Crítica Marathon Texto de Ricardo Monti, dirigido por Villanueva Cosse, con un gran trabajo de Pompeyo Audivert.
Quebrada la referencia a la década del treinta, planteada en el texto original de Ricardo Monti, Villanueva Cosse asienta el carácter mecánico de Marathon en una temporalidad aleatoria. En ese espacio fundacional ligado al deseo, las postergaciones, las urgencias, se instalan las cinco parejas de bailarines en una competencia de resistencia cuyo premio desconocen. El tiempo es un holograma imperturbable que deteriora mármoles y revoques; no la esencia de las criaturas. Primera llave en este tour de force donde la música no es lo que marca el pulso. Marathon: un texto de alta exigencia por el mosaico estructural de situaciones alrededor de los personajes. Un desvarío dramático de reventados en puja. Cínico, gris; concreto en sus aspiraciones.
Esta obra, además, traza una mitología análoga a cada personaje como línea de fuga a la danza que todos ejecutan. El mito de la independencia, de la industria; la historia nacional lavada por la circunstancia onírica del encierro en un salón de baile.
El espectador asiste al deterioro, convocado noche a noche por el Animador, interpretado por un laborioso y extravagante Pompeyo Audivert, junto a su Guardaespaldas (Montenegro). Los dueños de la rockola y de las pausas son, pese al envoltorio, empleados de lujo que pueden ser volados de su cargos sin mayores contratiempos.
Bajo su órbita están Pedro Vespucci (Luis Campos), un albañil tísico, que participa en el certamen con su mujer Asunción (Patricia Durán) para levantar la hipoteca de su casa. El poeta Homero Estrella (Pepe Novoa) baila con su mujer Elena García (María Fiorentino), una caricatura de la inteligentsia local. Ellos participan para solventar la obra completa de Estrella. "NN" (Iván Moschner), un gerente de fábrica en quiebra que contrata a la prostituta Pipa (Iride Mockert) y resiste la competencia para levantar su negocio. El desangelado Tom Mix (Martín Slipak) baila con Ana D. (Irene Goldszer), sin motivo aparente. Y esta búsqueda de sentido, en su juventud, será una carta de altísimo valor. A ellos se suman el oficinista Héctor Expósito (Sebastián Richard) y su esposa, Ema (Verónica Cosse). A último momento, concurren Hombre (Marcelo Fiorentino) y Mujer (Lucía Rosso), que interrumpen el baile desde la platea.
Si en los ochenta, en pleno contexto represivo, el estreno de la pieza alumbró a los espectadores con una multitudinaria conjunción de cuerpos y signos en escena; ahora alienta una vigencia esencial. Tito Egurza, encargado del dispositivo escénico, plantea un espacio basado en proyecciones que convocan un ilusorio salón de baile. Y la danza del agotamiento alcanza momentos de esplendor en la interpretación de Iride Mockert y de Pompeyo Audivert, el encargado de comandar esta dialéctica de amo y esclavo. Pepe Novoa y María Fiorentino asientan una zona de humor que desdobla la tragedia. Por último, la iluminación de José Luis Fiorruccio elabora una zona de claroscuros que bañan la difusa identidad de los personajes en esta versión de Villanueva Cosse.
Fuente: Clarín
Esta obra, además, traza una mitología análoga a cada personaje como línea de fuga a la danza que todos ejecutan. El mito de la independencia, de la industria; la historia nacional lavada por la circunstancia onírica del encierro en un salón de baile.
El espectador asiste al deterioro, convocado noche a noche por el Animador, interpretado por un laborioso y extravagante Pompeyo Audivert, junto a su Guardaespaldas (Montenegro). Los dueños de la rockola y de las pausas son, pese al envoltorio, empleados de lujo que pueden ser volados de su cargos sin mayores contratiempos.
Bajo su órbita están Pedro Vespucci (Luis Campos), un albañil tísico, que participa en el certamen con su mujer Asunción (Patricia Durán) para levantar la hipoteca de su casa. El poeta Homero Estrella (Pepe Novoa) baila con su mujer Elena García (María Fiorentino), una caricatura de la inteligentsia local. Ellos participan para solventar la obra completa de Estrella. "NN" (Iván Moschner), un gerente de fábrica en quiebra que contrata a la prostituta Pipa (Iride Mockert) y resiste la competencia para levantar su negocio. El desangelado Tom Mix (Martín Slipak) baila con Ana D. (Irene Goldszer), sin motivo aparente. Y esta búsqueda de sentido, en su juventud, será una carta de altísimo valor. A ellos se suman el oficinista Héctor Expósito (Sebastián Richard) y su esposa, Ema (Verónica Cosse). A último momento, concurren Hombre (Marcelo Fiorentino) y Mujer (Lucía Rosso), que interrumpen el baile desde la platea.
Si en los ochenta, en pleno contexto represivo, el estreno de la pieza alumbró a los espectadores con una multitudinaria conjunción de cuerpos y signos en escena; ahora alienta una vigencia esencial. Tito Egurza, encargado del dispositivo escénico, plantea un espacio basado en proyecciones que convocan un ilusorio salón de baile. Y la danza del agotamiento alcanza momentos de esplendor en la interpretación de Iride Mockert y de Pompeyo Audivert, el encargado de comandar esta dialéctica de amo y esclavo. Pepe Novoa y María Fiorentino asientan una zona de humor que desdobla la tragedia. Por último, la iluminación de José Luis Fiorruccio elabora una zona de claroscuros que bañan la difusa identidad de los personajes en esta versión de Villanueva Cosse.
Fuente: Clarín
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