Por Mariano Blejman
Desde Tilcara, Jujuy
Imagen: Ignacio Arnedo
Sobre el cierre, Divididos encara la última cuesta con la mochila ya un poco menos pesada: esta emocionante versión de “Mañana en el Abasto” con el erke de Fortunato Ramos y la voz de Micaela Chauque viene a develar que el espíritu de la canción de Sumo de que blasfemaba Luca Prodan no era otra cosa que una baguala, que ahora rasguñan (y desgarran) Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella, con esa aridez contundente que tan bien les cae en este marco imponente. Estos arrieros vienen arriando sus penas, pero también sus alegrías. La pena de haber tenido que esperar ocho años para volver a editar un disco de estudio (Amapola del ’66), la alegría de encontrarse con el entorno de Tilcara, que tan bien les sienta y que esta vez rondó los quince mil espectadores, e inundó el predio de hippies autóctonos, pobladores de la zona, mochileros wi fi, rockeros del palo del noroeste argentino, y algunos porteños entusiasmados, que ya tenían ganas de comprar una nueva remera de Divididos. No es que Mollo y los suyos se hayan ido a ninguna parte en todo este tiempo, ni que hayan estado retirados, pero ésta es la vuelta al circuito de la industria discográfica de la Aplanadora del Rock con los pies puestos sobre la tierra, con un disco y dvd que muestra lo mejor de la banda, sin aportar tal vez furiosas novedades, pero que en poco tiempo estará llegando a los 30 mil ejemplares vendidos. E irá por más.
Así, con sus obsesiones que estiraron el nuevo parto creativo y sus mañas adquiridas por el paso de los acontecimientos (entre las que se incluye la negativa absoluta a hacer entrevistas con medios gráficos desde hace casi una década), Divididos vino a Tilcara a aplanar algunas ideas: por ejemplo, que ocupan un lugar cabeza a cabeza presumiblemente junto a La Renga como bastiones de lo que una parte del rock se suponía que debía ser en los años ’90: militancia musical y algo política, puente cultural hacia sonidos originarios y rock de masas algo eruditos y menos “cabezas”. Tal vez el público de Divididos haya aceptado naturalmente esa búsqueda sonora hacia el interior de la Pachamama, sin que por eso la banda haya perdido el aplomo de power trío, que parece más bien un trío de bateristas (dos de ellos frustrados por el éxito de estar frente al público). Lo cierto es que nadie pudo ocupar ese lugar, tal vez porque fue inventado por ellos.
Pero antes de esa memorable versión de “Mañana en el Abasto”, que invita al cuidadoso y agitado pogo de altura, han pasado casi dos horas desde que sonaron los primeros acordes de “El arriero” en el comienzo del show, “con la bendición de la Virgen”, en palabras de Mollo. El concierto, que sufrió una demora por lluvia, se hizo en una explanada recién emparejada por los tractores de la municipalidad local, pero financiada por el ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi. Curioso hasta dónde llega la geografía porteña: o bien se trata de un corrimiento de la General Paz hasta la frontera con Chile, o es otra idea más para que los vecinos de Buenos Aires no se quejen del ruido y los temblores de los recitales.
En fin, mejor volver al concierto: después del guiño de rigor hacia aquella (no tan lejana) era de la boludez, Divididos se despacha con cuatro temas de Amapola del ’66, como para dejar en claro el motivo del encuentro: “Hombre U”, “Buscando un ángel”, “Mantecoso”, “Muerto a laburar”. Y justo cuando la masa empieza a pedir por el pasado, Mollo pregunta “¿hay algún tucumano aquí?” y entona su voz rasposa con “Vientito del Tucumán” (Gol de Mujer, 1998) y “Par Mil” (Narigón del Siglo, 2000), y se levanta otro chapoteo.
A partir de “Avanzando retroceden”, Divididos prepara otra de sus baterías: la de artistas invitados. Entonces se hace oír la voz de Micaela Chauque y, para “La flor azul” (ese tema que solía cantar Mercedes Sosa), suben, entre otros, Gustavo Patiño, Juan Saavedra y Sandra Farías, que junto a Franco Tolaba en sikus se quedan para encarar el imbatible “¿Qué ves?”. En “Guanuqueando” es el turno de Los Amigos de Vilca y en “Boyar”, Facundo Nardote se apropia del lap steel. Desde ese momento, todo va hacia arriba: primero con la fuerza de “Senderos”, después con el ¿minimalismo? de “Jujuy” (de Amapola del ’66), y de nuevo Micaela Chauque dice “de arriba viene lloviendo, de abajo viene tronando, nosotros con Divididos, la tradición festejamos”. Entonces la fiesta estalla con “Mañana en el Abasto” y no hay erke, charango, porro, gorra andina ni bombo que resista tal sincretismo histórico y musical que aquí ocurre con este tema.
Fuente: Página 12
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