En la guardería de la UNLP se lleva adelante un proyecto de literatura para todas las salitas: desde lactantes hasta prejardín. Cada uno, según su edad, se acerca a los cuentos a su manera. A fin de año, tienen su propia feria del libro.
Tan claro lo tienen que no hace falta saber leer para acercarse a un libro por primera vez, que no dudaron en redactar un completo proyecto en torno al fascinante mundo de la lectura para bebés que ni siquiera saben hablar.
Es que también entienden que, desde su lugar de maestras de jardín maternal, pueden hacer mucho para que la literatura acompañe a los chicos desde lo más temprano posible. Y cinco o seis meses de vida les pareció una edad adecuada.
Así, hace unos cuatro años atrás, desde la guardería de la UNLP, las señoritas Fernanda, Roxana, Patricia, Soledad y Lorena armaron el proyecto de Literatura y Biblioteca, con el único objetivo de acercar a los infantes a los libros. Para esto, abarcan todas las aristas posibles, desde leer en la clase, prestar ejemplares para que se lleven a la casa, o dejar que los chicos inventen cuentos, hasta armar una miniferia del libro para toda la familia.
En esta guardería no tiene nada de raro ver una maestra repartiendo libros en una salita de lactantes, que tocarán, estrujarán, chuparán y morderán los ejemplares todo lo que quieran; esa es su forma de conocer los libros.
Eso sí -aclaran las maestras- por más colores, dibujos y formas divertidas que tenga un libro, desde el comiezo se lo trata como tal y no como un juguete. “El momento de la literatura es exclusivo para esa actividad y no otra. Tratamos de ordenar a los chicos en ronda, y repartimos un cuento para cada uno, o dejamos que ellos lo elijan”, cuenta Fernanda en diálogo con Hoy.
Para ambientar la hora de la lectura, las docentes pidieron a los papás que traigan a la guardería almohadón o manta de la casa, traer a la clase algún objeto que les resulte familiar los chicos.
Hasta el año pasado, la biblioteca era un baúl, pero ahora se implementó un cambio fundamental para llamar a las cosas por su nombre, y la biblioteca se transformó en un mueble, donde los libros están ubicados en sentido vertical, con la tapa hacia afuera. Los ejemplares se prestan y se devuelven a los dos días, esto en el caso de la última salita, de nenes de 3 años. “Cada uno elige el cuento que quiere llevarse, nosotras no intercedemos, y si un nene se quiere llevar por tercera vez el mismo libro, lo dejamos, porque quiere decir que le gusta mucho”, coinciden todas.
Esta práctica, además, sirve para enseñar otras cosas, como la responsabilidad de cuidar un libro, y a respetar las normas ya que, si no lo devuelven a tiempo, después no pueden llevarse otro.
Los otros protagonistas del proyecto son los familiares de los chicos, encargados de leerles en casa todo lo que se llevan y también, si quieren, de acercarse hasta la guardería y contar un cuento para toda la salita. El grado de participación, aseguran, es alto. “Se nota que les leen en casa porque cuando devuelven el libro, nosotras les preguntamos si les gustó, cómo era la historia, quién se los leyó; y si no lo vieron nos damos cuenta enseguida”, señala Soledad.
Todos los años, las maestras van agregando nuevos ingredientes a esta iniciativa, y uno de ellos ha sido redescubrir cuentos tradicionales que, por muy conocidos que sean sus argumentos, resulta curioso ver cuántas versiones de la misma historia se pueden encontrar.
También se hace otro ejercicio interesante: a partir de una imagen, son los nenes los que tienen que ir imaginando una historia con introducción, nudo y descenlace.
El broche de oro que le dan a fin de año es inmejorable: en acuerdo con alguna librería de la ciudad, arman distintos stands en el parque de la guardería, para recorrerlos y elegir lo que les gusta en compañía de toda la familia, como una auténtica feria del libro.
