jueves, 30 de enero de 2003

En busca de un ser humano nuevo

“La última noche de la humanidad”, de Emilio García Wehbi y Ana Alvarado a partir del universo de Karl Kraus. Intérpretes: El Periférico de Objetos (Maricel Alvarez, Federico Figueroa, Emilio García Wehbi, Román Lamas y Eliana Niglia). Música primer acto: Cecilia Candia. Iluminación: Alejandro Le Roux. Escenografía: Norberto Laino. Asistentes de dirección: Felicitas Luna y Ezequiel Steinman. Puesta en escena y dirección: Ana Alvarado, Emilio García Wehbi y Daniel Veronese. En el Espacio Callejón.

Nuestra opinión: bueno.

El espectáculo fue concebido a pedido del Wiener Festwochen de Austria, y estrenado en ese festival en mayo de 2002. La propuesta parte de una pieza escrita en cinco actos, un prólogo y un epílogo, “La última noche de la humanidad” del austríaco Karl Kraus. Texto imposible de llevar a escena que fue escrito casi en su totalidad durante la Primera Guerra Mundial y que muestra a pleno el pensamiento de su autor. Un visionario que en las primeras dos décadas del siglo XX pudo imaginar cómo sería el mundo contemporáneo, sobre todo después y a causa de las guerras.

Kraus escribía un periódico que se llamaba La Antorcha, en él bajaba su pensamiento y no aceptaba otros escritos que no fueran los producidos por él. Lo leían los intelectuales de su época: Sigmund Freud, Alban Berg, Bertolt Brecht, Walter Benjamín y Theodor W. Adorno, entre muchos otros. Tenía tantos enemigos como detractores. Y si lo vemos desde este presente debemos afirmar que pocos como él intuyeron que el mundo iba hacia la barbarie, la degradación del ser, la devaluación del lenguaje, la decadencia de los medios de comunicación.

“La última noche de la humanidad” es un texto muy emblemático. Para concebirlo, Kraus no hizo más que escuchar las distintas voces de su sociedad. Porque indudablemente cada quien opinaba, a su manera y desde su posición cultural, sobre la guerra que estaba por estallar. El tomó todas esas voces y armó su texto. Convencido, además, de que los medios de comunicación eran capaces de anular el pensamiento general en su alabanza a la guerra. Llegó a decir: “Al principio era la prensa, después apareció el mundo”. Y como las voces eran tantas, en su pieza están todos los géneros y todos los estilos, conviven la risa con el horror.

Kraus fue tan visionario que en el prólogo de su obra escribió sobre la falta de posibilidades de estas sociedades por comprender lo suyo. Porque, según decía, su pieza estaba escrita con sangre y eso nadie iba a poder soportarlo. “Y el contenido –agregaba– es el de todos estos años irreales, impensables, inasibles para una mente despierta, inaccesibles para la memoria.”

En verdad no estuvo mal que los productores vieneses buscaran recuperar un material tan escondido como “La última noche de la humanidad”. Posibilita enfrentarnos a una verdad: al cabo de las décadas no hicimos más que matarnos unos con otros, estúpidamente (esta última palabra le gustaba mucho a Kraus). Después de la Primera Guerra Mundial vinieron muchas guerras y según parece faltan muchas más. El gran tema es ¿cómo estamos en estos tiempos? ¿Qué voces podrían hacerse cargo hoy de esa representación? ¿Hay tantas voces como en el tiempo de aquella preguerra en Viena?

Opereta decadente

En su puesta El Periférico de Objetos parecería decir que no. Es más, ni siquiera les interesa tomar todo el texto. Se quedan con las ideas, muchas imágenes, con el sarcasmo de Karl Kraus y muestran una primera parte de opereta –por cierto muy decadente– sombría y hasta desafiante, y otra segunda donde la actualidad –este presente– no aporta muchas posibilidades.

En la primera aparecen unos hombres y mujeres después de la guerra, mezclados con el barro, intentando sobrevivir a la destrucción y a la muerte. Todo parece haber terminado, pero a la vez todo parece empezar.

