miércoles, 10 de marzo de 2010

Cuando el humor afina la crítica

LOS AMADOS y su particular versión del universo de Ernesto Lecuona.

En el circuito de teatros off, cada vez más espectáculos observan la realidad de una manera lúdica y descontracturada. Aquí, un panorama.

Patricia Suárez

1. ¿Qué cosas hacen reír a una persona? La imagen de un tipo que pisa una cáscara de banana y cae tuvo toda su conceptualización al respecto de Charles Chaplin. Así como el disparador de lo erótico está en la mente, el del humor también. Un chiste es gracioso porque enuncia a través de su metáfora aquello que estaba censurado decir en voz alta. Y como elude la censura y sale al fin a la luz, provoca un efecto liberador, la risa. Pero un buen chiste deja una estela imborrable: el pensamiento; pone al interlocutor a pensar sobre ese punto en cuestión. De aquí que el escritor húngaro George Tabori dijera en alguna de sus obras: "Cada chiste es un pequeño holocausto"; algo de lo socialmente correcto y sostenido por las instituciones que avalan la propiedad, la familia y el Estado se tambalea y hasta puede hacerse añicos sobre el escenario. Por eso el humor ácido, el humor negro, el humor políticamente incorrecto están a la orden del día. Porque es un sacudón a los valores establecidos, unos valores que nos provocan un rosario de dolores cotidianos.

2. Hay en Buenos Aires alrededor de 35 espectáculos de stand up en escena. Aunque el stand up es una disciplina escénica importada de los Estados Unidos y controvertida, es evidente que la ciudad la adoptó a la hora de reírse. Nació de los comediantes de escena, los capocómicos como Juan Verdaguer que contaban chistes en el café concert, para dar tiempo a las bailarinas y a los cantantes a cambiar de vestuario y calentar la voz. O sea que por un lado eran una especie de maestro de ceremonias, pero por el otro tienen una arraigada tradición en el tipo aquel que de pronto se paraba en medio de las fiestas, las bodas y hasta de los velorios y lanzaba un repertorio de anécdotas y chistes. La Reina del Plata los adoptó y los subió a cuanto teatro específico de standuperos hay como el Bululú a sitios ampliamente frecuentados como el Paseo de la Plaza. Mónica Ogando, quien además de standupera y escritora de teatro dicta cursos, dice: "Lograr comunicar las cosas con humor nos ayuda a ser más convincentes y más atractivos, pero, por sobre todo, el humor es una forma de ejercer poder de un modo sutil e inteligente. El humor nos energiza, nos permite ver el mundo desde una perspectiva más alta y nos proporciona la gran satisfacción del placer de hacer reír. Aunque alguien no se considere especialmente gracioso, a través de sencillas técnicas y fórmulas del stand up comedy y otros géneros, se puede ejercitar una singular mirada humorística, porque todo lo que digas con humor puede ser usado a tu favor."

Desde Sebastián Wainraich, uno de los standuperos más famosos, casi no hay actor que no se haya animado a subir al tablado y largar una rutina de chistes. Por otro lado, la aparición de espectáculos como Monólogos de la vagina, Monólogos del pene y todas las secuelas, incluida No seré feliz pero tengo marido (y después de haber animado Jorge Lanata una revista en el Maipo) envalentonaron a cuanto humorista quería llevar a escena su humor de observación.

3. Pero el stand up no es teatro. Basta con ropa oscura, situarse bajo la luz y saber hablar con brío al micrófono. No hay composición de personaje, es decir, no hay actuación. Eso es harina de otro costal, que en todo caso desciende del varieté o del café concert. Entre los grupos más expertos en el tema y cuya pericia es indiscutible, está La Banda de la Risa, liderada por el actor Claudio Gallardou y que acaba de cumplir veinte años de existencia. También Los Macocos, en este momento con el espectáculo Pequeño papá ilustrado en escena, donde exploran el vínculo de los padres con los hijos. (Dicen ellos mismos: "con la madre no se atreverían"). Pero quien sí se atreve con las madres es Juan Pablo Geretto, la estrella arribada desde Rosario. Su primer espectáculo Solo como una perra lo catapultó a la fama y salió de la Chicago argentina donde se explayaba en un recinto llamado La traición de Rita Hayworth a los teatros capitalinos y los Estrellas de Mar ganados por su perfomance. Ahora, en El Cubo, hace Como quien oye llover donde hace a sus personajes Ana y la Maestra.

