Una investigación rigurosa, creativa y llena de poesía
Ouroboro. Creación grupal. Intérpretes: Florencia Vecino, Leticia Mazur, Juan González, Nicolás Poggi, Iván Haidar. Música original y en vivo. Mauro AP. Iluminación: Eduardo Maggiolo. Dirección: Luis Garay. En el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). Funciones: jueves a las 21. Duración: 110 minutos.
Nuestra opinión: Muy buena.
Continuando con la línea de investigación que inició con Maneries , el coreógrafo Luis Garay propone en esta temporada una interesante continuación de aquel proceso, que ahora amplía con la participación de cinco bailarines/performer.
" Ouroboro es como jugar con muñecas rusas, jugar a viajar en el tiempo o a caminar sobre el vacío", escribe el creador en el programa de mano de la función. Y, en verdad, algo de cada cosa irá instalándose de a poco en la imaginación del espectador y cada cual optará por aceptar la imagen que más lo complete.
Los intérpretes, cada uno a su tiempo, irán transitando por el espacio y develando algo de unos mundos personales, muy íntimos, que irán cargando y definiendo cada vez más el movimiento, la gestualidad, hasta aportarles una rica expresividad.
Cuando cada uno haya construido y definido a ese ser que porta, haya consolidado su tiempo interno, haya fortalecido su concentración y su emoción asome a pleno, la reunión de los cinco se habrá hecho inevitable. Allí se iniciará una construcción grupal que marcará otro rumbo dentro del espectáculo. Ahora, cada individualidad se verá potenciada, y su aporte al conjunto posibilitará que el espectador descubra unos pequeños fragmentos que pueden dar forma a un juego más integral, muy poético, vital, que provocará la imaginación de quien observa y lo transportará, seguramente, a una dimensión interna muy especial.
Ouroboro es un trabajo creativo, una investigación rigurosa, de notable profundidad, en la que las personalidades de sus creadores irán asomando en pequeñas dosis; la reiteración de sus actividades en escena los tornará siempre más intensos y las proyecciones que logran sobre la platea serán verdaderamente inquietantes, aunque a veces cierto desconcierto provoque incomodidad.
El equipo de trabajo (intérpretes, músico en escena, iluminador y director) es muy sólido. Esta experiencia se impone, sobre todo, por esa búsqueda minuciosa que pareciera querer descubrir en unos cuerpos reconocibles, impregnados de cotidianidad (según los vestuarios que los cubren), pequeños retazos sensibles de los que están construidos.
Para Luis Garay el cuerpo es una construcción que puede diseccionarse en múltiples formas y, en cada una, encontrar un poco de poesía que, siempre, habrá que compartir.
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