lunes, 16 de agosto de 2004

“La TV es un buen ejercicio actoral”

BUENOS AIRES
Es uno de los personajes más oscuros de la tira de Canal 13, pero su historial abarca una multitud de registros: Machín posee un entrenamiento que le permite disfrutar las funciones íntimas del Camarín de las Musas y el trajín infernal de la tira diaria: “Para mí todo se renueva y es como si lo hiciera por primera vez”.

Por Cecilia Hopkins

Hay quienes lo conocieron dos años atrás, cuando en Son amores interpretaba el rol del sojuzgado Belucchi. Otros, que ya lo habían registrado en publicidades televisivas –la del gangoso “tapa a rosca” o la del adicto a las tortas fritas– terminaron de ubicarlo a principios de este año en la piel del multifacético doctor Ponce de Padre Coraje. Pero el espectador de teatro descubrió a Luis Machín hace tiempo: comprobó su temperamento actoral, sus cualidades expresivas en Varios pares de pies sobre piso de mármol, con dirección de Rafael Spregelburd, tanto como en El pecado que no se puede nombrar, bajo la dirección de Ricardo Bartís y sobre textos de Roberto Arlt. Después de ambas puestas y sus correspondientes giras, a Machín se lo volvió a ver, entre otros, en el personaje perturbador que le tocó interpretar en Teatro proletario de cámara, sobre textos de Osvaldo Lamborghini, en Casa de muñecas, de Ibsen, en Amores perros de Ignacio Apolo y Lo que va dictando el sueño, de Griselda Gambaro.

A pesar de haber hecho cine (Felicidades, de Lucho Bender, El astillero, de David Lipszyc, Un oso rojo de Adrián Caetano) y de que actualmente graba para Pol-ka diez horas por jornada, la pasión de Machín por el teatro no ha disminuido: en estos días, ensaya junto a Patricio Contreras Ella, un texto de Susana Torres Molina que la misma autora dirige, y acaba de reponer junto a Alejandro Catalán y bajo la conducción de Omar Fantini, un trabajo de creación colectiva que se reestrena cíclicamente el cual, incluso, fue visto en Brasil, Venezuela y Francia. Se trata de Cercano Oriente, tal vez más conocido como La caja, espectáculo de corte experimental que puede verse los domingos a las 21 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960). El personaje que le corresponde a Machín, solamente identificado con el nombre de “el del piloto”, (el otro es “el del saco”), protagoniza un insólito rapto del destino: a raíz de un cortocircuito “deja este mundo y pasa a habitar un oscuro y degradado más allá y, desde entonces, la existencia de ambos personajes toma la forma aberrante de una épica del reencuentro”.

“Quiero que me vean jugar con la pelota un ratito... pero que no me la mezquinen, que puedan verme”, pedía Machín para sus adentros hace once años, antes de dejar su Rosario natal para instalarse definitivamente en Buenos Aires. Unos años antes, a los 23, ya había logrado tanta empatía con el público y la crítica rosarina que sentía que le faltaban estímulos y posibilidades concretas de crecimiento actoral: “Empecé a ver que me destacaban en las críticas y, al mismo tiempo, que a mí no me dirigían sino que confiaban en lo que yo producía... entonces pensaba, ¿de qué consagración me hablan si yo todavía no hice ni cine ni televisión?”, cuenta a Página/12. Para ponerse a prueba, Machín comenzó a viajar a Buenos Aires, a veces solamente para asistir a un casting y pegar la vuelta. A la espera de una oportunidad, seguía desarrollando en su medio una intensa actividad teatral.