4. En un escenario propio de la República Banana un maestro de ceremonias y cantor, un latin lover, con un perfil entre el Puma Rodríguez y Roberto Galán, el gran Chino Amado, presenta a sus músicos. Se trata de bongoleros, un contrabajista, un trompetista, Raquelita, una pianista pequeñita que habla sólo en hebreo y han traído de un kibbutz de Nicaragua y la voluptuosa Rosa Bernal cantante tropical, una especie de Amy Winehouse del Caribe. El grupo: Los Amados, un total de seis músicos y tres artistas invitados. El espectáculo: Karabalí, homenaje a Lecuona. Ernesto Lecuona fue un compositor cubano cuya obra popular quedó un poco en el olvido, aunque no hay quien no haya oído "Siboney" o "María la O". Alejo Viola, líder de Los Amados, cuenta por qué homenajearon a Lecuona: "Yo quería hacer algo muy especial para festejar los 20 años y me parecía que el grupo tenía ya la madurez musical como para encarar un compositor tan importante, pero con una obra nada fácil. Además, era jugarse a hacer un espectáculo algo diferente a los anteriores (donde el repertorio planeaba entre muchos clásicos conocidos)." Riéndose de los clisés de la música caribeña, de las canciones melosas y los personajes hiperrománticos de la canción, pero ejecutando con maestría la música, Los Amados llevan adelante un espectáculo que hace a la gente levantarse de sus butacas y bailar. En un par de ocasiones, el Chino Amado hace intervenir al público con preguntas de tono romántico sobre los celos o declarariones amorosas.

Según cuenta Alejo Viola: "Los Amados fue una creación mía con dos amigos en 1989. Allí empezamos a tocar algún tiempo en lugares como el Parakultural, Cemento, Bolivia. Al poco tiempo mis amigos decidieron seguir sus carreras por otros caminos que no eran artísticos así que seguí solo y fui armando y rearmando la banda a lo largo de los años, tratando de encontrarle una identidad. Esta última formación ya tiene algunos años pero no todos se incorporaron al mismo tiempo."

5. Otra diva: el Cabaret del Teatro Anfitrión, donde Concha del Río recibe a su público amado y conduce por los distintos números del espectáculo. El espectáculo comienza con la diva ataviada con vestido blanco de lentejuelas, turbante, plumas, perlas, boquilla de carey y unas uñas de una pulgada de largo cada una, diciendo a su público con voz ronca y cascada: "Me quedo en el país" y arranca una ovación de aplausos. Concha, interpretada por Noralih Gago, cumple con el rol de anfitriona a la vez que cuenta anécdotas de un pasado estelar. "Bailaba en el Maipo junto a las hermanas Rojo, toda desnuda, pintada con pintura dorada y tóxica..."; "Recuerdo mi romance con Carlos A. Petit..." Aunque sin duda, el más único y encantador de sus gestos es una risa ronca de perro Rottweiler, que ella tapa coquetamente con su puñito. ¿Cómo nació Concha del Río? Su creadora cuenta: "Me encanta ver las galas de la Televisión española. En una gala especial, "Homenaje a Lola Flores", antes de su muerte, fueron todos sus colegas cantantes del mundo a rendirle tributo, entre ellos, la gran Rocío Jurado, tan... tan... tan sentida... casi sobreactuada. En un momento cantó una canción, con un pimpollo de rosa en la mano y la canción decía: 'se nos rompió el amor... de tanto usarlooooooo' y sobre el final del tema, hace añicos ese pimpollo y lo estrella contra el piso. Acto segundo, saluda muy grandilocuentemente varias veces. Cuando vi eso, dije: 'Yo quiero hacer esto'. Al otro día veo sentada en la mesa de Mirtha Legrand una actriz ya olvidada, con el pelo mal teñido y evidentemente sin trabajo, que decía que venía de tener mucho éxito en Europa. Metí en la licuadora a las dos y salió Concha del Río. Concha comenzó siendo un personaje más de un unipersonal que hice que se llamaba Solita para todo y luego cuando empezamos con el Cabaret fue creciendo y transformándose en esta autoproclamada diva, que se ve los miércoles."

