Lo que dejó la visita de los tobas a La Plata
“Nos llevamos nuevos conocimientos, herramientas y el placer de la amistad”, dicen
Doce indios tobas –qom en su lengua original– pasaron en La Plata y Ensenada doce días para formarse en producción de artesanías, construcción y cooperativismo. “Nos llevamos nuevos conocimientos, herramientas para desarrollar un plan sustentable con qué vivir y la sorpresa de encontrarnos con tantos amigos”, contaron a Diagonales. Apenas llegaron hace una semana y ya tienen una propuesta para construir 35 viviendas.
Los aborígenes llegaron a La Plata de la mano de la Organización No Gubernamental (ONG) Pequeños gestos, grandes logros –fundada por la cantante Patricia Sosa–, en un viaje de formación que idearon el contador platense Alejandro Ferrari y el cheff Cristian Ordóñez. La fundación Ala Plástica, el laboratorio de tecnología habitacional de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el colegio de graduados en Cooperativismo y mutualismo de la República Argentina, capacitaron a los tobas, quienes tuvieron también clases de higiene bucal a cargo de profesores de la facultad de Odontología de la UNLP.
Además de los cursos, los organizadores dispusieron varias actividades para los visitantes, que fueron al cine a ver “Alicia en el país de las maravillas”, al Taller de Teatro de la UNLP a ver “Babilonia”, y a la cancha de Quilmes a ver a Estudiantes, justo el día del 4 a 0 a Racing. “También conocimos la catedral, fuimos a las plazas de la ciudad y al teatro Argentino”, enumeraron.
Los tobas son de dos comunidades diferentes del departamento General Güemes, en el noroeste de la Provincia del Chaco. Seis de ellos son del barrio Nocaayi, de la ciudad cabecera del partido, Juan José Castelli (36.588 habitantes según el censo 2001) y viven de las artesanías construidas con hoja de palma y plástico reciclado. Los otros seis son de la localidad de Villa Río Bermejito (de 4.277 habitantes, 2001) y fueron los impulsores de cooperativa para la construcción, aunque el grupo es heterogéneo y no todos trabajaron como albañiles.
Carmen Cantero fue voz de los artesanos, aunque estuvo acompañada por Francisco Marcial y su hermana Mariela Cantero. Ellos trabajan la hoja de palma y reciclan botellas de plástico para hacer canastos, cestos, paneras y porta termos, aunque las clases de Silvina Babich, de Ala Plástica, les sirvieron para ver otra gran cantidad de objetos que podrán construir. Además: visitaron el Delta, en el Tigre, donde vieron los trabajos de otros artesanos.
“Todo lo que hemos encontrado acá lo vamos a llevar para allá”, explicó Carmen, que enumeró entonces los distintos tipos de canastos y adornos que ahora “nosotros podremos hacer con hoja de palma”.
Al describir la ciudad en la que viven, la mujer explicó que están en un barrio toba, en una de las ciudades importantes de Chaco, la segunda en habitantes después de Resistencia. Además de los tobas, viven algunos wichis, en el barrio 108, y criollos.
“La única esperanza para las mujeres tobas es que nos ayuden a vender nuestros canastos. Es lo que necesitamos nosotras, lo necesitan nuestros hijos, que a veces nos piden y uno no tiene. Y se desespera, porque nos hacen falta calzado, útiles, cosas para el hogar”, explicó.
Carmen, como la mayoría de las mujeres de su barrio, empezó a hacer artesanías a los 13 años. Sabe tanto que aprende con sólo ver. Una vez que logra tener una buena cantidad de productos, carga sus cosas y sale en un viaje que le demandará una o dos semanas, a tratar de vender sus cosas fuera de la ciudad, tal vez en Reconquista o Charata (al sudoeste). “Cuando viajamos el mayor problema es que no nos dejan subir a los micros porque estamos muy cargadas. Nos dicen que es mucho bulto, pero discutimos hasta que convencemos a algún chofer”, describió.
Si tienen que vender su trabajo en su ciudad natal, se encuentran con una magra paga. “Hay un almacén que nos recibe los canastos, pero nos paga con mercadería. A una cesta que nos lleva 4 ó 5 días de trabajo nos lo cambian por un kilo de pan o un kilo de azúcar, que no salen más de $ 5”, afirmó. Si salen a la provincia, las tobas pueden vender el mismo producto a $ 25, si es para la reventa o a $ 50 si es al público en alguna feria.
Sobre la visita, Carmen contó: “aprendí cosas nuevas de la artesanía, conocí gente importante y aunque extrañé un poco a mis hijos, voy a llevar un montón de cosas para contarles. Vimos una obra de teatro que me gustó mucho y estuvimos con una actriz sacándonos fotos; fuimos a la cancha y le dimos suerte a los jugadores, que ganaron”.
Rolando Segundo, un maestro y carpintero de 37 años, fue la voz del grupo de Villa Río Bermejito, que tratará de enfocarse en la construcción. “Yo estaba sentadito en mi casa cuando me fueron a buscar porque sabía escribir y podía ayudar. Querían que aportara mi granito de arena, para que sea el redactor de los estatutos y los reglamentos de la cooperativa”, describió.
