Crítica. “Estancia”: Espléndida coreografíade Carlos Trunsky sobre música de Ginastera.
PorLaura Falcoff
La historia de la partitura de Estancia es curiosa: nació de un encargo que el director del neoyorkino Ballet Caravan hiciera al compositor argentino Alberto Ginastera en 1940. Concebida para ser llevada a la escena bajo la forma de un ballet de carácter “nacionalista” -que crearía el extraordinario coreógrafo ruso-norteamericano Balanchine- el proyecto finalmente no puedo concretarse: el Ballet Caravan se disolvió y en consecuencia Ginastera decidió posteriormente tomar de su obra una suite de danzas que pudieran ser ejecutadas de manera autónoma por una orquesta sinfónica.
Esto ocurrió por primera vez en Buenos Aires en 1943 y pasaron casi diez años hasta que el Teatro Colón encargó a un bailarín y maestro ruso residente en la Argentina, Mijail Borowsky, el montaje de un ballet completo sobre la obra de Ginastera. Como se ve, hay en esta historia una extraña confluencia de nacionalidades y orígenes, a lo que habría que sumar además la influencia de la música europea del siglo XX en la partitura de Alberto Ginastera.
Así las cosas, parece difícil abordar coreográficamente esta música sin establecer con claridad un punto de vista sobre la partitura, sobre su recorrido y su naturaleza; esto es lo que ha hecho precisamente el coreógrafo argentino Carlos Trunsky en el momento de comenzar a pensar su propia versión de Estancia , en respuesta a un encargo del Teatro Argentino de La Plata para la función de gala del Bicentenario. La perspectiva de Trunsky sobre el campo argentino -posiblemente de un carácter más mítico que real en el concepto bajo el que Ginastera escribió su obra- adquiere en ciertos momentos un tono áspero, en otros irónico, en otros un poco cruel. No es exactamente una coreografía narrativa y en todo caso, puede describírsela mejor como “ilustrativa”, en esa manera estrictamente metafórica con que la danza puede ilustrar: instancias tan distintas entre sí como el amor entre un hombre y una mujer condenados a ser separados, la humillación de algunos individuos por la mano de otros, o el esfuerzo del trabajo, son aludidos en Estancia de una manera decantada y para decirlo quizás de un modo redundante, con las sutilezas a las que la danza puede recurrir.
Pero más allá de estas consideraciones acerca de lo que Trunsky decidió contar en su Estancia , hay que destacar el estupendo dominio coreográfico de este artista por otra parte tan dúctil, que con el mismo oficio y similar inspiración crea piezas de lenguaje muy renovador para sus propios proyectos independientes y ballets de gran porte para compañías, como el Ballet del Colón o el Ballet del Argentino, de corte más tradicional. El aspecto más maravilloso de esta Estancia es el modo generoso e imaginativo con que Trunsky trató el enorme espacio que tenía a su disposición: tan claro, tan nítido y al mismo tiempo tan sorprendente. Si alguien quisiera asociar este espacio así tratado con la infinitud de la pampa, podría hacerlo. Pero seguramente es mucho más que un símbolo lo que proporciona: es el propio espacio hecho materia en el movimiento de los bailarines. Gran trabajo de este elenco, por otra parte, y de varios bailarines solistas cuyos nombres no están identificados en el programa.
Fuente: Clarín
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