Desde hoy, y hasta el 26 de mayo, todos los jueves se presentarán las compañías Surdance Ensamble (con Soledades alternas) y Castadiva (con Venecia sin ti), de los coreógrafos Jorge Amarante y Mónica Fracchia, respectivamente.
Por Alina Mazzaferro
Imagen: Sandra Cartasso
Desde principios de 2010, la danza contemporánea cuenta con un nuevo espacio. El Teatro del Pueblo, la mítica sala del teatro independiente de Roque Sáenz Peña al 900, ha abierto sus puertas a los coreógrafos en un Ciclo de Danza Contemporánea que se desarrollará durante todo el año los jueves a las 21. Cuenta con la participación de Ana María Stekelman en carácter de programadora, quien en marzo estrenó el espacio con una nueva obra de su compañía Tangokinesis. Desde este jueves, y hasta el 26 de mayo, otros dos coreógrafos tomarán la posta en un programa compartido: el bailarín del Colón Jorge Amarante, con su equipo –el Surdance Ensamble– totalmente renovado, presentará Soledades alternas, mientras que Mónica Fracchia y su ballet Castadiva revisitarán Les Noces de Igor Stravinsky en Venecia sin ti.
El primer punto a favor de este ciclo es que la danza independiente no cuenta con muchos lugares para desarrollarse y son poquísimos los teatros que exhiben una programación ininterrumpida y heterogénea de danza contemporánea. Por eso, durante el encuentro con Página/12, los dos coreógrafos seleccionados en esta oportunidad agradecen la creación de un espacio semejante. Amarante reconoció haber estado agotado “por todo lo que supone armar una obra, que no es sólo la creación y el trabajo con los bailarines sino también encontrar una sala, ocuparse de la prensa, entre otras cosas que vuelven todo muy difícil”. Por eso, en 2008 abandonó el grupo que había creado cinco años antes para dedicarse a montar obras para grandes ballets extranjeros. Claro que extrañaba su propio bunker de creación y la invitación de Stekelman a participar de este programa lo motivó a recomponer su compañía. Mientras tanto, Fracchia, con una infinita paciencia y muchísimo esfuerzo, hace doce años que está a la cabeza de Castadiva, un logro que ella cataloga de milagro. “Siempre estoy preparando alguna obra, pero después me encuentro con las dificultades para estrenarla”, cuenta. Por eso, este ciclo significa mucho para los coreógrafos independientes: es un sitio para mostrar lo propio o un incentivo para ponerse a crear. Es un lugar en donde ellos pueden adquirir mayor visibilidad; una oportunidad para que un nuevo público vea sus producciones por primera vez, desde los seguidores de otro coreógrafo hasta el asiduo espectador del Teatro del Pueblo.
El ciclo ha renovado el espíritu y las esperanzas de muchos. Y no es para menos. Stekelman confesó el año pasado a Página/12 que estuvo a punto de cerrar Tangokinesis después de diecisiete años de trabajo ininterrumpido, por las dificultades que implica actualmente llevar adelante un ballet en la Argentina. Por eso, no es casual que ella haya seleccionado para esta programación a coreógrafos que también tienen sus propias compañías. Mientras cada vez es menos frecuente que éstos formen elencos estables, Stekelman parece haber querido apostar por los equipos permanentes con lenguaje propio. Sin embargo, las trayectorias de Fracchia y Amarante son bien distintas. Fra-cchia tiene una amplísimo camino recorrido en el ámbito de la danza contemporánea: formó parte del primer Ballet del San Martín en los ’70; se entrenó con los más grandes, desde Pina Bausch hasta Je-nnifer Müller; y bailó por doquier: “le puse el cuerpo a Cunningham, a Graham, a muchas técnicas contemporáneas”, repasa. En 1998 fundó Castadiva y desde entonces toda esa experiencia ha sido el fondo sobre el cual creó su propio lenguaje. “Hay coreógrafos que no tienen uno propio, que toman elementos de diferentes técnicas. A mí me gusta el lenguaje propio, porque te da un sello, una identidad, e impide que trabajes solamente con lo que está de moda”, asegura.
Sus obras más conocidas forman parte de una trilogía –Sudakas, Febo asoma, Fechas patrias– en la que Fracchia ha puesto a sus intérpretes a bailar temas y dilemas de índole nacional, fusionando el folklore y el contemporáneo. Si bien sigue reponiendo tales piezas –en mayo vuelve con Febo asoma al C. C. Carlos Gardel–, asegura que en los últimos tiempos su obra ha virado hacia otro lado: “Por un momento pensé que siempre iba a hacer coreografías comprometidas, que tenía que marcar un rumbo en ese sentido, pero después me cansé, desestructuré mi forma de pensar y crear. No tengo un productor, no sacamos dinero con esto, por eso hago lo que me dictan las ganas”, asegura. Esas ganas obligaron a Fracchia a sumergirse en Les noces, de Stravinsky, esa obra tan revisitada por los coreógrafos modernos y contemporáneos, para hacer algo nuevo con ella. “Venecia sin ti es completamente diferente y, al mismo tiempo, tiene un olor a viejo, a la obra de Bronislava Nijinska, que es la madre de todas las versiones posteriores de Les noces. Claro que aquí no narramos la historia y no están los personajes de la versión original, porque, a diferencia de las anteriores, mi obra es para cinco hombres y una mujer”, anticipa Fracchia.
Fuente: Página 12
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