La verdad es que los tobas no sabían por dónde avanzar, hasta que “llegó la fundación y encontramos la salida correcta. Ahora sabemos cómo manejarnos: tenemos que respetar el estatuto y su reglamentación”, explicó.
Acompañado por Nelson y Oscar Maidana, Segundo fue el encargado de describir su pueblo como una ciudad que tiene registro civil y juzgado de paz y que crece en estos días por la llegada de muchos trabajadores rurales que, expulsados por la sequía, llegan a vivir en los márgenes.
–¿De qué se vive en la ciudad?
–No hay un plan sustentable de qué vivir.
–¿Qué hacen?
–La gente vive solamente de los planes, de pensiones… pero no todos cobran. Los que no cobran están desesperados. No sólo para poder comer, tampoco tienen ropa, ni colchones. No podemos mantenernos.
Segundo contó, entonces, la historia de Nelson, que estaba en la mesa para reafirmarla: “tuvo que dejar la escuela cuando iba a Octavo, porque no tenía zapatillas”, describió.
De la visita a La Plata, Segundo se quedó sorprendido por “los amigos que nos ayudan y por la gran sorpresa que significó ser visto por gente que pensamos que no podía ver nuestra situación. Y terminó que conversamos”.
Entre los amigos que encontró Segundo está Juan Sebastián Verón, con quien se reunieron durante 40 minutos. “En Río Bermejito tenemos un club y le preguntamos si lo podíamos llamar con su nombre, pero nos pidió que le pongamos Estudiantes del Impenetrable. Le planteamos que tenemos muchos jóvenes a los que les gusta el fútbol y queremos que, si no pueden ir a estudiar, que por lo menos los changos puedan permanecer lejos de la bebida y la droga a través del deporte. Un club nos daría elementos para responder a las necesidades de los chicos”, contó.
Otra de las cosas que los sorprendió fue el acceso a internet: “allá tenemos que ir al ciber”, describió. Y, enterado de que el gobierno iba a repartir netbooks entre los estudiantes, advirtió: “ojalá que lleguen, porque muchas veces el gobierno tiene buenas intenciones y manda cosas pero no llegan a la comunidad toba, porque los señores que están ahí las desvían. Ya han mandado computadoras a las escuelas, pero las escuelas rurales no tienen corriente, aunque si mandan las portátiles los chicos las pueden cargar en otro lado”.
Fuente: Diagonales
“Nos llevamos nuevos conocimientos, herramientas y el placer de la amistad”, dicen
Doce indios tobas –qom en su lengua original– pasaron en La Plata y Ensenada doce días para formarse en producción de artesanías, construcción y cooperativismo. “Nos llevamos nuevos conocimientos, herramientas para desarrollar un plan sustentable con qué vivir y la sorpresa de encontrarnos con tantos amigos”, contaron a Diagonales. Apenas llegaron hace una semana y ya tienen una propuesta para construir 35 viviendas.
Los aborígenes llegaron a La Plata de la mano de la Organización No Gubernamental (ONG) Pequeños gestos, grandes logros –fundada por la cantante Patricia Sosa–, en un viaje de formación que idearon el contador platense Alejandro Ferrari y el cheff Cristian Ordóñez. La fundación Ala Plástica, el laboratorio de tecnología habitacional de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el colegio de graduados en Cooperativismo y mutualismo de la República Argentina, capacitaron a los tobas, quienes tuvieron también clases de higiene bucal a cargo de profesores de la facultad de Odontología de la UNLP.
Además de los cursos, los organizadores dispusieron varias actividades para los visitantes, que fueron al cine a ver “Alicia en el país de las maravillas”, al Taller de Teatro de la UNLP a ver “Babilonia”, y a la cancha de Quilmes a ver a Estudiantes, justo el día del 4 a 0 a Racing. “También conocimos la catedral, fuimos a las plazas de la ciudad y al teatro Argentino”, enumeraron.
Los tobas son de dos comunidades diferentes del departamento General Güemes, en el noroeste de la Provincia del Chaco. Seis de ellos son del barrio Nocaayi, de la ciudad cabecera del partido, Juan José Castelli (36.588 habitantes según el censo 2001) y viven de las artesanías construidas con hoja de palma y plástico reciclado. Los otros seis son de la localidad de Villa Río Bermejito (de 4.277 habitantes, 2001) y fueron los impulsores de cooperativa para la construcción, aunque el grupo es heterogéneo y no todos trabajaron como albañiles.
Carmen Cantero fue voz de los artesanos, aunque estuvo acompañada por Francisco Marcial y su hermana Mariela Cantero. Ellos trabajan la hoja de palma y reciclan botellas de plástico para hacer canastos, cestos, paneras y porta termos, aunque las clases de Silvina Babich, de Ala Plástica, les sirvieron para ver otra gran cantidad de objetos que podrán construir. Además: visitaron el Delta, en el Tigre, donde vieron los trabajos de otros artesanos.