Apostando desde tan temprano, no quedan dudas de que, para estos bebés lectores, el hábito de la literatura será algo natural, conocido y familiar, desde ahora y para toda la vida.
Fuente: Hoy
Tan claro lo tienen que no hace falta saber leer para acercarse a un libro por primera vez, que no dudaron en redactar un completo proyecto en torno al fascinante mundo de la lectura para bebés que ni siquiera saben hablar.
Es que también entienden que, desde su lugar de maestras de jardín maternal, pueden hacer mucho para que la literatura acompañe a los chicos desde lo más temprano posible. Y cinco o seis meses de vida les pareció una edad adecuada.
Así, hace unos cuatro años atrás, desde la guardería de la UNLP, las señoritas Fernanda, Roxana, Patricia, Soledad y Lorena armaron el proyecto de Literatura y Biblioteca, con el único objetivo de acercar a los infantes a los libros. Para esto, abarcan todas las aristas posibles, desde leer en la clase, prestar ejemplares para que se lleven a la casa, o dejar que los chicos inventen cuentos, hasta armar una miniferia del libro para toda la familia.
En esta guardería no tiene nada de raro ver una maestra repartiendo libros en una salita de lactantes, que tocarán, estrujarán, chuparán y morderán los ejemplares todo lo que quieran; esa es su forma de conocer los libros.
Eso sí -aclaran las maestras- por más colores, dibujos y formas divertidas que tenga un libro, desde el comiezo se lo trata como tal y no como un juguete. “El momento de la literatura es exclusivo para esa actividad y no otra. Tratamos de ordenar a los chicos en ronda, y repartimos un cuento para cada uno, o dejamos que ellos lo elijan”, cuenta Fernanda en diálogo con Hoy.
Para ambientar la hora de la lectura, las docentes pidieron a los papás que traigan a la guardería almohadón o manta de la casa, traer a la clase algún objeto que les resulte familiar los chicos.
Hasta el año pasado, la biblioteca era un baúl, pero ahora se implementó un cambio fundamental para llamar a las cosas por su nombre, y la biblioteca se transformó en un mueble, donde los libros están ubicados en sentido vertical, con la tapa hacia afuera. Los ejemplares se prestan y se devuelven a los dos días, esto en el caso de la última salita, de nenes de 3 años. “Cada uno elige el cuento que quiere llevarse, nosotras no intercedemos, y si un nene se quiere llevar por tercera vez el mismo libro, lo dejamos, porque quiere decir que le gusta mucho”, coinciden todas.
Esta práctica, además, sirve para enseñar otras cosas, como la responsabilidad de cuidar un libro, y a respetar las normas ya que, si no lo devuelven a tiempo, después no pueden llevarse otro.
Los otros protagonistas del proyecto son los familiares de los chicos, encargados de leerles en casa todo lo que se llevan y también, si quieren, de acercarse hasta la guardería y contar un cuento para toda la salita. El grado de participación, aseguran, es alto. “Se nota que les leen en casa porque cuando devuelven el libro, nosotras les preguntamos si les gustó, cómo era la historia, quién se los leyó; y si no lo vieron nos damos cuenta enseguida”, señala Soledad.
Todos los años, las maestras van agregando nuevos ingredientes a esta iniciativa, y uno de ellos ha sido redescubrir cuentos tradicionales que, por muy conocidos que sean sus argumentos, resulta curioso ver cuántas versiones de la misma historia se pueden encontrar.
También se hace otro ejercicio interesante: a partir de una imagen, son los nenes los que tienen que ir imaginando una historia con introducción, nudo y descenlace.
El broche de oro que le dan a fin de año es inmejorable: en acuerdo con alguna librería de la ciudad, arman distintos stands en el parque de la guardería, para recorrerlos y elegir lo que les gusta en compañía de toda la familia, como una auténtica feria del libro.
Apostando desde tan temprano, no quedan dudas de que, para estos bebés lectores, el hábito de la literatura será algo natural, conocido y familiar, desde ahora y para toda la vida.
Fuente: Hoy
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