Desde que decidió su vocación (en 1984, cuando cursaba el penúltimo año de la escuela secundaria), Machín pasó por el CRIT (Centro Rosarino de Investigación Teatral) y la Escuela Nacional de Teatro, donde se recibió en 1989. Llegó a hacer teatro infantil en Santa Fe por la tarde, y teatro para adultos por la noche y en Rosario. Recorrió de punta a punta su provincia, además de hacer giras por Corrientes y Chaco. También se vinculó con el grupo Arteón que dirige Néstor Zapata, y tuvo su propia agrupación cuando se creó la Filodramática La Quisimos con Locura, donde trabajó en puestas interdisciplinarias inspiradas en películas de James Bond o en letras de tangos. Hizo giras por Latinoamérica y en 1991 viajó con una obra de títeres para adultos por varias ciudades de España. Pero de tarde, para no perder la costumbre, se instalaba en las plazas paradedicar al público infantil obras de Javier Villafañe. Finalmente, una beca le permitió estudiar con Bartís en 1993, al tiempo que hacía con Alberto Ure un curso de actuación para TV. En vista de tanto trajín actoral, se comprende que a Machín no le caiga muy bien que algunos piensen que saltó de la publicidad de la cerveza a la TV. Pero tampoco se considera famoso: “No soy un actor mediático, a mí no me llaman para que hable sobre los piqueteros sino que me reconocen por los personajes que hago. Y está bien que sea así: los actores son lo que producen en la gente desde su lugar, que es el de la actuación”.

–¿No es raro que viniendo del teatro no haya tenido prejuicios respecto de la TV?

–Por suerte esa situación ya fue revertida, al menos en parte. Aunque quedan todavía muchos actores y directores que tienen la idea de que la TV es un género menor, que hay que acuartelarse en el teatro. Para mí, la verdad es otra, porque el prestigio no pasa por hacer solamente teatro: se puede trabajar muy bien en una tira diaria, aunque consuma muchísima energía. Si se produce con inteligencia, si se comprenden sus límites, el fenómeno televisivo puede provocar un ejercicio de actuación enorme. Siempre y cuando se rompa con los vicios que produce el medio, que no son muy diferentes a los que produce el teatro.

–Como espectador, ¿prefiere el teatro, el cine o la televisión?

–Me produce un gran placer hacer teatro, aunque debo decir que me cuesta mucho ser espectador, porque me aburro, tal vez porque le conozco los hilos. El cine, en cambio, me produce una fascinación enorme y puedo verlo sin una mirada crítica: ahí disfruto, me río, lloro, porque se me juega un grado de identificación mayor. Televisión, en cambio, veo muy poco: Padre Coraje es la primera tira que veo en mi vida, la miro siempre y si no puedo, la grabo.

–El teatro le exige repetir noche a noche lo mismo, la televisión, en cambio, ir improvisando sobre la marcha...

–No me cansa la repetición que implica hacer teatro: tengo hechas más de 300 funciones de una misma obra y pude comprobar que para mí todo se renueva y es como si la hiciera por primera vez. En TV, a medida que se va desarrollando el personaje uno ve qué va pasando. Pero el hecho de no saber cómo va a seguir la historia me produce un gran atractivo, porque hay que resolver situaciones todo el tiempo. Y también los autores se van enganchando con lo que uno entrega como actor y así se arma un círculo. Porque ellos escriben en función de lo que uno va proponiendo desde el trabajo diario. En ese sentido, la actuación en TV no es pasiva. Salvo cuando un actor se apoya en los ojos o en el físico que tiene. Esto hace que sus personajes estén muy acotados.

–¿Qué piensa del personaje que hace en Padre Coraje?

–La actuación se vuelca en el género que uno transite, sea televisión, teatro o cine... uno tiene un instrumento que afina y usa en la medida en que pueda hacerlo. A mí me tientan los personajes que no van en línea recta. Ponce es muy contradictorio, con muchas aristas, y es por eso que me produce una enorme satisfacción hacerlo: hace cosas espantosas pero a la vez, como médico, tiene aspectos muy humanos. Uno de sus lados oscuros tiene que ver con ser un homosexual reprimido, y también, con haber tenido una hija con una prostituta. A veces me dicen que siempre hago de malo, pero yo creo que hago personajes complejos: a la gente le cuesta entender los vericuetos de un tipo que descuartiza a alguien por encubrir a una hija, porque necesita identificarse con los buenos y odiar a los malos.

–En el Camarín lo ven actuar no más de 50 personas por noche, y en Padre... la exposición es masiva. ¿Percibe esa diferencia en términos actorales?

