viernes, 30 de agosto de 2002

EL CENTENARIO DE LEONIDAS BARLETTA

PAGINA/12 de Argentina
30 de Agosto de 2002

El arte como campana

Escritor, periodista y dramaturgo, figura central del Grupo Boedo y creador del Teatro del Pueblo, su personalidad resulta clave a la hora de analizar la historia cultural argentina del siglo pasado.

Por Angel Berlanga
“El teatro es la más alta escuela de la humanidad”, dijo Leónidas Barletta en 1964, en el marco del Festival Nacional de Teatros Independientes. Otra frase dimensiona todavía mejor su pasión, su aspiración, su pretensión: “Nos sentimos responsables, dentro de la formidable transformación que se opera, en la liquidación de viejos y carcomidos conceptos y en la constante renovación de valores. Queremos llevar el arte puro al corazón del pueblo, ser rectores de su comportamiento, inspirarlo en el bien, en la justicia, en la generosidad, encendiendo en su alma ansias de superación moral.” Muchos años atrás, el 30 de noviembre de 1930, a pocos días del golpe de estado contra Hipólito Yrigoyen, Barletta, nacido hace hoy exactos cien años, fundó el Teatro del Pueblo y asumió su dirección. La primera sede fue en la todavía angosta calle Corrientes, en el 465, un local que había sido una lechería. Y las primeras intenciones fueron enfrentar artísticamente al “teatro comercial”, cobrar poco y nada, poner en escena obras de autores nacionales y, de acuerdo al acta fundacional, “llevar a las masas el arte en general, con el objeto de propender a la elevación espiritual de nuestro pueblo”.

La distancia temporal entre los pronunciamientos del ‘30 y del ‘64 son apenas una señal de una perseverancia que lo acompañó hasta el final. Una voluntad que observó Roberto Arlt entre dos notas que publicó en el diario El Mundo. En la primera, a poco de la apertura del Teatro del Pueblo, anotó que se había llevado una pésima impresión, describió una sala destartalada y vaticinó un fracaso rotundo. Un año después escribió: “Aquí se está preparando el teatro del futuro, para que cuando esa gente se harte de películas malas, tenga dónde entrar. Estamos en los comienzos de la lucha. La situación creada a los autores sinceros en este país es fantástica. Los empresarios teatrales rechazaban la obra de las generaciones innovadoras. Sin embargo el público tenía curiosidad de conocer autores nacionales, quería ver lo que daba la generación del 900. Esto es lo que ha hecho Barletta. Ha creado un teatro jugándose su prestigio de escritor”. El Teatro del Pueblo fue escenario para grandes autores extranjeros (Shakespeare, Gogol, Tolstoi, Cervantes, Lope de Vega, Moliere) y también para estrenos de contemporáneos argentinos como Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo González Lanuza y Roberto Arlt, entre tantos. Barletta estimuló mucho a Arlt para que escribiera teatro y casi todas sus obras se estrenaron allí. Antes de cumplir los 30, Barletta ya tenía una nutrida trayectoria como periodista y escritor, con cuatro novelas, tres volúmenes de cuentos, uno de poemas y una obra de teatro. Junto a Elías Castelnuovo, Alvaro Yunque y Roberto Mariani gestaron el legendario Grupo Boedo: autores provenientes de ámbitos de pocos recursos, trabajadores, influidos por los novelistas rusos, simpatizantes con la revolución del ‘17, enfrentados con la otra mitad de la leyenda, el Grupo Florida. Barletta publicó en 1967 un ensayo llamado Boedo y Florida, una versión distinta, donde sostuvo que mientras sus viejos rivales querían “la revolución del arte”, él y los suyos buscaban “el arte para la revolución”. La virulencia de los enfrentamientos varía según las versiones, que son muchas. “De la disputa surgieron innegables beneficios”, escribió Barletta. “Los de Boedo se aplicaron a escribir cada vez mejor y los de Florida fueron comprendiendo que no podían permanecer ajenos a la política. Pero el beneficio más importante fue que la querella llegó a apasionar a la gente y surgió una literatura argentina y una masa de lectores hasta entonces inexistentes”.

Según escribió Raúl Larra en la biografía Leónidas Barletta, el hombre de la campana, a los siete años quedó huérfano de madre y su padre, que ya no aportaba demasiado por el conventillo donde vivían, decidió dejarlo alcuidado rotativo de tías y demás parentela. Salgari, Dumas y Verne estuvieron entre sus primeras lecturas. Cuando terminó la escuela primaria decidió no estudiar más y empezó a ganarse la vida trabajando. Entre 1924 y 1937, en paralelo con sus actividades literarias y teatrales, fue despachante de aduana en el puerto. Tras unos años como presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, en 1952 fundó Propósitos, un periódico político–cultural en el que acaso desarrolló su máxima lucidez como periodista e intelectual. Desde allí se opuso a los golpes militares, criticó ácidamente a Juan Perón (durante y tras sus dos primeras presidencias) y rescató a Evita, denunció las maniobras para privatizar la producción y explotación del petróleo y defendió el rol de YPF, rechazó la requisitoria de EE.UU. para que la Argentina se sumara a la guerra de Vietnam. Ese abanico de posturas le significaron persecuciones y clausuras varias. Propósitos, que llegó a tener una tirada de 100.000 ejemplares, apareció hasta 1975, el año en que Barletta murió.

