viernes, 14 de mayo de 2010

La lección de piano

MUSICA › HUGO FATTORUSO TOCARA HOY JUNTO A SU HERMANO OSVALDO Y DANIEL MAZA

A los 66 años, el pianista es una figura legendaria de la música rioplatense y Spinetta es su mayor admirador. Sin embargo, él habla de sí mismo con modestia, al tiempo que repasa su pasado con los Shakers y su presente en la banda de Jaime Roos.

Por Cristian Vitale

Luis Alberto Spinetta no sólo lo ungió alguna vez como un duende de la creación sino que también –cuando recibió el Gardel del Oro por su disco Un mañana– disparó una sentencia que aún ronda en la cabeza de quienes la escucharon: “Este premio va a ser justicia el día que se lo den al Hugo Fattoruso”, dijo con esa voz aguda, plena en matices. “El Hugo” la escuchó, la retuvo y acusa recibo ante Página/12: “Ni en pedo estoy en el lugar en que él me pone”. Así de simple es Fattoruso. Directo, centrado y concreto, prefiere correr los oídos ante tales elogios, provengan de donde provengan, sea del mismísimo autor de “Muchacha” o del amplio mundo de músicos de fuste que lo tienen como referente. “A Spinetta lo admiro como persona, es increíble. Ahora, con todo el respeto, la amistad y el amor que le tengo, cuando dice eso me da vergüenza. Eso primero, y segundo, que yo no estoy en el lugar en que él me pone. Hay varios que están en ese puesto”, amplía. ¿Quiénes? Fattoruso, de 66 años, pone el primer lugar al Mono Fontana, de quien habla como el músico más grande del planeta: “Es un genio”. A punto de presentarse esta noche en trío con su hermano Osvaldo y Daniel Maza en La Trastienda (Balcarce 460), el oriental del teclado mágico evoca que una vez le tocó compartir un dúo con Fontana y el “choque de talentos” arrojó un resultado indiscutible. “El puede tocar todas mis músicas y yo no puedo tocar ni una sola suya. No tengo ese grado de comprensión... Quizá si estudio y practico más pueda tocar con él, temas de él. Al menos uno o dos, no lo sé. Pero cuando nos juntamos yo decía ‘no puedo tocar con el Mono, lo amo, lo adoro, pero no puedo tocar con él’”, determina.

–Pero tocaron...

–Claro. Y cuando le dije “¿qué vamos a tocar, maestro?”, él sacó unos apuntes con unas 35 músicas mías. Pero, claro, los elementos con los cuales armo mis melodías son conocidos. Los de él son todos específicos: en cada milímetro de la composición hay una cosa que aprecio como genial... y no puedo poner los dedos en ningún lado. ¿Qué es esa magia, de dónde proviene? El es un mago. Y Claudio Cardone... ése es otro mago.

–Cualquiera que conozca sus antecedentes diría que, al menos, tiene la autoestima baja...

–Nada que ver. Lo mío no es baja autoestima, ni ahí, pero yo estoy con Si menor, con Sol, con Fa, y estos locos no... Ellos dominan otro mundo. Entonces, cuando el Flaco dice semejante cosa sobre mí, no tengo más que agradecerle, pero no soy el músico que él dice. Pienso que sé reconocer los kilates y sé hasta dónde da el cuero, en lo que a mí respecta.

Discusión zanjada. El Hugo, según su propia mirada, no está a la altura de ciertos músicos. No importa que medio mundo en la música popular del Río de la Plata se babee por él, desde los lejanos Shakers hasta hoy –pasando por una infinidad de instancias imposibles de enumerar aquí–, ni que marque la diferencia cuando sale con su acordeón a piano a llenar de colores la música de Jaime Roos en sus dos bandas actuales: el cuarteto mínimo que presentó Hermano te estoy hablando –el reciente y bello disco de lados B de Roos– o la big band Contraseña, la de los clásicos. Fa-ttoruso no cuenta esa versatilidad que jamás destiñe. Ni para volar, sola; ni, por caso, para hacerle la segunda de piano al tres de la cubana Yusa. Ni siquiera para autoensalzarse en busca de vender tickets para el toque próximo con Maza (bajo) y Osvaldo (batería), donde recrearán algunas composiciones propias más piezas de Eduardo Mateo, Jorge Galemire, Jaime Roos y Pedro Ferreira, entre otros. “Diría que es un trío bastante poderoso, porque el estilo de música que tocamos permite que los tres nos tiremos con todo. Es un estilo afilado, digamos”, se limita a definir.

–¿Afilado hacia dentro del jazz y la música rioplatense, quiere decir?