–Desde los últimos seis años convivo haciendo teatro y televisión, además de cine y publicidades, mayormente para afuera. No sé qué genera mitrabajo para un público y para otro. La actuación es lo que más placer me da en la vida. No hay otro hecho que me produzca mayor emoción, donde me sienta más vivo. Entonces, hacer una función para cincuenta personas o participar de un programa que es visto por millones forma parte de un mismo mundo, cerrado y secreto. El placer sigue siendo íntimo y personal: lo que le pasa al otro le pertenece a él. Yo no actúo distinto, porque lo hago para mí mismo. Estudio y pruebo, pero no para sondear el rating. En cine, tampoco uno tiene conciencia de la cantidad de gente que luego va a ver la película: el actor está frente a la cámara consigo mismo y con su compañero. Por eso, sólo pienso en la escena que tengo que hacer, en lo que se le juega a ese personaje.

Fuente: Página 12

sábado, 14 de agosto de 2004

Epitafios

Epitafios (2004), la primera serie dramática de ficción producida por HBO para Latinoamérica ha sido realizada por la productora argentina Polka Producciones y durante 13 capítulos sigue los pasos de un ex oficial de policía y una psicóloga, mientras tratan de capturar a un asesino en serie cuyo único objetivo en los últimos cinco años ha sido preparar una venganza que convertirá a la ciudad en un cementerio.

La serie se ha rodado en Argentina en formato cine (16 mm) y está protagonizada por actores del país, como Julio Chávez, Paola Krum, Cecilia Roth, Antonio Birabent y Villanueva Cosse. Se trata de una producción única en su género por su gran calidad narrativa. “Aquí yace quién nunca debió…” Así figura el epitafio del Comisario Benítez, la primera de las muchas inscripciones que un asesino prepara cuidadosamente para anunciar la muerte de sus víctimas. Epitafios es un thriller de suspense muy atractivo, lleno de acción y escenas de amor, realizado con la riqueza del mundo cinematográfico. Se desarrolla en única trama por capítulo, sin embargo cuenta con suficientes dosis de inquietud como para que el espectador no quiera dejar de verla.

La dirección ha estado en manos de dos cineastas: Alberto Lecchi (Secretos compartidos) y Jorge Nisco (director de series argentinas como Por el nombre de Dios o 099 central), que se han alternado cada dos capítulos, para aportar dos miradas a la historia. El rodaje de cada episodio ha durado entre dos y tres semanas, un tiempo inusual en el medio televisivo, donde generalmente cada entrega se graba en cinco días.

La música la ha compuesto el prestigioso compositor Iván Wyszogrod, reconocido por sus trabajos en las bandas sonoras de las películas Territorio comanche y El hijo de la novia, entre otras. Los efectos especiales juegan un papel muy importante. Se han utilizado técnicas digitales para la reconstrucción de escenas de crimen en 3D y un extraordinario maquillaje que permite mantener una línea efectista sin caer en lo morboso.

La trama, escrita por los hermanos Walter y Marcelo Slavich, comienza cuando el agente Renzo Márquez (Julio Chávez El visitante, Un oso rojo) abandona la policía al sentirse responsable por la muerte de inocentes en una escuela local. Cinco años más tarde, un cuerpo aparece brutalmente mutilado. Todo parece indicar que el crimen se relaciona con los eventos que motivaron el retiro de Renzo. A partir de ese momento, comienza una cruenta venganza cuyo autor (Antonio Birabent, Pequeños milagros, ¿Sabes nadar?) es un brillante asesino en serie que predice el destino de sus víctimas a través de enigmáticos epitafios. Bajo el asedio del asesino, la psiquiatra Laura Santini (Paola Krum, Cuatro amigas), también involucrada en los sucesos de la escuela, se ve obligada a reunirse con Renzo. Juntos deberán enfrentar los fantasmas de su pasado e intentar desvelar cada uno de los misteriosos epitafios, sin imaginar que la llegada de la detective de homicidios Marina Segal (Cecilia Roth, Todo sobre mi madre, Oscar a la mejor película extranjera, y Kamchatka, por la que obtuvo un Goya a la mejor actriz principal) dará un giro inesperado a los acontecimientos. La serie, volviendo al pasado, muestra que esta muerte y las inscripciones fúnebres están relacionados con un trágico hecho sucedido cinco años atrás en un colegio alemán en el que murieron carbonizados cuatro estudiantes después de que un profesor, Santiago Peñalver (Luis Machín) los tomara como rehenes para cobrar una deuda que mantenía la entidad con él.

