domingo, 28 de agosto de 2005

Lograda versión de un clásico argentino

Ana María Picchio y Alejandro Awada, los protagonistas

En el estreno del "El Pan de la locura"

"El pan de la locura", de Carlos Gorostiza.
Intérpretes: Gabo Correa, Osmar Núñez, Sergio Boris, Enrique Liporace, Ana María Picchio, Julieta Vallina, Alejandro Awada, Emiliano Dionisi, Leonardo Ramírez, Nya Quesada, Iván Moschner, Pablo Rinaldi, Pedro Ferraro. Coreografía: Diana Szeinblum. Iluminación: Matías Sendón. Música: Ulises Conti. Vestuario: Magda Banach. Escenografía: Oria Puppo. Asistencia de dirección: Silvia Contreras. Dirección: Luciano Suardi. En el teatro Regio.

Nuestra opinión: Bueno

La cuadra de una panadería fue el ámbito elegido por Carlos Gorostiza en 1958 -año del estreno de "El pan de la locura"- para hablar de algunas miserias humanas que, lamentablemente, no sólo pertenecen a una época particular, sino que, con el paso del tiempo, no han logrado superarse. En el espacio sombrío en el que se generan alimentos para las personas, otras personas - las que hacen una comida tan emblemática como el pan- aparecen atadas a unos destinos que han decidido aceptar por miedo, inseguridad, y esto les genera una profunda infelicidad. Una anécdota particular los despierta y algo nuevo aparece: la responsabilidad ante el otro y, fundamentalmente, ante ellos mismos.

Considerando el tiempo de su estreno, hoy la obra puede verse como un germen -muy vital, por cierto- que hablaba de la necesidad de encontrar una pequeña libertad que posibilitase seguridad y sobre todo entereza para enfrentar la vida con lo que uno tiene, con aquello que es y con aquello en lo que cree.

Hay algo muy interesante en el texto también: un joven es quien descubre la anécdota que movilizará la acción y hará caer muchos velos. El más libre, acaso, que repite citas bíblicas y aún arrastra a Mahoma en su discurso y lo deja latir en ese lugar donde los seres se han tornado patéticos, a fuerza de tanto aceptar una rutina que poco les posibilita desarrollar sus pensamientos.

Antonio y Juana, los protagonistas de "El pan de la locura", se estaban aproximando a los años 60 y seguramente habrán entrado en esa década con un poco de libertad y, sobre todo, con muchas esperanzas, porque estaban convencidos que el cambio iba a dar buenos réditos, por lo menos personales.

El director Luciano Suardi monta la obra cuidando su registro original. Un fuerte naturalismo se adueña del escenario del teatro Regio y por él transitan esos hombres y esas mujeres con una sana intención a cuestas: dar cuenta de un aspecto que caracterizaba a la sociedad de aquel tiempo. El fresco que consigue Suardi es sumamente atractivo por la expresividad de los personajes que moldea, por mantener un ritmo sostenido que hace que la acción progrese eficazmente y, sobre todo, porque en ese tránsito el espectador irá descubriendo -con preocupación, seguramente- que la historia no ha sido nada benévola con la Argentina, porque -confrontación de épocas mediante- quienes amasan pan y quienes deben controlar su calidad no lo hacen, tampoco hoy, con verdadera responsabilidad.

En lo actoral, el trabajo es bastante armónico en su concepción general. Cada uno de los intérpretes construye a su criatura desde un lugar muy sensible, valorizando sobre todo una serie de rasgos personales que posibilitan reconocerlos con mayor entereza. Alejandro Awada da vida a Antonio con una notable profundidad. Lleva la línea de la acción con gran seguridad y va descubriendo la conducta del personaje, en la relación con los otros, de manera muy natural y conmovedora.

En un rol más pequeño, aunque construido con igual seguridad, el patrón de Enrique Liporace deja una fuerte señal en la escena. También es intenso el trío que conforman Gabo Correa (Garufa), Osmar Núñez (Badoglio) y Sergio Boris (José). El Mateo de Emiliano Dionisi resulta muy entrañable; el joven actor demuestra buenos recursos interpretativos. El rol de Juana (Ana María Picchio) asoma algo desdibujado dentro de ese mundo masculino. Y esto es llamativo, ya que es la misma esposa del panadero quien, con su actitud, provoca parte del desenlace de la obra. Picchio construye a un ser demasiado pequeño, tal vez, que a la hora del desenlace no alcanza un verdadero dramatismo.

