En el hospital Noel Sbarra: El trabajo demandó 5 meses y participaron dos de sus creadores
César López Osornio y Estela Nieto realizaron hace 42 años un mural en las instalaciones del Hospital Dr. Noel Sbarra junto a Guillermo Cendagorta, Jorge Peirano y Nilda Villalba.
Sin embargo, el paso del tiempo y las incesantes manos que retocaron la obra de arte provocaron un deterioro de la pieza original.
Casi medio siglo después, autoridades provinciales, municipales, del Hospital y del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano, llevaron a cabo la restauración del mismo, que se inauguró el último jueves, luego de más de cinco meses de reconstrucción con dos de los artistas que habían trabajado por primera vez en 1968, Nieto y López Osornio, quien tuvo a su cargo la dirección del mural.
Luego de varias restauraciones e intervenciones desafortunadas, el mural de 20 metros por 3 quedó prácticamente irreconocible. Se lo modificó, sin ningún tipo de criterio estético, no sólo la paleta sino también los aspectos formales con añadiduras y materiales distintos a los utilizados originalmente.
En esta oportunidad trabajaron además de los integrantes históricos, Leticia Passaglia, Martín Irulegui y Elbio Fernández.
La muralista Estela Nieto charló con Diagonales sobre este nuevo legado cultural para la ciudad.
–¿Cuán distinto al original es este mural?
–Hay partes donde directamente se trabajó muy partido. No se tenía documentación, salvo de un sector. Se trabajó reconstruyendo desde la memoria del director César López Osornio y de la mía, porque éramos los dos únicos que habíamos hecho el mural. Usando la memoria nuestra se fue reconstruyendo este.
Las reiteradas restauraciones del mural fueron muy escrupulosas, ha sido muy tocado en forma y color.
–¿Lo trabajaron a través de un boceto?
–Se trabajó con parte de lo que se tenía, se ha ido recreando en la memoria y luego plasmándolo. Todo lo hicimos sin el director, la parte formal. Cuando tuvimos que empezar con el color, se modificaron muchas de las partes, se añadió, se sacó, se enriqueció muchísimo.
–¿Qué refleja el mural?
–Hay algunos elementos reconocibles, como animales. Pero si tengo que definirlo, lo debo hacer a nivel teórico, donde no existe prácticamente la línea recta. Salvo un palo que lleva un personaje. Hay formas figurativas y después son esas formas ondulantes como que van rodeando partes.
Directamente no existe la línea recta, sino la curva. Esas figuras están encerradas en círculos, como si fueran huevos, están como encriptadas. Son formas ondulantes, envolventes, donde el blanco pasa a ser como un color, que era el fondo. El mural baja gradualmente hasta el piso.
–Una restauración como esta además implica un arduo trabajo físico…
–Sí, se trabaja en andamio. Él (por López Osornio) como estaba en sillas de ruedas, iba dirigiendo y soportaba jornadas de ocho horas. El mismo hecho de estar creando te pone en movimiento, y lo único que tenés en la cabeza es plasmar la pintura. Él transmitía lo que pensaba que debía ser, pero siempre poniendo a consideración nuestra.
Nosotros le decíamos lo que pensábamos. Primero fueron varias charlas previas a ir a la pared. Y cuando estuvimos en la pared, nunca perdimos el equipo. Se consensuó bastante, él nos dio la oportunidad de disentir. Todo se hizo sobre la marcha. No tuvimos un boceto terminado, se fue trabajando en la pared.
En el mural, hay un gato gigante con dos metros y algo. Estás en un andamio y tenés que manejar la pincelada con cuerpo y todo porque sino son pinceladas cortadas. Es como si fuera una danza, te movés para que no se corte, sino la trabajás con el cuerpo sale una curva con punta.
–¿Cómo vivió el deterioro del primer mural?
Un mural no se puede tocar como si nada. Si el que lo realizó ha fallecido, te tienen que autorizar los descendientes. Yo he restaurado un mural de Emma Gans, ya fallecida. Tuvimos que localizar a sus hijos, por suerte, había mucha documentación de ese mural, pero no podía poner nada mío, tenía que respetar a rajatabla lo que había hecho. Te adentrás en el hecho artístico de esa persona.
Este mural tuvo muchas manos, mucho material. Siempre se debe respetar lo que ya está en cuanto al material porque la pared lo rechaza, no podés usar distintos materiales. Acá han usado esmalte sintético brillante, se han hecho unos globos y se cayó la pared a pedazos. Los directores del Hospital han mandado a los obreros a que pinten ese pedazo que faltaba, pero no lo podían hacer así no más.
Ahora se hicieron paneles, no paredes, y están con gasas y enduidos, para que el día de mañana si ellos quieren trasladarlo, o cambiarlo, ese mural siempre va a estar.
