Santiago Loza rescata en un film al Perlongher escritor y al activista
Puede que haya sido simplemente una coincidencia pero la elección de Rosa Patria como film del mes de marzo por el MALBA pareció de lo más oportuna. El documental dirigido por Santiago Loza, en principio, es una película sobre Néstor Perlongher, uno de los escritores más viscerales en el uso de la palabra y por ende, uno de los más difíciles de digerir por la literatura argentina. Pero es además un rescate de su perfil activista, una de sus facetas menos conocida y al mismo tiempo, una manera de entrarle por detrás a la historia argentina reciente.
“Conocía la obra de Perlongher, su poesía, y por otro lado había escuchado hace mucho tiempo la existencia en los años 70 del Frente de Liberación Homosexual (FLH). Pero no había mucho material al respecto, era como un mito de la izquierda, incluso había algunos que decían que eso no había pasado” contó el director, para agregar: “en un momento descubro que el poeta que me interesa había sido parte del frente y había llegado a ser líder. Entonces vi en esa militancia que nunca se narró, del FLH y de las feministas, una oportunidad de contar algo referido a la dictadura de forma menos transitada”. En Rosa Patria casi no hay imágenes de Perlongher, Loza recurre a los testimonios de Rodolfo Fogwill, su primer editor, María Inés Aldaburu, Fernando Noy, Juan José Sebreli, uno de los creadores del FLH, Sara Torres, Alejandro Ricagno, Arturo Carrera, Ernesto Hollmann y Flavio Rapisardi entre otros para suplir la ausencia de fotos, muchas de ellas quemadas durante la dictadura, pero también como una forma de poner en escena el recuerdo. Incluso combina el recurso de la entrevista con representaciones teatrales, música y danza, atípicos en lo documental. “Todo lo que sucede en la película, incluso las entrevistas, pasa una especie de teatrito o cabaret clandestino que armamos. Para ser fiel a lo que la estética de Perlongher: exuberante y lúdica y porque a mí me interesa como tema la irreverencia. Me daba miedo caer en una película que fuese una pieza de museo o que clausurara el sentido. Me parecía que la mirada de ese activismo no podía ser un canto al pasado sino que había que entender el presente a través de ese pasado”.
El activismo del FLH era rechazado tanto por la derecha como por los militantes bien pensantes de la izquierda. De ahí quizás, su carácter mítico. A principios de los ‘70 proponían la liberación de la homosexualidad derribando la idea de la sexualidad como un factor determinante. Para Perlongher y sus compañeros no eran ellos quienes necesitaban ser liberados sino la homosexualidad en sí. Y para subvertir toda una estructura, era preciso abandonar el cuerpo individual, había que salir de sí. Según Santiago Loza, “no querían ser tolerados; hubiesen detestado la idea de un matrimonio, ser parte de una sociedad burguesa. Lo que pasa es que lo que ellos querían era otro tipo de sociedad donde lo sexual no fuese determinante pero tenía que ver con un proyecto colectivo que iba más allá de la lucha de la FLH. Es totalmente opuesto a lo que se propone ahora”.
Es el mismo Perlongher quien en 1991, un año antes de su muerte víctima del SIDA en San Pablo (Brasil) escribe un artículo para la Revista El Porteño titulado “La desaparición de la Homosexualidad”, en donde deja en claro que a su entender el concepto de la homosexualidad como sublevante murió por el vaciamiento del dispositivo sexual en manos “de las locas genetianas, siempre coqueteando con el masoquismo y la pasión de abolición; otra, la de los gays a la moda norteamericana, de erguidos bigotitos hirsutos, desplomándose en su condición de paradigma individualista en el más abyecto tedio (un reemplazo del matrimonio normal que consigue la proeza de ser más aburrido que éste)”.
Rescatar el humor que Perlongher sostuvo hasta el final y la lucidez analítica de su mirada son los dos mayores logros de Rosa Patria. En principio porque son los propios protagonistas de esa historia los que hablan y Néstor a través de ellos. Dijo Loza: “Veo como muchos jóvenes que se acercan al documental se sorprenden que esa gente haya peleado como peleó en esos años. Ver en pantalla a alguien que parece un abuelo y cuenta cosas que no son para nada de un abuelo”. A esto se suma también la poética con la que Santiago Loza crea cada uno de los planos, animándose a jugar con las piezas de un pasado que se le escapa de las manos, de un país que no fue y del que no sabe con certeza cómo pudo haber sido pero sobre el que es necesario construirlo desde la imaginación.
