La búsqueda de la verdad, según Eduardo Sacheri
Aráoz y la verdad . De Eduardo Sacheri. Versión y dirección: Gabriela Izcovich. Intérpretes: Diego Peretti, Luis Brandoni y David Di Nápoli. Escenografía: Jorge Ferrari. Luces: Eli Sirlin. Supervisora de vestuario: Lorena Díaz. Música original: Lucas Fridman. Producción: Pablo Kompel. En el Paseo la Plaza. Duración: 90 minutos.
Nuestra opinión: buena
A pocas semanas de que El secreto de sus ojos ganó un Oscar, era una pegada hacer la primera adaptación teatral de una de las novelas de Eduardo Sacheri (el film de Campanella se inspiró en su libro La pregunta de sus ojos ). Y está muy bien.
Aquí hay dos protagonistas: Aráoz y Lépori. El primero llega a O´Connor, uno de esos tantos pueblos perdidos en el interior que aún gozan del "privilegio" de tener una estación de tren en funcionamiento. Aunque pase uno sólo tres veces por semana. El motivo de su arribo a ese lugar es para encontrar a Perlassi, un delantero de fútbol que fue su ídolo, durante su primera juventud. Por aquél entonces, un mal pase a un contrario originó que su equipo se vaya al descenso. Desde ese entonces, desapareció del mapa. Algún motivo oculto lo lleva a esperarlo en la hostería de una estación de servicio que, se supone, le pertenece al ex deportista. Pasan los días y Aráoz afianza su vínculo con Lépori, el encargado del lugar, pero Perlassi nunca llega.
Como es de suponer, la sencilla anécdota argumental no es la mayor preocupación de Sacheri, sino un desenlace y una entrelínea cargada de un discurso social emocionante. A su vez, el autor hace planteos, preguntas y apunta a la búsqueda de una verdad camuflada por un halo de misterio y grises, en una cosmogonía futbolera.
Con su perfecta, impecable e hiperrealista escenografía y ambientación, Jorge Ferrari le otorga buenos aires cinematográficos a un montaje, por momentos, plano, sobre todo en su primera mitad. Es en esos tramos donde la obra se descubre como novela, a través de una hiperabundancia de datos que no hacen avanzar la acción, pero que -a favor- fortalecen el vínculo de estos Vladimir y Estragón criollos que, prácticamente, terminan conviviendo y compartiendo esa paz pueblerina y campera. Esa relación es la que otorga a la pieza su riqueza dramática. Sin dudas, mérito de estos dos espléndidos actores.
Luis Brandoni demuestra aquí cuan grande es como actor. Pone en juego su oficio, sensibilidad y todo lo que se necesita para merecer ese lugar que ocupa sobre el escenario. Sobre los tramos finales logra conmover, en una agradecida atmósfera intimista lograda por el montaje de Gabriela Izcovich. Diego Peretti no se queda atrás y dota a su Aráoz de todas esas dudas y convicciones que lo constituyen como un ser tan frágil como corajudo. En un papel menor, pero sumamente agradecido, David Di Nápoli se luce en una primera escena colorida, como jefe de la estación de ferrocarril.
Gabriela Izcovich puso el acento en los climas y el ambiente, aunque si las cosas ocurren en escena es, sobre todo, gracias a los trabajos actorales.
Fuente: La Nación
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