martes, 30 de enero de 2007

María Alche: "En teatro, todo se puede mezclar"


Surgió en "La niña santa" en cine, y prepara dos obras: "Los padres terribles" de Cocteau, y otra con textos de Alfredo Zitarrosa.

FORMADA. Estudió, entre otros, con Helena Tritek, Julio Chávez y Pompeyo Audivert. Fue nominada a los Premios Clarín Espectáculos.

Juan José Santillán ESPECIAL PARA CLARIN

María Alche envuelve todo lo que la rodea con un perfume cítrico. Un aroma que se disuelve mientras recuerda un tramo de su vida en un antiguo caserón de Barracas. Allí, vivió sola durante un tiempo. "Fue raro —rememora, entre la nostalgia y lo freak— porque estuve en ese lugar que, según dicen, perteneció a los fundadores de Casa Cuna. Un espacio lleno de leyendas donde, encima, supe al tiempo que uno de los inquilinos, que vivía antes de que yo llegara, se suicidó en una de las habitaciones".

Alche, tuerce levemente el rostro en cada reflexión. Es uno de los gestos que esgrime a modo de comodín. Ahora, vive cerca del bar donde se hace la entrevista, entre Barracas y La Boca. A pocas cuadras de aquel caserón que podría haber salido del mejor Hitchcock. La actriz, que interpretó a los 19 años el personaje de Amalia en La niña santa, de Lucrecia Martel, piensa con lentitud. Habla en un tono lánguido agudizado por la lluvia y un entorno ideal para la siesta.

Cuenta Alche, mientras bebe con módicos sorbos un lungo capuccino, que llegó a ese protagónico mediante un casting. Algo de la mirada, un sesgo extraño y por momentos inclasificable, atrajo a la directora de La ciénaga para convocarla a interpretar una adolescente en plena ebullición mística-hormonal. Vale recordar la secuencia de la película donde el personaje interpretado por Carlos Belloso, es decir, el doctor Jano, se apoya en ella en medio de un tumultuoso grupo de curiosos que se aglutinan frente a un thereming.

La niña santa, fue su primer trabajo en cine. "Después de la película —continúa— decidí que iba a tomarme todo con mucha calma. De golpe, participé en el Festival de Cannes y tuve propuestas para hacer otras cosas. Esa experiencia fue riquísima, trabajar con Urdapilleta, Belloso, Morán; todos actores que me ensañaron mucho. Pero necesitaba respetar mis tiempos".

De modo que se sumergió en el teatro, donde empezó a trabajar a los once años cuando una amiga, que integraba el grupo Catalina Sur, la convocó para realizar un número de trapecio dentro de una obra que se presentaba en el Teatro de la Ribera. "Nunca tuve un planteo demasiado armado para definir mi rumbo como actriz. De chica me gustaba imitar a mis amigos, disfrazarme. Mi mamá fue actriz y algo de ella seguro que tomé." Se formó con Guillermo Angelleli, Raquel Sockolowitz, Helena Tritek, Julio Chávez y Pompeyo Audivert (con quien prepara, actualmente, un espectáculo basado en los recitados de Alfredo Zitarrosa).

El año pasado trabajó en dos espectáculos. La partida de caza, una versión dirigida por Andrés Mangone de la obra de Thomas Bernhard; y en Rodocrosita, una creación colectiva dirigida por el cordobés Paco Giménez. Por estas dos participaciones estuvo ternada como Actriz Revelación en la última edición los premios Clarín Espectáculos.

En Rodocrosita, se desarrollaban muchos elementos biográficos de los actores. "Conté mi vida de chica. Nací y viví muchos años frente a la avenida 9 de Julio. Mi papá es geólogo y el nombre de la obra salió a partir de una de sus experiencias con la rodocrosita, denominada piedra nacional, con la que trabajó en una mina de La Rioja".

Por ahora, María Alche continuará en ese repliegue teatral. Por estos días ensaya Los padres terribles, una pieza de Jean Cocteau que estrenará el 17 de abril en El Cubo, espacio Cultural. En este proyecto también estarán Mirta Busnelli, Luis Machín, Noemi Frenkel y Nahuel Pérez Biscayart. "Pienso que el teatro es un lugar donde todo se puede mezclar. Hay actores y directores que hacen cosas en el circuito comercial, oficial y off. Cada vez hay menos espacios definidos y eso vuelve interesante lo que se produce en teatro. "

Fuente: Clarín

martes, 9 de enero de 2007

UNAS FICHAS A... Luciano Cáceres: El teatro en la sangre

PRECOZ. A los nueve años, Cáceres comenzó a estudiar teatro. Después armó una sala propia y dormía en la cabina de luces.