César López Osornio y Estela Nieto realizaron hace 42 años un mural en las instalaciones del Hospital Dr. Noel Sbarra junto a Guillermo Cendagorta, Jorge Peirano y Nilda Villalba.
Sin embargo, el paso del tiempo y las incesantes manos que retocaron la obra de arte provocaron un deterioro de la pieza original.
Casi medio siglo después, autoridades provinciales, municipales, del Hospital y del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano, llevaron a cabo la restauración del mismo, que se inauguró el último jueves, luego de más de cinco meses de reconstrucción con dos de los artistas que habían trabajado por primera vez en 1968, Nieto y López Osornio, quien tuvo a su cargo la dirección del mural.
Luego de varias restauraciones e intervenciones desafortunadas, el mural de 20 metros por 3 quedó prácticamente irreconocible. Se lo modificó, sin ningún tipo de criterio estético, no sólo la paleta sino también los aspectos formales con añadiduras y materiales distintos a los utilizados originalmente.
En esta oportunidad trabajaron además de los integrantes históricos, Leticia Passaglia, Martín Irulegui y Elbio Fernández.
La muralista Estela Nieto charló con Diagonales sobre este nuevo legado cultural para la ciudad.
–¿Cuán distinto al original es este mural?
–Hay partes donde directamente se trabajó muy partido. No se tenía documentación, salvo de un sector. Se trabajó reconstruyendo desde la memoria del director César López Osornio y de la mía, porque éramos los dos únicos que habíamos hecho el mural. Usando la memoria nuestra se fue reconstruyendo este.
Las reiteradas restauraciones del mural fueron muy escrupulosas, ha sido muy tocado en forma y color.
–¿Lo trabajaron a través de un boceto?
–Se trabajó con parte de lo que se tenía, se ha ido recreando en la memoria y luego plasmándolo. Todo lo hicimos sin el director, la parte formal. Cuando tuvimos que empezar con el color, se modificaron muchas de las partes, se añadió, se sacó, se enriqueció muchísimo.
–¿Qué refleja el mural?
–Hay algunos elementos reconocibles, como animales. Pero si tengo que definirlo, lo debo hacer a nivel teórico, donde no existe prácticamente la línea recta. Salvo un palo que lleva un personaje. Hay formas figurativas y después son esas formas ondulantes como que van rodeando partes.
Directamente no existe la línea recta, sino la curva. Esas figuras están encerradas en círculos, como si fueran huevos, están como encriptadas. Son formas ondulantes, envolventes, donde el blanco pasa a ser como un color, que era el fondo. El mural baja gradualmente hasta el piso.
–Una restauración como esta además implica un arduo trabajo físico…
–Sí, se trabaja en andamio. Él (por López Osornio) como estaba en sillas de ruedas, iba dirigiendo y soportaba jornadas de ocho horas. El mismo hecho de estar creando te pone en movimiento, y lo único que tenés en la cabeza es plasmar la pintura. Él transmitía lo que pensaba que debía ser, pero siempre poniendo a consideración nuestra.
Nosotros le decíamos lo que pensábamos. Primero fueron varias charlas previas a ir a la pared. Y cuando estuvimos en la pared, nunca perdimos el equipo. Se consensuó bastante, él nos dio la oportunidad de disentir. Todo se hizo sobre la marcha. No tuvimos un boceto terminado, se fue trabajando en la pared.
En el mural, hay un gato gigante con dos metros y algo. Estás en un andamio y tenés que manejar la pincelada con cuerpo y todo porque sino son pinceladas cortadas. Es como si fuera una danza, te movés para que no se corte, sino la trabajás con el cuerpo sale una curva con punta.
–¿Cómo vivió el deterioro del primer mural?
Un mural no se puede tocar como si nada. Si el que lo realizó ha fallecido, te tienen que autorizar los descendientes. Yo he restaurado un mural de Emma Gans, ya fallecida. Tuvimos que localizar a sus hijos, por suerte, había mucha documentación de ese mural, pero no podía poner nada mío, tenía que respetar a rajatabla lo que había hecho. Te adentrás en el hecho artístico de esa persona.
Este mural tuvo muchas manos, mucho material. Siempre se debe respetar lo que ya está en cuanto al material porque la pared lo rechaza, no podés usar distintos materiales. Acá han usado esmalte sintético brillante, se han hecho unos globos y se cayó la pared a pedazos. Los directores del Hospital han mandado a los obreros a que pinten ese pedazo que faltaba, pero no lo podían hacer así no más.
Ahora se hicieron paneles, no paredes, y están con gasas y enduidos, para que el día de mañana si ellos quieren trasladarlo, o cambiarlo, ese mural siempre va a estar.
Fuente: Diagonales
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