Mientras las ciudades se pintan de celeste y blanco, y florecen escenarios en el asfalto, parece que se vienen días de festejo.
Algunos festejan que tendrán cuatro días de vacaciones. Otros, festejan que hay gente con ganas de festejar. Y otros, festejan vaya a saber qué. Y terminado mayo, viene junio, y con junio, un nuevo evento patrio: la Selección del Diego en el Mundial de Fútbol.
Venimos escuchando hace un tiempo anuncios acerca del Bicentenario, que de a poco se ha transformado en Política de Estado. A tal punto, que a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia, la Presidenta creó el Fondo del Bicentenario, para pagar la Deuda Externa.
Con ese mismo Fondo se están creando festivales, revistas, cursos y concursos, ferias, publicaciones, logos y banderas por el Bicentenario. Mientras se levantan en pocas horas nuevos y modernos centros culturales, bicentenarios y bien oficiales, una veintena de centros culturales independientes, populares y autogestionados fueron desalojados en el último año en la Capital Federal.
Mientras se paga la deuda externa con el Fondo del Bicentenario, muchas escuelas están sin agua y sin gas. Los alquileres se van por las nubes, y al mismo tiempo aumentan los desalojos violentos en los asentamientos populares, como sucedió hace pocos días acá en Gorina.
Mientras en los escenarios bicentenarios desfilan los artistas reconocidos, los trabajadores de la cultura y del arte siguen trabajando de a pie en forma precarizada, pasando una gorra en una esquina, en un semáforo. Mientras se habla de la cultura del trabajo, se reprime a quienes luchan por su salario, como en Terrabusi.
Si el Centenario tuvo la Ley de Residencia y las represiones a las huelgas obreras, el Bicentenario no se queda atrás: sigue en vigencia la Ley Antiterrorista, a pedido de EEUU, y en la Provincia de Buenos Aires, el Código Contravencional de Scioli se suma al gatillo fácil para seguir avanzando en la criminalización de la pobreza, presentando como un peligro a los pibes en situación de calle, y poniendo el eje de la inseguridad en los delitos comunes, y no en las grandes estafas de las multinacionales, en el tráfico de droga, en los desarmaderos, en la trata de personas.
En este mes de Mayo, de repente un espíritu patriótico nos sobrevuela, una especie de mensaje subliminal de respeto a las instituciones nacionales, a los mandatarios, a esta democracia que descansa en los laureles que supimos conseguir. Una teñida celeste y blanca nos viste de ¡ar-gen-ti-nos!. El mundial de fútbol ayuda. Ayuda a montar un espectáculo nacional, en el que el mensaje parece ser que todos tiramos para el mismo lado por el simple hecho de ser ciudadanos argentinos. Paz y unidad. Orden y progreso. Somos todos iguales, somos todos argentinos. Banderitas y globos. Vermú con papas fritas y… mucho, mucho show.
¿Todos hinchamos por la 10 de D10S?. ¿Y por la revolución de mayo de 1810?. ¿Revolución?. ¿Cuándo?. ¿Hace 200 años?. ¿Y hoy?. ¿Quién hincha?. ¡Qué hincha pelotas, en vez de estar contentos con tanta alegría bicentenaria en las calles!
Y así es… 200 años de Argentina… Y las cosas, más o menos siguen igual. Con otros ropajes, y otras tecnologías. Con escenarios y espectáculos más sofisticados, transmitidos en vivo y en directo. Tal vez, hace 200 años, las noticias corrían más lento, pero corrían igual. ¡Se fue el virrey!. ¡Asumen los criollos!. ¡Habrá libertad de vientres!. ¡Ya no seremos esclavos!. ¡Oid mortales el grito sagrado: ¡Libertad! ¡Libertad! ¿Libertad??.
Pero por abajo, siempre se gestan ideas de cambio, como sucedió en 1810, y como también sucedió con las luchas obreras durante el centenario. Ayer y hoy, están los que celebran la cultura del show y del espectáculo montado, y estamos los que festejamos que haya espacios de encuentro para quienes laburan, día a día, desde el arte y la cultura como herramienta de transformación social. ¡Y a eso, hay que festejarlo!.
Nada de amargura y de gestos parcos, que después de todo, los próceres usaban calzas. Nada de tristeza. Fuerte esos parches, y a festejar que hay cuerdas, cuerdos y no tan cuerdos que resisten, que construyen, que trabajan y se organizan para tomar la cultura en sus propias manos.