Cuando llega la segunda parte –después de veinte minutos de intervalo en los que mientras uno puede tomar algo escucha una voz en off que habla de los horrores de la guerra, y uno escucha y dice: “¡Qué terrible!”, pero sigue hablando o sigue tomando– muestra a los cinco actores en un ámbito totalmente blanco. Allí experimentan con ellos, con los restos de aquella civilización. Una sociedad avanzada parecería investigar qué puede pasar con lo que quedó. Y pasa lo mismo. Todos se destruyen. Sólo queda un hombre y una mujer. ¿Todo volverá a empezar?

Indudablemente, mucho ha cambiado desde los tiempos de Kraus. Todo ha sido mayor degradación. Y encima en esta parte del mundo nos obligan a hablar en inglés. El mapa de la Argentina aparece en el interior de la puerta de una heladera (¿se habrá congelado?) y se baila el tango casi desnudo y sin pasión. Pero a la vez todos los objetos de consumo nos dominan, no nos dejan hablar, pensar, actuar, pensar, discernir, pensar, hablar en español, pensar. Tenemos hambre, pero la televisión no hace más que mostrarnos a chefs preparando exquisiteces. Habitamos ese espacio, en el que por otro lado no hay pasión posible. Y la vida se perdió... tal vez en tiempos de Karl Kraus.

Pero a la vez esta experiencia no está lejos de ese hombre. El mismo Kraus escribió en su época (1920) frases como: “Mientras más cerca vemos las palabras, desde más lejos nos hablan” o “Nunca antes había visto tal militancia en la banalidad como ahora”.

El Periférico se Objetos sigue esa línea.Y es extraño dentro de sus trabajos. Pero hay que tener en cuenta que desde “Monteverdi, método bélico” la compañía ha modificado, y mucho, su búsqueda. Cada vez son más actores, cada vez se dejan manipular más por los objetos (ellos que manipulaban objetos como nadie), cada vez son más siniestros al hablar de un presente que sólo expone la destrucción del hombre. Como espectadores estamos participando del cambio de una de las compañías más fuertes de Buenos Aires. La misma que en los años 90 representaba, ellos desde afuera, como actores, el “Acto sin palabras”, de Samuel Beckett, pero que hoy demuestra que el ser humano ha caído en la misma trampa.

Aquel muñequito del espectáculo “Variaciones sobre B...” se llamaba Fernández. Hoy, según el grupo, todos somos Fernández, hasta los propios intérpretes. ¿Dónde está Karl Kraus?, en un ideal: “Si no puedo seguir adelante –escribió el autor– he topado seguro con la pared del lenguaje. Y, entonces, me retiro sangrando, y quiero seguir adelante”. Pero mientras tanto –puede agregarse– busco, investigo, lo intento, en una de esas aparece otro hombre.

Carlos Pacheco

Se repone otra obra de El Periférico

  • “El suicidio (Apócrifo I)”, el inquietante trabajo de El Periférico de Objetos vuelve este fin de semana a El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034). Luego de presentarse en diversos festivales internacionales, esta propuesta estrenada el año pasado en el marco del Theater der Welt, que tuvo lugar en Alemania, a partir de mañana hará funciones los viernes y sábados, a las 21. “El suicidio” es la producción número once del grupo y cuenta con la dirección de Ana Alvarado, Daniel Veronese y Emilio García Wehbi (los fundadores del grupo), y las actuaciones de Guillermo Arengo, Alejandra Ceriani, Laura Valencia, Julieta Vallina y Fernando Llosa.

Fuente: LA NACION

martes, 21 de enero de 2003

“Lamentablemente, somos parte del establishment”

El director y actor Emilio García Wehbi anuncia el estreno local de El Periférico de Objetos, “La última noche de la humanidad”, de Karl Kraus, una obra presentada con éxito el año pasado en Viena.