Los rubros técnicos - escenografía de Oria Puppo, vestuario de Magda Banach, iluminación de Matías Sendón- resultan de una muy fuerte presencia a la hora de completar una estética de potentes signos.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

martes, 23 de agosto de 2005

El Pasaje Dardo Rocha se convirtió en una disquería

Acción. Las cámaras invadieron el Pasaje
Luz, cámara, acción
De publicidades a varios videoclips

A partir de 1986, muchos directores, artistas y cineastas se rindieron ante los encantos de la ciudad, ya sea para la filmación de películas, series televisivas, videoclips o comerciales. Entre ellas se encuentran La noche de los lápices (1986) de Héctor Olivera, que registró escenas en el Colegio Nacional “Rafael Hernández”, la Escuela de Bellas Artes y distintas calles platenses. En Facundo, la sombra del tigre (1994), parte de la realización de Nicolás Sarquís se rodó en la Escuela de Oficiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires; y la recordada superproducción Siete años en el Tibet (1997), de Jean Jacques Annaud, en la Estación de Trenes.

Por su parte, en El sueño de los héroes (1997), Sergio Renán registró imágenes en el Parque Pereyra Iraola y en El aura, filme de Fabián Bielinsky con el protagonismo de Ricardo Darín, se eligió al Museo de Ciencias Naturales. Además de películas, se registraron videoclips de artistas como Los Nocheros, que grabaron en el Concejo Deliberante; Los Piojos mostraron la plaza Moreno; y hasta César “Banana” Pueyrredón se rindió ante los encantos de las diagonales. Se sumaron producciones de tevé como Los Simuladores, en la vieja casona del Parque Pereyra Iraola, y Padre Coraje.

Una postal. El hall del Pasaje Dardo Rocha, ayer, con una curiosa ambientación

LUGAR ELEGIDO PARA UN SET DE FILMACION
Entre los escenarios más codiciados aparecen el Pasaje Dardo Rocha, el Museo de La Plata y el Parque Pereyra

Se rodó la publicidad para el lanzamiento de una nueva tarjeta de crédito. Se utilizó el hall del histórico edificio y la plaza Moreno. La ciudad intenta transformarse así en el escenario ideal del cine y la tevé.

La Plata se convirtió en un set de filmación. El paso de Brad Pitt por la Estación de Trenes de La Plata en 1997, para la grabación de la película Siete años en el Tibet, no sólo dejó como recuerdo un kiosco con el nombre del actor y la restauración del histórico edificio, sino que ofició de empujón para mirar la ciudad como escenario ideal de largometrajes, cortos y comerciales.

La idea, que intenta promocionar a La Plata a través de su arquitectura, quedó reforzada con la filmación de Facundo -en la Escuela Vucetich-, El aura, The Golden Door y una decena de publicidades como la que ayer Armando Bó, el hijo de Víctor (y nieto de Armando), rodó entre el Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha y plaza Moreno.

Gustavo Sierra, encargado de presentar las locaciones para filmar, explicó a Hoy: “Arquitectónicamente, la ciudad es un sitio ideal para la grabación de cortos, largometrajes y comerciales. Me gusta tanto que hace 7 años que me quedé a vivir”. Y añadió: “Para este trabajo (el de Armando Bó) se ofrecieron escenarios como el Teatro Argentino, el Pasaje Dardo Rocha, plaza Moreno y el Museo de La Plata”.

El comercial filmado ayer en nuestra ciudad responde al lanzamiento de una nueva tarjeta de crédito internacional. Se emitirá solamente en México dentro de dos meses, según indicaron desde la productora encargada de montar las cámaras en el hall y el primer piso del Pasaje. Se trata de una publicidad que se desarrolla en medio de una disquería, hecho que obligó a ambientar el histórico hall. Se colocaron góndolas con CDs y cartelería que indicaba los estilos de música como jazz, pop, clásico, rock y hasta un sector para DVD.

