Imagen de Loft, el bello trabajo del grupo canadiense Les 7 Doigts de la Main Foto: Silvana ColomboEl encuentro escénico culminará el domingo
De megaestructuras para 5000 espectadores a propuestas para 50 personas
Con una excelente repercusión por parte del público avanza la segunda edición del Polo Circo que, en comparación a la que tuvo lugar el año pasado, está teniendo la suerte de no tener que lidiar con la gripe A ni con el intenso frío que inevitablemente hacía de las suyas en las diversas carpas ubicadas en Juan de Garay y Combate de los Pozos. Esta vez, los astros se acomodaron para una propuesta en la cual la más pura cepa circense coquetea, se expande, se confunde y se potencia con otras disciplinas escénicas abriendo el abanico a una poética en la que el asombro espontáneo se transforma en una constante que no respeta edades.
Casi como para dejar en claro el criterio curatorial de esta movida, el espectáculo Loft , de Canadá, fue el encargado de abrir el jueves pasado el festival que organiza el gobierno porteño. En Loft, los siete artistas expresaban con un rigor admirable esa línea de mixtura entre la danza contemporánea, la acrobacia, los elementos clownescos y sonoros, los números de malabares, el trabajo de un virtuoso DJ y el vital aporte dado por una pantalla en la que se mezclan imágenes en vivo con piezas cuidadosamente grabadas. Todo eso en medio de una puesta en escena que incluye a momentos intimistas juntos a otros de gran expansión. Si bien durante la función de estreno el montaje debió lidiar con algunos problemas técnicos, para la función del domingo todo estaba balanceado para que la fuerza poética de estos canadienses se expandiera por la Carpa Central.
Esa misma noche hizo la función de despedida ante 4000 personas el espectáculo Caídos del cielo , de la compañía Les Studios Cirque de Marseille, Francia, el país que vuelve a ser el gran invitado del Buenos Aires Polo Circo. El comienzo no podía ser más espectacular: desde lo alto de dos edificios de unos 12 pisos descendían por unas sogas de 220 metros de largo (leyó bien) los protagonistas hasta dar con el punto más alto de una enorme estructura metálica en donde estos acróbatas aéreos contaban una leyenda brasileña. La propuesta prometía convertirse en una gran performance aérea pero, a medida que avanzaba la acción, se fue transformando en un paraíso de imágenes para fotógrafos y no mucho más.
En contraposición a tanta parafernalia dispersa el festival propone un trabajo para pocos espectadores que tiene lugar una especie de tambor de no más de un metro de diámetro. De El pequeño circo se trata, la maravillosa experiencia del francés Laurent Bigot, compositor y músico electroacústico que hasta hoy se presenta en la Alianza Francesa. Bigot da vida a su instalación haciendo sonar a cada uno de los elementos con los mínimos elementos. El resultado es de una sencillez visual y sonora que transforma a su caja de Pandora en una imán de las mejores sensaciones. La exquisita propuesta tiene dos complementos de lujo: la muestra de juguetes antiguos y la posterior proyección del video de Circo Calder, aquella bella creación que el artista plástico hacía a principio de la década del sesenta que, seguramente, mucho tiene que ver con la propuesta de este exquisito prestidigitador de sensaciones que indaga en lo circense.
Así de diversos van los días del Polo Circo que, hasta el domingo, tiene en sus mangas varias cartas que prometen ser ganadoras.
Alejandro Cruz
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