viernes, 9 de abril de 2010

El color del México mestizo

Sus shows son una explosión de cumbias, rancheras, reggae y hip hop, con letras que reivindican el indigenismo y denuncian el drama de los inmigrantes. Foto: ArchivoLila Downs

La cantante que mixtura el folklore con el pop se presentará hoy y mañana en el Gran Rex

Por Gabriel Plaza
De la Redacción de LA NACION

Lila Downs tenía 20 años y andaba buscando qué hacer con su vida. Cantaba desde los ocho años, imitando a su madre ?una artista de cabarets y tabernas de sangre mixteca? y viajaba seguido a Estados Unidos para visitar a su padre documentalista y americano que residía en Minnesota. Lila se sumergió en el estudio del bel canto y en la antropología, pero cuando volvió la vista hacia su origen comprendió todo. En Oaxaca, su terruño natal, redescubrió la cultura mixteca y allí, entre los tejidos de los trikis -sus símbolos sagrados hilvanados por las manos de tejedoras ancestrales-, encontró algunas de las respuestas para su vida. "Creo que lo que me cambió la vida fue darme cuenta de que uno puede canalizar historias alternativas a la historia oficial por medio del arte -cuenta Lila Downs-. Conocer el tejido de las mujeres indígenas trikis fue un regalo liberador para mí. Porque de alguna manera también me encontré en ese tiempo de la juventud con la música de Mercedes Sosa. Y creo que todo eso me llevó a un camino de preguntas y a respuestas que tuvieron que ver con mi origen. Por eso, el arte es una actividad que permite canalizar la oscuridad y encauzarte a ti mismo hacia la luz, hacia las cosas buenas que hemos heredado. Gracias a eso hemos sobrevivido como naciones indígenas", dice, con la seguridad de una vocera originaria.

Lila lleva con orgullo y naturalidad su triple identidad mixteco-mexicana-americana. En escena puede calzarse un huipil (una prenda sagrada de su tierra), aparecer de trenzas y plumas como una nativa americana y salir acompañada de una banda migrante compuesta por mexicanos, colombianos y americanos, haciendo esa mixtura de hip hop, reggae y pop con cumbias, rancheras y canciones populares en lenguas zapotecas que le valieron un Grammy en 2004.

De civil no es tan distinta. Para la entrevista aparece vestida con una camisa de estética Frida Khalo y lleva un morral tejido y artesanal de su pueblo. Suena serena -es menuda y de sonrisa generosa-, pero se percibe en ella la fuerza interior de un oso. De piel cobriza y rasgos indios, la intensidad de su mirada se parece a la de una guerrera sioux. "Soy bien densa, bien oscura, muy tierra", se define y advierte. Su sexto disco, Ojos de culebra, que presentará hoy y mañana en el Gran Rex, lo dedicó a los sanadores tradicionales de su pueblo: los que curan por medio de la palabra y el entendimiento de la energía.

¿Te sentís una chamana?

-El ser humano por naturaleza tiene ese poder de autotransformarse desde los primeros tiempos como animales culturales. Creo que tenemos esa capacidad y como cantante he descubierto que he podido sanarme a mí misma de cosas que me atormentan individual o colectivamente. Creo que ése es un poder chamánico de transformación que también se lo puedo dar al público. Cuando ellos se conectan conmigo en un show creo que hay algo muy fuerte de sanación que se produce con la música.

-¿Entonces hay algo sagrado en tu canto?

-Mi canto se ha vuelto sagrado a través de los años. No siempre tenía ese sentido, cuando cantaba en los bares era muy diferente. Curiosamente creo que mi vida artística ha dado como un círculo completo [dibuja en el aire como un atrapasueños] donde me he encontrado con un lado muy ritualístico y esa parte más profana mía, esa energía que hay en la mujer que es muy fuerte y hasta nos puede llegar a dar temor porque nos lleva al lado más oscuro y primitivo. Al origen.

A lo largo de su discografía - La cantina (2006), Una sangre/One blood (2004), La lí nea/Border (2001), Yutú Tatá ( 2000) y La sandunga (1999)-, Lila Downs fue elaborando su arte como una pieza artesanal, incorporando diferentes elementos musicales del México indígena y mestizo, rancheras que cantaba su madre y las influencias pop de su tránsito por Estados Unidos, para moldearlos a su estilo, encontrando su visión de la raíz y el mestizaje cultural. "En un momento me defino como mixteca, que es mi etnia, y después como mexicana. Creo que lo mexicano se va redefiniendo todo el tiempo por esa relación compleja que tengo con mi lado yanqui, que a la vez es muy doloroso y otras veces es celebratorio", cuenta la artista que tuvo la bendición artística de Chavela Vargas.

Sus composiciones compartidas con su esposo, el saxofonista americano Paul Cohen (director musical de su grupo), fueron creando la fusión natural de distintos mundos sonoros. "A Paul no le gusta el lenguaje muy moderno, el es muy antigénero, no le gusta encasillarse en nada y para mí es más importante retomar géneros del pop que se escuchan en estos días. Por eso, llegamos a componer temas que tienen elementos de las dos mundos."

En esa exploración de la hondura ancestral de los espíritus antiguos, fábulas del realismo mágico y las crónicas de los camisas mojadas que buscan cruzar la frontera, Lila revela un oficio de antropóloga para redescubrir piezas populares. Así, buscando una lectura crítica y rebelde de su México ancestral y actual, se encontró con "La cucaracha", un himno de su repertorio. "Es un tema que todos conocemos en México y a la vez es universal, pero recuerdo que de adolescente lo oía y me caía mal, porque sentía que la gente se burlaba del mexicano porque nada más conocía «La cucaracha» y no entendía la importancia que tiene ese canto en nuestra cultura. Es una copla popular que se cree que viene de los tiempos de la revolución de Pancho Villa y se fue adaptando hasta la actualidad con mucha crítica social. Además la metáfora del tema se me hace muy mexicana. Porque allí el mexicano se burla de sí mismo con un tono alegre y grave de nuestra cultura."

A ese afán por las tradiciones populares, Lila Downs incorporó una capacidad de recrear muchas voces en una sola voz. En vivo puede interpretar el graznido de una iguana y moverse como ella; cantar como una blusera o desangrarse como mariachi en una ranchera, como parte de su galería de personajes. "Siempre traté de expresar las necesidades de diferentes comunidades con mi voz. De la comunidad mestiza siempre percibí que la mujer debía ser fuerte a pesar de los obstáculos y en especial por el machismo. En el mundo indígena es diferente porque la mujer y su voz deben ser como una florecita fresca de la mañana, debe ser linda y casi como una niña. Ahora trato de buscar una pureza más del instrumento y de no ser tantas voces porque eso me ha vuelto un poco loca. Creo que todos los músicos llevamos tiempo tratando de buscar ese tono puro que transmita más que las palabras..."
PARA AGENDAR

* Lila Downs , La cantante mexicana presenta su mezcla de sonidos folklóricos y contemporáneos.

* Gran Rex, Corrientes 870. Hoy, a las 21.30, y mañana, a las 22.30. Desde $ 60

Fuente: La Nación

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