Santiago Aiscardi, asistente de dirección, explicó que “los escenarios elegidos para este comercial fueron plaza Moreno y el Pasaje Dardo Rocha”. Agregó que “se trata una publicidad en la que se resalta a una persona que tiene una tarjeta de crédito nueva, como si fuera la más importante o llamara la atención de aquellos que se encuentran comprando en la disquería”. Para la realización del comercial se utilizó la exposición del artista argentino Ciruelo -conocido
como “el padre de los dragones”- que se encuentra en el Pasaje. Allí, se montó el sector de pagos de la supuesta disquería. Además en diferentes sectores del hall se realizaron filas de actores -muchos platenses- que participaran como “extras” en la publicidad de la tarjeta de crédito.

En la vidriera internacional

La posibilidad de promover a la ciudad como escenario para largometrajes, videoclips y comerciales, alentó a la Comuna local a crear, a principios de este año, la Comisión de Filmaciones “Cineciudad La Plata”, que se presentó en el Festival de Cine de Mar del Plata. Paula Parisi, directora de Cultura de la Municipalidad y responsable de la Comisión de Filmaciones, explicó: “Se convocó a directores y productores para facilitarles la gestión (para rodar), que en Capital Federal genera tanto papelerío”, en alusión a los cortes de calles necesarios para la filmación y a la contratación de recursos humanos. Para ello, áreas municipales como Control Urbano o Espacios Verdes trabajan en forma coordinada, para facilitar los trámites y rodajes en la ciudad.

Durante los últimos meses, la Comisión de Filmaciones se ocupó de difundir las posibilidades escenográficas de distintos paisajes locales, enviando fotos y material ilustrativo a los scoutings del país, que se encargan de buscar locaciones. Además, a través del Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales, puso ese material a disposición de las grandes productoras internacionales.

Fuente: Diario Hoy

sábado, 20 de agosto de 2005

Una propuesta costumbrista

Lautaro Perotti y Miriam Odorico, en una escena de la obra

"La omisión de la familia Coleman." Escrita y dirigida por Claudio Tolcachir. Con: Miriam Odorico, Ellen Wolf, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Lautaro Perotti, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño. Ambientación, vestuario y luces: C. Tolcachir. Asistentes: Macarena Trigo, Maxime Seuge y Gonzalo Ruiz. En Timbre 4, Boedo 640. Los sábados, a las 21, y domingos, a las 19.

Nuestra opinión: muy bueno

Cuando el espacio escénico tiene relación con la obra, el espectador puede verse sometido a una aventura que lo despoja del exterior en el primer instante. Y es lo que ocurre al llegar a la puerta de Timbre 4 y encontrarse con que el teatro es, precisamente, en el "timbre 4". Un asistente ubicado en la puerta será el encargado de avisarles a los desprevenidos que tienen que ir hasta el fondo de una casa chorizo para sacar la entrada y entrar casi al hogar de Claudio Tolcachir.

Toda esa obertura es acogedora, y tiene que ver con lo que se va a presenciar. Al momento de pisar el espacio escénico, uno entra en la casa de los Coleman, una familia muy peculiar.

La obra y la puesta están enmarcadas en la vieja fórmula del costumbrismo, en una pintura cercana a la sátira social de Oscar Viale y al humor ácido y satírico de Roberto Cossa.

Tolcachir estructuró su pieza en forma artesanal. El desarrollo de sus situaciones adquiere cada vez un volumen mayor. La aparición de cada personaje es una sorpresa nueva para el espectador y, cuando están todos puestos en la bandeja, no cabe más que saborearlos.

¿Qué se cuenta? Los Coleman son una familia desastrosa. El eje es la abuela, tal vez la más normal dentro de la anormalidad. Su hija Memé parece vivir en el limbo; es decididamente idiota y tiene, a su vez, cuatro hijos de distintos padres. Uno tiene un retraso muy pintoresco; el otro es un marginal; su melliza tiene una frustración agobiante y la más normal, es una "exitosa" joven casada que, si fuera por ella, ni se acercaría a la casa familiar. Todos ellos y los demás están tan bien definidos, que cuando sus energías confluyen, se vuelven una suerte de big bang que da origen a un nudo que es mucho más que un conflicto.

