Horacio González y un libro sobre la institución
El libro Historia de la Biblioteca Nacional, escrito por el director de esa institución, Horacio González, subraya una unidad conceptual que construye su conciencia bicentenaria más allá de los avatares cambiantes y del hecho de haber funcionado en tres edificios distintos.
"Esta historia quiere ser, a la vez, una historia de sus ensueños bibliotecarios y de las quimeras literarias del país. También de sus nada secretos filamentos políticos. No es la primera historia que se escribe sobre ella. No será la última. Su condición de dilema público y cultural no puede agotarse", definió González en el prólogo.
Sin embargo, el funcionario aclaró que "es huidizo el intento de darle un carácter unívoco a su desarrollo o declarar que importan más sus funciones que su origen o que sus discontinuidades políticas. Por eso nos rehuye sin dificultad cuando se quiere imaginarla como una e indivisible a lo largo de todas las épocas".
Un punto sobre el que González hizo hincapié en este libro es la polémica sobre su fundación, "que en esencia constituye el tema de cómo las instituciones se relacionan con las ideologías de cada época. El joven y enigmático político Mariano Moreno surge de las querellas sobre el origen con la signatura de fundador, pero no sin reconocer la difusa imagen de los actos fundadores".
El director de la Biblioteca también se refirió a su funcionamiento, el cual "suele dejar la idea de una demora, una desidia o un incumplimiento. Esta cuestión se arrastra en centenarios documentos que pasman con su insistencia y reiteración".
Pese a esto, la noción de Biblioteca no se disuelve en una "serie de períodos interrumpidos" y González nombró a Paul Groussac como una fuente de inspiración sobre este asunto, ya que en la historia de la institución "consigue acercarse a una historia moral e intelectual de la Argentina". Y precisó: "Sobre el subsuelo del gran relato de Groussac, asentamos y proyectamos nuestro propio recorrido, la Biblioteca vista como una reiteración de temas y dilemas en el tiempo, como una circularidad que no es maleficio sino la insistencia temporal en desarrollo que ni son lineales ni acumulativos. Pero que aquí y allá rompen el hechizo para dar momentos de excepcionalidad o rareza innovadora.
González apuntó a la imagen de un archivo "en el que siempre alguna pieza queda sin clasificar", al que comparó con el motor de la historia, "el reverso de un orden que, sin embargo, debe ser constatado".
"El secreto mismo de las instituciones se encuentra ahí: lo que pueden clasificar o numerar se hace a costa de un residuo que "como escoria testaruda, no se deja sujetar".
Desde esa perspectiva, enfatizó que esta historia "mantiene, pues, la unidad de un concepto, el de Biblioteca Nacional, a lo largo de sus múltiples formas, sentidos y apariciones. Pero siempre que el concepto preserve su carácter alusivo".
"He aquí lo que puede llevarnos a una historia nacional sub especie literaria, simbólica y desde luego tecnológica: todos ellos, campos de una disputa de significados, como la que en esencia envuelve a todas las instituciones", una forma, aclara González, de llegar "al nucleo vivo de la polémica misma sobre la cultura nacional".
Este núcleo tiene el signo de un dilema: "qué porción de interés le reservamos a las tradiciones humanísticas y como vinculamos a ellas las primicias de la tecnología que son fruto de los grandes órdenes clasificatorios que hacen del `dato` un elemento de lo real y también la realidad de una implícita teoría del conocimiento", resaltó.
El funcionario recalcó también que "todas estas dimensiones del discurso bibliotecario no constituyen una unidad acabada, como es previsible, pues en esta materia sólo existe lo irresuelto" y, desde esa paradoja, "nos permitimos escribir su historia".
El libro incluye una breve historia de la Biblioteca en imágenes que resulta muy ilustrativa de lo expuesto con fotos de sus distintas sedes (el de la calle Moreno, el de la calle México y el de la calle Agote), algunos de sus directores (Borges, Héctor Yánover y Elvio Vitali) y textos emblemáticos de distintos períodos albergados en la institución.
