El último fuego, de Dea Loher. Con Mario Petrosini, Carolina Tejeda, Claudia Cantero, Claudio Martínez Bel, Guillermo Aragonés, Tatiana Sandoval, Mónica Driollet, Germán Rodríguez y Alberto Montezanti. Escenografía: Alicia Leloutre y José Escobar. Música original: Cecilia Candia. Luces: Ricardo Sica. Duración: 75 minutos. En Espacio Callejón, los viernes, a las 21.30.
Nuestra opinión: buena
Uno. Dos. Nueve personajes en escena contando un narrador que puede ser usted (o yo). Aparentemente, sólo son vecinos de un barrio marginal de una ciudad germana. Sin embargo, los une un accidente fatal en la calle que se cuenta en las primeras escenas y que los persigue a lo largo del relato de El último fuego , la obra de la multipremiada autora alemana Dea Loher.
En un principio, la reconstrucción de ese hecho en la que pierde la vida un joven se convierte en el nudo de la obra. Pero, a medida que avanza la acción, ese obsesivo rompecabezas comienza a ocupar un segundo plano, el rol del narrador se va apagando y comienza a tomar forma de una manera contundente la vida de estos seres marginados en medio de un relato entre sombrío y melancólico con ciertos rasgos de un efectivo humor ácido. Con dirección de Ana Alvarado, el primer acierto es la estupenda resolución espacial y escenográfica. El público se ubica en tres espacios distintos y por diversos corredores van entrando los personajes en esta especie de trama policial inicial. Al ubicar al espectador alrededor del lugar del accidente parece que fuéramos todos mudos testigos de un hecho del cual también tenemos nuestras responsabilidades sociales.
Alvarado, dejando de lado los trabajos de mixtura con objetos y muñecos que tan buenos resultados obtuvo con El Periférico de Objetos, esta vez se dedicó a dirigir a actores y para ello convocó a talentosos intérpretes de la escena independiente. Si bien el resultado es un tanto desparejo, Carolina Tejeda y Claudia Cantero transitan fibras expresivas de una intensidad tal que parece imposible no conmoverse con sus composiciones de esas criaturas tan endebles.
Más allá de estos aspectos, al texto de Loher se lo podría trabajar más todavía para evitar ciertas fugas y lograr una síntesis que carece.
Alejandro Cruz
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