La teatral de Hisham El Naggar se presenta todos los domingos en El Beckett Teatro
Se estrenó en el Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556, Buenos Aires) Los que volar no saben, una obra dinámica que coquetea con el grotesco al cuestionar la vigencia de ciertos sistemas políticos que dominaron el pasado. Las funciones continuarán todos los domingos a las 20.30.
La historia está ambientada en un castillo perdido en el centro de Argentina en 1962, donde una marquesa admiradora de Adolf Hitler y Benito Mussolini educa a su hijo para ser el próximo superhombre.
Con dirección de Diego Cosin –quien estuvo a cargo de la puesta en escena en el Teatro Argentino de El Gran Teatro de Oklahoma, de Marcos Franciosi, recientemente estrenada–, la compañía Knuck sube a escena esta pieza del egipcio radicado en Argentina Hisham El Naggar, que ahonda en la vigencia que pueden mantener ideologías como el nazifascismo, desde una mirada fresca, dinámica y con pinceladas de humor. A la vez, pone luz en los proyectos políticos que persiguen realizar un trabajo "ingenieril" sobre los ánimos y los cuerpos, a fin de dominarlos y someterlos.
"Esta obra se desarrolla, presumiblemente, en las Sierras de Córdoba, en 1962. La realidad que anticipa, en clave casi grotesca pero no absurda es, en cambio, sumamente actual, y también, literalmente, mundial. Una Marquesa supuestamente loca se acuerda de los buenos viejos tiempos cuando les servía el té a sus amigos, Adolf y Benito. El nazifascismo, para ella, dista de haber muerto o, en todo caso, tiene planes para resucitarlo", dice Hisham El Naggar.
El autor de Los que volar no saben destaca que "quizá no todos puedan tomar en serio la idea de una conspiración que no renuncia nunca al ideal horripilante de apoderarse del mundo y de reducir sus habitantes a robots que cumplen los deseos de un líder infalible que no tiene que rendirle cuentas a nadie, pero no hace falta tomarla en serio; más que una conspiración, es una tendencia que manifiesta un núcleo de superpoderosos y que parece reforzarse con el tiempo. Y en 2009, es mucho más real de lo que era en 1962". Y agrega: "lo que motiva a los Marqueses y a las Marquesas dementes, ¿realmente son dementes?, de este mundo es, antes que nada, un profundo desprecio por la humanidad. Incluso al superhombre, al que hay convencer de que es superhombre, que está más allá del bien y del mal y también de los meros sentimientos; aun el superhombre no merece más que el desprecio de quienes creen moldearlo para luego poder 'venderlo' a un mundo del que él no se distingue demasiado. Bueno, se distingue en un solo detalle: tiene alas, alas que les debe a sus benefactores de quienes jamás debería olvidarse".
–¿Qué mensaje buscó transmitir con esta obra?
–Esta obra no pretende ser percibida como una advertencia. Es, a decir verdad, un lamento, mezclado con no poco horror al recordar el costo espantoso de otras experiencias de "ingeniería de ánimos". ¿Es posible resistirse a los que aspiran a esclavizar a uno, a los que siempre han aspirado a hacerlo y no dudan de que puedan hacerlo una y otra vez? Sí, quizás. Al menos puede uno negarse a volar, si por volar se entiende aislarse del resto de la humanidad. Al menos puede uno dar un paso al costado. Pero habrá otros superhombres. Para ser la herramienta de los poderosos que tienen todas las intenciones del mundo de ser más poderosos, candidatos hay, y siempre habrá, de sobra. Lo único que nos queda a los pretendidos esclavos es no avergonzarnos de ser humanos. No renegar de otros humanos, incluso de los que no supieron resistirse. Atrevernos, no a volar, porque dentro de todo es una ilusión no tan piadosa, sino a seguir viviendo; a sentir, incluso a sentir el miedo que hay que sentir ante los monstruos que están al acecho.
–¿Considera que hoy en día hay otros "Hitler" y "Mussolini" por el mundo?
–Un título alternativo para esta obra es "Feltre". Feltre es la localidad del Véneto donde Hitler y Mussolini tuvieron una reunión, en 1943, que marcó el apogeo de su poder. Allí deben haber especulado sobre lo que harían con un mundo que creían haber heredado. Sus sucesores no necesitan reunirse en rincones recónditos para entregarse a reflexiones que, todo parece indicarlo, deben ser idénticas. ¿Qué hacer con los enanos, a quienes piensan poder esclavizar simplemente diciéndoles que los esclavos son otros, otros que volar no saben? ¿Y si los "enanos" se niegan a creerles, a ver el mundo como ellos lo representan, a mirar permanentemente a un cielo tecnicolor o a un espacio virtual, de esta manera haciendo caso omiso de una realidad que se embrutece a la par de los excesos mediáticos de los hacedores de esta misma realidad?
–¿Qué espera de la repercusión que pueda tener esta obra en el espectador?
–Si esta obra hace que algunos aparten la mirada por unos instantes, que miren la realidad en blanco y negro donde el gris ya no es más que una construcción de la mente, algo habré logrado.
