Desde las épocas de Locas de amor hasta ahora, pasó por Los Pells y se destaca en Cita a ciegas.
Fabián Arenillas, en su mejor momento
Empezó como actor siendo muy chico, pero por necesidad dejó todo, hasta que volvió en los noventa con una publicidad. Hoy sigue junto a Juan Sasturain en Ver para leer, encarna a Silvani en Ciega a citas e integra el elenco de Agosto.
"Su cara es de las más conocidas de la televisión, pero pocos saben su nombre. “¿Cómo se llama el que está con Sasturain, el de Ciega a citas, el que está en Agosto, el que estaba en Los Pells?”. Se llama Fabián Arenillas y no son muchos los actores que poseen tantas coordenadas laborales. Por estos días, se reparte entre las grabaciones de Ver para leer –que regresó el domingo pasado–, el tramo final de la tira de Canal 7 y las funciones de miércoles a domingo de uno de los mayores éxitos de la calle Corrientes. De hecho, cuenta que por primera vez un actor faltó a una de las más de 200 funciones hace unos días por el ciclo de libros de Telefe, “pero pedí permiso y no hubo problema”, aclara. Cuando le queda un rato, duerme.Ver para leer es el único programa de literatura en un canal privado de aire y desde su comienzo en 2006 sigue gozando de buena salud, ganando premios y cosechando excelentes mediciones en la medianoche de los domingos. “Era algo –recuerda– que parecía que no iba a tener vuelo. Para el primer capítulo nos mandaron al Festival de Cine de Mar del Plata, fue todo un quilombo y no estaba bueno lo que habíamos hecho. Nos dijeron: ‘Si van a hacer esto, no llegamos a los cuatro capítulos’”. El pronóstico por suerte fue erróneo y de a poco encontró el camino, hasta que salió al aire y se fue asentando con el correr de las semanas. “Parece que estaba condenado a funcionar”, dice.
–Como actor, ¿es distinto al trabajo habitual?
–Como material actuado, es en pequeñas dosis, pero me permitió seguir trabajando, pasarla muy bien con Sasturain, un tipo con el que pegamos onda enseguida y estar en un programa que tiene que ver con la literatura, y esa difusión realmente me interesa. También me permite probar cosas sin condicionamientos.
–Este año versa sobre el Bicentenario.
–Sí, son 15 capítulos, va desde la independencia hasta Kirchner. Cuando me dijeron que empezábamos a grabar en una semana, me llegó el guión y vi que tenía que hacer de Monteagudo y de Sarmiento, dije: “¡Pero no puedo hacer tan fácil esto!” Bueno, lo haremos de alguna forma.
–¿Y cómo es esto de ser prócer?
–Ya había hecho de Alsina y de Palacios en Algo habrán hecho. Me gusta esto de prócer, no me molesta. Si es un personaje muy conocido tengo otro laburo; es como hacer de Gardel o de Maradona. A mí me gusta investigar y observar, no imitar; creo que tengo cierta habilidad para darle credibilidad a la observación de la realidad. Cada uno se agarra de donde puede y yo me agarro mucho de ahí. Me di cuenta de eso cuando a los 26 años me tocó hacer a Gardel en el San Martín, en las Crónicas del ángel gris de Dolina.
–Eso tiene algo del trabajo del clown.
–Sí. El clown tiene un nivel de observación e imitación más procesado que el imitador caricaturesco.
Arenillas se formó al salir del secundario con Carlos Moreno, con quien dice haber aprendido “el método”, y fue él quien le transmitió el “valor de la actuación”. Después, fue el turno de Norman Briski, “que me rompió con cierta preocupación que te generan los métodos”. Siguió con otros “grandes valores” como Ricardo Bartís, Augusto Fernandes, y algo de clown y comedia del arte con Cristina Moreira, donde descubrió su capacidad para el humor. Todo durante los años ochenta, donde incluso recuerda los tiempos del Parakultural de la calle Venezuela, donde su aprendizaje tuvo más que ver con la observación que con la actuación, y sentencia: “¡Somos los pendejos de los ochenta!”.
Cuando empezó en teatro participó en una comedia musical de Pepito Cibrián, pero no le gustó la experiencia. Más tarde, pasó por el San Martín, aunque tampoco se sintió identificado, hasta que lo llamó Rubén Schumacher para hacer Calígula con Imanol Arias. “Después largué todo por cuatro años, gané algo de guita porque no tenía un mango y volví a finales de los noventas para vivir de la actuación. Hice una publicidad para Telefónica y ahí arranqué”. Además, le atrae mucho el cine y suele hacer una película por año, “algunas mejor que otras, pero es algo que realmente me gusta mucho”.
–El personaje que tenía un coágulo en Locas de amor fue lo primero fuerte en tele, ¿no?
–Sí. Suar me conocía porque había hecho cositas en Pol-ka, y me llamaron porque no había ningún paciente varón; era Capusotto o yo, y me eligieron a mí. Fue el primer personaje que tuvo impacto afuera.
–En Los Pells se te veía con menos lugar.
–Yo estaba encorsetado entre dos personajes hechos por actores con muchísima experiencia en televisión (Hugo Arana y Andrea Bonelli), y quedé como de acompañamiento. Pero de esa situación también aprendí mucho. Después, Sebastián Ortega, que me parece un tipo muy piola, me convocó para otro trabajo que al final se pospuso.
–Pero llegó Ciega a citas.
–Sí, porque a Gastón Pauls lo conocí haciendo la película Felicidades, y me ofreció este personaje, que si bien en la historia original es más periférico, en la tira fue creciendo. La otra oferta que tenía en esa época era para una serie para chicos de la tarde, pero decidí apostar a Silvani que creció y creció. La verdad es que la pasamos muy bien y estoy muy contento. El autor y el director potenciaron mucho al personaje, por eso a mí me gusta trabajar grupalmente, lo mismo con los compañeros.
–Es como un premio por el desgaste que conlleva una ficción.
–Hacer tira es como escribir libretos todos los días, o como para ustedes escribir cuatro notas por día; cuesta mantener el nivel, pero dentro de lo que es la vorágine de la tira, el balance es más que positivo.
–Últimamente venís en todos buenos proyectos.
–¡Hay que correr la bola de que soy yo el que trae suerte! (risas).
De Pepe Cibrián a la obra Agosto
Arenillas cuenta detalles de su participación en una comedia musical de Pepito Cibrián, y reniega. “Yo era muy chico, pero eso no me exime de nada”, se ríe. “Fue una experiencia de mierda, porque no me gusta nada todo eso, no me siento identificado con cómo hacen teatro él ni su mundillo, aunque sí me gusta la comedia musical. Pero estaba lleno de bailarinas… ahora que lo pienso mejor, estaba bueno (risas)”.
Aunque dice que le costó mucho, con la autogestión y la producción independiente hizo cosas propias en el Centro Cultural Rojas y en Liberarte, principalmente con el unipersonal Crónica de una cabeza, que escribió, dirigió y actuó. Pero su relación con el teatro cambió y hoy forma parte del gran éxito de Agosto, de Tracy Letts, en el Teatro Lola Membrives.
“Me gusta mucho lo que hago, me divierto porque el personaje es una especie de Alec Baldwin del subdesarrollo. Pero el papel tiene costados bastante oscuros y eso cuesta. Una cosa es en cine, donde entrás y salís del personaje, pero acá lo tenés que encarar todos los días”.
Fuente: Crítica
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