mis protagonistas. En este caso Pizarnik fue una mujer real y está documentado cómo era, por eso me propuse un acercamiento aun mayor. Me ayudó mucho su amigo personal y también poeta, Fernando Noy, quien me entregó datos vivenciales.

—¿Por qué cree que los jóvenes de los 80 (Alejandro Urdapilleta o Batato Barea) elegían textos de Pizarnik para representar en el Centro Cultural Rojas?

—Fue una adelantada a su época, casi una incomprendida para su tiempo; hasta sus propios amigos le criticaron esa literatura oscura. Mientras que los jóvenes de los 80 –generación a la que pertenezco– la vieron abandonada y les fascinó esa actitud de riesgo. Su mirada se fijó contra lo establecido y estructurado. La movida del Parakultural fue traspasar los límites, buscar lo provocador, y ella lo era. No hay manera de ser indiferente a lo que propuso, tanto desde su vida hasta en su relación con el arte y con el mundo. Todos los textos que digo fueron extraídos de su obra o reportajes.

— ¿La afecta el encarnar a una suicida?

—Me reconozco en muchos aspectos parecida, pero afortunadamente atravesé esa etapa oscura, densa, y salí viva de esta pulsión fuerte hacia la muerte. Tuve una adolescencia bastante larga y me sentí incomprendida. Recuerdo haber tenido momentos de regodeo con el sufrimiento, pero Pizarnik lo eligió como forma de vida. El amor y la muerte fueron muy potentes y se le acentuó desde sus 16 años con el consumo de anfetaminas, primero para adelgazar, después para escribir. No olvidemos que las drogas van limando las estructuras sanadoras del ser humano.

—¿Es una propuesta sencilla para el público que no conoce a Pizarnik o a Ocampo?

—Sí, el texto, que no es realista, está plagado de sus obras, que se destacan por su belleza. Se tomaron los últimos años de vida de Alejandra, que fue cuando estuvo más cerca de Silvina Ocampo. Ellas se admiraban y se fascinaban mutuamente. Silvina era muy solitaria y la dejó entrar a su mundo privado. Pizarnik estaba muy enamorada de ella.

—¿Hay vínculos entre las historias familiares de Pizarnik y la suya?

—Ambas venimos de familias judías. Los Pizarnik llegaron de Rusia, los míos desde Polonia, y percibo una herencia de antepasados masacrados. La muerte está casi genéticamente en nuestros orígenes. A mí siempre me aterró la mediocridad, y es algo que también intuyo en ella.

CAMPANELLA, TRAPERO Y EL CINE

Desde 1986 irrumpió en las pantallas de cine en varios casos de la mano de Eliseo Subiela, que la convocó para Las últimas imágenes del naufragio, luego llegó La sonámbula, de Fernando Spiner, pero confiesa cómo es su actual relación con los cineastas nacionales.

—¿Extraña el cine?

—Sí, pero no tengo explicación de por qué no me llaman para personajes de largo aliento. Admiro mucho a Pablo Trapero y a Juan José Campanella. Al primero me lo crucé en un estreno y le conté cuánto me había gustado su película Leonera.

—¿Cree que la actual cartelera teatral está muy frivolizada?

—No, hasta hace poco estuvo Rey Lear con Alfredo Alcón, y sigue estando el maravilloso unipersonal de La noche antes de los bosques de Koltès, con dirección de Alejandra Ciurlanti. Ya lo vi dos veces. Es impresionante también el trabajo de Mike (Amigorena). En realidad hay de todo, también están las propuestas más frívolas, pero en Buenos Aires se puede elegir.

—¿Qué la asusta de la Argentina actual?

—El fanatismo, la ceguera y la violencia. Me duele que estemos tan desconectados de la naturaleza. Somos ricos y lapidamos tanta belleza. Me disgusta el deseo de seguir encaramándonos en la cresta del capitalismo, cuando sabemos que como modelo lo único que se hace es degradar al hombre. Este sistema se mueve con los peores intereses y con la deshumanización más espantosa. Además seguimos entregando de manera autodestructiva nuestro verdadero capital, como son el agua, los glaciares, la tierra o los cultivos.