Por Cecilia Hopkins

Mientras El suicidio aún está en cartel, El Periférico de Objetos se apresta a estrenar La última noche de la humanidad, en un teatro remodelado. La obra, con dirección y dramaturgia de Emilio García Wehbi y Ana Alvarado, está basada en Los últimos días de la humanidad, obra escrita por el austríaco Karl Kraus durante la Primera Guerra y publicada cuando concluyó, en 1919. Coproducida por el grupo y el Wiener Festwochen de Austria, el espectáculo ya fue estrenado en Viena, en mayo del 2002. La versión local cuenta con las actuaciones de Maricel Alvarez, Federico Figueroa, el propio García Wehbi, Román Lamas y Eliana Niglia. La música es obra de Cecilia Candia, el diseño de iluminación pertenece a Alejandro Le Roux y la escenografía a Norberto Laino. El estreno coincide con el relanzamiento del Teatro Callejón –ahora Espacio Callejón– que ha remodelado su sala y construido un ámbito pensado para exposiciones, además de un bar. La idea es ofrecer “un perfil ecléctico, abierto a todas las disciplinas”, según asegura García Wehbi, flamante director artístico del teatro, en una entrevista con Página/12.

El espectáculo que se estrenará el sábado toma como eje fundamental a la mencionada obra de Kraus, una tragedia en cinco actos, con prólogo y epílogo que ocupa unas 600 páginas, y que según Wehbi “hace una crónica del universo austríaco de la pre-guerra, en el que Viena aparecía como el centro del mundo”. Pero el director y actor aclara que El Periférico se inspiró en el clima que presenta toda la producción del autor austríaco, “un personaje anti-todo, una especie de justiciero que estaba en contra de la intelligentzia vienesa, que denunció con una sátira feroz los mecanismos de propaganda y la industria montadas a favor de la guerra, así como la imbecilidad y la ceguera del Imperio Austro-Húngaro”, según define.

Nacido en el seno de una familia judía que se trasladó a Viena cuando él era niño, Kraus (1874-1936) se dedicó desde muy joven a la escritura satírica, empecinado en criticar las costumbres de su ciudad de adopción, centro artístico e intelectual de la época de Francisco José I, la misma de Sigmund Freud, Arnold Schönberg y Alban Berg. Las controvertidas apariciones públicas de Kraus y sus textos actuaron a modo de conciencia crítica: el escritor saltó a la fama con la publicación de su artículo “La literatura demolida”, en el que, a raíz de la demolición del por entonces famoso café Griensteidl (Megalomanía, en alemán), criticó a muchos de los artistas plásticos, escritores y gente de teatro que solía reunirse en torno a sus mesas. Las ironías de Kraus subrayaron las ansias de reconocimiento público de muchos de sus asistentes, quienes parecían más preocupados por hacerse ver en el café que por dar a conocer sus obras. “Allí se recogerán con prisa –escribía– todos los utensilios de la literatura: falta de talento, poses, manías de grandeza, chicas de suburbio, corbatas, amaneramiento, monóculos y nervios secretos.”

A los 24 años, Kraus –que disertaba acerca de la pureza de las palabras y la impureza del discurso público– comenzó a editar La Antorcha, una revista de aparición quincenal que salió 12 años consecutivos, en la que aparecieron artículos de Frank Wedekind, Franz Werfel y August Strindberg, entre otros. Hasta que no aceptó más colaboraciones de nadie y se dedicó a sacar la revista él solo sin ni siquiera llegar a contestar las cartas de sus lectores. Por aquellos años, también organizó conferencias en las que leía sus escritos con vehemencia teatral: aseguraba ser “el primer caso de escritor que vive lo que escribe como un actor de teatro”.

–¿Cómo surgió el proyecto de hacer “La última noche...”?

–El Wiener Festwochen nos propuso producir una obra y nos dio a leer La noche italiana, de ödön von Horvarth, un material que, aunque tiene que ver con el pensamiento progresista, no nos interesó. Como siguieron insistiendo, luego de algunas conversaciones surgió el nombre de Kraus.Nosotros conocíamos el texto y enseguida aceptamos porque pensamos que una obra que tiene mil y pico de personajes es pertinente a nuestro “mundo Periférico”: es una obra que lleva implícito un monstruo y necesita una adaptación. Así que la dividimos en dos partes: la primera tiene un clima de posguerra o post-humanidad, pero con un formato humorístico. La llamamos “Opereta apocalíptica e hidrocefálica”, en referencia a la idiotez que manifiestan los personajes de Kraus. Por otra parte, encontramos que la opereta (un género ingenuo y muy popular en Austria) tiene un estilo de música en el que, al primar el sonido del acordeón, nos permitía incluir al bandoneón como un sonido afín. Para “White room”, la segunda parte, el espacio se renueva y aparecen personajes que pueden ser sobrevivientes en un bunker o seres destinados a pruebas de laboratorio. Sobre ellos actúan unos personajes que parecen seres extraterrestres o una especie de Big Brothers orwellianos que obligan a todos a hablar en inglés.