Consolidado en el off, donde dirigió a Leonor Manso y tiene su propia sala, será el hijo de Alcón en "La muerte de un viajante".

María Ana Rago

Muchacho de 29 años, nacido en el Bajo Flores y actual vecino de San Telmo. A los 20 años decidió dejar de vivir con sus padres para independizarse, pero en vez de alquilar una casa para vivir, alquiló una casa para convertirla en un teatro: la cabina de luces fue su habitación. Ese es Luciano Cáceres, un joven que ya tiene más de cumplida que de promesa. En él, muchos ponen sus fichas. Leonor Manso lo convocó el año pasado para que la dirigiera en 4.48 PsicosisLa muerte de un viajante —obra de Arthur Miller, que protagonizará Alfredo Alcón, desde el 15 de enero en el Paseo La Plaza—.

Alto, de ojos claros y saltones. Actor, director y con algunas incursiones en la dramaturgia. "Mi viejo fue actor. No se dedicó profesionalmente al teatro, pero tuvo una sala independiente en la calle Rincón, en la que yo hasta viví; en la época de los militares, se la cerraron", repasa Luciano. Su papá se llama Genaro, pero adoptó "Ernesto" como nombre artístico, "por el Che"; trabajaba como empleado municipal para mantener a sus seis hijos.

"Yo quería estudiar teatro y a los 9 años mis papás me llevaron al Sindicato de Farmacéuticos, donde dictaban cursos gratuitos para niños; como nunca le pagaron a la profesora, el curso duró poco... Entonces fui a estudiar con Alejandra Boero", cuenta Luciano. "Estudié diez años con la Boero y participé de la construcción de Andamio 90. Iba a picar paredes, fui boletero, acomodador, actué en las primeras obras que se hicieron en Andamio", sigue este joven que debutó a los 11 años en el circuito off de teatro. "Hice de hijo, de niño del pueblo... Ensayaba hasta la 1 de la madrugada y a la mañana siguiente iba a la escuela".

Se anotó dos veces en Abogacía y tres, en Historia; pero no pasó nunca el CBC. Tenía ganas de estudiar en la universidad, pero los proyectos de teatro lo absorbían. A los 19 "empecé a hacer de todo: teatro físico, circo... las cosas más raras que te puedas imaginar. Y a los 20, puse mi propio teatro: Quintino Espacio Cultural. Y ahí hice mis primeros trabajos como director", dice. Todo, a pulmón. Para mantener la sala y para vivir, repartía volantes y atendía un kiosco. "Un día dije basta a esos laburos. Me cago de hambre, pero voy a tratar de vivir del teatro". Y se animó. Se presentó al casting de Rompiendo códigos, y quedó en el elenco de la obra que dirigió Alejandro Maci, en el Paseo La Plaza, con Arturo Puig, Gabriela Toscano y otros. "Ese fue mi primer trabajo comercial".

Era de los que piensan, con prejuicio, que no es bueno que el actor trabaje en la pantalla chica. "Le tenía fobia a la televisión, todo lo que era tele me parecía que estaba mal", reconoce. Con el tiempo, tuvo que admitir otra cosa. "Entendí que parte de la profesión tiene que ver con el laburo redituable. Es muy lindo hacer teatro, pero también tenés que tener plata para comer", asume. "Mis papás siempre me apoyaron y sabía que en cualquier momento podía ir a su casa e iba a tener para comer"; pero había que empezar a hacerse cargo.

Su primera aparición en la tele fue en Por el nombre de Dios, "donde compartí tres escenas con Alcón", recuerda. Hizo de malo en Amor en custodia; fue novio de Dolores Fonzi en El tiempo no para. Ahora es Ismael Hasan, en Doble venganza. En teatro, actuó, entre otras obras, en Bésame mucho y Nunca estuviste tan adorable, ambas de Javier Daulte. En octubre estuvo en Alemania, becado por el Instituto Goethe. En febrero se estrenará Sex, según Mae West de René Pollesch, bajo su dirección, en ElKafka. Va a actuar en la película Encarnación, de Anahí Berneri, con Silvia Pérez. Y en marzo se estrena Garúa, de Gustavo Corrado, filme en el que es protagonista.

La sala de la calle Quintino Bocayuva cerró. Luciano se asoció con otros para abrir el teatro Del Otro Lado, que luego pasó a llamarse ElKafka (Lambaré 866). "Tengo en el cuerpo la necesidad de crear espacios", confiesa. Vive con su novia, también actriz, Laura López Moyano. Prefiere abstraerse de la realidad y vivir de sus sueños. "Soy bastante fóbico", confiesa. "Me siento más cómodo en el teatro que en la calle".

Fuente: Clarín