Fuente: Perfil

lunes, 19 de abril de 2010

"Prefiero aquellos personajes que no sé cómo resolver"

Teatro / Ingrid Pelicori

La actriz habla sobre su trabajo en Antígonas , de Alberto Muñoz, donde interpreta a cuatro mujeres particulares, y sobre la función social del teatro

Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION

Una cosmetóloga que habla sobre la belleza del alma. Una practicante de tiro al blanco que quiere aprender canto. Una mujer que busca el cuerpo de su hermano muerto. Una kinesióloga renga empeñada en hacer caminar a su paciente. Ingrid Pelicori interpreta en Antígonas , de Alberto Muñoz, cuatro personajes femeninos muy diferentes pero con un punto en común: el vínculo con lo espiritual y lo misterioso.

Acompañada en escena por Claudia Tomás, con la dirección de Leonor Manso, la actriz apostó el año pasado a este proyecto porque le interesó la calidad y el contenido del texto de Muñoz, un autor que "tiene un humor que no es cínico y de una profundidad que no es solemne", explica. Antes de hablar sobre esas cuatro mujeres, Pelicori aclara que la obra no es una versión de Antígona , de Sófocles. "No es una tragedia griega. Es un espectáculo con cuatro obras breves y personajes diferentes, todas mujeres que podrían ser Antígona en distintos sentidos: a veces muy evidentes (en la obra de Muñoz hay dos hermanas que se proponen enterrar a un hermano muerto; en la de Sófocles, Antígona desobedece la ley al dar sepultura a su hermano Polinices) y otras, por caminos más tangenciales y caprichosos", dice durante la entrevista en el Centro Cultural de la Cooperación, donde se presenta la obra (sábados a las 21 y domingos a las 20.30).

-Los personajes siempre funcionan como dúo y falsos opuestos. Son complementarios con roles intercambiables. Representamos situaciones actuales y cotidianas. En todos los casos, irrumpe otra dimensión de la experiencia, algo espiritual.

Hija, sobrina y hermana de actores, Pelicori no se volcó a la actuación en forma prematura. Todo lo contrario. Se resistió durante un tiempo a aceptar que era su vocación. "Arranqué muy poco convencida de ser actriz -cuenta-. Durante mi infancia y adolescencia no se me había ocurrido dedicarme a la actuación, algo raro en una familia de actores. Cuando terminé la secundaria, empecé a estudiar teatro y psicología. Lo del teatro era, más que nada, una curiosidad. Tenía la sensación de que lo mío era otra cosa. Me recibí de psicóloga, aunque nunca ejercí. Entré al elenco del Teatro San Martín muy joven, por una audición, y allí trabajé con actores de los que aprendí muchísimo, como Elena Tasisto, Juana Hidalgo, Walter Santa Ana. Después viví un año en Francia, y a la distancia, descubrí mi vocación. Ya no tuve más dudas. Asumí el oficio de actriz como propio y empecé a disfrutarlo."

El equipo de trabajo y el desafío actoral que represente el material son dos de las cuestiones que tiene en cuenta a la hora de decidir su participación en una obra. "Parto de la idea de que el trabajo del actor siempre corre el riesgo de vaciarse de sentido. Para pelear contra eso, elijo proyectos que valgan la pena para mí y para los otros, ya sea porque toquen un tema que me resulte interesante o una cuerda sensible que me convoque a poner el cuerpo. En definitiva, un actor les pone el cuerpo, el alma, todo, una y otra vez, a los personajes. Para no aburrirme, para que cada noche sea una experiencia única, me tiene que pasar algo de eso. En general, prefiero aquellos personajes que no sé cómo resolver. Si leo la obra y me imagino todo, me atrae menos. Me gusta ir por distintos lugares cada vez."