–¿Existen diferencias entre la obra estrenada en Viena y la que presentarán aquí?

–Para su estreno nosotros buscamos tematizar en la obra una situación que vincula estéticamente el norte con el sur y que tiene que ver con los festivales teatrales de Europa, que fueron imponiendo modas y exotismos destinados a satisfacer a su público. En una época se había impuesto Asia, luego el universo musulmán, después descubrieron Latinoamérica, y la Argentina, con sus puestas de “caja de zapatos”, como las llaman ellos, es decir, espectáculos pequeños, ubicables en cualquier espacio y con un nivel de producción muy barato para Europa. Así empezamos a viajar nosotros, así como el teatro de Ricardo Bartis, Federico León o Beatriz Catani. Creemos que en los festivales europeos se pone en juego una mecánica mercantilista y que, de algún modo, nosotros sabemos que estamos siendo comprados. Pero en la versión que estrenamos acá, sacamos esa crítica a la compra-venta de espectáculos, de manera que lo que se vea podrá ser tomado más como una crítica a la globalización.

–¿El teatro debería estar subsidiado?

–Los subsidios son vitales para el ánimo de los que hacen teatro: es poco dinero el que se reparte, pero si no se tiene nada, todo es mucho más difícil. Creo que el teatro debe ser subsidiado por el Estado o por fundaciones privadas. Debería ser fomentado todo aquel que lo merece, a partir de una selección hecha por un jurado respetable que tenga en cuenta la importancia que significa la idea de renovación. Lamentablemente, somos parte del establishment teatral y por eso sé que si pido un subsidio, voy a tener muchas más oportunidades de ser favorecido que otros. Hablar de un diseño de política cultural y no hablar de dinero es muy difícil. Más allá del tema económico, creo que en un hipotético plan cultural estaría a favor de fomentar un internacionalismo en el arte, que de ningún modo tiene que ver con la globalización sino con un arte sin fronteras que no pierde sus raíces.

Fuente: Página 12

jueves, 16 de enero de 2003

PREMIOS CLARIN ESPECTACULOS: GRISELDA GAMBARO El desafío permanente de hacer teatro

Es autora de obras que no se pueden encasillar por género. Reivindicó, con su larga labor, el texto como un elemento esencial en el escenario.

Ivana Costa

Decir que Griselda Gambaro es la más importante autora teatral argentina, si bien es cierto, no es una buena definición porque no expresa toda la verdad. El lugar de dramaturga mujer no es el sitio que Gambaro haya buscado enfatizar. Aunque muchas de sus obras fueron puestas en escena por mujeres —principalmente por Laura Yusem, también por Helena Tritek— esta elección estuvo siempre determinada por razones de calidad y afinidad estética. La importancia de Gambaro no está dada por su género femenino: Gambaro es una de las voces más fértiles y sobresalientes del teatro argentino.

Gambaro nació en 1928 en La Boca, en una modesta familia de inmigrantes. En 1955, junto a su marido, el escultor Juan Carlos Distéfano, fijó residencia en Don Bosco, al sur del Gran Buenos Aires. En cierto modo, la relación de Gambaro con el ambiente teatral local es análoga a la situación de relativa periferia de su morada, acentuada por su confesa reticencia al uso de contestador telefónico, fax, internet y demás instrumentos de la comunicación. Aunque casi todas sus obras fueron estrenadas, Gambaro no es una típica teatrista que frecuente sótanos, talleres y cafés del ambiente: su vínculo con el teatro está dado casi exclusivamente por la escritura.