–De alguna manera sí, porque si bien lo que hacemos no es jazz, la manera que tenemos de tocar y la improvisación que ésta conlleva hacen que aparezca algo de eso, ¿no? Es una música con todos estos sabores, e incluso el seis por ocho que, si bien no llega a ser folklore, no deja de ser seis por ocho. También nos mandamos con música brasileña y candombe, y algo importante es que el trío no se va en mil notas. Es bastante concreto lo que hacemos. Ese tipo de virtuosismo ni lo tenemos ni nos interesa, entonces intentamos dosificar para que lo melódico juegue un rol principal. Hay fraseos que pueden intentar unas cosas medio veloces, pero no es que el tercer tema es igual al primero... Vamos cambiando los climas.

–No hay guitarra en el trío. ¿No se anima? Alguna vez lo ha hecho...

–Sí, pero la verdad es que con la guitarra no soy más que un principiante, toco con acordes muy simples. El piano también lo toco ultrasimple, pero como lo estudio, voy encontrando otras cosas. En la guitarra soy un perro (risas).

–Más allá de este trío eventual, usted tiene una actividad permanente con las dos formaciones actuales de Jaime Roos, el cuarteto, que comparte con Nicolás Ibarburu y Gustavo Montemurro, y la banda Contraseña, que es mucho más numerosa. ¿En qué formación se siente más cómodo?

–Es difícil, porque son dos formaciones totalmente diferentes. Con una, la grande que incorpora segundos, primos, mucha percusión, el Nego y un coro murguero de seis personas incluido, hacemos los grandes éxitos, por llamarlo de alguna manera, y con el cuarteto, en cambio, recreamos muchas músicas que Jaime jamás había tocado en vivo. Son músicas que, en general, la gente no conoce, e incluso nos pasa que piden temas en esos shows que, claro, no hacemos, porque la idea es precisamente reflejar otras canciones. Se disfrutan las dos, porque cada una tiene su gustito.

–Con el cuarteto hacen “Quince abriles”, “Chaloloco”, “Lluvia con sol”, algunos temas de La Margarita y, en los vivos, la vieja “Carta a Poste restante” cantada por usted. ¿La pidió o Jaime se la entregó en bandeja?

–El me vio una vez cantándola con Nico Ibarburu en Montevideo, le gustó esa versión y me pidió que la haga, que la acoplase al show. Me encanta esa música y me acuerdo de que la grabé instrumental para O Ultimo Blues, un disco mío que salió en Japón, todo instrumental.

–También, la canción opera como un descanso en los shows, porque queda solo...

–Un cambio, sí. Son tres minutos con otro sonido y los músicos salen del escenario a tomar una gaseosa. Me siento muy afortunado de poder cantar esa música, es un tema muy lindo.

–¿En qué quedó aquel regreso de los Shakers?

–En nada. Una cagada. Grabamos un disco que ni siquiera salió, cuando lo que tendríamos que haber hecho era grabar un disco, después otro, después otro y así, porque con un solo disco no puede pasar algo. Tenés que tener un culo más grande que una casa. Hay que grabar y tocar, y tocar, a ver si se forma una hinchada. Gente que diga “estos tipos sí, estos tipos no”. No hicimos nada de eso. Grabamos un disco que ni salió, y el grupo tocó sólo dos veces acá.

–¿Cuál fue la razón? ¿Desidia de ustedes, del productor, falta de apoyo económico?

–No se organizó nada. Caio vive en Venezuela, muy lejos. Pelín pidió un año de licencia sin goce de sueldo en la Sinfónica de Brasil y se vino para hacer algo... Pero todo se dilató y no pasó nada.

–Fue una pena para muchos, porque era una oportunidad propicia para mostrarles a las nuevas generaciones lo que representaron los Shakers, en su momento, como faro e influencia de un movimiento de rock que estaba dando sus primeros pasos en el Río de la Plata...

–Otra era, otra cabeza. Mucha gente nos decía: “Toquen los temas viejos”. No, nosotros queríamos proponer algo nuevo, porque a mí los viejos Shakers me dejaron un poco de sinsabor.

–¿Sinsabor? Qué duro...

–Sí, porque éramos una copia de un grupo sajón, extranjero. ¿Por qué no poder tocar temas pop en español? ¿Qué es eso de tocar los mismos temas de hace cuarenta años? No quiero eso y, si no, dame 25 mil dólares por show y yo toco todos los temas viejos (risas). Ojo, le puedo errar, pueden ser horribles los temas, todo bien, pero no puedo hacer un cover de lo que éramos en otro tiempo. Soy un viejo de mierda que tiene bríos, porque me rompo el orto estudiando piano. No voy a tocar Mi mayor, Mi mayor, La mayor... No voy a hacerlo.

Fuente: Página 12

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