Fuente: Diagonales
Se estrenó en el Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556, Buenos Aires) Los que volar no saben, una obra dinámica que coquetea con el grotesco al cuestionar la vigencia de ciertos sistemas políticos que dominaron el pasado. Las funciones continuarán todos los domingos a las 20.30.
La historia está ambientada en un castillo perdido en el centro de Argentina en 1962, donde una marquesa admiradora de Adolf Hitler y Benito Mussolini educa a su hijo para ser el próximo superhombre.
Con dirección de Diego Cosin –quien estuvo a cargo de la puesta en escena en el Teatro Argentino de El Gran Teatro de Oklahoma, de Marcos Franciosi, recientemente estrenada–, la compañía Knuck sube a escena esta pieza del egipcio radicado en Argentina Hisham El Naggar, que ahonda en la vigencia que pueden mantener ideologías como el nazifascismo, desde una mirada fresca, dinámica y con pinceladas de humor. A la vez, pone luz en los proyectos políticos que persiguen realizar un trabajo "ingenieril" sobre los ánimos y los cuerpos, a fin de dominarlos y someterlos.
"Esta obra se desarrolla, presumiblemente, en las Sierras de Córdoba, en 1962. La realidad que anticipa, en clave casi grotesca pero no absurda es, en cambio, sumamente actual, y también, literalmente, mundial. Una Marquesa supuestamente loca se acuerda de los buenos viejos tiempos cuando les servía el té a sus amigos, Adolf y Benito. El nazifascismo, para ella, dista de haber muerto o, en todo caso, tiene planes para resucitarlo", dice Hisham El Naggar.
El autor de Los que volar no saben destaca que "quizá no todos puedan tomar en serio la idea de una conspiración que no renuncia nunca al ideal horripilante de apoderarse del mundo y de reducir sus habitantes a robots que cumplen los deseos de un líder infalible que no tiene que rendirle cuentas a nadie, pero no hace falta tomarla en serio; más que una conspiración, es una tendencia que manifiesta un núcleo de superpoderosos y que parece reforzarse con el tiempo. Y en 2009, es mucho más real de lo que era en 1962". Y agrega: "lo que motiva a los Marqueses y a las Marquesas dementes, ¿realmente son dementes?, de este mundo es, antes que nada, un profundo desprecio por la humanidad. Incluso al superhombre, al que hay convencer de que es superhombre, que está más allá del bien y del mal y también de los meros sentimientos; aun el superhombre no merece más que el desprecio de quienes creen moldearlo para luego poder 'venderlo' a un mundo del que él no se distingue demasiado. Bueno, se distingue en un solo detalle: tiene alas, alas que les debe a sus benefactores de quienes jamás debería olvidarse".
–¿Qué mensaje buscó transmitir con esta obra?
–Esta obra no pretende ser percibida como una advertencia. Es, a decir verdad, un lamento, mezclado con no poco horror al recordar el costo espantoso de otras experiencias de "ingeniería de ánimos". ¿Es posible resistirse a los que aspiran a esclavizar a uno, a los que siempre han aspirado a hacerlo y no dudan de que puedan hacerlo una y otra vez? Sí, quizás. Al menos puede uno negarse a volar, si por volar se entiende aislarse del resto de la humanidad. Al menos puede uno dar un paso al costado. Pero habrá otros superhombres. Para ser la herramienta de los poderosos que tienen todas las intenciones del mundo de ser más poderosos, candidatos hay, y siempre habrá, de sobra. Lo único que nos queda a los pretendidos esclavos es no avergonzarnos de ser humanos. No renegar de otros humanos, incluso de los que no supieron resistirse. Atrevernos, no a volar, porque dentro de todo es una ilusión no tan piadosa, sino a seguir viviendo; a sentir, incluso a sentir el miedo que hay que sentir ante los monstruos que están al acecho.
–¿Considera que hoy en día hay otros "Hitler" y "Mussolini" por el mundo?
–Un título alternativo para esta obra es "Feltre". Feltre es la localidad del Véneto donde Hitler y Mussolini tuvieron una reunión, en 1943, que marcó el apogeo de su poder. Allí deben haber especulado sobre lo que harían con un mundo que creían haber heredado. Sus sucesores no necesitan reunirse en rincones recónditos para entregarse a reflexiones que, todo parece indicarlo, deben ser idénticas. ¿Qué hacer con los enanos, a quienes piensan poder esclavizar simplemente diciéndoles que los esclavos son otros, otros que volar no saben? ¿Y si los "enanos" se niegan a creerles, a ver el mundo como ellos lo representan, a mirar permanentemente a un cielo tecnicolor o a un espacio virtual, de esta manera haciendo caso omiso de una realidad que se embrutece a la par de los excesos mediáticos de los hacedores de esta misma realidad?
–¿Qué espera de la repercusión que pueda tener esta obra en el espectador?
–Si esta obra hace que algunos aparten la mirada por unos instantes, que miren la realidad en blanco y negro donde el gris ya no es más que una construcción de la mente, algo habré logrado.
Fuente: Diagonales
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