Esa combinación esperpéntica articula una trama escabrosa sobre una familia cuyas personalidades predicen una disolución, pero los hechos demuestran lo contrario. Saben muy bien de sus locuras, de su patetismo, de sus carencias, de sus diferencias irresolubles; pero no pueden dejarse. Se necesitan. En medio de eso, absurdo y grotesco se toman de la mano para confluir en una maraña de acciones que dan paso a sensaciones tanto en la escena como en la platea.

Trabajo en conjunto

Claudio Tolcachir se consolida como un director y dramaturgo obsesivo y perfeccionista. Los cuatro años que su "Jamón del diablo" estuvo en cartel lo venían atestiguando. Logró un trabajo en equipo encomiable que se ve claramente en la conexión que existe entre todos los intérpretes.

A juzgar por los trabajos individuales, es probable que Tolcachir se haya dejado nutrir mucho por el aporte de los actores, quienes, a su vez, dejan demostrado un respeto por un texto y una idea que no presentan ni una sola grieta.

El director utilizó no sólo el espacio escénico de su sala, sino el pasillo, las puertas, y hasta el baño. Ese realismo brutal enriquece la propuesta y permite a los actores libertad de movimiento y juego escénico.

Ellen Wolf es quien personifica a la abuela, esa piedra basal que los sostiene casi sin darse cuenta. Así como sobresalió en obras como "Marlene" o "Jamón del diablo", Wolf muestra que no sólo es adorable por su edad, sino que plantea su interpretación en el punto justo, entre la naturalidad y la composición. Por su parte, Miriam Odorico, como Memé, realiza una composición excelente: una comprensión admirable de su criatura. Por su parte, Luciano Perotti también cumple con un trabajo muy interesante.

Pero hay que destacar especialmente la labor de Inda Lavalle, una de las actrices jóvenes más talentosas del teatro alternativo. Su composición evidencia una vena dramática y un talento de esos que hacen a los actores de raza. Es potente.

El resto del elenco es parejo y cumple muy bien con sus respectivos roles.

"La omisión de la familia Coleman" es una de las mejores propuestas teatrales de este año algo enclenque de creatividad.

Pablo Gorlero

Fuente: La Nación

sábado, 13 de agosto de 2005

Los elencos del teatro independiente platense salen de gira

Con el objetivo de fomentar el intercambio con distintas localidades del interior, la Asociación Teatristas del Plata (ATePla) realizarán a partir de hoy y hasta el 18 de septiembre el "Circuito de teatro 2005", del que participarán 13 compañías de teatro independiente en gira por 16 salas de 10 ciudades.

"Se trata de una actividad que está contemplada dentro del plan de fomento de la actividad teatral y que consiste en que elencos platenses presenten sus obras en ciudades del interior de la Provincia en tanto que grupos de teatro de esas y otras localidades realicen funciones en nuestra ciudad y en otras", explicó César Palumbo, presidente de la entidad que nuclea a grupos y salas de teatro.

Para realizar este intercambio, ATePla contó con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro quien aportó los fondos para que los actores pudieran movilizarse y realizar las funciones. "Esta es una muy buena oportunidad para que el público de otras localidades tenga la posibilidad de acceder al teatro platense y también para que el público de acá vea lo que hace en otras ciudades. Es muy difícil para el teatro independiente poder movilizarse y gracias a este subsidio se pudo hacer", contó Claudia López Lobardi, secretaria de la institución.

Por su parte, Víctor Galestok, de la comisión directiva de ATePla, explicó que la elección de las obras que participan en la gira la realizó en Instituto Nacional del Teatro. "Ellos habían visto muchas obras en festivales y por eso determinaron cuáles estarían incluidas en este proyecto. La organización corrió por cuenta de ATePla y cada grupo realizará dos funciones".