Cuando se le pide profundizar sobre el vacío de sentido al que hace referencia, Pelicori aclara: "Hay muchas zonas por las cuales se puede vaciar de sentido la profesión. Creo que siempre hay que ser consciente de que uno es parte de algo más importante, que lo trasciende, que tiene que ponerse al servicio del proyecto. Ése, para mí, es un lugar donde hacer pie".

-¿Cree que el teatro tiene una función social?

-Sí. Me lo pregunto siempre: qué función tiene para el que lo mira y para el que lo hace. En principio, tiene una función básica de reunión humana. Es uno de los pocos lugares de encuentro, de intimidad, que nos quedan. Es un espacio posible para lo profundo, lo sensible, lo poético, de resistencia de todas estas cosas. Es un trabajo grupal que implica respetar al otro, escucharlo, crecer a partir del otro y dar para que el otro crezca. Todo esto con el público como testigo, con el que se da una calidad de comunicación única.

-¿Qué piensa de los que dicen que el teatro es sólo entretenimiento?

-Una vez fuimos con el elenco del San Martín a Ohio, Estados Unidos, a presentar la obra Cianuro a la hora del té , que habla sobre los campos de concentración. Un director, después de una charla, nos dijo: "Para nosotros, el teatro es a toy (un juguete) y para ustedes, a tool (una herramienta)". Me encantó esa manera de pensar. De todos modos, no creo que la solemnidad sea un buen medio de expresión. Me parece que el teatro siempre debe entretener, lo que no me gusta es que sea excesivamente frívolo o cínico.

Además de actuar, Pelicori hace traducciones de textos teatrales. El año pasado, el director Manuel Iedvabni la convocó para trabajar con Hamlet , de William Shakespeare. "Fue un proceso muy largo. Me gustó encontrar la musicalidad adecuada y un lenguaje contemporáneo que, al mismo tiempo, fuera poético y eludiera el vos y el tú, sin que se notara. Por ser actriz, tengo una noción de la oralidad: sé cuándo las palabras van bien en la boca o no. Hay traducciones que son muy correctas, pero el actor las padece al decirlas. Eso se nota."

Lectora de poesía e intérprete de espectáculos basados en textos poéticos, la actriz comparte con Susana Villalba un programa de radio sobre poetas de todos los tiempos. Producido por la Biblioteca Nacional, Antología de aire puede escucharse a través de la página web www.bn.gov.ar/radio . Pelicori también participa del ciclo La muralla y los libros , de Radio Folklórica, donde lee poemas. Una pasión que comparte con su amor por el teatro.

Fuente: La Nación

“Hacer Evita fue más fácil que ser la Piaf”

Justificar a ambos ladosAntes de partir. La pequeña gran actriz y cantante, antes de volver a dejar Buenos Aires para cosechar aplausos en el exterior.

Elena Roger, desde España

A punto de estrenar en Madrid, la exitosa actriz de obras musicales anticipa detalles de sus próximos pasos y reflexiona sobre su pasado.

En Madrid, cuando Elena Roger aparece por última vez en escena, vestida de negro y presentada como “la única, la mejor: Piaf”, el público ya no sabe si está en el madrileño teatro Nuevo Alcalá o en el Olympia de París. Sencillamente arranca a aplaudir como si realmente estuviese presenciando un concierto de la Môme, una ovación que se extiende durante varios minutos tras caer el telón, con toda la sala en pie.

“Entre el público y nosotros hay una gran conexión. La energía es tremenda”, apuntaba horas antes la actriz argentina ganadora del premio Olivier, el Oscar británico de los musicales. En ropa de deporte y zapatillas, la menuda intérprete, apenas unos centímetros más alta que su personaje en la vida real, asegura que con la cantante francesa comparte la profesión y su pasión por el escenario.