Sus primeros trabajos conocidos no fueron teatrales sino relatos: los de Madrigal en la ciudad (1963), a los que siguieron El desatino (1964) y Una felicidad con menos pena (1967). Pero ellos fueron fuente de sus primeras producciones teatrales y también del guión cinematográfico La infancia de Petra, inspirado en un relato de Madrigal... y premiado en su momento por el Instituto de Cine. En agosto de 1965, el director Jorge Petraglia —el mismo que nueve años antes había estrenado a Beckett en la Argentina— estrenó su pieza El desatino en el Instituto Di Tella. A ella siguieron Las paredes (otro relato de Madrigal..., con puesta de José María Paolantonio), Los siameses (dirigida por Petraglia), El campo (metáfora atroz del autoritarismo, con puesta de Augusto Fernandes), Nada que ver (Petraglia) y Sucede lo que pasa (dirigida por Alberto Ure).

En los diez años que van desde el estreno de El desatino y el de Sucede lo que pasa, la obra de Gambaro encontró auspiciosa repercusión en el público, creciente interés de los directores por llevarla a escena y reacción adversa (alguien tituló una vez El desatino hace honor a su nombre) o por lo menos desconcertada de un importante sector de la crítica. Se formulaban entonces vagas comparaciones con Pinter, Beckett, Ionesco, Brecht para poder elaborar un discurso sobre la obra de Gambaro. El especialista Jaime Potenze, que fue uno de sus detractores, reconoció años después, cuando las obras de Gambaro comenzaron a ser publicadas por Ediciones de La Flor, la muy grata impresión que causaba la lectura de esos textos, al margen de sus correspondientes puestas en escena.

En 1977, la dictadura militar prohibió su novela Ganarse la muerte por considerarla "subversiva". En el exilio, en Barcelona, continuó con su producción narrativa —afirmada en los años más recientes con la publicación de nuevos relatos y una novela autobiográfica—, pero no cultivó su producción dramática: "Pensaba que no iba a escribir teatro nunca más. Porque no tenía mi público. No sabía cómo se les hablaba a los españoles, qué se les decía".

A su regreso, participó en Teatro Abierto con Decir sí, y luego Puesta en claro (legendaria experiencia escénica de Ure), Morgan (con dirección de Roberto Villanueva) y La malasangre, que marcó el comienzo de un estrecho vínculo profesional con Yusem, quien dirigió otras de sus obras como Del sol naciente, Antígona furiosa y las más recientes De profesión maternal y Lo que va dictando el sueño.

Lo que va dictando el sueño, que le valió a Gambaro el Premio Clarín Espectáculos 2002 como mejor autor teatral, desafía al escenario ya que su pregunta por la autonomía del sueño respecto de lo real y por la posibilidad de reproducir lo soñado, pone el problema de la representación de lo onírico. Estos desafíos son habituales en el teatro de Gambaro: no sólo por la dificultad de encasillar cada texto suyo en un género —absurdo, farsa, grotesco— sino por una cierta resistencia del medio a absorber lo diverso en toda su singularidad. "A los diálogos muertos del teatro nacional, Gambaro no opuso un teatro de acción pura ni de pura imagen. Aspiraba a un teatro que fuera, sobre todo, poesía", escribió hace poco el novelista Leopoldo Brizuela. Es una buena definición.

Fuente: Clarín

viernes, 3 de enero de 2003

Este año, el teatro no se toma vacaciones

ENERO ESTA LLENO DE PROPUESTAS DE TODO TIPO PARA EL PUBLICO NACIONAL
Tanto en Capital Federal como en Mar del Plata, desde la Quebrada de Humahuaca hasta Puerto Madryn, la actividad teatral parece haberse revitalizado luego de las fiestas. La oferta presupone que la gente no deja de consumir cultura por el calor o las vacaciones.

Por Hilda Cabrera

Que haya en un mismo mes un encuentro teatral en la jujeña Quebrada de Humahuaca (entre el 7 y el 17 de enero, coordinado por El Baldío Teatro que dirige Antonio Célico) y un Festival de Teatro y Títeres en Puerto Madryn (entre el 14 y el 21, organizado por el grupo 5 Sesiones) no es una rareza en un comienzo de año que promete una intensa actividad teatral. En Buenos Aires lo demuestra la cantidad de estrenos y reposiciones que se sucederán durante enero. En Mar del Plata, una cartelera que contiene propuestas como Made in Lanús, de Nelly Fernández Tiscornia, esta vez adaptada y dirigida por Manuel González Gil, Lejana tierra mía, de Eduardo Rovner, según la puesta de Oscar Barney Finn, Siempre lloverá en algún lugar, de Manuel Maccarini, y Aeroplanos, de Carlos Gorostiza.

