Es parte del trabajo de un organismo que trabaja para rescatarlos del olvido.
El próximo 5 de abril, 12 integrantes de la comunidad toba del Chaco Impenetrable vendrán a nuestra ciudad para que la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) los capacite en construcciones.
Además, otro organismo los capacitará en artesanías. El objetivo es generar cooperativas de trabajo para que el castigado pueblo originario pueda tener un proyecto de vida.
El proyecto es llevado adelante por la fundación “Pequeños gestos, grandes logros” que dirige la cantante Patricia Sosa. “Va a ser todo un acontecimiento para ellos, porque muchos nunca vinieron a la ciudad”, explicaron a Hoy desde la fundación.
La fundación pide ayuda para conseguir un medio por el cual trasladar a diario a los indígenas. “Hasta el momento hemos conseguido alojamiento y otras cosas, pero nos faltaría eso”, sostuvo.
El grupo que vendrá a la ciudad tiene entre 19 y 35 años, y se alojará en la sede de Punta Lara del Club Universitario. “El tema de la edad es un tema complejo, porque ellos no saben los años que tienen, en los DNI como fueron dados por una cuestión política no está puesta la fecha de nacimiento, la edad es algo que muchas veces nosotros estipulamos”, dijo.
La ong trabaja desde hace 3 años en El Impenetrable. Ayuda a cuatro comunidades tobas, las cuales están conformadas por aproximadamente dos mil personas.
El trabajo tiene el objetivo de devolverles la dignidad que les ha sido arrebatada desde hace más de quinientos años. Además buscan que tengan la posibilidad de realizar micro emprendimientos necesarios para el autoabastecimiento.
Cabe recordar que El Impenetrable fue declarado por la fundación Nelson Mandela como “zona de emergencia mundial”.
Junto al Centro Nelson Mandela de Chaco, desde hace años que vienen denunciando al gobierno provincial de “genocidio étnico”. Es que el abandono y la desidia produjeron que entre los tobas haya víctimas de desnutrición grado 3, chagas, tuberculosis y escabiosis entre otros males.
La situación como un “verdadero desastre socio-sanitario”, porque se trata de enfermedades de la pobreza, y remarcó que el sistema sanitario “no los contiene, no los rescata, porque excluye a los indígenas”.
Según el informe de esta organización no gubernamental, que con un equipo médico evaluó en 2006 a 171 personas de ocho comunidades de las cercanías de Villa Río Bermejito, detectaron “pocos pacientes evaluados y muy pocos previamente medicados, en su mayoría chagásicos y con tuberculosis profunda”.
Por su parte, representantes de las propias comunidades tobas volvieron a denunciar que son víctimas de una “crisis sanitaria que provocó muertes por causas evitables” en los últimos meses.
En esa zona, semanas atrás, los tobas protagonizaron un piquete reclamando atención sanitaria al gobernador justicialista Jorge Capitanich. En las últimas semanas de 2009, y los primeros meses de este año, hubo varios fallecimientos en las poblaciones aborígenes.
Un reclamo por la tierra que no se apaga
Representantes de la etnia Mbya de las comunidades de Kai’Poty, Yvy Pytá y Ka’aagy Poty vienen reclamando la propiedad de unas seis mil hectáreas que fueron donadas a la Universidad Nacional de La Plata en 1992 por la empresa Celulosa Argentina SA.
Las tierras, ubicadas en inmediaciones de la localidad misionera de Aristóbulo del Valle, a un costado de la ruta provincial 7, están habitadas en parte por las comunidades.
En uno de los últimos reclamos hechos a la UNLP, el cacique Hilario Moreira sostuvo que “pedimos a la Universidad que nos devuelva la tierra porque es nuestro hogar, donde viven nuestros hijos, donde vivimos todos, donde están enterrados los huesos de nuestros abuelos”.
Y agregó que “queremos nuestra tierra, nuestro monte, porque ellos nos alimentan, nos sanan. Porque queremos vivir acorde a nuestras pautas culturales porque así quiso Ñamandú. Porque la tierra es nuestra madre. Nadie puede enajenarla”.
La Universidad en varias ocasiones dijo haber evaluado el reclamo de los aborígenes, quienes aseguran ser “sus habitantes ancestrales”, pero hasta el momento, y después de innumerables solicitudes, el pedido no ha sido concretado.
Las momias del Museo
Durante muchos años, el Museo de Ciencias Naturales de La Plata exhibió momias pertenecientes a integrantes de comunidades indígenas. Indignados, durante mucho tiempo las comunidades hicieron el reclamo para que se dejaran de exhibir sus antepasados como piezas de museo.
Hasta el momento se restituyeron a sus respectivas comunidades los restos de Inakayal, cacique mapuche, y del cacique ranquel Mariano Rosas.
Desde el Museo se expresó que la restitución no depende de ellos y que su función es sólo conservar a las momias. Si hay un pedido puntual para devolverlas a su comunidad, es algo que lo tiene que analizar el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas), que es quien devuelve sus momias a los pueblos originarios. Varias momias fueron exhibidas durante casi 30 años y llegaron al Museo durante los primeros años de su fundación.
Los restos llegaron a fines del siglo XIX provenientes en su mayoría del sur y el norte de nuestro país. También hay algunos que llegaron de San Pedro de Atacama, en Chile, o del reino de Chimú, en Perú.
En nuestro país, el debate sobre la exhibición de restos humanos se instaló en 2005, cuando el Museo de Alta Montaña de Salta decidió exponer al público los cuerpos de tres chicos sacrificados por los Incas hace 500 años y que, debido al congelamiento, se habían conservado en perfecto estado.
Se trataba de los niños de Llullaillaco, que fueron ofrendados a 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán Llullaillaco. Sus tumbas son las más altas que el hombre jamás haya construido en el planeta. Estos niños-dioses, en su calidad de huacas o posibles mensajeros de los dioses, son los seres humanos que estuvieron más próximos a la divinidad de los Incas, el Sol.
Fuente: Hoy
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