sábado, 20 de marzo de 2010

Quidam: La imaginación al límite

Foto: LA NACION

El Cirque du Soleil regresará a la Argentina con una de sus propuestas más teatrales

Por Carlos Pacheco
Enviado especial

SAN PABLO, Brasil. La ciudad es agobiante. Cientos de personas deambulan por la avenida Paulista, parecen no inmutarse ante tantos rascacielos que las observan. Los taxistas, cuando oyen hablar, dicen: "Argentino" y se animan a un análisis sobre el gobierno kirchnerista. Los amigos cuentan que Brasil está muy bien y que este año y el próximo todo irá sobre ruedas. Las avenidas atascadas de coches, ómnibus y camiones conducen a paso de hombre, pero quien maneja siempre encuentra el mejor atajo. Uno siente que se ha perdido en esa diagonal, en esa plazoleta, en esa pequeña callejuela donde el ritmo parece aquietarse. Y, de pronto, está en el sitio indicado. Es mágico, o casi.

La mayor sorpresa es llegar a tiempo a la carpa/ciudad que el Cirque du Soleil tiene montada en el Parque Villa Lobos. Ahí adentro todo se desarrolla a un ritmo diferente. Es el mundo de los artistas que se preparan para una nueva función de Quidam, al que asisten 2500 espectadores por día. Y, mientras las horas pasan, ellos se transforman. Por las calles aledañas se los ve ingresando con toda tranquilidad. Una entrada al baño impone toparse con alguien que se afeita. El ingreso al bar/restaurante obliga a verlos semimaquillados degustando las exquisiteces que el chef de turno ha preparado para ellos. La rutina impone comer algo antes de la función. Cada cual, de acuerdo a la disciplina que desarrolla, elige su menú. Los acróbatas rusos se detienen en las comidas más proteicas, por ejemplo. En algunos se impone la comida vegetariana; en otros, un café y un croissant son suficientes. Después de la función habrá tiempo para reponer más energías.

Seres fantásticos Mientras esto sucede, otros prefieren ejercitar su trabajo y practican sobre el escenario. Allí adentro la ciudad de San Pablo pierde su dimensión. Sólo se expresa una intimidad muy singular, conmovedora, gratificante. El tiempo parece detenerse y el mundo del circo ?creativo, brillante en la escena; simpático y a la vez solitario fuera de ella? aflora de golpe e invade todos los sentidos de quien sólo es un visitante que observa, que busca apoderarse de una imagen que le posibilite abrir su imaginación y dejarse llevar.

Quidam, creado en 1996, llegará a Buenos Aires en mayo para hacer funciones en un nuevo predio: el Complejo al Río, de Vicente López. En esta oportunidad el Cirque du Soleil traerá en su elenco a un artista local: el clown Toto Castiñeiras. Un marplatense, crecido artísticamente en Buenos Aires, un discípulo dilecto de Cristina Moreira que tendrá, en dos cuadros magníficos, la posibilidad de mostrar cuanto ha crecido.

¿Cómo es Quidam? Es un show dirigido por Franco Dragone, muy diferente a Saltimbanco y Alegría (las experiencias que vimos en 2006 y 2008, respectivamente). Posee más teatralidad, nada de escenografía y mantiene la excelencia de unos artistas de circo provenientes de diferentes países (Argentina, Alemania, Australia, Brasil, Canadá, Cuba, China, Escocia, Estados Unidos, Francia, Hungría, Japón, Rusia, Ucrania) que, continuamente, sostienen con su destreza una propuesta que habla de seres anónimos, solitarios, casi apartados del mundo real. Pero que se las ingenian para, a través de su imaginación, sostener una fantasía siempre intacta y muy creativa que los hace más activos a la hora de sobreponerse a la vida. Tanto es así que, en más de una oportunidad, unos mecanismos técnicos los aproximan a los espectadores para tornarlos más trascendentes.

Una niña ocupa el centro de la escena, junto a su ángel protector y a un maestro de ceremonias (ángel acompañante, quizá) que la seguirán en su derrotero por hacer que sus fantasías se tornen una realidad concreta que despierte los sentidos del espectador. La música, figura inevitable del Cirque du Soleil, apoyará la narración, la hará más viva; mientras una contra-escena ?que siempre estará muy atrás del número puramente circense? cargará la atención con una dramaticidad inusitada.

"¿Tendré alguna vez la valentía de mi indignación?", "me hubiera gustado no morir, me hubiera gustado no crecer nunca", "hubiera querido romperme el alma", "hubiera querido desenterrar todas las penas enterradas", "les deseo que los quieran con locura". Estas son algunas de las frases que Franco Dragone escribió en su cuaderno de notas mientras creaba el espectáculo. Unos puntos de partida intensos, unos puntos de partida que encuentran, después de Quidam, la serena necesidad de reflexionar sobre el propio ser, con el alma a flor de piel.

Fuente: La Nación

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