martes, 23 de marzo de 2010

Acontecimiento cultural imprescindible

La versión de Lombardero aúna audacia artística con excelencia musical Foto:Teatro Argentino

Lady Macbeth, de Mtsensk,
ópera de Dmitri Shostakovich, con Natalia Kreslina (Katerina), Enrique Folger (Serguei), Hernán Iturralde (Borís), Pedro Espinoza (Zinovi), Gustavo Gibert (el comisario) Alejandra Malvino (Sonietka) y elenco. Régie: Marcelo Lombardero. Dirección: Alejo Pérez. Coro y Orquesta Estables del Teatro Argentino. Teatro Argentino de La Plata.

Nuestra opinión: excelente

La avaricia, la codicia, los asesinatos; las traiciones, los abusos, las violencias cotidianas más duras; la corrupción, la crueldad, la perversión; las flagelaciones y la opresión suceden, en el original, en el distrito de Mtsensk, en la Rusia zarista. Pero la realización de esta colección (incompleta) de las peores miserias y abyecciones humanas y sociales tiene lugar en La Plata en un nivel de excelencia artística que transforman a esta Lady Macbeth de Mstensk en un acontecimiento cultural imprescindible, una de esas muy poco frecuentes ocasiones de asistencia obligatoria.

Una sorprendente versión

Es tarea dificultosa tratar de enumerar, en un espacio limitado, la suma de aciertos que se encadenan para que la realización de esta ópera de Shostakovich logre plasmarse en un inatacable nivel de perfección artística. Con todo, y dejando de lado los milagros originales de Shostakovich, hay que remitirse, en primer lugar, a Marcelo Lombardero y a Alejo Pérez, posiblemente, los dos mejores artistas argentinos residentes en el país, en sus respectivos rubros. Alejo continúa agregando jalones a una carrera que sólo transita por logros y asombros. Ante una obra de dificultades tremebundas, condujo a la orquesta y al coro por senderos de certezas, de altísima expresividad, con balances sonoros inapelables y cohesionando a cantantes, coro y orquesta en un todo homogéneo, sólido y musical. Ni siquiera los mínimos deslices de algunos músicos pueden menoscabar una realización musical colectiva admirable.

Lombardero, por su parte, es una fuente inagotable de ideas escénicas y teatrales. Su puesta está en función de ambientar, potenciar y exponer un argumento de una crueldad manifiesta, poblado de personajes cuanto menos de moralidad dudosa y de sentimientos excesivamente primarios. La finca rusa original se traslada a un matadero de ubicación incierta, manejado con mano dura por Boris y su hijo Zinovi. Pero son los recursos que aplica Marcelo los que dotan a esta ópera esencialmente escabrosa de una belleza visual y teatral que complementa de maravillas la música de Shostakovich. Con amplísimos paneles verticales de desplazamientos laterales y verticales, Marcelo segmenta, sucesivamente, el escenario para elaborar espacios apropiados para cada una de las escenas. A pura imaginación y talento, además, corona escenografías impecables con juegos de luces, proyecciones de imágenes o de películas, carteles luminosos, una cama indispensable y un mobiliario mínimo.

Con todo, los directores escénicos y musicales no cantan ni actúan y sus realizaciones dependen de ellos, los cantantes. Y el elenco, sin fisuras, estuvo impecable. Natalia Kreslina construye una Katerina deslumbrante, con una voz plena y un dominio teatral y escénico extraordinarios. Pero también estuvieron espléndidos los no rusos, que no es un detalle menor, Enrique Folger y Hernán Iturralde, que no sólo se apoyaron en su canto, sino en actuaciones para recordar. Y si bien todos y cada uno de los cantantes son pasibles de un verdadero reconocimiento, vaya la última mención destacada para Gustavo Gibert, un abominable comisario coimero, despiadado y resentido.

El diluvio que se abatió el domingo a la tarde puede haber mermado la asistencia de público. Es de esperar que el buen tiempo no sea un obstáculo para acercarse hasta el Argentino en las funciones restantes. Después de todo, debería quedar en claro que esta puesta de Lady Macbeth? es, sin lugar a dudas, un hito en la historia musical argentina.

Pablo Kohan
Fuente: La Nación

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