En principio se han previsto dos maratones en Buenos Aires: en el Teatro Colonial, desde hoy hasta el domingo, y en Liberarte, desde hoy hasta el 9. Coordinado por Adrián Di Stéfano, el elenco del Colonial (de veinte intérpretes) intentará batir el record de 48 horas de permanencia en un escenario, representando (a partir de la hora 20, y con un margen de 5 minutos entre uno y otro trabajo) fragmentos de obras de autores de diferente época, lugar y estilo, como William Shakespeare y Molière, Lope de Vega, Federico García Lorca, Gregorio de Laferrere, Agustín Cuzzani, Leopoldo Marechal, Carlos Gorostiza y Roberto Cossa, incluyendo además un apartado para teatro infantil. El nombre del fallecido dramaturgo Osvaldo Dragún da título a la convocatoria, con participación de elencos de estética variada, que mostrarán sus creaciones en Liberarte.

Conducida por Virginia Lombardo (que fue actriz, entre otras obras de una segunda puesta de Sueños a la hora de la siesta, inquietante pieza de Roma Mahieu, prohibida en los años de la dictadura militar), se repone hoy Acaloradas, de Cristina Wargon y Esther Feldman, en Multiteatro. Mañana ocurrirá lo propio con El Pelele, por La Banda de la Risa. Esta pieza de Claudio Gallardou, inspirada en El señor Badanas, del español Carlos Arniches, vuelve al Lorange con entrada a la gorra. Por esto mismo, las localidades podrán retirarse desde una hora antes del inicio de la función. También mañana el grupo de circo-teatro barilochense Kasalamanka iniciará funciones de teatro aéreo (clown, danza, malabares, humor y música) en El Galpón de las Artes (Rawson 3073, en el horario de las 23.30). Integran el elenco: Mariano Sebesta, Demián Iglesias, Andrés Folatelli y Maxi Altieri.

Mañana regresa otra pieza de interés, El farmer (Rosas en el destierro), versión de Susana Nova sobre una novela breve de Andrés Rivera, en una puesta de Adrián Blanco. Los días 7 y 8 se estrenan El televidente, con Rodolfo Ranni y Pepe Monje, y El camino a la Meca, con Thelma Biral, China Zorrilla y Juan Carlos Dual, dirigidos por Santiago Doria (las dos obras en Multiteatro). Se anticipan tres reposiciones para el jueves 9: Smoke, espectáculo musical sobre idea, actuación y dirección de Aníbal Pachano (en Metropolitan 2); Monólogos de la vagina, con Graciela Dufau, María Leal y Florencia Peña, conducidas por Lía Jelin (en La Plaza), y Mi querido mentiroso, del estadounidense Jerome Kilty, con dos intérpretes de amplia convocatoria y carisma: Norma Aleandro y Sergio Renán. Esto será en el Maipo, de Esmeralda casi Corrientes.

En esa misma fecha, Gabriel Goity y Mauricio Dayub estrenan ¡Adentro!, una nueva obra de Dayub (autor de la premiada El amateur) que inaugura el Chacarerean Teatre, de Nicaragua 5565. Se trata de otro intento por radiografiar (en este caso con humor) el “desacuerdo nacional”. Lleva escenografía de Graciela Galán y la dirige Sergio D’Angelo. La pieza se verá también en La Subasta, de Mar del Plata (a partir del lunes 6). El sábado 9 el público tendrá la oportunidad de acceder a un trabajo que el director Román Caracciolo propone a modo de asamblea popular, incluido un recorrido por el patio, el claustro y la Sala de Representantes de lahistórica Manzana de las Luces. Dirigiendo a un elenco de avezados intérpretes, presentará Un león bajo el agua, de Alicia Muñoz, violinista y autora, entre otras piezas y monólogos, de El día que no se puso el sol, Alcen las barreras, El pobre Franz y La chalequera (memorias de una inmigrante italiana).