Elena Roger acaba de preestrenar en la capital española el musical sobre la vida de Edith Piaf, dirigido por Jamie Lloyd, tras pasar por Londres y su Buenos Aires natal, y asegura la reacción del público es “casi igual” en las tres ciudades.

Las casi dos horas de espectáculo, salpicadas de temas como “Je ne regrette rien” o “L’Hymne a l’amour”, recorren la azarosa vida de la gran dama de la “chanson” francesa, con sus luces y sus muchas sombras. Y en cada una de esas etapas, Roger se trasforma, como si también ella envejeciese y se demacrase a medida que avanza la función. Viéndola, no es extraño que termine agotada después de cada función y que casi no conceda entrevistas, para cuidarse al máximo la voz.

Antes que Piaf, a sus manos llegó el papel de Eva Perón, que volverá a interpretar, en esta ocasión en Broadway y acompañada por el cantante Ricky Martin, que dará vida a un personaje que lleva el mismo apodo que el “Che” Guevara.

“Los dos personajes son muy distintos y las obras también, es el musical visto desde dos lugares completamente distintos”, comenta cuando se le pregunta si se siente más cómoda en la piel de “madame” Piaf o en la de su compatriota. “El personaje de Evita fue más fácil”, admite. “Todo lo que me puedan decir o leer ya está como en mi sangre, hay una información genética”.

Para Piaf, sin embargo, tuvo que documentarse más, a fin de conseguir trasmitir “todos los colores” que pueblan la carrera y la vida de una mujer que desde la calle llegó a lo más alto y vivió intensamente, marcada por el amor, el dolor, el alcohol y los accidentes.

“En cada periodo que transcurre (el personaje de Piaf) tiene una postura, tanto por algo físico como por estado de ánimo”, afirma. “Al principio de la obra es una rea, una vulgar y pensé en como sería una persona de la calle”, dice Roger, que para encarar esa etapa se fijó en los personajes de Victor Hugo.

Tras representarla durante dos años, Elena Roger ha ido “incorporando sutilezas y matices”. “Una vez que se estrena la obra y que los nervios no están más, una va recordado algo que leyó y piensa: este momento debería contener este pensamiento”, dice mientras echa la vista atrás, al momento en que le ofrecieron un papel en el que alterna canciones en un francés roto con diálogos con un marcado acento porteño.

“Cuando llegó Edith Piaf, había puesto unas fichas en varias cosas y cuando empecé a relajarme y a creer que la vida podía darme muchas satisfacciones, fue uno de los primeros proyectos que salió”, recuerda.

Su carrera había arrancado años antes, en los teatros bonaerenses, con musicales como Nine, La bella y la bestia o Los Miserables, y su primer éxito le llegó con Mina, che cosa sei, en el que encarnaba a la cantante italiana Anna Maria Mazzini.

Ahora, en lo más alto, admite que “siempre da vértigo”, pero asegura estar “bien sostenida”. “Creo que la vida me sonríe y que soy una persona muy afortunada”, afirma sonriente.

En el futuro no apuesta por ningún papel en particular: “creo que puede haber muchísimos y que cada uno me va a llegar en el momento correcto de la vida”. En cuanto al cine, asegura que está “aprendiendo a estar en el plató”, tras rodar junto a Sabrina Fargi un cortometraje sobre el bicenternario de la independencia argentina y con dos proyectos más en el bolsillo.

Su estreno más inmediato, Passion, la llevará de vuelta al West End londinense, para dar vida a Fosca en el montaje con el que se pretende conmemorar el 80 cumpleaños del compositor Stephen Sondheim. “Es un personaje muy duro, fuerte y trágico también. Es una responsabilidad”, dice la actriz.

Pero hasta entonces, cada noche desde el 26 de abril al 18 de julio, la pequeña Elena Roger se colocará su sencillo vestido negro para convertir un pedazo de Madrid en un escenario parisino y trasformarse ante su público en “la única, la mejor: Piaf”.

Fuente: Crítica