Por Anubis Galardy
La Habana, 29 jun (PL) Le llamaban Il Mattatore, el calificativo que los italianos regalan a los actores que se enseñorean del escenario dejando a los espectadores a merced suya, indefensos ante el caudal de emociones volcadas sobre ellos con mano maestra.
Vittorio Gassman, de cuya muerte se cumplen hoy 10 años, fue el Mattatore por excelencia, al punto de que muchas veces basta ese calificativo para aludirlo, como una marca de identidad, un código de señales bien aprendido, cómplice.
Su nombre está asociado a varias de las obras maestras del cine italiano, Perfume de mujer entre ellas, y a un sin fin de comedias rodadas con Mario Monicelli o Dino Risi, en las que pulsa las cuerdas de la comicidad con una gota precisa de ironía, de amarga nostalgia, desafío y tristeza.
La condición humana siempre es trágica, afirmaba, y también lúdica.
En unánime reverencia, los críticos lo calificaron siempre como un actor capaz de todas las proezas, que pasaba con la misma ductilidad de la comedia al drama, del teatro al cine, sin perder un átomo de su riqueza interpretativa.
Sin embargo, el despojaba a la actuación de toda definición retórica, grandilocuente. En la famosa entrevista concedida al diario La Repubblica, a dúo con otro grande, Marcelo Mastroianni, comentaba: "El actor es como una caja vacía, y cuanto más vacía vacía esté, mejor que mejor. Uno interpreta un personaje y la caja se llena, después termina el trabajo y la caja se vacía".
El teatro era para el una especie de reino propio, que llenaba con su sola presencia. A el llevó casi todos los personajes de Shakespeare, y todavía se recuerda su actuación en Un tranvía llamado deseo. Gassman, según el sentimiento común, brillaba en los monólogos.
Hasta el último instante conservó su físico de hombros erguidos, su silueta delgada, elegante y atlética, sin un gramo de grasa extra. Siempre fue un seductor. Lo sabía en secreto, pero en público lo negaba.
Su rostro surcado al final por una madeja de pequeñas arrugas trasuntaba una permanente curiosidad por la vida. Murió el 29 de junio del 2000 en su casa de Roma, víctima de un paro cardíaco. Tenía 77 años.
Il Mattatore será recordado este año en Italia con múltiples homenajes. Su primer hijo, también actor, Alessandro Gasman, afirma que lo conmueve el recuerdo vivo que sigue acompañando a su padre.
"Que sigan recordándole me toca profundamente. Como hijo me enorgullece y me da la sensación de cuánto él, como el resto de actores de su generación, han construido en el teatro, en el cine y en el tejido cultural de este país, que ahora está tan degradado".
Una foto suya de grandes proporciones presidirá en octubre el festival de cine de Roma, y el 1 de septiembre en el de Venecia se exhibirá en la gala inaugural el documental EvViva Gassman, de Giancarlo Scarchilli, con su hijo Alessandro oficiando como guía de un viaje por la trayectoria de su padre.
Gassman permanece anclado en la memoria de los cinéfilos, en la vida de todos los días de los italianos, lo cual equivale a un renacimiento perpetuo. No en balde es uno de sus símbolos. No en balde es uno de los pilares sin el cual no sería posible la historia del cine.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=201821&Itemid=1
La Habana, 29 jun (PL) Le llamaban Il Mattatore, el calificativo que los italianos regalan a los actores que se enseñorean del escenario dejando a los espectadores a merced suya, indefensos ante el caudal de emociones volcadas sobre ellos con mano maestra.
Vittorio Gassman, de cuya muerte se cumplen hoy 10 años, fue el Mattatore por excelencia, al punto de que muchas veces basta ese calificativo para aludirlo, como una marca de identidad, un código de señales bien aprendido, cómplice.
Su nombre está asociado a varias de las obras maestras del cine italiano, Perfume de mujer entre ellas, y a un sin fin de comedias rodadas con Mario Monicelli o Dino Risi, en las que pulsa las cuerdas de la comicidad con una gota precisa de ironía, de amarga nostalgia, desafío y tristeza.
La condición humana siempre es trágica, afirmaba, y también lúdica.
En unánime reverencia, los críticos lo calificaron siempre como un actor capaz de todas las proezas, que pasaba con la misma ductilidad de la comedia al drama, del teatro al cine, sin perder un átomo de su riqueza interpretativa.
Sin embargo, el despojaba a la actuación de toda definición retórica, grandilocuente. En la famosa entrevista concedida al diario La Repubblica, a dúo con otro grande, Marcelo Mastroianni, comentaba: "El actor es como una caja vacía, y cuanto más vacía vacía esté, mejor que mejor. Uno interpreta un personaje y la caja se llena, después termina el trabajo y la caja se vacía".
El teatro era para el una especie de reino propio, que llenaba con su sola presencia. A el llevó casi todos los personajes de Shakespeare, y todavía se recuerda su actuación en Un tranvía llamado deseo. Gassman, según el sentimiento común, brillaba en los monólogos.
Hasta el último instante conservó su físico de hombros erguidos, su silueta delgada, elegante y atlética, sin un gramo de grasa extra. Siempre fue un seductor. Lo sabía en secreto, pero en público lo negaba.
Su rostro surcado al final por una madeja de pequeñas arrugas trasuntaba una permanente curiosidad por la vida. Murió el 29 de junio del 2000 en su casa de Roma, víctima de un paro cardíaco. Tenía 77 años.
Il Mattatore será recordado este año en Italia con múltiples homenajes. Su primer hijo, también actor, Alessandro Gasman, afirma que lo conmueve el recuerdo vivo que sigue acompañando a su padre.
"Que sigan recordándole me toca profundamente. Como hijo me enorgullece y me da la sensación de cuánto él, como el resto de actores de su generación, han construido en el teatro, en el cine y en el tejido cultural de este país, que ahora está tan degradado".
Una foto suya de grandes proporciones presidirá en octubre el festival de cine de Roma, y el 1 de septiembre en el de Venecia se exhibirá en la gala inaugural el documental EvViva Gassman, de Giancarlo Scarchilli, con su hijo Alessandro oficiando como guía de un viaje por la trayectoria de su padre.
Gassman permanece anclado en la memoria de los cinéfilos, en la vida de todos los días de los italianos, lo cual equivale a un renacimiento perpetuo. No en balde es uno de sus símbolos. No en balde es uno de los pilares sin el cual no sería posible la historia del cine.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=201821&Itemid=1
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