Los personajes

  • Marina Segal (Cecilia Roth) es la detective de homicidios, una mujer obsesionada considerada en la serie como la mejor mujer policía debido a un incidente que marcó para siempre su vida: el suicidio de su padre, también policía de profesión. Ahora, se pone al frente del mejor caso de su carrera, seguir la pista de un asesino en serie. Cecilia Roth ha realizado interpretaciones en La hija del caníbal (2003), Kamchatka (2002), Deseo (2002), Antigua vida mía (2002), Todo sobre mi madre (1999), etc.
  • Bruno Costas (Antonio Birabent) es un personaje muy influenciado por su padre. Desde pequeño, le inició en los secretos de la muerte. Su madre siempre lo sobreprotegió y, cuando enfermó, algo se quebró en Bruno Costas, como si las puertas del infierno se hubiesen abierto sólo para él. Con una personalidad brillante, sensible al extremo, después de la tragedia del Colegio Alemán, en su mente comenzó a gestarse la venganza contra todos los culpables. Primero consiguió un sitio, una guarida. Luego consiguió ayuda financiera. Buscó aliados y se deshizo de ellos. Brillantemente, fue metiéndose en la vida de Laura y Renzo. Destacan sus interpretaciones en las películas El impostor (1996), Lisboa (1998)y ¿Sabes nadar (2000), entre otras.
  • Renzo Márquez (Julio Chávez) ingresó en la escuela de oficiales de policía, igual que lo había hecho su padre, tras una adolescencia marcada por las drogas y el coqueteo con la delincuencia. Allí encontró en el comisario Benítez un apoyo decisivo y, poco a poco, se fue convirtiéndose en su mano derecha. Ya había pedido el traslado del departamento de homicidios cuando sucedió la tragedia del Colegio Alemán, que lo llevó a abandonar la policía. El sentimiento de culpa por la muerte de los cuatro chicos lo convirtió en un fantasma urbano, en un ser cínico e incrédulo cuyo único objetivo es salir con su taxi en busca de dinero suficiente para vivir y para comprar ansiolíticos. Ha trabajado en películas como Extraño (2002) Un oso rojo (2002), El visitante (1991) y Un muro de silencio (1992), entre otras, y en televisión en miniseries como Par simple (1998) y Archivo negro (1997).
  • Laura Santini (Paola Krum) es hija única de madre soltera, liberal y psicóloga reconocida. Creció en soledad y a los 18 años se independizó. Seis años después, se graduó de psicóloga, tal vez para poder entender mejor su vida. A los 27 años conoció a Fernán, un abogado recién licenciado con el que se casó y tuvo a su hijo Nico. Durante los primeros años de convivencia, Laura sintió que, de alguna manera, había triunfado, pero, con el tiempo, algo comenzó a fallar, hasta que un día comprendió que estaba casada con un desconocido. Por eso, encontrar a Renzo Márquez en las horrendas circunstancias en las que lo conoció, terminó de derrumbar ese mundo que creyó, durante un buen tiempo, ideal. Ha colaborado en películas como La suerte está echada (2005) El séptimo arcángel (2004) y Nada por perder (2001).

A medida que avanza la serie, se desvela la personalidad de los personajes y se analiza su pasado, que el asesino anónimo conoce a la perfección. La clave de esta gran producción es que las muertes se suceden manteniendo el misterio, ya que se oculta la razón que mueve al brutal asesino a cometer estos sangrientos e ingeniosos crímenes. Cuando todo parece terminado un nuevo epitafio sacude a los protagonistas. La serie, que no pretende revolucionar el género, a través de una trama sólida trata de captar a un público amplio.

