Una invitación a viajar al pasado, a la cuna de nuestros pueblos originarios, a través de sentidos como el tacto, el gusto y el oído, se produjo ayer en el auditorio del Museo de La Plata, donde un grupo de personas ciegas y disminuidas visuales protagonizó la muestra “Saboreando rituales, un recorrido por los pueblos originarios de la Argentina”.
Un coro de tobas sonaba, suave, de fondo. Y en la sala, un grupo de no videntes de la Biblioteca Braille de la Provincia de Buenos Aires, ansiosos por adentrase en las culturas originarias, agradecieron “eternamente” el trabajo que el Museo lleva adelante desde 1989.
“Siempre me apasionó saber sobre nuestros orígenes, nuestras raíces y todo sobre las comunidades primitivas”, señaló Mario Freiría, mientras recorría con sus dedos una máscara propia de ceremonias indígenas hecha de palo borracho.
Este año, los guías del Museo se propusieron conocer, a través de los diferentes sentidos, los distintos ritos, mitos y las formas de intercambio de bienes, característicos de culturas que habitaron el noreste y el sur de Argentina –como los wichís, araucanos y mapuches– y, de esa forma, acercarse a la diversidad cultural de los pueblos.
“Este año tomamos dos momentos para acercarlos al público: el Carnaval y el Gnillatúm; una ceremonia mapuche que se realiza una vez al año o en ocasiones especiales, para pedir y agradecer a los Dioses”, contó Germán Schierff, uno de los guías.
TACTO. Carina Bianchi sostiene una máscara de jaguar originaria de la comunidad wichí. Unos golpecitos suaves con la yema de los dedos le dieron la certeza de que era de madera. Mientras repasaba los colmillos daba cuenta de que “tenía la boca abierta”, y escuchaba con atención el relato de una guía: “Es una máscara de carnaval, una fiesta de agradecimiento, que luego las quemaban y las tiraban al río para que, con las cenizas, se vayan los pesares y las tristezas del pueblo”. Y agregó: “Aún no se sabe cómo se consiguió el ejemplar de máscara –tallada en madera y pintada con tinturas naturales de los tallos de las plantas mezclados con agua– lo cual reviste un particular interés”.
Entre los objetos que palparon, también había platos de madera de la época de la fundación del Museo, instrumentos musicales, arcos, boleadoras, estribos, canastos de la Patagonia hechos de junco –pertenecientes a la cultura Yamana, de Tierra del Fuego–, un bolso de la provincia jujeña, entre otras colecciones centenarias.
“Sabemos que en los rituales, la comida cumple un rol muy importante”, explicó Schierff, e invitó a los asistentes a saborear dulces de El Calafate y unas galletitas de algarroba, típicas del norte del país.
Al final del taller, el grupo se llevaron de regalo un CD con música de los pueblos originarios.
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