Calígula , en el Festival de Teatro de Bogotá
También se destacó el Macbeth apocalíptico del grupo polaco Biuro Podrozy, que dirige Pawel Szkotak
Por Pablo Gorlero
Enviado especial
BOGOTA.- Los colombianos siguen respirando teatro por todos los rincones y, a medida que pasan los días, el entusiasmo es cada vez más efervescente. El clima amable ayuda, y se suman los innumerables talleres, seminarios, charlas, cursos y demás actividades paralelas de este megafestival que, según su fundadora, Fanny Mikey, requería un costo de 10 millones de dólares. "Aunque yo te lo hago en 6 millones", se ufanaba. Lo sorprendente de eso es que un 50 por ciento de ese dinero proviene de las taquillas.
Entre los grupos que se presentaron en estos últimos dos días, están la Compañía de Opera de Pekín, dirigida por Luo Jinlin, con Destellos de la ópera china ; la coproducción serbio-rumana La disputa , de Alexandru Darie; El abrigo , del Gecko Theater (Reino Unido); el Teatro de los Andes, dirigido por César Brie, con La odisea (Bolivia); el recordado Mario Morgan dirigiendo el unipersonal Retablo de vida y muerte , con Estela Medina (Uruguay); Diciembre , dirigida por Guillermo Calderón (Chile); The Aluminium Show , una performance del israelí Illan Azriel, y numerosas obras locales, entre ellas El atolondrado , dirigida por el argentino Ricardo Behrens.
Pero lo mejor del XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá llegó anteayer. El gran director yugoslavo Tomaz Pandur, uno de los mejores vanguardistas de los Balcanes presentó una versión excelente de Calígula , basada en la obra de Albert Camus. Es una coproducción entre Teatros Pandur (Eslovenia) y el Teatro Gavella (Croacia). Pocas obras conmocionaron tanto a este cronista como esta muestra de "alta costura teatral", como alguien bien dijo en la platea del céntrico teatro Jorge Eliécer Gaitán. Pandur no sólo es un poeta de la imagen, sino que crea la pintura exacta para que sus intérpretes no tengan límites y sus emociones exploten hasta sacudirle las tripas al espectador.
En su adaptación, el escenario está cubierto de agua, por donde se mueven los actores y unos pocos, pero contundentes elementos escenográficos. El agua es efecto, sí. Pero también se convierte en la fuente de energía de la que se nutren estos actores maravillosos (Livio Badurina, Sven Medvesek, Hrvoje Klobucar, Dijana Vidusin y Sven Sestak, en los papeles protagónicos). Todo comienza después de la muerte de Druzilla, hermana y mujer de Calígula, instante en que comienza a ver el mundo con otros ojos. Allí surge su mayor crueldad, paradójicamente fruto de sus ansias de libertad. El se cree todos los hombres; se cree Dios, y la muerte y la perversión acaban siendo su néctar.
Pandur desdobló a su Calígula sangrante en tres, en un principio; luego, en seis. Y en cada uno de ellos se verá reflejado el emperador enloquecido por el sadismo, el enfermo, el esclavo de sí mismo, el sufriente, el de la furia incontrolable. Y cada uno de esos estadios se interrelacionan entre sí, beben de sí mismos y provocan un alud de sensaciones. A su vez, la lingüística cumple un rol importante en la entrelínea sociopolítica de la obra a través de tres idiomas empleados: croata, francés y alemán. La escena en la que, en sueños, consigue atrapar una de sus mayores obsesiones, la Luna, es de una belleza inigualable. La atrapa, juega, la ama, la hace sangrar hasta dejarla subir nuevamente para recuperar su función. Eso es el mundo Pandur: poesía, ideología, política y teatro salvaje. Sin duda, es en esa maltratada región del este europeo donde ese teatro de conexión y de pensamiento está poniéndose en el centro de la vanguardia.
Después de ver Calígula, surge la convicción del amor que uno siente por el teatro.
Otra interesante propuesta es la del teatro Biuro Podrozy, de Polonia, con Macbeth, ¿quién es ese hombre ensangrentado? , dirigida por Pawel Szkotak. Una experiencia de teatro callejero que los miles de espectadores que se amontonaron en el parque Simón Bolívar aplaudieron de pie. Es una visión apocalíptica de la tragedia de Shakespeare, apoyada con impactantes efectos visuales (fuego, motocicletas, música y atractivos artilugios escénicos). Con muy buenos intérpretes, lo más destacable de esta puesta es la difícil síntesis lograda por el director sobre la obra original. Asimismo, no se regodeó en el efectismo y consiguió escenas contundentes, de gran fuerza dramática y visual.
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