María de los Angeles Félix Guereña nació en el rancho Quiriego, en Alamos, México. Sus padres, Bernardo Félix, militar de origen indio yanqui, y Josefa Guereña, tuvieron diecisiete hijos, de los cuales murieron once. María sufrió las defunciones de sus hermanos dolorosamente. Esta criatura mantenía fuertes encontronazos con su papá porque él no estaba de acuerdo con su extraña conducta descontrolada, de treparse a los árboles, trompearse con los varones y correr carreras por dinero montando su caballo ruano. María casi no hablaba con sus padres y criticaba la sumisión de doña Josefa hacia su marido. Para zafar, se casó con un vendedor de productos de cosmética, Enrique Alvarez, y de ese enlace nació Quique, su hijito adorado. La pareja comenzó a desintegrarse y se divorció. Enrique, vengándose porque culpó a María del desenlace, raptó a Quique. Por ese entonces, el director de cine Miguel Zacarías se deslumbra por la “apasionada frialdad” de la actriz en el papel principal de la película El peñón de las ánimas (1942), donde actuó junto a Jorge Negrete, actor con el cual, años después, se casará la diva.
María estudió arte dramático con el realizador Fernando Palacios y consiguió el éxito rotundo con la película La mujer sin alma, en 1943, el mismo año de la consagratoria Doña Bárbara, inspirada en la novela de Rómulo Gallegos. Desde ese momento, María Félix será La Doña y así la verán todos como diva vamp, devoradora de hombres y despótica. En su juventud, según sus biógrafos, fue algo prejuiciosa afincándose en este juicio, cuando le atribuían amoríos con Raúl Prado, un simpático mariachi del trío Los Calaveras. Ella admiró desde adolescente al poeta y músico Agustín Lara. En cierta ocasión, le dijo a una de sus hermanas: “Un día me voy a casar con este señor que canta tan bonito”. Y el destino permitió que ese augurio se cumpliera. Hay quienes dijeron que ese cantor tan feo no la merecía, ella refutó: “Yo lo veo guapo. La guapeza no es sólo un físico atractivo, un hombre guapo es un macho con palabras de amor”. Este guapísimo señor logró recuperar a Quique; y ella, exultante, años después mandó a a su hijo a estudiar a Estados Unidos. La vida junto a esta bella esposa inspiró en Agustín Lara las más preciosas canciones, entre ellas, “Granada”, “Humo en tus ojos”, “María Bonita” y “Vereda Tropical”. Cuentan que cada vez que la dama entraba al Maxim’s de París, la orquesta del famoso cabaret le dedicaba “María Bonita”.
Tiempo después, ella aceptó una oferta para filmar en Europa. El motivo que adujo la Doña para alejarse de Lara fue que éste le disparó un tiro en medio de una escena de celos. Tras el divorcio, se casó con Jorge Negrete y el film europeo que realizó fue La bella Otero. De Negrete también se apartó luego de una riña, durante la que ella le arrojó una mesa de vidrio y lo lastimó. Sin embargo, meses después se enteró de que Negrete estaba hospitalizado en Los Angeles y viajó para verlo. Llegó cuando él murió, el 6 de diciembre de 1953, y decidió trasladar sus restos a México, vestida de pantalones. La criticaron ferozmente y ella respondió: “Palos porque bogas, palos porque no bogas”. Echa todo al garete y enamora a un empresario francés, Alex Berger, formalizando el vínculo el 20 de diciembre de 1956. Su nuevo marido la idolatraba, le construyó una casa en el centro mexicano, le regaló 87 caballos, el animal que esta amazona dominaba desde su infancia. Uno de ellos era un pura sangre, Caracolero, que ganó el premio Gran Derby francés. La pareja dividía el año en dos y pasaba seis meses en México y los otros seis en París, en un departamento vecino al Arco de Triunfo. Alex falleció un 31 de diciembre luego de un matrimonio que duró dieciocho años. Por primera vez, la viuda lloró torrencialmente. Dedicó su tiempo a cuidar la valiosa cuadra de caballos pero repentinamente decidió venderla. Como actriz, se la admiró en más de cien filmes y radioteatros. Recibió los premios más codiciados que otorga la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México, pero es recordada especialmente por su papel espléndido en Doña Bárbara.
Fuente: Página 12
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