Entrevista Werner Herzog
El célebre director alemán afirma aquí que no es un lobo solitario ni un excéntrico. Habla de los libros que les hace leer a sus alumnos en la escuela de cine que fundó y comparte algunas de las claves de su arte.
Por Vera Von Kreutzbruck
Para LA NACION - Berlín, 2010
Cuando tenía 32 años, en 1974, caminó de Múnich a París durante tres semanas para visitar a una amiga que estaba gravemente enferma con la certeza de que la encontraría sana si hacía el viaje a pie. La intuición del legendario cineasta alemán Werner Herzog fue certera: su querida amiga, la crítica de cine Lotte Eisner, vivió diez años más y él narró la experiencia en el libro Del caminar sobre hielo .
Este caminante incansable y amante de la naturaleza se toma al pie de la letra las normas que ha creado para su vida y obra. "El turismo es un pecado y viajar a pie es una virtud", reza uno de los doce postulados reunidos en la "Declaración de Minnesota sobre el cine documental", escrita por el director en 1999. La aventura es un eje rector en su vida y hace poco ha descubierto su vocación de maestro. "Caminar a pie" es el título de una de las clases que ofrecerá en un seminario de cuatro días de duración en junio próximo en Nueva Jersey. El curso fue organizado por la Rogue Film School, que fundó el año pasado.
En 2009, la revista Time lo nombró una de las cien personas más influyentes del mundo. Fue miembro del Nuevo Cine Alemán, movimiento integrado también por Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders y Volker Schlöndorff, cuyo objetivo era romper con las reglas del cine conservador de los años cincuenta.
A menudo, los protagonistas de sus películas son personas arriesgadas y solitarias que desafían las fuerzas de la naturaleza, como en Aguirre, la ira de Dios (1972) o Fitzcarraldo (1982). De forma consciente o no, Herzog ha logrado construir un mito en torno a su persona. Innumerables e increíbles historias han surgido de las filmaciones de sus más de cincuenta largometrajes y documentales. Una de las más insólitas ocurrió en la selva amazónica de Perú durante el rodaje de Fitzcarraldo . Según el diario del director, las peleas entre el indomable actor Klaus Kinski y él se habían vuelto tan insoportables que un indígena que estaba trabajando de extra le ofreció al cineasta matar a Kinski.
A principios de este mes se estrenó en la Argentina su última película, Un maldito policía en Nueva Orleans , una adaptación del film Un maldito policía (1992) de Abel Ferrara, protagonizada por Nicolas Cage, que encarna a un policía corrupto y adicto a las drogas. Durante un descanso en el Festival Internacional de Cine de Berlín, del que fue el presidente del jurado, Herzog habló con adncultura sobre su búsqueda de un cine que refleje la "verdad extática", su particular relación con la naturaleza y, claro, Kinski, su actor fetiche.
-Usted tiene la reputación de ser un lobo solitario. Sin embargo, aquí está presidiendo el jurado de un festival internacional de cine. ¿Qué ha ocurrido?
-Lo de lobo solitario es una exageración de los medios. Me tuvieron que persuadir un poco, eso sí. Además, me han contado que el año pasado las películas fueron extremadamente buenas. Una joven mujer de Perú [Claudia Llosa] ganó el Oso de Oro. No he visto la película [ La teta asustada ], pero todos mis amigos confiables me han dicho que es maravillosa. Hace poco estuve en Perú y se ha convertido en un orgullo de toda la nación. De pronto, los jóvenes cineastas peruanos están revoloteando alrededor de su éxito como atraídos por un panal de abejas. En este caso, creo que tiene sentido otorgar premios a películas.
-¿Qué lo llevó a fundar una escuela de cine?
-Durante los últimos 25 años, cada vez más gente me ve como una persona orientadora. Hace poco ofrecí un curso en el Royal Festival Hall de Londres, que tiene una capacidad para 3000 personas y la totalidad de las entradas se vendió en sólo 35 minutos. Por eso sentí que debía dar una respuesta organizada para legar lo que sé. No se trata de enseñar la técnica, eso se puede aprender en una escuela de cine local. Se trata de transmitir un espíritu guerrillero, pícaro y audaz. Por ejemplo, quiero introducir la noción de que el cineasta debería ser una persona leída. Mis alumnos tienen que estudiar una bibliografía obligatoria. La lista empieza con las Geórgicas de Virgilio, probablemente el mejor poema que se haya escrito. Luego sigue con Ernest Hemingway. Después El informe de la Comisión Warren [publicación sobre las conclusiones de la comisión encargada de investigar el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy], un ejemplo excelente de cómo debe contarse una historia.