La gira comienza en Luján donde se presentarán "Repeat, Repeat" del grupo Las crines del Chancho (La Plata), hoy; y "El movimiento continuo" del Grupo El Altillo (La Plata), mañana. El sábado que viene "Repeat, Repeat" se dará en Cañuelas, y el domingo 21 estarán: "Sombras nada más" de la Compañía La Palanca (La Plata), en Luján; "El médico a Palos" del grupo Barataria (La Plata) en Cañuelas"; y en la sala La Fabriquera de 2 entre 40 y 41 de nuestra ciudad vendrá la obra "Gesta" de la Compañía el Esférico (Chascomús).

El domingo 28 de agosto las obras previstas son: "Bitácora 14 o El circo de la trastienda", de la Compañía La Gotera (La Plata), en Luján; "Made in Lanús, del Grupo En Escena (San Nicolás), en La Fabriquera; y "Mimoshow" de la Compañía Darío Moretti (Pergamino) en el Teatro El Núcleo, 6 Nº 420 de La Plata.

El sábado 3 de setiembre se presentan: "La marcha de los trenes" del grupo CE.AR.TE. (Trenque Lauquen) en 9 de julio, y "La expresión de los otros es verdadera" de la Compañía Sapucay (La Plata) Baradero; el domingo 4: "Señales" de la Compañía El Garaye (S.A.de Areco) en 9 de julio; "Sombras nada más..." en Pergamino; "La Irredenta" del Grupo de Teatro Ind. del Galpón (Luján) en el Viejo Almacén El Obrero, 13 y 71, La Plata; y "Entretanto Ligados" de la Compañía La Tramoya (La Plata) en Baradero.

La gira continuará el viernes 9 con "El movimiento continuo" en Cañuelas; el sábado 10: "Entretanto ligados" en Cañuelas; y "La marcha de los trenes" en Pehuajó. El domingo las obras serán: "El médico a palos" en Luján y "Gesta" en Chivilcoy. El sábado 17: "Made in Lanús" en la Sala 420, 59 entre 12 y 13 de La Plata; "Bitácora 14 o El circo de la trastienda" en Rojas; y "La Irredenta" en el Teatro Estudio de las Artes, 3 y diagonal 74 de La Plata.

Por último el domingo 18 están previstas las obras: "Una vocal y dos consonantes" de la Compañía La ópera encandilada (La Plata) en Rojas; "La expresión de los otros es verdadera" en Pergamino; "Señales" en el Teatro Estudio de las Artes de La Plata; y "Mimoshow" en El Altillo del Sur, calle 1 Nº 1693.

Fuente: El Día

viernes, 5 de agosto de 2005

TENDENCIAS: CRECEN LAS CASAS CONVERTIDAS EN SALAS TEATRALES La nueva moda es ir del teatro al living

Cada vez son más los actores que se atreven a disponer en lo que era su hogar, una sala teatral. Las experiencias de Oscar Ferrigno, Cristina Banegas e Inés Saavedra, entre otros.

María Ana Rago.

Para llegar hasta el living, el dormitorio o la cocina de su propia casa, en la que vive con su mujer y sus hijos, Oscar Ferrigno debe atravesar el escenario de El Piccolino, teatro de su propiedad que inauguró recientemente. "Si no hay nadie ensayando o actuando, paso por la sala, cosa que me encanta. Y si está ocupada, tengo un camino alternativo: un puente (angostito), que también me lleva hasta mi casa", dice el actor y director —hijo de Norma Aleandro—, y conduce a la cronista por esa suerte de pasadizo secreto desde el que los potenciales ocupantes de la sala pueden ser vistos, pero no ver a los que transitan por allí, gracias a los vidrios polarizados.

Las plazas, las casas particulares o el lugar menos imaginado pueden contener un escenario. Resulta curioso el fenómeno que protagonizan conocidos actores del medio, quienes transforman sus viviendas en teatros y sienten realizado el sueño del teatro propio, en casa propia. Algunos compraron una propiedad para vivir y después se mudaron a otra parte, y su antigua vivienda devino en teatro (como hizo Cristina Banegas, cuya casa fue tomada, poco a poco, por las clases de teatro, por la puesta de obras y hoy es El excéntrico de la 18, con varios estrenos en su haber). Otros, hacen convivir la casa y el teatro, delimitando más o menos los espacios. Historias hay varias; éstas son algunas de ellas.

