Se destacó en las obras de Bartís y Veronese
Anteayer, a raíz de un paro cardíaco, luego de un posoperatorio, a los 67 años, murió un gran actor de la escena independiente argentina: Fernando Llosa.
Sus comienzos en el arte fueron con la música. A fines de los años 60 fue uno de los fundadores del grupo vocal Buenos Aires 8, que brilló durante la década del 70. Pero cuando el grupo se disolvió decidió ocuparse de una asignatura pendiente: ser actor.
Hace 35 años, en el estudio de Beatriz Matar conoció a quien fuera su compañera en la vida y en la carrera: Elvira Onetto. Juntos pisaron escenarios, formaron una familia y, hasta hace menos de un mes, compartieron una gira europea que incluyó Palma de Mallorca y París, con la obra Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo (además de haber recorrido el mundo con diversas obras de Daniel Veronese).
Además, de Beatriz Matar, pasó por los estudios de Carlos Gandolfo y Lito Cruz, y no paró de trabajar en cine y en teatro, tanto en la escena independiente, como en la oficial.
Entre los tantos espectáculos en los que trabajó, pueden mencionarse Compañero del alma, dirigido por Villanueva Cosse (1988), sobre la vida de Miguel Hernández; El barrio del ángel gris, con Alejandro Dolina (1990); Aguas, de Gladys Lizarazu (2005); Una pasión sudamericana, dirigido por Ana Alvarado (2005); Woyzeck, dirigido por Emilio García Wehbi (2006), y El círculo de Maiakovski, en montaje de Marcelo Subiotto (2008).
Pero Fernando Llosa se caracterizó por ser uno de los actores elegidos por Ricardo Bartís y Daniel Veronese para sus mejores obras. Con el primero hizo El pecado que no se puede nombrar (1998) y Donde más duele (2003), y con Veronese, hizo Mujeres soñaron caballos, El suicidio, Apócrifo I, Un hombre que se ahoga, Espía a una mujer que se mata y Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo. En todas, la crítica fue siempre unánime y elogiosa con sus trabajos. Es que Llosa era de esos actores en quienes difícilmente el espectador no repare.
También tuvo una activa participación en el cine nacional. Hizo Sin opción, de Néstor Lescovich; Casas de fuego, de Juan Bautista Stagnaro; Moebius, de Gustavo Mosquera; Tango, de Carlos Saura; Assassination Tango, de Robert Duvall; Un día en el paraíso, de Stagnaro, y Diarios de motocicleta, de Walter Salles, entre otras.
Su ausencia será notoria no sólo en la escena independiente local, sino en el recuerdo y los corazones de quienes lo conocieron, ya que, junto a su amada Elvira, conformaron uno de los matrimonios más queridos del ámbito teatral.
Fuente: La Nación
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