Epitafios ha disfrutado de una gran aclamación por parte de la crítica. Tras el éxito obtenido en Argentina, fue subtitulada al inglés y al francés para estrenarse EE.UU y Francia. La prestigiosa revista Entertainment Weekly la ha incluido en su lista de programas imprescindibles y la ha calificado como “una excelente serie de televisión argentina”. The New York Times la calificó como “Un thriller con mucho suspense y con un toque de locura. Adictiva y difícil de resistir”. The Washington Post publicó que “la serie, realizada en Argentina, había sido tan buena y había causado tanta repercusión, que la habían subtitulado en inglés y francés”. El Diario Clarín (Argentina) manifestó que “Epitafiós tenía una gran estética cinematográfica y actuaciones brillantes”. En su estreno en Francia, la prensa la calificó “como una renovación del género de ficción por su alto contenido dramático y una revolución latinoamericana por su calidad de realización”.

PolKa Producciones, creada en Argentina en 1994, es una productora de gran reconocimiento por sus trabajos de altísima calidad en cine y televisión. Ha realizado ocho largometrajes, entre ellos la aclamada película El hijo de la novia, nominada a mejor película extranjera en los Premios Oscar 2002 y ganadora del premio del público en el Festival de Cine de la Habana y en el São Paulo International Film Festival, entre otros reconocimientos, y Luna de Avellaneda, en la que Ricardo Darín obtuvo el premio como mejor actor en la 49 Semana de Cine de Valladolid, y Daniel Fanego, consiguió el Condor de Plata 2005 como Mejor actor de reparto.

Fuente: pizquita

viernes, 13 de agosto de 2004

Confesiones de una mente peligrosa

Estreno: "Epitafios", por HBO
Desde mañana, la primera producción original de la señal para América latina

Las historias de asesinos seriales han tomado un protagonismo cada vez mayor dentro del género de suspenso. Las mentes criminales -desde el Moriarty de Sherlock Holmes o su contraparte real, Jack el Destripador- fueron evolucionando hasta la década del 90, en que películas como "El silencio de los inocentes", "Pecados capitales" y centenares de variaciones y derivaciones terminaron de concretar la vuelta de tuerca anunciada: el serial killer como héroe repelente (digamos, "Hannibal"). Los minutos y centímetros que la TV y el cine han dedicado a analizarlos, demonizarlos, entronizarlos o simplemente describirlos han crecido exponencialmente, popularizando en todo el mundo lo que en algún momento se pensó -erróneamente- como una contribución eminentemente norteamericana al delito en la ficción, como las hamburguesas a la gastronomía. Hasta ahora.

De una muerte anunciada

"Epitafios", la primera producción original de HBO para América latina, a cargo de Pol-ka, es, según los guiones de los hermanos Walter y Marcelo Slavich ("El garante" y "Por el nombre de Dios") tanto la historia de un asesino serial como la de sus futuras víctimas, para las que compone sus epitafios con antelación, que funcionan como aviso y reaseguro simultáneamente.

Todo comienza cuando el comisario Benítez (Lito Cruz) recibe una llamada que lo invita a desplazarse hacia una casa abandonada para descubrir la primera parte de un sangriento acertijo, que lo involucra en las consecuencias de un procedimiento policial devenido en tragedia, de la que también participaron su protegido, Renzo (Julio Chávez) y una psicóloga, Laura (Paola Krum). Los tres tienen su lápida y sus epitafios en esa casa y pronto se verán involucrados en la investigación, que intentará detener al asesino antes de que pueda llevar a cabo una elaborada y bizantina venganza. El problema es que Renzo es ahora taxista, ya que se retiró de la policía luego del rescate fallido, y Laura se ve envuelta, además de en la búsqueda frenética del culpable, en un chantaje que apunta a su pequeño hijo como reaseguro de su obediencia.

La miniserie, de trece capítulos, fue rodada íntegramente Buenos Aires en 16 mm por dos equipos, encabezados por los directores Jorge Nisco ("Comodines") y Alberto Lecchi ("Perdido por perdido"). El elenco se completa con Cecilia Roth, Oscar Ferreiro, Miguel Guerberoff, Luis Machín, Lucrecia Capello, Norman Briski, Esther Goris, Antonio Ugo, Jorge Marrale y Daniel Hendler, entre muchos otros.