El caso de Ferrigno es paradigmático; el mes pasado abrió las puertas de El Piccolino (Fitz Roy 2056), en el barrio de Palermo. "Yo tenía un estudio en Belgrano, donde daba clases, que ya me estaba quedando chico, y pensaba irme de ahí a otra parte. Al mismo tiempo, tenía la idea de mudarme de casa; y cuando encontré este espacio, hace dos años y medio, vi que podía juntar las dos cosas: la casa y el teatro", explica este actor y director, quien junto a su mujer, la actriz Valeria Lorca, está a cargo de la dirección de El Piccolino.

"Los dos últimos años fueron muy buenos de trabajo para mí y pude reunir el dinero necesario para hacer todo en poco tiempo." En el medio de la obra, nació su segundo hijo, Lucio. "Empezó a caminar junto con El Piccolino; cuando se inauguró la sala, Lucio dio sus primeros pasos." Su otro hijo, Iván, de 18 años, es músico y es el barman del teatro. "Es una sala atendida por sus dueños. El jefe de sala es mi suegro", dice.

"Es el sueño de mi vida", afirma. Pero para que el sueño fuera posible, hubo que cumplir con algunos requisitos. "La habilitación, post-Cromañón fue brava. Pero tuve mucho apoyo de la gente de la Secretaría de Cultura, que me ayudó con los trámites", cuenta. "Tenemos hasta baño para discapacitados", repasa. "Entre mi mujer y yo, y un buen equipo de gente que colaboró con nosotros, hicimos todo. Fue una remodelación divertida de hacer", recuerda.

Así como sus vecinos del Chacarerean Teatre (con Mauricio Dayub y Gabriel Goity a la cabeza) levantaron un teatro en el lugar en el que antes había un galpón —en Nicaragua 5565—, Oscar construyó su teatro en lo que antiguamente era un taller mecánico abandonado. "No hubo que hacer reformas de estructura, porque las paredes y el techo estaban, pero sí hubo mucho que hacer adentro. Un teatro lleva muchas cosas que no se ven: cableríos, instalaciones eléctricas adecuadas, etc. Hicimos dos camarines completos, con baño, con ducha, con aire acondicionado y calefacción... La sala también tiene aire acondicionado y calefacción. Un lujito. Para teatro chiquitito, tiene demasiado. Por eso el slogan de El Piccolino es un espacio pequeño equipado a lo grande. Hay dos consolas de luces, ochenta tachos colgados como para hacer tres puestas de iluminación sin mover un tacho y que entren y salgan los espectáculos sin mucho movimiento de luces, consola de luces computada, una de sonido de veinte canales. La cabina está muy buena", dice con orgullo.

Como todo aquel que es hijo de artistas, Ferrigno ha pasado su infancia entre bambalinas —como ahora le pasa a su pequeño Lucio—, y son muchos los teatros que conoce, chicos y grandes. Y sabe que él no es el único que ha decidido abrir una sala: la movida teatral de Buenos Aires es grande. En un panel del teatro, tiene pegada una nota en la que se anunció la apertura de El Piccolino, junto con la de Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556), sala que cuenta con dirección artística de Miguel Guerberof.



A propósito de la proliferación de salas, dice: "Hay que tener cuidado con la precariedad, por una cuestión de seguridad. Un teatro mínimamente para su funcionamiento necesita una carga de energía grande". La programación de la sala incluye, por ahora, tres obras (una, No me dejes así, dirigida por Enrique Federman, se estrena esta noche); pero ninguna dirigida ni actuada por Ferrigno. "Hubiera sido mucho... Ser el dueño de la pelota y jugar, era demasiado. Yo sigo con la gira nacional de La señorita de Tacna —bajo su dirección, protagonizada por Aleandro—, que termina en setiembre. Puede que la llevemos a España el año que viene", anticipa.

El excéntrico de la 18 (Lerma 420) alguna vez fue la casa de Cristina Banegas y su hija, Valentina Fernández de Rosa —fruto de la relación de Banegas con Alberto Fernández de Rosa—. Cuando cada una armó su vida fuera de ese espacio ("mi mamá se volvió a casar y yo también me casé, y nos fuimos las dos", había contado Valentina a Clarín), El excéntrico pasó a ser, hace casi veinte años, el sueño cumplido del teatro propio y donde ambas dictan sus talleres.

