EL CIGALA EN EL ARGENTINO
Tangos y palmas con sangre gitana y un cantor único
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
RECITAL DE DIEGO, EL CIGALA, en el Teatro Argentino de La Plata.-
Parece que mordiera los tangos, que los estrujara para poder sacarle un nuevo ímpetu. El ha dicho que la música de nuestro suburbio tiene el mismo respirar trágico del flamenco y por eso suena familiar el raro fraseo y el temperamento arrollador de este cantor único que dejó un recital de película. Pero no estuvo solo en esta patriada. El tango es un territorio celoso que exige alguna contraseña para dejar entrar lo nuevo. Y como El Cigala había avisado que lo suyo no era para puristas, llevó de bastoneros a dos músicos indiscutibles que le dieron colorido porteño a su atrevimiento y calidad segura al espectáculo: Juanjo Domínguez en guitarra y Néstor Marconi en bandoneón, dos notas altas en el staff de los refuerzos, apuntalado además por la presencia Andrés Calamaro, en voz y palmas, un compadre que alentó esta nueva incursión de El Cigala, tras su presentación años atrás junto a Chucho Valdez, cuando exploró nuevas afinidades entre el bolero, la rumba y el flamenco. Ahora dejó a un lado aquello aportes, le dio una tregua al cante y se dio una cita con su nueva musa, el tango, que sabe muchos de traiciones y desvelos y que parece estar hecho a le medida esta voz estremecida.
Madrileño, intuitivo, El Cigala es un baluarte del flamenco, una presencia dominante en escena y una de esas figuras que vale por lo que transmite. El sábado, arrancó con "Garganta con arena" y desde allí transitó un repertorio elegido desde su sensibilidad. Bajo su luz, el dos por cuatro se libró de algunas ataduras y mañas que a veces lo limitan. Lo conocido encontró nuevas texturas y hasta temas desgastados por la frecuentación y el tiempo, como "El día que me quieras", "Sus ojos se cerraron" y "Tomo y obligo", alcanzaron renovada vigencia bajo el aire gitano de un cantaor que le puso instinto flamenco a la poesía inoxidable de Cadícamo, Lepera, Contursi y Manzi. Fue bien atrás para recuperar "Las cuarenta", se le animó a Piazzolla y a Atahualpa, dio una vueltita por el bolero y el flamenco y le otorgó vuelo a una formidable versión de "Alfonsina y el mar". El desafío sonó a triunfo. El Cigala caminó sobre esas canciones con el sentimiento de un viejo conocido. Y el tango estuvo allí, convocado por una voz y una musicalidad distinta, pero confirmando que sus versos y sus sones no tienen patrón ni fecha de vencimiento.
Fuente: El Día
Parece que mordiera los tangos, que los estrujara para poder sacarle un nuevo ímpetu. El ha dicho que la música de nuestro suburbio tiene el mismo respirar trágico del flamenco y por eso suena familiar el raro fraseo y el temperamento arrollador de este cantor único que dejó un recital de película. Pero no estuvo solo en esta patriada. El tango es un territorio celoso que exige alguna contraseña para dejar entrar lo nuevo. Y como El Cigala había avisado que lo suyo no era para puristas, llevó de bastoneros a dos músicos indiscutibles que le dieron colorido porteño a su atrevimiento y calidad segura al espectáculo: Juanjo Domínguez en guitarra y Néstor Marconi en bandoneón, dos notas altas en el staff de los refuerzos, apuntalado además por la presencia Andrés Calamaro, en voz y palmas, un compadre que alentó esta nueva incursión de El Cigala, tras su presentación años atrás junto a Chucho Valdez, cuando exploró nuevas afinidades entre el bolero, la rumba y el flamenco. Ahora dejó a un lado aquello aportes, le dio una tregua al cante y se dio una cita con su nueva musa, el tango, que sabe muchos de traiciones y desvelos y que parece estar hecho a le medida esta voz estremecida.
Madrileño, intuitivo, El Cigala es un baluarte del flamenco, una presencia dominante en escena y una de esas figuras que vale por lo que transmite. El sábado, arrancó con "Garganta con arena" y desde allí transitó un repertorio elegido desde su sensibilidad. Bajo su luz, el dos por cuatro se libró de algunas ataduras y mañas que a veces lo limitan. Lo conocido encontró nuevas texturas y hasta temas desgastados por la frecuentación y el tiempo, como "El día que me quieras", "Sus ojos se cerraron" y "Tomo y obligo", alcanzaron renovada vigencia bajo el aire gitano de un cantaor que le puso instinto flamenco a la poesía inoxidable de Cadícamo, Lepera, Contursi y Manzi. Fue bien atrás para recuperar "Las cuarenta", se le animó a Piazzolla y a Atahualpa, dio una vueltita por el bolero y el flamenco y le otorgó vuelo a una formidable versión de "Alfonsina y el mar". El desafío sonó a triunfo. El Cigala caminó sobre esas canciones con el sentimiento de un viejo conocido. Y el tango estuvo allí, convocado por una voz y una musicalidad distinta, pero confirmando que sus versos y sus sones no tienen patrón ni fecha de vencimiento.
Fuente: El Día
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