Fuente: Diagonales
El libro Historia de la Biblioteca Nacional, escrito por el director de esa institución, Horacio González, subraya una unidad conceptual que construye su conciencia bicentenaria más allá de los avatares cambiantes y del hecho de haber funcionado en tres edificios distintos.
"Esta historia quiere ser, a la vez, una historia de sus ensueños bibliotecarios y de las quimeras literarias del país. También de sus nada secretos filamentos políticos. No es la primera historia que se escribe sobre ella. No será la última. Su condición de dilema público y cultural no puede agotarse", definió González en el prólogo.
Sin embargo, el funcionario aclaró que "es huidizo el intento de darle un carácter unívoco a su desarrollo o declarar que importan más sus funciones que su origen o que sus discontinuidades políticas. Por eso nos rehuye sin dificultad cuando se quiere imaginarla como una e indivisible a lo largo de todas las épocas".
Un punto sobre el que González hizo hincapié en este libro es la polémica sobre su fundación, "que en esencia constituye el tema de cómo las instituciones se relacionan con las ideologías de cada época. El joven y enigmático político Mariano Moreno surge de las querellas sobre el origen con la signatura de fundador, pero no sin reconocer la difusa imagen de los actos fundadores".
El director de la Biblioteca también se refirió a su funcionamiento, el cual "suele dejar la idea de una demora, una desidia o un incumplimiento. Esta cuestión se arrastra en centenarios documentos que pasman con su insistencia y reiteración".
Pese a esto, la noción de Biblioteca no se disuelve en una "serie de períodos interrumpidos" y González nombró a Paul Groussac como una fuente de inspiración sobre este asunto, ya que en la historia de la institución "consigue acercarse a una historia moral e intelectual de la Argentina". Y precisó: "Sobre el subsuelo del gran relato de Groussac, asentamos y proyectamos nuestro propio recorrido, la Biblioteca vista como una reiteración de temas y dilemas en el tiempo, como una circularidad que no es maleficio sino la insistencia temporal en desarrollo que ni son lineales ni acumulativos. Pero que aquí y allá rompen el hechizo para dar momentos de excepcionalidad o rareza innovadora.
González apuntó a la imagen de un archivo "en el que siempre alguna pieza queda sin clasificar", al que comparó con el motor de la historia, "el reverso de un orden que, sin embargo, debe ser constatado".
"El secreto mismo de las instituciones se encuentra ahí: lo que pueden clasificar o numerar se hace a costa de un residuo que "como escoria testaruda, no se deja sujetar".
Desde esa perspectiva, enfatizó que esta historia "mantiene, pues, la unidad de un concepto, el de Biblioteca Nacional, a lo largo de sus múltiples formas, sentidos y apariciones. Pero siempre que el concepto preserve su carácter alusivo".
"He aquí lo que puede llevarnos a una historia nacional sub especie literaria, simbólica y desde luego tecnológica: todos ellos, campos de una disputa de significados, como la que en esencia envuelve a todas las instituciones", una forma, aclara González, de llegar "al nucleo vivo de la polémica misma sobre la cultura nacional".
Este núcleo tiene el signo de un dilema: "qué porción de interés le reservamos a las tradiciones humanísticas y como vinculamos a ellas las primicias de la tecnología que son fruto de los grandes órdenes clasificatorios que hacen del `dato` un elemento de lo real y también la realidad de una implícita teoría del conocimiento", resaltó.
El funcionario recalcó también que "todas estas dimensiones del discurso bibliotecario no constituyen una unidad acabada, como es previsible, pues en esta materia sólo existe lo irresuelto" y, desde esa paradoja, "nos permitimos escribir su historia".
El libro incluye una breve historia de la Biblioteca en imágenes que resulta muy ilustrativa de lo expuesto con fotos de sus distintas sedes (el de la calle Moreno, el de la calle México y el de la calle Agote), algunos de sus directores (Borges, Héctor Yánover y Elvio Vitali) y textos emblemáticos de distintos períodos albergados en la institución.
Fuente: Diagonales
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