En el polo opuesto a este tipo de teatro al aire libre (programado por el Cervantes), subirá esa misma noche a escena (en este caso, en el Teatro Opera) el Drácula imaginado por Pepe Cibrián Campoy, autor y director de este musical del que participa Angel Mahler e interpretan Juan Rodó y Cecilia Milone. La jornada se completa con otra apuesta: Ronda (una fiesta de circo rioplatense), de Gerardo Hochman, creador de Emociones simples, Bellas Artes y Gala, entre otras piezas en las que la actuación es parte fundamental en el trabajo del artista de circo. Ronda podrá verse en la Sala A/B del Centro Cultural San Martín. Para el día siguiente queda una reposición: La celebración del cuerpo, de Humberto Rivas, con puesta y dirección de Ariel Bonomi (en El Vitral), y el estreno de Como si fuera esta noche, de Gracia Morales, en el Celcit. Este es un montaje de Carlos Ianni, también director de La secreta obscenidad de cada día, de Marco Antonio de la Parra (que se verá en el mismo teatro-taller a partir del 19). A continuación (el sábado 11, en La Trastienda) sube a escena Te digo más, adaptación de relatos de Roberto Fontanarrosa (tomados de su último libro de igual título), con actuaciones de Manuel Vicente y Pablo Brichta, también a cargo de la versión y dirección.

Para la segunda quincena del mes se esperan nuevos anuncios. Entre los ya confirmados figuran La demolición, de Ricardo Cardoso, dirigida por Manuel Iedvabni, en Andamio 90; Porteñas, con Betiana Blum, Virginia Lago, Susú Pecoraro, Carolina Peleritti y María Valenzuela, conducidas por el ubicuo Manuel González Gil (en La Plaza). Dos obras que suben a escena el jueves 16, cuando retorna a la Sala María Guerrero del Teatro Cervantes la destacable Stéfano, de Armando Discépolo, en una puesta de Juan Carlos Gené, ahora con un cambio en el elenco. Acompañando al protagónico de Luis Brandoni, la actriz Silvina Colombo reemplazará a Beatriz Spelzini en el papel de Margarita. En esa semana vuelve al Teatro San Martín la convocante Copenhague, de Michael Frayn, dirigida por Carlos Gandolfo y actuada por Alicia Berdaxagar, Juan Carlos Gené y Alberto Segado. Para la misma fecha se estrenará Pareja abierta, de Dario Fo y Franca Rame, en el Picadilly. Esta obra de humor filoso será interpretada por Daniel Fanego y Ana Acosta, dirigidos por José María Muscari. Otra apuesta de la fecha es El Himno, de Claudio Nadie, también director de esta obra que se verá en el Margarita Xirgu y quiere ser, según palabras de Nadie a Página/12, reflejo de “la situación casi terminal que se está viviendo en la Argentina”.

En otra línea, Glorias porteñas, espectáculo musical con Soledad Villamil, Brian Chambouleyron, Silvio Cattáneo y Carlos Viggiano, retoma el viernes 17 sus funciones en el San Martín. Entre los montajes que generan mayor expectativa se encuentra La última noche de la humanidad, de El Periférico de Objetos, cuyo estreno se prevé para el 18, en el Callejón de los Deseos. De este mismo grupo se reestrenará luego El suicidio, en El Portón de Sánchez. La última noche... se basa en la tragedia de igual título (Die letzten Tage der Menschheit, escrita entre 1918 y 1919) del escritor y ensayista austríaco Karl Kraus (1874-1936). Se trata de un texto antibelicista, calificado por los estudiosos de Kraus de drama satírico, por su negro humor y cuestionamiento político y ético. Promediando enero, sube a escena (el jueves 23) otra aplaudida puesta: El zoo de cristal, de Tennessee Williams, dirigida por Alicia Zanca, en una versión del dramaturgo Mauricio Kartun, quien expone –a partir del 16, y por segunda vez– su colección de estampas sobre disfraces de carnaval, enuna muestra de carácter histórico, en la Fotogalería del San Martín, bajo el título de ¡Mascarita...!

Fuente: Página 12