Los temas centrales de su vasta producción literaria son la pobreza y las diferencias sociales. Sus personajes son, en general, hombres y mujeres pobres, y sus circunstancias, sentimientos e historias son narrados desde una óptica solidaria y comprensiva. Le molestaba que lo tildaran de “escritor realista”. “En todo caso, sólo soy un inventor de supuestas realidades”, argumentaba. No se advierten reclamos contra el olvido en el que parecen haber caído sus novelas y sus poemas. Sus libros, 37 en total (Royal circo, Historia de Perros, La felicidad gris, De espaldas a la luna, Pájaros negros, entre ellos), no se consiguen. Hay apenas algún que otro volumen perdido en librerías de antigüedades. En la Biblioteca del Gobierno de la Ciudad no hay un solo ejemplar de su obra. En la Nacional, unos pocos. Es en el Teatro del Pueblo, hoy ubicado en Diagonal Norte 943, donde mantiene su presencia y donde su idea del teatro como “instrumento de acción política y cultural” (al decir de Roberto Cossa, uno de sus actuales directores), persevera. Allí sigue la campana con la que Barletta, en la vereda de una todavía angosta calle Corrientes, le advertía a la gente que estaba poomenzar otra función.

Fuente: rodelu/perfiles

domingo, 25 de agosto de 2002

Una instalación viva de danza moderna en el Teatro Argentino

Con coordinación general y artística de Oscar Araiz y Liliana Ogando se presentarán el próximo fin de semana siete grupos de danza contemporánea

El próximo sábado a las 19 en la sala Pettoruti del Teatro Argentino y con entrada libre y gratuita se presentará una instalación viva de danza contemporánea conteniendo siete expresiones distintas, seis correspondientes a coreógrafos platenses y una de Lanús. La coordinación general y artística corresponde a Oscar Araiz y Liliana Ogando y es una coproducción del Teatro Argentino y de la Comedia de la Provincia.

Este encuentro que se repetirá el domingo 1º de setiembre a las 17, nació a partir de una convocatoria realizada a coreógrafos independientes contemporáneos y a la Escuela de Danzas Contemporáneas de La Plata, con participación desinteresada de todos. Fueron convocados Alejandra Ceriani, Laura Valencia (La Fabriquera), La Marea, Inés di Tada, Omar Saravia, Soledad Curiale y la Escuela de Danza. Como músicos invitados participarán Sami Abadi (violín), Verónica Almerares (cello), Alejandro Pérez (bandoneón), Federico Multinelli (musicalizador de La Marea), Ricardo Baldoni (banda de sonido) y contará con sonido e iluminación del cuerpo técnico del Argentino. En diálogo con EL DIA, Araiz, director del Cuerpo de Baile del Argentino; Ogando, coordinadora de la Comedia de la Provincia y Ceriani, una de las coreógrafas invitadas, contaron los alcances de esta experiencia inédita nacida de un diálogo entre los dos primeros. La idea, la propuesta se les bajó a los coreógrafos invitados y ellos elaboraron su trabajo, armando luego Araiz y Ogando el conjunto de la instalación.

"Cuando empezamos esta gestión con Daniel (Suárez Marzal) y empezamos a hablar de proyectos y posibilidades, surgió la posibilidad de activar zonas del edificio con eventos artísticos. En ese contexto, en una charla en el café del Teatro con Liliana surgió esta idea", recuerda Araiz. Ogando agrega que "juntamos mi tarea que tiende a la promoción de la danza contemporánea desde la Comedia y en distintos espacios del Teatro con ese proyecto de Oscar de hacer cosas nuevas y diferentes. Así elegimos la sala Pettoruti y realizar esta experiencia".


Una de las invitadas fue Ceriani que considera que "la convocatoria significa un reconocimiento al trabajo de una y además, importante por el desafío de un nuevo espacio. Mi trabajo será un solo con un músico con el que elaboramos una idea de performance".

Araiz apunta que "esta convocatoria a coreógrafos platenses debería ser una constante. Los coreógrafos de danza contemporánea tienen poca oportunidad de mostrarse, de expresarse y el teatro, con las limitaciones que impone un momento difícil, les puede proporcionar el espacio y lo que dispone, como en este caso aunque no haya remuneración. Para potenciar ese trabajo lo mejor es asociarse como sucede en este caso". Aclara que para él "no se justifica la creación de un cuerpo de danza contemporánea en el Argentino. Hay otra estrategia y tampoco es mi idea introducir la danza moderna en el Teatro. Si ampliar las posibilidades técnicas del cuerpo estable para poder abarcar otros lenguajes. Pero sería fantástico que pudiera existir un grupo de danza contemporánea con continuidad, estructura y apoyo en La Plata".

Araiz tiene un reconocimiento internacional y es las pocas figuras de la danza que en el país no necesita presentación. Sus trabajos en importantes compañías de Europa y coreografías como "La consagración de la Primavera", "Symphonia!, "Magnificat", Rapsodia", "Cantares", respaldan una trayectoria formidable. Su formación en el Argentino en tiempos de Dore Hoyer, sus estudios en Bellas Artes con Renate Schotelius le permiten afirmar que "La Plata cuenta con una tradición en danza contemporánea". Liliana Ogando, que también fue alumna de Renate Schotelius después de haberse formado en danza clásica, estudiando además con Ana Kamien, Ana Itelman, Betina Muraña entre otros maestros, coincide en esa tradición, pero piensa que el incendio del viejo teatro y los tiempos de la dictadura frenaron ese diálogo. Alejandra Ceriani, que maneja y se expresa a través de diferentes lenguajes expresivos como la plástica, el teatro y el cine además de la danza, coloca como hecho significativo la apertura de la Escuela de Danzas Contemporáneas, "fruto de un trabajo de mucha gente y durante varios años en nuestra ciudad. Fue un apoyo dado a todos los grupos de la ciudad".

Fuente: El Día