sábado, 20 de agosto de 2005

Una propuesta costumbrista

Lautaro Perotti y Miriam Odorico, en una escena de la obra

"La omisión de la familia Coleman." Escrita y dirigida por Claudio Tolcachir. Con: Miriam Odorico, Ellen Wolf, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Lautaro Perotti, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño. Ambientación, vestuario y luces: C. Tolcachir. Asistentes: Macarena Trigo, Maxime Seuge y Gonzalo Ruiz. En Timbre 4, Boedo 640. Los sábados, a las 21, y domingos, a las 19.

Nuestra opinión: muy bueno

Cuando el espacio escénico tiene relación con la obra, el espectador puede verse sometido a una aventura que lo despoja del exterior en el primer instante. Y es lo que ocurre al llegar a la puerta de Timbre 4 y encontrarse con que el teatro es, precisamente, en el "timbre 4". Un asistente ubicado en la puerta será el encargado de avisarles a los desprevenidos que tienen que ir hasta el fondo de una casa chorizo para sacar la entrada y entrar casi al hogar de Claudio Tolcachir.

Toda esa obertura es acogedora, y tiene que ver con lo que se va a presenciar. Al momento de pisar el espacio escénico, uno entra en la casa de los Coleman, una familia muy peculiar.

La obra y la puesta están enmarcadas en la vieja fórmula del costumbrismo, en una pintura cercana a la sátira social de Oscar Viale y al humor ácido y satírico de Roberto Cossa.

Tolcachir estructuró su pieza en forma artesanal. El desarrollo de sus situaciones adquiere cada vez un volumen mayor. La aparición de cada personaje es una sorpresa nueva para el espectador y, cuando están todos puestos en la bandeja, no cabe más que saborearlos.

¿Qué se cuenta? Los Coleman son una familia desastrosa. El eje es la abuela, tal vez la más normal dentro de la anormalidad. Su hija Memé parece vivir en el limbo; es decididamente idiota y tiene, a su vez, cuatro hijos de distintos padres. Uno tiene un retraso muy pintoresco; el otro es un marginal; su melliza tiene una frustración agobiante y la más normal, es una "exitosa" joven casada que, si fuera por ella, ni se acercaría a la casa familiar. Todos ellos y los demás están tan bien definidos, que cuando sus energías confluyen, se vuelven una suerte de big bang que da origen a un nudo que es mucho más que un conflicto.

Esa combinación esperpéntica articula una trama escabrosa sobre una familia cuyas personalidades predicen una disolución, pero los hechos demuestran lo contrario. Saben muy bien de sus locuras, de su patetismo, de sus carencias, de sus diferencias irresolubles; pero no pueden dejarse. Se necesitan. En medio de eso, absurdo y grotesco se toman de la mano para confluir en una maraña de acciones que dan paso a sensaciones tanto en la escena como en la platea.

Trabajo en conjunto

Claudio Tolcachir se consolida como un director y dramaturgo obsesivo y perfeccionista. Los cuatro años que su "Jamón del diablo" estuvo en cartel lo venían atestiguando. Logró un trabajo en equipo encomiable que se ve claramente en la conexión que existe entre todos los intérpretes.

A juzgar por los trabajos individuales, es probable que Tolcachir se haya dejado nutrir mucho por el aporte de los actores, quienes, a su vez, dejan demostrado un respeto por un texto y una idea que no presentan ni una sola grieta.

El director utilizó no sólo el espacio escénico de su sala, sino el pasillo, las puertas, y hasta el baño. Ese realismo brutal enriquece la propuesta y permite a los actores libertad de movimiento y juego escénico.

Ellen Wolf es quien personifica a la abuela, esa piedra basal que los sostiene casi sin darse cuenta. Así como sobresalió en obras como "Marlene" o "Jamón del diablo", Wolf muestra que no sólo es adorable por su edad, sino que plantea su interpretación en el punto justo, entre la naturalidad y la composición. Por su parte, Miriam Odorico, como Memé, realiza una composición excelente: una comprensión admirable de su criatura. Por su parte, Luciano Perotti también cumple con un trabajo muy interesante.

Pero hay que destacar especialmente la labor de Inda Lavalle, una de las actrices jóvenes más talentosas del teatro alternativo. Su composición evidencia una vena dramática y un talento de esos que hacen a los actores de raza. Es potente.

El resto del elenco es parejo y cumple muy bien con sus respectivos roles.

"La omisión de la familia Coleman" es una de las mejores propuestas teatrales de este año algo enclenque de creatividad.

Pablo Gorlero

Fuente: La Nación

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