Hacia el año 2005, Alberto Manguel le mandó al compositor argentino Oscar Strasnoy la novela El baile, de Irène Némirovsky. En el volumen, entre las páginas, había una notita: "¿Por qué no escribís una ópera sobre esto?". El proyecto quedó dormido hasta que Simone Young, directora musical de la Ópera Estatal de Hamburgo, le pidió una obra con un personaje central femenino que hiciera de eco a Erwartung, de Arnold Schönberg.
"En 'Le bal' hay dos personajes femeninos principales y hay una espera imposible. Caía como anillo al dedo. Es muy operístico", cuenta Strasnoy. Su ópera, estrenada a principios de este mes, formó parte de un programa triple llamado "Trilogie der Frauen" (Trilogía de las mujeres) que incluía, además de Erwartung, Das Gehege, de Wolfgang Rihm.
"Es una música puramente teatral -explica el compositor-. Mis referentes, en relación con la escena, son Rossini y Richard Strauss. La música de Le bal es una música muy ágil que juega todo el tiempo con el contraste, con el subrayado de la acción, con la demencia de los personajes, con la implosión de un mundo en equilibrio muy inestable. La única coincidencia musical con Erwartung es el tipo de orquesta, por razones prácticas."
Pero el librito de Némirovsky presenta algunas sutilezas que parecerían difíciles de resolver musicalmente; sobre todo el final, ese momento en el que Antoinette, la protagonista, abraza a la madre para consolarla y en realidad sonríe y se burla. "Tuve la suerte de trabajar desde el principio con Matthew Jocelyn, el libretista y director de escena. Eso hizo que pensáramos música, libreto y escena desde el principio. Hay infinitas sutilezas en el libro. ¿Cómo hacer (¡en 50 minutos!) para sugerir el pasado oscuro de la madre, la impostura entre un presente inventado y un pasado vergonzante? La sonrisa de la hija es el final de la ópera. La música ya es bastante grave en ese momento. La sonrisa de Antoinette es un rictus histérico que tiene más que ver con la embriaguez de haber demolido una casa que con la felicidad."
Strasnoy recuerda que el último encargo de la Ópera de Hamburgo se le hizo, en 1997, a Helmut Lachenmann, que escribió Das Mädchen mit den Schwefelhölzern. "Una locura. Es muy posible que me linchen el día del estreno." Las primeras críticas periodísticas estuvieron bastante lejos del linchamiento. En el Süddeutsche Zeitung, Wolfgang Schreiber escribió que la ópera había sido un "golpe de genio".
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