Ignacio Apolo creó una pintura cruel y dolorosa, ambientada en la Argentina que nadie quiere ver
Rosa mística. Autor y director: Ignacio Apolo. Intérpretes: Ana Pauls, Lucas Barca, Mario Jursza, Amanda Busnelli, Alejandro Dufau. Vestuario: Claudia Tomsig. Escenografía e iluminación: Gabriel Caputo. Violencia escénica: Federico Howard. Asistente de dirección: Yamila Transtenvot. Coordinación de producción: Andrea Hanna. Dirección musical y música original: Pablo Bronzini. En Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Viernes, a las 21. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.
La pobreza, la delincuencia y la religión se unen en esta experiencia dramática de Ignacio Apolo. La intención es mostrar una pequeña y muy significativa porción de una sociedad convulsionada en la que ciertos límites parecen haberse perdido.
El desencadenante de Rosa mística es pequeño y terrible a la vez: un bebé muerto de un balazo al que los vecinos pretenden santificar. Ese hecho devela a una serie de personajes marginales que, dentro de ese marco social, intentan comprender el porqué y para qué de sus vidas que, con sólo observarlas, parecen estar acabadas. Será difícil que encuentren una salida y, entonces, ellos sólo pueden apoyarse en valores que el afuera les tiene reservados o, si algo del interior está fortalecido, deberán optar por quedarse con ellos mismos, endureciéndose o enloqueciendo.
Una pintura de época: cruel, dolorosa, desalentadora. En Rosa mística, Apolo, como en obras anteriores, encuentra en la sordidez de unos mundos personales ese germen creativo que lo impulsa a tornarse un fuerte crítico de una sociedad que lo inquieta, lo perturba. Y encuentra en la escena la mejor forma de exponerlo.
Rosa mística tiene una actualidad notable. Esas escenas parecen extraídas de unas noticias que los medios periodísticos recogen a diario. Eso que sucede en el espacio escénico es bien conocido pero, por tenerlo tan cerca, causa un dolor mayor, porque se ofrece como ritual.
Un elenco heterogéneo sostiene esa acción que progresa por momentos con cierta lentitud. El autor y director se detiene, tal vez demasiado, a escarbar en ciertas cuestiones de la escena innecesariamente, demorando el desarrollo de unas situaciones que de por sí son sólidas y movilizantes.
Apolo necesita que una y otra vez observemos esa acción de los personajes, escuchemos esos comentarios, esas reflexiones, con igual intensidad para, tal vez, reforzar su discurso. Y en verdad le resta potencia a una historia valiosa.
Se destacan Ana Pauls (una joven convulsionada y que busca una verdad que la lleva al sacrificio), Mario Jursza (un padre policía que intenta encontrar un equilibrio entre el deber, el poder de los otros, mientras la violencia lo cerca cotidianamente) y Amanda Busnelli (una madre que, después de padecer tanto dolor, parece haber perdido el juicio).
Rosa mística es una experiencia de teatro documento que muestra una zona de la Argentina por todos conocida, pero que, por extraerse con estos detalles, se torna verdaderamente conmocionante.
Carlos Pacheco
Fuente: La Nación
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