El Galpón de Tolosa.
En la mañana del 5 de enero de 2008, un grupo de estudiantes, profesionales, artistas, y trabajadores, comenzamos a limpiar uno de los muchos galpones abandonados que conforman el predio ferroviario de Tolosa.
No tenía ni techo, ni ventanas. Solamente altas paredes arruinadas y mucha, mucha mugre. Lo fuimos recuperando por medio del trabajo colectivo y militante, y por medio de la autogestión económica.
De a poquito, nos propusimos transformar este espacio abandonado en un Centro Social y Cultural, un espacio de encuentro para los vecinos del lugar, para los artistas y trabajadores del barrio.
Un poco de Historia.
Ya que estamos con la Revolución de 1810, y que presentamos el Galpón, aprovechemos para seguir escarbando en la Historia. Pero ahora, en la del Barrio de Tolosa.
Este Galpón que hoy es un centro Social y Cultural recuperado del abandono, es parte de los predios ferroviarios de Tolosa. Los mismos comienzan a construirse hacia 1885, y trabajaron en la edificación más de 3000 obreros. Con un total de 22.593 mts2, los predios se convirtieron en un centro obrero que dinamizó el desarrollo y crecimiento de toda la zona. Se construyo el Barrio las Mil Casas, el barrio de los maquinistas (entre 120 y 126)… Clubes barriales y sociedades de Fomento… Bibliotecas Populares… Tolosa creció al calor del tren y de los trabajadores inmigrantes que aquí se radicaron en busca de trabajo.
Y también en estos predios, hace 110 años se inició desde los talleres de Tolosa la primera huelga de carácter general en los trenes argentinos y latinoamericanos. Los trabajadores ferroviarios de Tolosa pelearon por la jornada de 8 horas, la supresión del trabajo a destajo, el pago doble de las horas extra, y los domingos como día de libre descanso. La respuesta de la Empresa Ferroviaria (de Capital Británico), fue una rotunda negativa. Ninguna reivindicación fue atendida ni considerada.
Al poco tiempo la solidaridad con los huelguistas de Tolosa se extendió a los talleres de los ferrocarriles de todo el País. También adhirieron los obreros de la fábrica La Negra y los Astilleros de La Platense.
Para unificar y dirigir el conflicto, las aún escasas organizaciones sindicales constituidas de ferroviarios crearon un Comité Mixto, integrado por huelguistas de los diferentes talleres. El Gobierno y los Empresarios cerraron filas. La huelga ferroviaria de Tolosa duró tres meses, y fue derrotada.
Pero las luchas siguieron en los últimos años del siglo, en otros puntos del país, y en la primer década del siglo XX.
El Estado, por las dudas, ajustó sus mecanismos de defensa, y en 1902 sancionó la Ley de Residencia, y en pleno festejo del Centenario de la Revolución de Mayo, se sancionó la Ley de Defensa Social, en 1910, para controlar al elemento extranjero (así llamaba el Gobierno a los obreros inmigrantes) que ponían en riesgo los festejos del Centenario.
Hoy, en el Galpón de Tolosa, un 25 de Mayo de 2010, se agitan los parches del candombe del veinticinco, y desfilan por las calles tolosanas las cuerdas. Sin palcos. Sin esponsors. Sin show, pero con toda, toda la mística de doscientos años de cultura del trabajo.
El Centenario.
Ciudadanos sí, trabajadores y trabajadoras, no.
Durante los festejos del centenario, el 25 de mayo de 1910, al igual que hoy, Buenos Aires se convirtió en un gran escenario, con sus avenidas principales iluminadas, banderas albicelestes colgando desde espléndidos edificios públicos, y hasta se abrieron las puertas de los grandes palacios gubernamentales para impresionar a distinguidos viajeros. Con ansias de representar una tradición y una identidad nacional, se apeló a la idea de ciudadanos. La celebración intentó presentar como idénticos los intereses de la elite gobernante desde 1880, y los intereses de los inmigrantes. Claro que los inmigrantes eran trabajadores, pero fueron incluidos como ciudadanos de la nación argentina. Durante los festejos se realizaron exposiciones, congresos, se inauguraron monumentos que representaban el ideal de cultura y progreso indefinido, cuyo nacimiento se imaginaba en la Revolución de mayo.