6. Los viernes, Subió la carne. Un pintor canta con voz envidiable "Angelitos negros" a la par que pinta a un angelito blanco, que hace un monólogo cuasi racista sobre lo bueno que es ser blanco; dos cuñadas embarazadas discuten acerca de quién será la madrina del próximo por nacer, a la par que una, muy ofuscada, le da de cachetazos a una muñeca, su hija Verónica Sofía. Al final, Verónica Sofía muere y es considerada milagrosa y santa patrona de las niñas maltratadas, por eso concurren a su santuario una Heidi paralítica y Clarita, ya muy entradas en años. Heidi se lamenta: "¡Se me están muriendo todas las amigas! Caperucita Roja falleció, la Bella Durmiente entró en coma por sobredosis..." Al final, dos acomodadores juegan a las adivinanzas con nombres de grupos y de actores. Uno llama a su hermano en Estados Unidos: "Hola, Palito. Cada vez que te llamo me atiende el contestador. Mirá, te quería decir, Palito: murió la mami..."; el otro lo interrumpe y le dice: "¿Cómo se lo vas a decir así? Contale algo de la Argentina". Entonces recomienza: "En la Argentina, Palito... En la Argentina, sabés... En la Argentina subió la carne".

El grupo se llama Carne de Crítica, está dirigido por Carlo Argento y cuenta con la actuación de Francisco Pesqueira y Claudio Pazos. Ambos se conocieron en 1992 en el estudio de Carlos Gandolfo y lo primero que hicieron juntos fue Los dos hidalgos de Verona. En 1999 se conocieron con Carlo Argento. Francisco cuenta: "Así íbamos encontrándonos los tres en el mundo teatral hasta que en el año 2001 decidimos empezar a armar algo: inicialmente escrito por Claudio y por mí. Carlo terminó dirigiendo el primer espectáculo (llamado Carne de crítica y del cual toma nombre el grupo). El humor y nuestro lenguaje empezaba a surgir y al año siguiente armamos Dignos de lástima. En aquel momento laburamos a la gorra (y contra lo que se piensa, era superrentable y honroso). Al año siguiente, surgió la posibilidad y la propuesta de ir al Maipo con nuestra nueva obra y así nació Correte que chorrea! Otro éxito de localidades agotadas. Estuvimos nueves meses y luego fuimos a las plazas llevados por el Gobierno de la Ciudad. Luego de esto, vino Subió la carne, una especie de grandes éxitos con vida propia y que estamos haciendo por tercer año. Son números extraídos de los tres espectáculos anteriores pero con agregados y cambios. Con esta obra viajamos a España y EE.UU. siempre con una repercusión buenísima.".

7. La más dúctil, la más brillante y la más desfachatada de las cómicas argentinas, Mónica Cabrera, tiene en escena tres espectáculos. Se trata de su aparición en el Cabaret del Teatro Anfitrion, El Club de las Bataclanas donde se luce con seis de sus personajes y el ciclo en el Teatro Payró: Maratón Cabrera donde cada mes se pondrá una de sus obras. Escritora de buen oído y atenta a las falencias de los discursos, Cabrera tiene una cabeza para escribir igual o peor –en el sentido de más extremista en el humor– que Saborido. Pero como si fuera poco escribir como los dioses –o mejor, como Dionisios, porque es bastante dudoso ver a otro dios escribir humor–, es una actriz dedicada a observar el síntoma en el cuerpo. Una mujer adicta a los psicofármacos camina dando medios pasos, un poco como caminaría un ciempiés humano. Un breve friso de sus personajes nos dará la cuenta: Dolly Guzmán, la adicta en cuestión y actriz exasperada, la Bataclana que recomienda la prostitución, la enfermera que ha dejado de fumar y debe dar una conferencia sobre el sexo a los pacientes –el sexo acá tiene mucha menos gracia que una pitada cargada de nicotina–, la mujer fashion que recomienda el control del objeto amado con una voluntad únicamente homologable a la de un sargento de caballería y una promotora de folletos, una señora mayor recién operada de cataratas y ex socialista o socialista resignada. Además, la Cabrera canta tangos y boleros, algunos incluso compuestos por ella misma.

8. La cáscara de banana ya fue. Las salas de estos espectáculos estaban a tope y la gente reía doblándose de risa. Quedó una pregunta por hacer a los cómicos y fue: "¿Creen ustedes que, además de divertirse, se van de aquí mascullando un pensamiento?" Probablemente dirían que sí: los buenos espectáculos de humor afinan la mirada crítica.

Fuente: Revista Ñ

1 comentario:

Anónimo dijo...

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