Empezó la cuarta temporada de su unipersonal de humor. Y cuenta que Mario Benedetti le dedicó un poema.
Por: Camilo Sánchez
Esta temporada teatral decidí alentar a la gente a que me cuente sus historias, via Facebook. Ya incorporé un par y el público las aplaudió muchísimo. "Una madre le dice a su hija: Tu primo Jaime llama a su madre todos los días por teléfono. Entonces la hija le replica: ¡Mamá, yo también te llamo todos los días por teléfono! Y la madre le contesta: ¡Sí, pero no de Israel! Y ésta otra: "Un mensaje de una madre judía en el contestador: Andá preocupándote. Después te explico."
Es a Mercedes Morán, la mejor actriz del planeta, y adorada amiga, a la que le debo el haberme dedicado al unipersonal. Ella me ayudó a armar mi primer espectáculo. Y además me convenció de que eso era lo que yo tenía que hacer, a pesar del pánico que me daba la idea de estar sola en un escenario.
Nunca me canso de repetir un texto. Al ser nuevo para el público, se convierte en nuevo para mí. Esa es la magia del teatro.
Mi primera escuela de humor fue Telecataplum, porque yo entré siendo muy jovencita y sin experiencia ninguna. Durante el primer año del programa, yo era una fan, que los iba a ver al canal, y cuando Eduardo Dángelo me dijo que estaba buscando a una joven que actuara, cantara y bailara, yo le dije:¡esa soy yo! Entonces me presentó a los libretistas y productores, Jorge y Daniel Scheck, a los que yo conocía perfectamente a través de los artículos que escribían en una revista de humor maravillosa que se llamaba Lunes y que yo consumía fervorosamente, porque siempre me gustó divertirme. Ni bien entré a su oficina, prácticamente les recité toda su obra de memoria.
Hoy puedo decir que el humor es el idioma que yo elegí para decir lo que seriamente pienso.
Con el tiempo he descubierto que las mujeres tenemos más ventajas que los hombres con el humor. Porque si no nos sale algo gracioso, siempre podemos fingirlo.
Tato Bores me enseñó los secretos del monólogo. ¿Qué mejor escuela?
Escribo desde siempre. Cuando empecé, nada que ver con el humor. Escribía unos poemas desgarrados, que le llevaba a Mario Benedetti -a quien admiraba mucho- para que me asesorara y me hiciera la crítica. El fue muy generoso y me orientó bastante, e incluso escribió un poema dedicado a mi sonrisa que está en el Inventario y se llama Arco iris.
Aprendí mucho de teatro viendo a otros: Les Luthiers, Enrique Pinti, Cecilia Rosetto, Carlitos Perciavalle.
Me doy cuenta en los primeros minutos, cuando el público va a ser fácil y cuando me van a hacer transpirar la camiseta. Fueron muy pocas las oportunidades en que me tocó un público "pintado". En general, la gente que me viene a ver, ya leyó mis libros, y ya sabe lo que se va a encontrar. La verdad: muchas veces se ríen antes de que yo entre.
Tengo un enorme respeto por Antonio Gasalla, con el que tuve el privilegio de trabajar en dos temporadas. Maravillosas. De él no sólo aprendí viéndolo actuar, sino que me enseñó de manera personal mucho sobre la teoría de la actuación, acerca de qué es lo importante que tiene que tener un actor cuando se sube a un escenario.
¿Lo mejor de mi trabajo? Todos riéndonos al unísono, en el reconocimiento de nuestra mutua humanidad: es casi una experiencia religiosa. Lo peor: cuando te toca un público de cartón, porque ahí arriba sola, y sin risas, lo único que te queda es el Hara Kiri.
Me gustan muchas definiciones del humor. "El humor es tragedia más tiempo" de Woody Allen. Una de Groucho Marx: "El humor es la forma amable de la desesperación". Otra, de Neil Simon: "El humor es un secreto que se comparte". Y, finalmente, la de Charles Chaplin: "Un día sin risa, es un día perdido".
Fuente: Clarín
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