Pero debajo de tanto festejo patrio, como quien barre la mugre bajo la alfombra, mientras en los escenarios centenarios desfilaban ciudadanos que actuaban, disfrazados, de trabajadores inmigrantes, mientras, en las calles corría desde 1902 la Ley de Residencia, con la cual el Gobierno podía expulsar a un trabajador inmigrante sin juicio y sin prueba alguna. Esta ley, que venía siendo exigida a los gritos por la Unión Industrial Argentina para frenar la creciente actividad sindical de los trabajadores, fue utilizada para reprimir cualquier clase de actividad obrera. También sus actividades culturales. Así, mientras los inmigrantes eran incluidos en los festejos del Centenario como ciudadanos, eran reprimidos en sus barrios, en sus luchas como trabajadores.
La ley de Residencia apuntó a los obreros que venían desde Europa, muchos con experiencia de lucha, y que tuvieron en nuestro país un papel protagónico en la organización de sindicatos, de bibliotecas populares, de clubes de barrio, de centros culturales, de sociedades de fomento y de socorro mutuo. En 1909, en este clima, sucede la Semana Roja. Una concentración convocada por la FORA, fue violentamente reprimida, once obreros muertos y cientos de heridos. La FORA, la UGT y los sindicatos autónomos al Estado y al Gobierno declararon la Huelga General. Trescientos mil trabajadores y sus familias acompañaron a los compañeros fusilados. La policía nuevamente reprimió y ocasionó varios muertos. El ejército y la policía acompañados por bandas nacionalistas, “niños bien” de la burguesía, se lanzaron sobre los barrios obreros, asaltando e incendiando círculos culturales, bibliotecas y locales obreros, para quebrar la organización y romper el movimiento.
La Ley de Residencia, y los festejos por el Centenario no alcanzaron. Es así que dos semanas luego de los festejos del Centenario, estando aún las calles céntricas porteñas adornadas con palcos y banderas, el Gobierno sanciona la Ley de Defensa Social, en junio de 1910, y declara el Estado de Sitio. La cacería en contra de los trabajadores volvía, pero ya sin tapujos. Fueron reprimidos, deportados y apresados. Su prensa y sus revistas culturales fueron silenciadas, y sus locales y centros culturales, clausurados, destruidos e incendiados al ser calificados en esos tiempos del Centenario como un peligro para la nacionalidad.
Fuente: Notas de Galpón de Tolosa
Algunos festejan que tendrán cuatro días de vacaciones. Otros, festejan que hay gente con ganas de festejar. Y otros, festejan vaya a saber qué. Y terminado mayo, viene junio, y con junio, un nuevo evento patrio: la Selección del Diego en el Mundial de Fútbol.
Venimos escuchando hace un tiempo anuncios acerca del Bicentenario, que de a poco se ha transformado en Política de Estado. A tal punto, que a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia, la Presidenta creó el Fondo del Bicentenario, para pagar la Deuda Externa.
Con ese mismo Fondo se están creando festivales, revistas, cursos y concursos, ferias, publicaciones, logos y banderas por el Bicentenario. Mientras se levantan en pocas horas nuevos y modernos centros culturales, bicentenarios y bien oficiales, una veintena de centros culturales independientes, populares y autogestionados fueron desalojados en el último año en la Capital Federal.
Mientras se paga la deuda externa con el Fondo del Bicentenario, muchas escuelas están sin agua y sin gas. Los alquileres se van por las nubes, y al mismo tiempo aumentan los desalojos violentos en los asentamientos populares, como sucedió hace pocos días acá en Gorina.
Mientras en los escenarios bicentenarios desfilan los artistas reconocidos, los trabajadores de la cultura y del arte siguen trabajando de a pie en forma precarizada, pasando una gorra en una esquina, en un semáforo. Mientras se habla de la cultura del trabajo, se reprime a quienes luchan por su salario, como en Terrabusi.
Si el Centenario tuvo la Ley de Residencia y las represiones a las huelgas obreras, el Bicentenario no se queda atrás: sigue en vigencia la Ley Antiterrorista, a pedido de EEUU, y en la Provincia de Buenos Aires, el Código Contravencional de Scioli se suma al gatillo fácil para seguir avanzando en la criminalización de la pobreza, presentando como un peligro a los pibes en situación de calle, y poniendo el eje de la inseguridad en los delitos comunes, y no en las grandes estafas de las multinacionales, en el tráfico de droga, en los desarmaderos, en la trata de personas.
