La Forastera: Un espacio artístico que propone destacar algunas influencias que pueden apreciarse en artistas visuales que concientemente trabajan con los preceptos tanto del manga como del animé.
Por Cristina Civale
Otaku, la muestra que se acaba de inaugurar en la Fundación Klemm además de originalidad, tiene riesgo y audacia. Se trata de una búsqueda encarada por la curadora Patricia Rizzo para encontrar rastros de la influencia del manga –la historieta japonesa- y del animé –los dibujos animados producidos en Japón- en el trabajo de artistas contemporáneos argentinos. Lejos de los dibujos animados de Disney o de Dreamworks, quizá mucho más difundidos por los medios y por las distribuidoras de cine locales, la proximidad a la mirada nipona implica una búsqueda personal de cada artista que se debate por diferenciarse más allá de las modas y de las excentricidades y que también toca una cuerda espiritual que viene del lejano oriente.
“A diferencia de las producción occidentales –explica Patricia Rizzo- el manga y el animé tiene tanto en la trama como en la presencia física de los personajes que los encarnan un abanico de historias que van más allá del simple entretenimiento. Se caracterizan por las tramas complejas que abordan problemáticas que van desde el existencialismo, la amistad, el sexo, la ecología y temáticas que involucran la política y la ciencia. La realidad es el motor de muchas de estas historias, entremezcladas con la fantasía y lo sobrenatural como agentes motivadores y desencadenantes”.
Otaku es una palabra que proviene de la expresión o (artículo honorífico) y taku (que significa casa). El término entero designa a una persona que se encierra gran parte del tiempo para ejercer algún tipo de fanatismo, entre ellos se incluye el manga, el animé y las nuevas tecnologías.
Otaku, la exhibición funciona como ese espacio de encierro donde se despliegan las obras y propone destacar algunas influencias que pueden apreciarse en artistas visuales que concientemente trabajan con los preceptos tanto del manga como del animé.
Los ocho artistas elegidos conforman un grupo heterogéneo, de edades y trayectorias diferentes, que trabajan con distintas aproximaciones y relaciones con la estética.
En los trabajos de Maximiliano Aduki se pueden apreciar analogías lineales con algunos manga a través de sus relatos imposibles que cobran forma en escenas tan simples como impactantes: figuras, dibujos y objetos tiene una fuerte marca proveniente del diseño gráfico. Aduki afirma que “el animé representa todo ese margen que pocos se permiten atravesar, las rocas que hablan, el viento que acaricia”. Así lo demuestra en su instalación Jugatsu.
Ernesto Arellano elige trabajar con figuras sofisticadas hechas en cerámica. Sus piezas representan seres fabulosos que actúan relatos fantásticos que remiten de inmediato a las historias clásicas del género. El manga es para él un concepto difuso que contamina al ícono ya olvidado y sepultado. El manga según este artista “nos permite una llegada múltiple a mundos sin terminar, a paisajes de dulzura o pesadilla”. Su escultura Rapto 2 construye un ser monstruosamente familiar que arropa a un bebé –o a alguien pequeño- al que aún le falta crecer. Es tan bella como espeluznante.
Los objetos multicolores de Fabián Bercic, por su parte, contienen un poderoso componente de irrealidad. Emplea materiales diversos que se conjugan en propuestas a mitad de camino entre el juguete infantil y los conceptos del diseño industrial. Sus Noches blancas, pueden ser muñecos para niños, pequeños monstruitos inofensivos gracias a su blancura que borra todo efecto de maléfico hechizo.
Uno de los componentes visualmente fundamentales del animé, los grandes ojos ovaloides, aparecen en los autorretratos de Flavia Da Rin. Sus personajes transitan tanto escenas bucólicas como instancias fantásticas. Sus mil caras, siempre la misma, su rostro fotografiado y trabado digitalmente es, como corpus, una de las obras más sólidas presentadas en la muestra.
Un viaje a través de la historia del arte hecho por una joven oriental aparece en una de las obras que presenta Estanislao Florido. Se trata de un video pictórico en el que la chica recorre un camino que presenta planos visuales propios de una narración cinematográfica. Los largos y negros cabellos al viento de la mujer son un poético leit motiv. “Todo empezó con un primer beso animado –cuenta Florido-. Gestos mínimos, el pelo volando en el viento y tres colores. Eso es todo lo que se necesita. La trama hace foco en la travesía de un personaje en busca de la comprensión a través del misterioso origen de la pintura”.
La sexualidad, presente en muchas de las sagas del manga se manifiestan claramente en el trabajo realizado en las fotografías y afiches de Sebastián Guajardo. Para las piezas de esta muestra empleó jóvenes modelos masculinos que representan distintos estereotipos que habitan en el imaginario actual de distintas tribus de otakus. Guajardo asegura que se le hace imposible pensar el manga sin remitirse inmediatamente al porno: “Caras inocentes en actitudes provocativas, colegiales, fetiches de todo tipo. Y yo soy, ante todo, un fetichista. Cuando me propusieron participar de esta muestra lo primero que me vino a la mente fueron tres X”.
Los trabajos de Martín Di Paola, extrañas figuras de atractivo hipnótico son sólo algunos de los componentes que ha utilizado a lo largo del tiempo para aludir al comic y al animé. Las niñas ilusorias de Mercedes Vasquez realizadas con la técnica tradicional de papel picado aplicado a punzón con la que logra relieves sorprendentemente volumétricos, parecen habitar en un mundo maravilloso hecho de preciosas manualidades orientales.
Patricias Rizzo cuenta de dónde le vino la idea de tan curiosa muestra: “De animadas conversaciones con Ernesto Arellano, comentando sagas, teorías y datos y hasta los diversos grados de enamoramiento que nos despiertan distintos personajes, surgió la idea de la exhibición; un rastreo compartido entre obras y artistas que derivó en una tarea que celebramos poder compartir y ofrecer a los espectadores, reconociendo con placer nuestra condición otaku”.
Y allí están todos encerrados en la Fundación Klemm y pueden visitarse, con garantía de que podrán salir, de lunes a viernes de 11 a 20 hasta finales de abril.
Fuente: Asterisco
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