Por Dolores Graña
De la Redacción de LA NACION

martes, 10 de agosto de 2004

Comienza el regional de teatro infantil y títeres de la Comedia

Desde hoy y hasta el próximo viernes se llevará a cabo en la Sala Armando Discépolo, calle 12 entre 62 y 63, el "Encuentro Regional de La Plata de Teatro para niños y títeres", organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, dependiente del Instituto Cultural bonaerense. El ciclo contará con 14 obras diferentes, entre las que saldrá la encargada de representar a nuestra ciudad en el encuentro provincial que se realizará próximamente.

Hoy, el grupo Ombú ofrecerá tres obras: a las 10, "Las aventuras de Lucky y Mora"; a las 12, continuará con " Aquí sonrisa" y, a las 14, "Mundo ilusión", todas con dirección de Martín Harrand.

Mañana, a las 10, el grupo La Vereda presentará "Las calles de los fantasmas", con dirección de Graciela Cabezas; a las 12, el grupo El Sombrero dará "Juglereando", dirigida por Daniel Melluso; a las 14, "Al revés del circo", a cargo del grupo IEBA, con dirección de Germán Crivos; y a las 16, La Gotera presentará la obra "Murguita al cuadrado", con dirección de Diego Aroza.

El jueves, a las 10, el grupo Melodía pondrá en escena "Mirá como me pongo", dirigida por Leonardo Torremore; a las 12, el grupo De Teatro Topográfico ofrecerá "El príncipe Blue", con dirección de Hugo Víctor Fernández; a las 14, el grupo Vuelve en Julio dará "Hércules y el fuego del Olimpo", con dirección de Carlos Ayala; y a las 16, Las Crines del Chancho presentará "Nunca fue fácil ser un superhéroe", dirigida por César Genovesi.

Finalmente, el viernes, el grupo Teatro del Firulete pondrá en escena la obra "Icarovoló", a las 10, dirección de Víctor Galestok. Continuará a las 12, el grupo Tablas y Ferias con "Historias del ángel de la Fragua", dirigida por Miguel Greco; y el Encuentro Regional culminará a las 16, con la obra "Un viejo y buen herrero llamado pobreza", de la Compañía de Teatro de Títeres Asunta, dirigida por Paula Varreti.

Fuente: El Día

jueves, 5 de agosto de 2004

"Noche cerrada": barcos a la deriva

Por Irene Bianchi

"Noche cerrada" Dramaturgia: Daniel Veronese, Laura Valencia. Elenco: Delia Aguinaga, Fernanda López Camelo, Mónica Fernández y Patricia Ríos. Realización escenográfica: Enzo Brutti y Jorge Lanza. Diseño lumínico y asistencia técnica: Luis María Elicabe. Música original: Federico Jaureguiberry. Asistencia de dirección: Laura Peres. Dirección: Laura Valencia. Galpón de la Comedia, calle 49 e/ 3 y 4. Domingos 19.30.

Presentada en el marco del ciclo Nuevas Tendencias, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, "Noche cerrada" se basa en dos obras: "No me muevo hasta que el agua me llegue al cuello" de Laura Valencia, y "Ring side", de Daniel Veronese. El denominador común: cuatro mujeres lidiando con su soledad, su sensación de abandono, de desamparo; la rivalidad, la incomunicación, la búsqueda, la frustración, el sin sentido.

En la puesta de Laura Valencia, nada de lo que el espectador ve resulta previsible. Todo sorprende, saca de encuadre, sobresalta, elude una decodificación lógica y racional. Paralelamente a las palabras, las protagonistas utilizan otros lenguajes de alto impacto, estímulos que entran por todos los sentidos: sonidos, sabores, texturas, olores, imágenes provocadoras e inquietantes.

El compromiso físico de las actrices es absoluto, riesgoso, visceral. No se dan ni dan respiro. Arman y desarman las escenas a un ritmo vertiginoso, frenético. Van mutando, transformándose, modificándose a los ojos del público, multiplicándose en otras tantas, reciclándose.

El espacio no convencional que ofrece el Galpón de la Comedia es el lugar ideal para una propuesta de este tipo. La utilización de este ámbito tan particular es plena e integral. No hay cuarta pared, no hay límites ni fronteras, no hay casi separación entre escena y platea.