En este mes de Mayo, de repente un espíritu patriótico nos sobrevuela, una especie de mensaje subliminal de respeto a las instituciones nacionales, a los mandatarios, a esta democracia que descansa en los laureles que supimos conseguir. Una teñida celeste y blanca nos viste de ¡ar-gen-ti-nos!. El mundial de fútbol ayuda. Ayuda a montar un espectáculo nacional, en el que el mensaje parece ser que todos tiramos para el mismo lado por el simple hecho de ser ciudadanos argentinos. Paz y unidad. Orden y progreso. Somos todos iguales, somos todos argentinos. Banderitas y globos. Vermú con papas fritas y… mucho, mucho show.
¿Todos hinchamos por la 10 de D10S?. ¿Y por la revolución de mayo de 1810?. ¿Revolución?. ¿Cuándo?. ¿Hace 200 años?. ¿Y hoy?. ¿Quién hincha?. ¡Qué hincha pelotas, en vez de estar contentos con tanta alegría bicentenaria en las calles!
Y así es… 200 años de Argentina… Y las cosas, más o menos siguen igual. Con otros ropajes, y otras tecnologías. Con escenarios y espectáculos más sofisticados, transmitidos en vivo y en directo. Tal vez, hace 200 años, las noticias corrían más lento, pero corrían igual. ¡Se fue el virrey!. ¡Asumen los criollos!. ¡Habrá libertad de vientres!. ¡Ya no seremos esclavos!. ¡Oid mortales el grito sagrado: ¡Libertad! ¡Libertad! ¿Libertad??.
Pero por abajo, siempre se gestan ideas de cambio, como sucedió en 1810, y como también sucedió con las luchas obreras durante el centenario. Ayer y hoy, están los que celebran la cultura del show y del espectáculo montado, y estamos los que festejamos que haya espacios de encuentro para quienes laburan, día a día, desde el arte y la cultura como herramienta de transformación social. ¡Y a eso, hay que festejarlo!.
Nada de amargura y de gestos parcos, que después de todo, los próceres usaban calzas. Nada de tristeza. Fuerte esos parches, y a festejar que hay cuerdas, cuerdos y no tan cuerdos que resisten, que construyen, que trabajan y se organizan para tomar la cultura en sus propias manos.
El Galpón de Tolosa.
En la mañana del 5 de enero de 2008, un grupo de estudiantes, profesionales, artistas, y trabajadores, comenzamos a limpiar uno de los muchos galpones abandonados que conforman el predio ferroviario de Tolosa.
No tenía ni techo, ni ventanas. Solamente altas paredes arruinadas y mucha, mucha mugre. Lo fuimos recuperando por medio del trabajo colectivo y militante, y por medio de la autogestión económica.
De a poquito, nos propusimos transformar este espacio abandonado en un Centro Social y Cultural, un espacio de encuentro para los vecinos del lugar, para los artistas y trabajadores del barrio.
Un poco de Historia.
Ya que estamos con la Revolución de 1810, y que presentamos el Galpón, aprovechemos para seguir escarbando en la Historia. Pero ahora, en la del Barrio de Tolosa.
Este Galpón que hoy es un centro Social y Cultural recuperado del abandono, es parte de los predios ferroviarios de Tolosa. Los mismos comienzan a construirse hacia 1885, y trabajaron en la edificación más de 3000 obreros. Con un total de 22.593 mts2, los predios se convirtieron en un centro obrero que dinamizó el desarrollo y crecimiento de toda la zona. Se construyo el Barrio las Mil Casas, el barrio de los maquinistas (entre 120 y 126)… Clubes barriales y sociedades de Fomento… Bibliotecas Populares… Tolosa creció al calor del tren y de los trabajadores inmigrantes que aquí se radicaron en busca de trabajo.
Y también en estos predios, hace 110 años se inició desde los talleres de Tolosa la primera huelga de carácter general en los trenes argentinos y latinoamericanos. Los trabajadores ferroviarios de Tolosa pelearon por la jornada de 8 horas, la supresión del trabajo a destajo, el pago doble de las horas extra, y los domingos como día de libre descanso. La respuesta de la Empresa Ferroviaria (de Capital Británico), fue una rotunda negativa. Ninguna reivindicación fue atendida ni considerada.
Al poco tiempo la solidaridad con los huelguistas de Tolosa se extendió a los talleres de los ferrocarriles de todo el País. También adhirieron los obreros de la fábrica La Negra y los Astilleros de La Platense.