Cuando se le pregunta a Mauricio Dayub por qué con Goity decidieron abrir una sala propia, afirma: "Yo no quería tener un teatro; yo quería crear un espacio para hacer una obra y nada más... Nuestro teatro se llama Chacarerean Teatre, porque nos gusta que suene de acá, pero parezca de afuera. Entonces está enclavado en Palermo Hollywood, que le dicen así porque hay tres productoras de televisión en el barrio".

Otro que abrió —hace ya unos años— las puertas de su casa para que entrara el público es Claudio Tolcachir, actor y director. Su teatro, Timbre 4, queda en Boedo 640. "Me mudé acá en 2001, con la idea de vivir en este lugar y al mismo tiempo, tener un espacio para ensayar y dar clases. Es un PH con tres departamentos, el último es el mío, y en los otros dos vive gente", cuenta Claudio. "Si bien ésta sigue siendo mi casa, también funciona como teatro. Todo empezó cuando armé el espectáculo Jamón del diablo: necesitábamos un lugar así y lo usamos. Estrenamos con miedo de quién iba a venir y terminamos haciendo cuatro años de funciones, hasta noviembre del año pasado", recuerda.

La sala de Timbre 4 es de 8 x 8 y para entrar a ella, hay que tocar el timbre. "El espacio se adapta para cada obra", dice Tolcachir. "Quiero hacer reformas para separar la casa del teatro, pero por ahora es sólo un proyecto", agrega.

¿Cómo es el vínculo con los vecinos?

Tolcachir: Tengo una vecina que es actriz y nos adora y otro con el que me llevo más o menos...

Cuando compraste la casa, ¿sospechabas que ibas a levantar un teatro en ese lugar?

Tolcachir: Ni imaginaba que iba a funcionar un teatro en esta casa... Pero cuando lo decidí, fui a hacer el trámite de la habilitación y, para obtenerla, tuve que reformar los baños. Esto era una fábrica de zapatos muy antigua.

El sábado 13, en Timbre 4, se estrenará La omisión de la familia Coleman, una obra del propio Tolcachir, que trata acerca de una familia viviendo al límite de la disolución, una disolución evidente pero secreta. Por la disposición que tendrá la sala para este espectáculo, podrá albergar hasta 50 personas.

Inés Saavedra está al frente de La Maravillosa. Fue su casa, la compartió con sus hijos, allí vivió por un tiempo. Ahora, desde hace más de tres años, es su teatro. La actriz, autora y directora teatral tiene su refugio, destinado a la investigación y a la puesta en escena de textos literarios. "Este ámbito da para ciertos espectáculos de cámara; está bueno porque acá la gente pierde dimensión del hecho teatral como convención y siente extrañamiento", contó Saavedra a Clarín en ocasión del último estreno en esa sala, para el cual el público se ubicaba en el patio techado, con capacidad para 35 personas, y las actrices se desplazaban por ambientes de la casa y la galería.

Otro actor que desde hace años habilita su casa como teatro es Carlos Perciavalle. En un jardín arbolado de tres hectáreas —el de su propia casa desde hace treinta años—, frente a la Laguna del Sauce, en Punta del Este, todos los veranos monta sus espectáculos. Este año hizo una particular versión de La divina comedia (de Dante Alighieri), protagonizada por él. El Teatro De la Laguna está ubicado en la ruta 12, kilómetro 8 de esa ciudad.

Ferrigno es el más nuevo en esto y cuando suena el timbre, no puede saber de antemano si son visitas, alumnos de teatro o espectadores.

¿Cómo delimitan el terreno de la casa y el del teatro?

Ferrigno: No hay invasión de uno hacia el otro. Por suerte, pudimos dividir bien los lugares. Pero si yo estoy en casa y viene alguien a ver el teatro, voy para adelante y lo atiendo. Se pone divertido. Si no tuviera una familia tan loca como la que tengo, sería bastante más complicado.

Fuente: Clarín