La editorial Eloísa Cartonera crece a pasos agigantados, gracias a las ediciones de autores de la región que hace en libros con tapas de cartón pintado. Historia de un proyecto productivo y solidario que cada vez llega más lejos.
Todo lo que no sea fabricado en serie tiene ese encanto especial y, sobre todo, irrepetible.
El esfuerzo que supone el trabajo manual se traduce en la pieza terminada, en los detalles que las diferencian entre sí, y en esas marcas únicas que quedan -adrede o no- en cada uno de los productos.
Y hablando de labores artesanales confeccionados por unidad, en el barrio de La Boca existe un taller en el que poco más de una decena de personas llegan a producir miles de productos, más precisamente, libros.
El lugar se conoce con el poético nombre de “No hay cuchillo sin rosas” y es la sede de una editorial que nació en 2003 por iniciativa de tres personas ligadas a la literatura y otras artes: Washington Cucurto, Javier Barilaro y Fernanda Laguna.
El proyecto es la principal tarea de una cooperativa que se formó en torno a la confección y edición literaria, de nombre Eloísa Cartonera, y cuya novedad radica, fundamentalmente, en un hecho: los ejemplares tienen tapas de cartón intervenido, comprado a cartoneros que los juntan en la vía pública, a $ 0,25 por caja, un precio mayor al que pagan los depósitos.
En el taller, las tapas de cada uno se pintan con colores fuertes, en diseños que ya son marca identificatoria de la editorial.
Los títulos que se producen pertenecen principalmente a escritores argentinos y latinoamericanos, y sus miembros se jactan de haber podido editar alguna que otra rareza, imposible de conseguir en el país.
A un costo de 5 pesos, los ejemplares se consiguen en el taller (Aristóbulo del Valle 666), en algunas librerías de calle Corrientes, en distintas ferias, y por pedido, a través de la página web (www.eloisacartonera.com.ar).
Y tal ha sido el crecimiento de esta iniciativa, que lo recaudado les permitió comprar su propia imprenta en 2005, con la que producen un promedio de mil ejemplares por título, según contó María, miembro de la cooperativa, en diálogo con Hoy. “Lo que dejamos preparados son los interiores y después, a medida que se van vendiendo los libros, pintamos las tapas de cada uno”, señaló la mujer.
Aunque lo que más se conoce es la editorial, Eloísa Cartonera es un proyecto que persigue la autosuficiencia total de quienes la impulsan, colaborando a su vez con un enorme sector de la sociedad que, presente pero olvidado, vive de recorrida por las calles, en busca de lo que otros tiran.
“Acá le compramos el cartón a todo el que venga, siempre que esté limpio y en buenas condiciones”, cuenta María, y agrega que, después, les toca seleccionar los mejores, cortarlos, pintarlos, y ensamblarlos con las páginas.
“En el taller hacemos absolutamente todo lo que las grandes editoriales hacen con una máquina, sólo que no tenemos el dinero que tienen ellas, y por eso lo hacemos artesanalmente, generando, de paso, mano de obra”, precisa la mujer.
Entre los 200 títulos que han editado, hay cuentos, poesía y novela breve. Hacer libros -asegura María- les permite aprender oficios y conocer muchas cosas nuevas.
El ahorro que la cooperativa hizo durante muchos años, les permitió, hace un mes, comprar un terreno de una hectárea en Florencio Varela, en donde piensan extender su proyecto de autosuficiencia.
El primer plan es armar una huerta orgánica, y el que le sigue es construir una casa en la que se dicten talleres y enseñen oficios, y pueda funcionar también una escuela agrícola.
Parece mucho, pero ningún sueño está demasiado lejos para Eloísa Cartonera, un proyecto que tiene sólo siete años de vida y ya consiguió lo que cualquier gobernante no concreta ni siquiera después de redactar un extenso proyecto y pedir una partida de dinero: generar trabajo, estimular la lectura, acercar literatura de primer nivel a cualquier bolsillo, y reutilizar materiales.
Mercedes Benialgo
Fuente: Hoy
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