Para unificar y dirigir el conflicto, las aún escasas organizaciones sindicales constituidas de ferroviarios crearon un Comité Mixto, integrado por huelguistas de los diferentes talleres. El Gobierno y los Empresarios cerraron filas. La huelga ferroviaria de Tolosa duró tres meses, y fue derrotada.
Pero las luchas siguieron en los últimos años del siglo, en otros puntos del país, y en la primer década del siglo XX.
El Estado, por las dudas, ajustó sus mecanismos de defensa, y en 1902 sancionó la Ley de Residencia, y en pleno festejo del Centenario de la Revolución de Mayo, se sancionó la Ley de Defensa Social, en 1910, para controlar al elemento extranjero (así llamaba el Gobierno a los obreros inmigrantes) que ponían en riesgo los festejos del Centenario.
Hoy, en el Galpón de Tolosa, un 25 de Mayo de 2010, se agitan los parches del candombe del veinticinco, y desfilan por las calles tolosanas las cuerdas. Sin palcos. Sin esponsors. Sin show, pero con toda, toda la mística de doscientos años de cultura del trabajo.
El Centenario.
Ciudadanos sí, trabajadores y trabajadoras, no.
Durante los festejos del centenario, el 25 de mayo de 1910, al igual que hoy, Buenos Aires se convirtió en un gran escenario, con sus avenidas principales iluminadas, banderas albicelestes colgando desde espléndidos edificios públicos, y hasta se abrieron las puertas de los grandes palacios gubernamentales para impresionar a distinguidos viajeros. Con ansias de representar una tradición y una identidad nacional, se apeló a la idea de ciudadanos. La celebración intentó presentar como idénticos los intereses de la elite gobernante desde 1880, y los intereses de los inmigrantes. Claro que los inmigrantes eran trabajadores, pero fueron incluidos como ciudadanos de la nación argentina. Durante los festejos se realizaron exposiciones, congresos, se inauguraron monumentos que representaban el ideal de cultura y progreso indefinido, cuyo nacimiento se imaginaba en la Revolución de mayo.
Pero debajo de tanto festejo patrio, como quien barre la mugre bajo la alfombra, mientras en los escenarios centenarios desfilaban ciudadanos que actuaban, disfrazados, de trabajadores inmigrantes, mientras, en las calles corría desde 1902 la Ley de Residencia, con la cual el Gobierno podía expulsar a un trabajador inmigrante sin juicio y sin prueba alguna. Esta ley, que venía siendo exigida a los gritos por la Unión Industrial Argentina para frenar la creciente actividad sindical de los trabajadores, fue utilizada para reprimir cualquier clase de actividad obrera. También sus actividades culturales. Así, mientras los inmigrantes eran incluidos en los festejos del Centenario como ciudadanos, eran reprimidos en sus barrios, en sus luchas como trabajadores.
La ley de Residencia apuntó a los obreros que venían desde Europa, muchos con experiencia de lucha, y que tuvieron en nuestro país un papel protagónico en la organización de sindicatos, de bibliotecas populares, de clubes de barrio, de centros culturales, de sociedades de fomento y de socorro mutuo. En 1909, en este clima, sucede la Semana Roja. Una concentración convocada por la FORA, fue violentamente reprimida, once obreros muertos y cientos de heridos. La FORA, la UGT y los sindicatos autónomos al Estado y al Gobierno declararon la Huelga General. Trescientos mil trabajadores y sus familias acompañaron a los compañeros fusilados. La policía nuevamente reprimió y ocasionó varios muertos. El ejército y la policía acompañados por bandas nacionalistas, “niños bien” de la burguesía, se lanzaron sobre los barrios obreros, asaltando e incendiando círculos culturales, bibliotecas y locales obreros, para quebrar la organización y romper el movimiento.
La Ley de Residencia, y los festejos por el Centenario no alcanzaron. Es así que dos semanas luego de los festejos del Centenario, estando aún las calles céntricas porteñas adornadas con palcos y banderas, el Gobierno sanciona la Ley de Defensa Social, en junio de 1910, y declara el Estado de Sitio. La cacería en contra de los trabajadores volvía, pero ya sin tapujos. Fueron reprimidos, deportados y apresados. Su prensa y sus revistas culturales fueron silenciadas, y sus locales y centros culturales, clausurados, destruidos e incendiados al ser calificados en esos tiempos del Centenario como un peligro para la nacionalidad.
Fuente: Notas de Galpón de Tolosa
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