Una vez más, la joven autora y directora Laura Valencia pone en evidencia su talento y creatividad, su afán de explorar, de experimentar, de transitar nuevos caminos, de romper moldes, de provocar, de ensayar enfoques diferentes, de abordar el hecho teatral desde una óptica innovadora, arriesgada, por momentos shockeante. La música de Federico Jaureguiberry enriquece la puesta.

Cuenta Valencia en "Noche cerrada" con un elenco sin fisuras, incondicional a la hora de exponer y exponerse, afiattado, rigurosamente entrenado, versátil.

"Noche cerrada": cuatro mujeres tirando redes al mar.

Fuente: Diario El Día

martes, 3 de agosto de 2004

"Del otro lado del tiempo": La muerte y la doncella

Por IRENE BIANCHI

"Del otro lado del tiempo", de Gustavo Vallejos. Intérprete: Verónica González. Diseño de vestuario: Analía Seghezza. Realización de vestuario: Graciela Galindo. Ambiente escenográfico: Gustavo Vallejos, Verónica González. Dirección, musicalización y táctica escénica: Gustavo Vallejos. Domingos a las 20 en el centro cultural El Núcleo, calle 6 Nº 420.

Aun cuando nos sabemos mortales, la mera idea del fin de la existencia terrena nos parece aterradora. El temor a lo desconocido, el miedo al sufrimiento, el apego a personas y objetos, el desasosiego de disolverse en la nada, parecen invalidar el sentido de la vida. Para qué vivir, nos preguntamos, si todo se acaba. ¿Para qué venimos, si tarde o temprano e inexorablemente deberemos partir? ¿Cuáles son las reglas de este juego macabro, antojadizo, ilógico, cuyas únicas certezas son el punto de partida y la línea de llegada?

En el fondo, cada uno confía que a nosotros no nos va a tocar, que la Parca nos va a saltear, que no nos llamará con su dedo huesudo para que la sigamos vaya a saber dónde. Nos hacemos los distraídos, la negamos como si de ese modo lográramos aniquilarla. Entonces siempre nos agarra desprevenidos, distraídos, con la cabeza en otro lado, para nada preparados ni dispuestos.

Nos resistimos a aceptar que la muerte forma parte de la vida, que somos pasajeros en tránsito, y que tal vez nuestra breve permanencia en este plano sea una oportunidad para aprender y evolucionar.

De este tema tan insondable y espinoso habla "Del otro lado del tiempo", la nueva pieza de Gustavo Vallejos, tan bellamente interpretada por Verónica González.

Como para detener de entrada el parloteo mental del espectador y desbaratar su enfoque intelectual, el director hace que su actriz se exprese verbalmente a través de un lenguaje sin sentido ("gibberish"), una suerte de farfulla o galimatías que el público va descifrando a través de la acciones, gestos, tonos e intenciones de la protagonista.

Al desidentificarse de la mente, se produce automáticamente un estado de alerta, de atención consciente, un súbito despertar. Se mira sin juzgar, sin evaluar, sin filtros, sin preconceptos, sin tratar de entender desde la razón, sin etiquetar ni encasillar. Se intenta ser uno con lo que se ve, fundirse, eliminar la distancia entre el observador y lo observado, transformarse en un testigo silencioso.

Hay justamente en la puesta de Vallejos una revalorización del silencio, de las pausas, del subtexto, de lo no explicitado. El clima es el de una ceremonia ritual, preñada de símbolos, que abre una puerta secreta a mundos más sutiles e ingrávidos, una dimensión en la que se esfuman tiempo y espacio, desaparecen las formas, y se tiene un atisbo de lo sublime.

Fuente: Diario El Día

Verónica González fluye armónicamente en su interpretación, con absoluta entrega y naturalidad. Posee un instrumento muy afinado y está a la altura de las exigencias de un trabajo nada fácil.

Como quien pela una cebolla, Vallejos se va deshaciendo de lo superfluo, de lo accesorio, del adorno, para enfocarse en lo esencial y, de alguna manera, invita al espectador a recorrer el mismo camino.