lunes, 12 de octubre de 1987

Del Mar Caspio, de la voluntad de ser


Esto de pretender comunicarse es un oficio ingrato. No aspiro a presentarme como víctima de un esfuerzo solitario. El dificultoso andar de esta comunidad de límites dudosos que llamamos país obliga a una inmensa mayoría a aceptar condiciones que no son las más agradables.

Pero con una imagen general fantasiosa del periodista, deberá saberse que, por curiosa contradicción, es éste un hombre o una mujer que contra su voluntad o no, en muchos sentidos se aisla, por las horas que le insume su tarea, por la absorción a la que ésta lo somete.

De manera que para un periodista platense, mucho más si lo es por una adopción que apenas lleva dos años, el teatro El Sótano puede ser un lugar recién descubierto.

Y es seguro que no son pocos los platenses de toda la vida que no han invertido una noche en tomar contacto con ese rincón que a un tiempo exhibe precariedad y osadía.

Armando Di Cocco, viernes y sábados a las 21.30, arriesga todo allí al llevar a escena "Del Mar Caspio", versión libre del Diario de un Loco que dirige Edgardo Molina, con la escenografía de Jorge Pérez.

El cronista -al que algún lector en extremo fiel podrá recordar como comentarista político- no se siente habilitado para incursionar en la consideración técnico teatral, pero con su intensión de comunicarse, sí se siente obligado a hacer saber sobre aconteceres humanos como la perseverancia, la búsqueda de la expresión en condiciones verdaderamente poco aptas, el amor
por la vida que se puede palpar en un actor que abraza una pieza complicadísima en el lugar tal vez menos apropiado.

El platense que no conozca El Sótano no podrá tener una imagen cabal de la singular voluntad a la que tiene que echar mano un actor y un director para exponer su arte en ese ámbito. Tiene que verlo por sí mismo.

Como aproximación, puede tener en cuenta por ejemplo que simplemente no hay escenario que el público está a apenas unos centímetros del actor, quien en función de segundos vuela incansablemente de un personaje a otro, diferentes y hasta contrapuestos entre sí. Y es ese mismo actor que capitalizando la maravillosa imaginación del escenógrafo cambia el ámbito con el simple movimiento de unas cintas elásticas y encendiendo y apagando luces, el mismo.

Entonces el comentarista político no puede hablar en el plano técnico teatral, pero sale sí con la convicción absoluta de que muchos, o todos si es posible, deben saberlo, deber informarse de esa casi increíble voluntad de crear y hacer.

Porque son estos los hechos humanos que, cualitativamente, ratifican condiciones reservas o instintos, componentes de una condición de ser frente a los cuales ninguna crisis o ningún afiebrado mandamás , ningún pasado de silencio puesto a la fuerza de muerte y que aún prolongue su halo siniestro, puede tener esperanzas de una victoria definitiva.

Si alguien cree lo contrario, si alguien no puede darse cuenta que hechos como éste demuestran que llegará el día en que estaremos totalmente vivos, totalmente libres, cuenta con la posibilidad de verficarlo entre otra decena de verdades, se lo dirá cada gota de sudor de Di Cocco que tendrá casi al alcance de su mano.

La Razón de La Plata (12 de agosto de 1987)

Cuando la locura se expone con talento

Foto año 2007

La obra de Nicolas Gogol, "Diario de un loco" ha servido en distintas oportunidades para confirmar las cualidades de un actor. Siempre el material se mantuvo tan intacto como el autor lo había construido y más aún, casi nunca se lo quebró para acercarlo a las necesidades de la época.

En nuestra ciudad el Grupo Rataplán acaba de estrenar una versión libre de esa obra con el nombre "Del Mar Caspio". Es este un trabajo que precisamente quiebra el material original y lo transforma en un espectáculo integral, en el que no solo el actor se convertirá en una figura fundamental; sino que además el espacio adquirirá dimensiones realmente trascendentes, de acuerdo a una puesta que no descuida el más mínimo detalle y aporta continuamente un sin número de signos que amplían la calidad de la versión.

Las rupturas del texto original hacen además que el protagonista busque diversos recursos en su relato. No faltará el distanciamiento (bien entendido), ni tampoco un juego de historieta que servirá para pronunciar algunos rasgos del desarrollo argumental.

"Del Mar Caspio" encuentra en Armando Di Cocco a un intérprete seguro. El actor recrea su personaje con habilidad. Utiliza todos los recursos expresivos a su alcance y hace del espectador un testigo obligado que no puede desentenderse de su historia.

Di Cocco proyecta una energía tan fuerte por momentos que modifica con su sola presencia al público. Su personaje es tan odiado como a la vez querido por quienes están siguiendo las alternativas de sus desventuras.

Además, el magnífico esquema espacial creado a partir de las modificaciones que proporciona el elástico que lo rodea, hace que no solo ese protagonista se vea modificado según la situación que corresponda; sino que también el espectador irá movilizándose con ese movimiento.

Es indudable que la dirección de Edgardo Molina es de una notable precisión. Cada actitud, cada desplazamiento del actor, cada sensación con la que trabaja ha sido investigada a fondo. Los resultados aparecen con claridad en esta manifestación teatral, de muy buena calidad, que se ofrece en "El Sótano".

Carlos Pacheco (Año 1987)