Un nutrido grupo de teatristas cumplió con lo que se había prometido el 26 de enero, día en que murió la actriz: reunirse para recordar la trayectoria de una profesional que brilló sobre tablas, peleó por los suyos y debió soportar censuras.
Por Hilda Cabrera
Mujer brava e inteligente, la actriz y directora Inda Ledesma fue celebrada en un acto realizado en la Asociación Argentina de Actores al que asistieron personalidades del teatro deseosas de dar testimonio sobre esta intérprete, fallecida el pasado 26 de enero. Susana Di Gerónimo, actriz a cargo de Cultura de la institución, destacó su compromiso y excelencia: “Ella sabía que su militancia estaba en la vida pero también en el arte”, dijo, destacando su carácter “profundamente popular al llevar conflictos del pueblo a los escenarios, manteniendo los pies en la tierra y volando como artista”. Propuso no caer en la desmemoria y cedió la palabra a Hugo Urquijo. “Estábamos despidiéndola en el cementerio cuando decidimos este encuentro en coincidencia con la fecha en que cumpliría 84 años”, apuntó el director, que sumó legados de Inda: “Uno fundamental fue su inconformismo, en el sentido de búsqueda permanente. Ella contaba que su maestro Antonio Cunill Cabanellas había formado actores de traje para los hombres y de soirée para las mujeres, el teatro que predominaba en los ’50, pero que ese conocimiento, necesario, no significaba cerrar el camino a las audacias del oficio”. Urquijo memoró trabajos que lo impactaron, como el desempeño de la actriz en Mi querido mentiroso, junto a Ernesto Bianco; su visión del método Stanislavski y lo relacionado con la memoria sensorial: “En Vestir al desnudo, de Luigi Pirandello, se colocaba bolsas de agua caliente entre la ropa para que su personaje se comportara como lo había querido el autor. El personaje debía ser una mujer que está en carne viva. En escena –ya sin las bolsas– trabajaba con la memoria sensorial”.
Medea impactó a quienes tuvieron el privilegio de verla, también su dirección de Israfel, de Abelardo Castillo, estrenada en 1966, en el Teatro Argentino (destruido por un incendio intencional), con Alfredo Alcón en el papel de Edgar Allan Poe y Milagros de la Vega en el de Muddie; y su composición de Amanda Wingfield en El zoo de cristal, de Tennessee Williams, donde actuó Ingrid Pelicori, presente en este encuentro. Urquijo pidió proyectar escenas de esta obra, que dirigió, y fotografías incluidas en el cuadernillo que acompaña al CD con poemas de Jorge Luis Borges, que editó el Complejo Cultural San Martín.
Se vieron nuevos y viejos materiales, como las películas El perseguidor, de 1962, de Osías Wilensky, y Los días que me diste, de Fernando Siro, filmada en 1975, y censurada. Se estrenó avanzados los ’80 por el hecho de que apareciera allí Ledesma, militante comunista y en la lista de la Triple A. Este fue un apunte de la actriz Ana María Casó, quien se hallaba en la platea, al igual que Onofre Lovero, Adriana Aizenberg, Juan Carlos Puppo, la titiritera Sarah Bianchi y otros artistas.
La voz de Inda recitando a Borges marcó el encuentro en Alsina al 1700, donde un emocionado Rodolfo Braceli, periodista y escritor, memoró entrevistas y situaciones en las que se vio involucrado por haberle entregado sus obras: La conversación de los cuerpos, Federico viene a nacer y El último padre, que Inda interpretó vestida con traje de varón. Muy sentida fue la lectura que hizo de su mensaje a la muerte de la actriz, escrito a pedido del periodista Víctor Hugo Morales para ser leído en Radio Continental. El director Alberto Rubinstein, colaborador cercano de la artista, recordó la travesía de Medea hasta llegar a Los Teatros de San Telmo, y se refirió a los cursos de teatro en verso y los destinados a iniciados, de los que pasó videos. Uno de ellos sobre una clase de 1994 en la que se ensayaba Esta noche se improvisa, de Pirandello. Braceli la saludó como mujer de “conciencia viva, porfiada, lúcida, peleadora”, y Rubinstein, en la sala, la llamó “hermana del alma, camarada”.
Fuente: Página 12
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