“Todo lo que hemos encontrado acá lo vamos a llevar para allá”, explicó Carmen, que enumeró entonces los distintos tipos de canastos y adornos que ahora “nosotros podremos hacer con hoja de palma”.
Al describir la ciudad en la que viven, la mujer explicó que están en un barrio toba, en una de las ciudades importantes de Chaco, la segunda en habitantes después de Resistencia. Además de los tobas, viven algunos wichis, en el barrio 108, y criollos.
“La única esperanza para las mujeres tobas es que nos ayuden a vender nuestros canastos. Es lo que necesitamos nosotras, lo necesitan nuestros hijos, que a veces nos piden y uno no tiene. Y se desespera, porque nos hacen falta calzado, útiles, cosas para el hogar”, explicó.
Carmen, como la mayoría de las mujeres de su barrio, empezó a hacer artesanías a los 13 años. Sabe tanto que aprende con sólo ver. Una vez que logra tener una buena cantidad de productos, carga sus cosas y sale en un viaje que le demandará una o dos semanas, a tratar de vender sus cosas fuera de la ciudad, tal vez en Reconquista o Charata (al sudoeste). “Cuando viajamos el mayor problema es que no nos dejan subir a los micros porque estamos muy cargadas. Nos dicen que es mucho bulto, pero discutimos hasta que convencemos a algún chofer”, describió.
Si tienen que vender su trabajo en su ciudad natal, se encuentran con una magra paga. “Hay un almacén que nos recibe los canastos, pero nos paga con mercadería. A una cesta que nos lleva 4 ó 5 días de trabajo nos lo cambian por un kilo de pan o un kilo de azúcar, que no salen más de $ 5”, afirmó. Si salen a la provincia, las tobas pueden vender el mismo producto a $ 25, si es para la reventa o a $ 50 si es al público en alguna feria.
Sobre la visita, Carmen contó: “aprendí cosas nuevas de la artesanía, conocí gente importante y aunque extrañé un poco a mis hijos, voy a llevar un montón de cosas para contarles. Vimos una obra de teatro que me gustó mucho y estuvimos con una actriz sacándonos fotos; fuimos a la cancha y le dimos suerte a los jugadores, que ganaron”.
Rolando Segundo, un maestro y carpintero de 37 años, fue la voz del grupo de Villa Río Bermejito, que tratará de enfocarse en la construcción. “Yo estaba sentadito en mi casa cuando me fueron a buscar porque sabía escribir y podía ayudar. Querían que aportara mi granito de arena, para que sea el redactor de los estatutos y los reglamentos de la cooperativa”, describió.
La verdad es que los tobas no sabían por dónde avanzar, hasta que “llegó la fundación y encontramos la salida correcta. Ahora sabemos cómo manejarnos: tenemos que respetar el estatuto y su reglamentación”, explicó.
Acompañado por Nelson y Oscar Maidana, Segundo fue el encargado de describir su pueblo como una ciudad que tiene registro civil y juzgado de paz y que crece en estos días por la llegada de muchos trabajadores rurales que, expulsados por la sequía, llegan a vivir en los márgenes.
–¿De qué se vive en la ciudad?
–No hay un plan sustentable de qué vivir.
–¿Qué hacen?
–La gente vive solamente de los planes, de pensiones… pero no todos cobran. Los que no cobran están desesperados. No sólo para poder comer, tampoco tienen ropa, ni colchones. No podemos mantenernos.
Segundo contó, entonces, la historia de Nelson, que estaba en la mesa para reafirmarla: “tuvo que dejar la escuela cuando iba a Octavo, porque no tenía zapatillas”, describió.
De la visita a La Plata, Segundo se quedó sorprendido por “los amigos que nos ayudan y por la gran sorpresa que significó ser visto por gente que pensamos que no podía ver nuestra situación. Y terminó que conversamos”.
Entre los amigos que encontró Segundo está Juan Sebastián Verón, con quien se reunieron durante 40 minutos. “En Río Bermejito tenemos un club y le preguntamos si lo podíamos llamar con su nombre, pero nos pidió que le pongamos Estudiantes del Impenetrable. Le planteamos que tenemos muchos jóvenes a los que les gusta el fútbol y queremos que, si no pueden ir a estudiar, que por lo menos los changos puedan permanecer lejos de la bebida y la droga a través del deporte. Un club nos daría elementos para responder a las necesidades de los chicos”, contó.
Otra de las cosas que los sorprendió fue el acceso a internet: “allá tenemos que ir al ciber”, describió. Y, enterado de que el gobierno iba a repartir netbooks entre los estudiantes, advirtió: “ojalá que lleguen, porque muchas veces el gobierno tiene buenas intenciones y manda cosas pero no llegan a la comunidad toba, porque los señores que están ahí las desvían. Ya han mandado computadoras a las escuelas, pero las escuelas rurales no tienen corriente, aunque si mandan las portátiles los chicos las pueden cargar en otro lado”.
Fuente: Diagonales
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