La XXV Fiesta Nacional del Teatro, que finalizó el fin de semana pasado en nuestra ciudad, confirmó que la escena nacional no se reduce a la capital sino que en varias ciudades y pueblos de provincias renace día a día el arte de las tablas.
El encuentro fue un proyecto del Instituto Nacional del Teatro conjuntamente con el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires y la secretaría de Cultura de la Municipalidad
de La Plata.
Al cabo de diez días se presentaron 32 espectáculos provenientes de las distintas provincias del país y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y 10 mil espectadores siguieron las propuestas que, en algunos casos, debieron repetir funciones debido a la demanda del público.
Cerca de 400 participantes dieron forma a esa instancia de encuentro federal que, en torno de la actividad teatral permite, año a año, conocer las cualidades de una escena nacional que ha crecido no sólo en cantidad, sino en calidad.
La programación se completó con talleres, mesas redondas, “desmontajes” de obras y una serie de muestras regionales que posibilitaron la divulgación de publicaciones teatrales, muestras fotográficas con registros de espectáculos y, además, charlas con relevantes personalidades del quehacer teatral.
Durante la XXV Fiesta Nacional del Teatro, el Instituto Nacional del Teatro (INT) entregó el Premio Nacional a la Trayectoria al actor y director Luis Andrada, reconocido teatrista de Misiones, cuya actividad sostenida ha posibilitado un fuerte crecimiento de la escena del noroeste argentino.
Durante la tarde del sábado, el grupo Choque Urbano dio inicio a la jornada final de la fiesta en el anfiteatro del lago platense y el cierre estuvo a cargo de la obra porteña Nada del amor me produce envidia, por María Merlino, con dramaturgia de Santiago Loza y dirección de Diego Lerman.
La Comedia de la Provincia de Buenos Aires presentó luego Corazonadas, con dirección de Gerardo Hochman, en el emblemático Coliseo Podestá y, de esa manera, la fiesta culminó otra vez en pos de su objetivo: “Apuntar a construir identidad, a seguir generando un espacio de reflexión y de encuentro con los teatristas y con el público”, según Raúl Brambilla, director ejecutivo del INT.
Mas allá de los números y las apreciaciones de los funcionarios, la cita teatral platense tuvo luces y sombras, como suele suceder en la Fiesta Nacional del Teatro a través de los años. Hubo buenos espectáculos, de mediana calidad y de los otros.
Como en toda experiencia humana los resultados dependieron de los talentos -la jovencísima directora Lorena Busciglio, de Corrientes, la actriz y titiritera bonaerense Laura Pagés, la actriz Pía Carballo, de Salta, el actor y bailarín Carlos Irazuzta, de Río Negro, entre otros- como de despistes de diverso tipo.
Del mismo modo que algunas obras tuvieron como base autores reconocidos -Final de partida, Querer a las hermanas, Dibaxu, Los idiotas-, otros se mandaron con textos propios de esos que quieren gritar sus verdades aun a costa de lo artístico terminan espantando a propios y extraños.
Lo importante fue el entusiasmo, sin embargo, el calor vivido incluso en el comedor común donde se juntaban elencos, funcionarios y periodismo, donde el lenguaje común del escenario bordó noches de encanto, humor y sueños promisorios.
Se escuchó a promisorios artistas -jóvenes, muy jóvenes- soñar con la calle Corrientes como lógica culminación de sus esfuerzos, pero también se los oyó hablar de llegar a los públicos de sus provincias, tan castigados por el mensaje audiovisual monopólico y tan necesitados de un acercamiento al arte auténtico.
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