Fuente: Diagonales
Puede que haya sido simplemente una coincidencia pero la elección de Rosa Patria como film del mes de marzo por el MALBA pareció de lo más oportuna. El documental dirigido por Santiago Loza, en principio, es una película sobre Néstor Perlongher, uno de los escritores más viscerales en el uso de la palabra y por ende, uno de los más difíciles de digerir por la literatura argentina. Pero es además un rescate de su perfil activista, una de sus facetas menos conocida y al mismo tiempo, una manera de entrarle por detrás a la historia argentina reciente.
“Conocía la obra de Perlongher, su poesía, y por otro lado había escuchado hace mucho tiempo la existencia en los años 70 del Frente de Liberación Homosexual (FLH). Pero no había mucho material al respecto, era como un mito de la izquierda, incluso había algunos que decían que eso no había pasado” contó el director, para agregar: “en un momento descubro que el poeta que me interesa había sido parte del frente y había llegado a ser líder. Entonces vi en esa militancia que nunca se narró, del FLH y de las feministas, una oportunidad de contar algo referido a la dictadura de forma menos transitada”. En Rosa Patria casi no hay imágenes de Perlongher, Loza recurre a los testimonios de Rodolfo Fogwill, su primer editor, María Inés Aldaburu, Fernando Noy, Juan José Sebreli, uno de los creadores del FLH, Sara Torres, Alejandro Ricagno, Arturo Carrera, Ernesto Hollmann y Flavio Rapisardi entre otros para suplir la ausencia de fotos, muchas de ellas quemadas durante la dictadura, pero también como una forma de poner en escena el recuerdo. Incluso combina el recurso de la entrevista con representaciones teatrales, música y danza, atípicos en lo documental. “Todo lo que sucede en la película, incluso las entrevistas, pasa una especie de teatrito o cabaret clandestino que armamos. Para ser fiel a lo que la estética de Perlongher: exuberante y lúdica y porque a mí me interesa como tema la irreverencia. Me daba miedo caer en una película que fuese una pieza de museo o que clausurara el sentido. Me parecía que la mirada de ese activismo no podía ser un canto al pasado sino que había que entender el presente a través de ese pasado”.
El activismo del FLH era rechazado tanto por la derecha como por los militantes bien pensantes de la izquierda. De ahí quizás, su carácter mítico. A principios de los ‘70 proponían la liberación de la homosexualidad derribando la idea de la sexualidad como un factor determinante. Para Perlongher y sus compañeros no eran ellos quienes necesitaban ser liberados sino la homosexualidad en sí. Y para subvertir toda una estructura, era preciso abandonar el cuerpo individual, había que salir de sí. Según Santiago Loza, “no querían ser tolerados; hubiesen detestado la idea de un matrimonio, ser parte de una sociedad burguesa. Lo que pasa es que lo que ellos querían era otro tipo de sociedad donde lo sexual no fuese determinante pero tenía que ver con un proyecto colectivo que iba más allá de la lucha de la FLH. Es totalmente opuesto a lo que se propone ahora”.
Es el mismo Perlongher quien en 1991, un año antes de su muerte víctima del SIDA en San Pablo (Brasil) escribe un artículo para la Revista El Porteño titulado “La desaparición de la Homosexualidad”, en donde deja en claro que a su entender el concepto de la homosexualidad como sublevante murió por el vaciamiento del dispositivo sexual en manos “de las locas genetianas, siempre coqueteando con el masoquismo y la pasión de abolición; otra, la de los gays a la moda norteamericana, de erguidos bigotitos hirsutos, desplomándose en su condición de paradigma individualista en el más abyecto tedio (un reemplazo del matrimonio normal que consigue la proeza de ser más aburrido que éste)”.
Rescatar el humor que Perlongher sostuvo hasta el final y la lucidez analítica de su mirada son los dos mayores logros de Rosa Patria. En principio porque son los propios protagonistas de esa historia los que hablan y Néstor a través de ellos. Dijo Loza: “Veo como muchos jóvenes que se acercan al documental se sorprenden que esa gente haya peleado como peleó en esos años. Ver en pantalla a alguien que parece un abuelo y cuenta cosas que no son para nada de un abuelo”. A esto se suma también la poética con la que Santiago Loza crea cada uno de los planos, animándose a jugar con las piezas de un pasado que se le escapa de las manos, de un país que no fue y del que no sabe con certeza cómo pudo haber sido pero sobre el que es necesario construirlo desde la imaginación.
Fuente: Diagonales
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