El emblemático ballet Estancia, de Alberto Ginastera, en una peculiar versión de Carlos Trunsky
Estancia-Suite . Música: Alberto Ginastera. Coreografía: Carlos Trunsky. Vestuario y dispositivo escénico: Marta Albertinazzi. Iluminación: Carlos Greco. Ballet del Teatro Argentino; dir.: Rodolfo Lastra. Orquesta Estable; dir.: Rodolfo Fischer. Teatro Argentino de La Plata. Funciones: hoy, a las 20.30; y domingo, a las 17. Desde $ 15.
Nuestra opinión: bueno
Los aires pampeanos, en el plano académico, reconocen en la célebre Estancia , de Alberto Ginastera, una expresión emblemática. La conmemoración oficial del Bicentenario en la provincia de Buenos Aires, a través del Teatro Argentino de La Plata, encomendó al coreógrafo Carlos Trunsky una nueva versión de la obra para abrir la gala consumada anteanoche, y que se cerró con Ainadamar , la ópera de Osvaldo Golijov.
La visión de la pampa según "La mañana o danza del trigo", brota de una de las ocho danzas de Estancia (ballet estrenado en 1952 en el Teatro Colón) que Trunsky recortó para esta peculiar versión en la que, por lo demás, se eliminaron las arias para barítono y se incluyeron textos en off del Martín Fierro distintos de los elegidos inicialmente por Ginastera. "Los trabajos agrícolas", otra de las danzas, oficia de introducción para desplegar numerosas parejas en evoluciones distendidas. Esta experiencia singular se atreve a romper con la estética criollista tradicional y, también, a provocaciones escénicas (una pantalla de televisión a través de la cual el patrón observa sus dominios).
El coreógrafo desliza una sutil trama romántica, algo de Romeo y Julieta en versión criolla; la parte más débil la sobrelleva un peoncito con resabios indígenas, vedado de acceder -mano censora entre las bocas mediante- al beso de la inalcanzable amada terrateniente. En estos personajes lucen su depurada técnica Gustavo Marchionni y Angeles Cataldi en un dúo que resume el grácil manejo de Trunsky de lo contemporáneo. Entre ellos y en las amplias formaciones coreográficas que arma la compañía, un personaje alegórico (¿la patria?, ¿el trigo?) encuentra en Larisa Hominal una figura que se desliza con impecable fluidez.
El "Malambo" final posibilita expansiones del nutrido grupo y depara otro desafío de Trunsky: giros y leves saltos remplazan (con resultado parcialmente exitoso) la tradicional afirmación de "peso a tierra" con zapateos folklóricos. Apuestas que, si bien se debilitan en ambiciosos despliegues masivos, hay que rescatar como revisión anticonvencional de clásicos nacionales.
Néstor Tirri
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