domingo, 20 de junio de 2010

“La Colorada”, el lugar de encuentro de artistas, políticos y gremialistas

Los secretos de la pulpería de calle 57 entre 13 y 14

Mezcla de bodegón y museo, La Colorada -bautizada así en honor a una vieja pulpería de General Lavalle- recibe a 45 grupos de amigos distintos. Coleccionistas, fanáticos de los fierros, artesanos, folkloristas, escritores, gremialistas, políticos eligen este refugio que es sólo conocido por el boca a boca.

"Acá sólo entran mis amigos porque esta es mi casa". El que hace la advertencia es Marcelo Strianese, el dueño de la pulpería La Colorada, una suerte de "cueva" cultural que desde hace tiempo eligen músicos, artistas pero también políticos y gremialistas para reunirse, comer y pasarla bien.

Ingresar al local "no comercial", como se anuncia en la fachada, es como hacer un viaje en el tiempo. En las paredes y vitrinas del comedor hay de todo: desde rifles franceses Chassepot de 1870, cartas de puño y letra de Juan Manuel de Rosas, municiones de las batallas libradas en Punta Lara, hasta vitrolas, la caja registradora del bar Londres de Berisso y un cofre tallado a mano hace 240 años de la única reducción jesuítica que hubo en la provincia. La casa chorizo atesora tantas cosas que el dueño ya perdió la cuenta.

Entre los dirigentes políticos, hay varios ministros de Daniel Scioli que suelen frecuentar el lugar. Oscar Cuartango, el titular de Trabajo, es uno de los habitués más viejos. Vecino del lugar y amigo de Strianese desde hace 30 años, "Cacho" suele invitar a funcionarios y amigos suyos a degustar un buen asado, que a veces también incluye guitarreada. En octubre del año pasado, cuando junto a su par de Nación, Carlos Tomada, lograron un acuerdo por el conflicto en la ex Terrabusi después de meses de arduas negociaciones festejaron juntos, los dos equipos de trabajo, en La Colorada.

Mario Oporto, otro vecino del lugar (la sede de Educación queda a media cuadra), también es amigo de la casa, igual que el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, que suelen organizar allí los agasajos de fin de año con sus equipos de gobierno. Algunos testigos de las reuniones cuentan, con picardía, que hay un "bautismo" para todo el que pisa por primera vez el lugar. Claro que se resisten a contar en qué consiste para mantener vivo el ritual. Igual, aclaran: "Todos vuelven".
Los gremialistas también suelen darse una vuelta por allí. Estatales, judiciales y hasta docentes se sentaron alguna vez a degustar las empanadas caseras con que el dueño recibe a los comensales. Por el bajo perfil, el lugar se presta para la discusión política y la distensión.

El refugio no es nuevo. Nació hace 30 años como un lugar de reunión de artesanos. Strianese es uno de ellos: trabaja el hueso, el cuero, el asta, la madera y el metal. Hoy sigue recibiendo a sus colegas, a músicos y hombres de la cultura platense. Incluso dicta talleres y charlas sobre "usos y costumbres bonaerenses". A lo largo de estos años, la casa se fue poblando de objetos de valor cultural e histórico. "Todo lo trajo alguien. Tenemos el recuerdo de amigos que ya no están y tenemos las vivencias, las anécdotas, las fotos y muchas cosas que le dan vista al lugar. No es cartón pintado. Acá hay mucha vida, son 30 años de vida. En ese marco entonces quienes vienen o dejan de venir es circunstancial", aclara.

El hombre explica que al lugar llegan grupos muy heterogéneos, como coleccionistas de la revista Patoruzito o los fanáticos del Fiat 128 o los estudiantes del interior "que cantan folklore surero porque no tienen otro lugar en La Plata donde hacerlo". "Eligen este lugar, no lo contratan porque acá no se ejerce el comercio", dice y remata: "Es como si fuera tu casa, donde compartís los gastos con tus amigos".

Fuente: Diagonales

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