-¿Alguna vez pensó por qué la gente se siente tan atraída por sus películas?
-Creo que porque he luchado en contra de la corriente y siempre he logrado realizar las películas que quería. He podido librarme de las garras del diablo mismo y eso da esperanza a la gente. Todo mi trabajo ha ocurrido fuera de la industria cinematográfica. Sin embargo, mis películas son, a su modo, mainstream . Por ejemplo, Aguirre, la ira de Dios , que se filmó hace más de 40 años, se ha transformado en mainstream . Cada vez más gente piensa que no soy un rebelde. El resto del mundo es rebelde. No soy un excéntrico. Ocupo un lugar en el centro y estoy clínicamente sano.
-Su obra se caracteriza por retratar un mundo de sueños, casi surrealista. ¿De dónde proviene este interés?
-Siempre me han interesado las cosas que van más allá de los hechos, porque los hechos en sí mismos no son la verdad, no te iluminan. No obstante, no tengo mucha afinidad con lo surrealista o con lo que ocurre en los sueños. El surrealismo y el cine nunca funcionaron bien juntos, incluyendo a Buñuel. Es una adaptación demasiado cerebral de elementos que sólo han funcionado bien en la pintura y en la literatura.
-Usted ha dicho en repetidas ocasiones que su obra busca la "verdad extática". ¿Podría definir este concepto?
-Deme 48 horas y le mostraré ejemplos de películas que han alcanzado la verdad extática. Siempre he tenido un problema con el cinéma verité . Tenemos que ver más allá de los hechos, del realismo. Debemos cavar más profundo en el estrato de la verdad. Mi meta es buscar aquellos momentos que de pronto iluminan a uno.
-¿Estos momentos de iluminación revelan la verdad o meramente crean una ilusión de verdad?
-Estoy hablando de una verdad escurridiza. Pero no me pida que defina la palabra verdad porque ni los filósofos han podido hacerlo. Como cineasta sólo puedo nombrar las películas en la historia del cine que tuvieron momentos de verdad. Y espero que algunos de mis films hayan ofrecido momentos en los que los espectadores hayan podido desprenderse de ellos mismos y que se hayan sentido iluminados y en éxtasis.
-La naturaleza es un tema recurrente en su filmografía y se retrata como una fuerza imbatible. ¿De dónde proviene su fascinación por la lucha entre el ser humano y la naturaleza?
-No siempre es una lucha. Es un eco distante de la forma en cómo crecí en las montañas, sin la presencia de la civilización tecnológica. No vi una película hasta que cumplí 11 años. Hice mi primera llamada telefónica a los 17. Y aún sigo sin tener teléfono. Funciono mejor en la selva amazónica, en la Antártida o en el desierto del Sahara. Podría trabajar en un estudio de filmación, pero nunca me sentiría del todo cómodo.
-¿Qué es lo que más atesora de su relación con Klaus Kinski?
-Es una pregunta difícil porque fue una relación compleja. Aunque esto le suene raro, le diría que la disciplina. Su disciplina combinada con la mía. Durante esos momentos siempre logramos los mejores resultados. Por los demás, fue una lucha para domesticar a la bestia salvaje, que me dio momentos placenteros y buenos resultados.
-Recientemente dijo que el libro La conquista de lo inútil , sobre sus experiencias durante la filmación de Fitzcarraldo , sobrevivirá más que sus películas. ¿Por qué?
-Mi prosa tiene más sustancia que todas mis películas juntas porque es una forma más directa de expresión. En el cine siempre hay que tener en cuenta otros factores, tales como la financiación, la organización, los actores y la tecnología.
-¿Le gustaría que la gente lo siga leyendo dentro de cien años?
-La posteridad no me interesa en lo más mínimo porque, de todas formas, yo no estaré aquí. Lo podría decir de una manera mucho más drástica, pero no lo haré. Quizá luego de un par de cervezas en un bar le contaría lo que quiero decir.
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